-Pero dilo con más
galanura, hombre. No con esa mirada de besugo y ese aire de... de
zangolotino... Más galanura.
-¿Más qué? (preguntó con absoluta ignorancia)
-Galanura.
-¿Y eso qué es?
¿Recuerdan este diálogo
de la estupenda película “El viaje a ninguna parte” de Fernando Fernán Gómez?
Carlos Galván (Pepe Sacristán) y Carlitos (Gabino Diego) ensayaban en la posada
una obra de teatro y Sacristán le decía a Gabino Diego, que no estaba nada convincente en su papel, aquello de "zangolotino".
Entonces escuché por primera vez esta palabra tan poco utilizada que está hoy de plena actualidad. La RAE define "zangolotino"
como una expresión coloquial que sirve para describir a quien se comporta de forma
infantil o demuestra tal mentalidad. Si seguimos así, dentro de poco los
zangolotinos dominarán la tierra. Al menos en España.
Esta mañana me desayunaba con una entrevista en La Vanguardia a César Bona, considerado por la tendencia dominante en educación, por la administración educativa, y también por Ikea, el mejor profesor de España (aunque, para ser rigurosos, César es maestro de Primaria). Ya en la introducción (minutos publicitarios) leemos que en estos "centros pioneros" que promociona Bona en su segundo libro "lo más importante no es que los alumnos aprueben, sino escucharlos, motivarlos y formarlos para que sean personas socialmente responsables". Antes de entrar en detalles, ¿podría alguien explicarme por qué un examen es perjudicial para conseguir que un alumno se convierta en un ciudadano socialmente responsable? ¿Podría alguien explicarme, de paso, qué es una persona "socialmente responsable"? ¿Podría alguien, abusando un poco, decirme si cuando estos niños tan motivados quieran sacarse el carnet de conducir, se concederá importancia a que lo aprueben o se pedirá que se les conceda en función de su motivación? ¿Animaría a alguien a conducir a un sujeto que no hubiera aprobado el examen? ¿No es también segregador el examen de conducir, puesto que quien no lo supera se queda sin carnet? La argumentación es tan pobre, tan pobre, TAN, TAN, TAN POBRE, que vamos a tener que explicar que aprobar significa que el profesor verifica que un alumno ha aprendido lo que el profesional ha considerado que debía aprender, y suspender no es otra cosa que la advertencia de lo contrario. Pero no hay manera. Los exámenes son malos. Los deberes son malos. La exigencia es mala. El esfuerzo es malo. Los contenidos son malos. Es todo tan idiota que temo que acabemos extinguiéndonos...
Sobre César he hablado en mi
libro, de forma, tengo que decir, muy educada. También lo hice a raíz del
programa Cintora
en la calle, en el que no coincidimos, pues Cintora decidió pasear con
Bona por el parque mientras a mí me recluía en un aula antigua, para adecuar,
imagino, la atmósfera a lo que tenía previsto consumar durante la grabación (y,
sobre todo durante la edición). Comenté otra entrevista suya, en ABC, aquí.
Y aquí relaté
los pormenores de la única vez en la que he podido debatir con él (hasta que se
enfadó y zanjó la charla de forma abrupta) pues en todas las ocasiones en que
se ha podido dar la circunstancia (tres, que yo recuerde), César declinó la
invitación. Sin embargo, aunque no ha habido suerte a la hora de buscar una
discusión civilizada, César sí se ha referido a mí en varias ocasiones, incluso
sin citarme y tergiversando unas declaraciones que yo había hecho (aquí se
puede leer una crónica de lo sucedido en La Sexta Noche). Hasta sor Lucía
Caram, la monja más mediática a este lado del Mississippi, me hizo el favor de
desaconsejar mi libro (bueno, es largo de explicar, primero recomendó y luego,
ya en la tele, disuadió de su lectura -léanlo, si les apetece, aquí-), al tiempo que invitaba a los espectadores a leer el de
Bona que, como diría Coelho, está más mejor.
La cosa es que hoy, una periodista de La Vanguardia, Raquel
Quelart, firmaba un reportaje (al que pueden acceder desde
este enlace) a la estrella mediática con el siguiente titular:
Si tu hijo te dice que no
quiere ir al colegio, ¡escúchale!
Como titular es, sin
duda, tendencioso (y todavía no han leído nada), pues presupone que quienes
entendemos como natural que nuestros hijos prefieran hacer otras actividades
que ir a la escuela debemos ser personas de una enorme crueldad. Porque, con
sinceridad, yo a mis hijos les escucho, pero que quieran ir o no al cole no me
hace cuestionar la conveniencia de que vayan.
Tampoco es muy equitativa la autora de la entrevista al cotejar
el pensamiento boniano con el mío. Escribe Raquel
Quelart:
Los
planteamientos del docente también han levantado ampollas entre algunos de sus
colegas de profesión con una visión más convencional de la educación. Muestra
de ello es el libro de Alberto Royo Contra la nueva educación.
Pero a pesar de las críticas, César se mantiene firme en su compromiso por una
educación mejor y más humana.
Sra
Quelart, "levantado ampollas" es una apreciación un tanto subjetiva.
Y, si se trata de ampollas, más bien parece que soy yo el que las ha levantado
por haber "osado" criticar las propuestas de moda. Basta ver las loas
que usted dedica a Bona y cómo me trata a mí. Porque verá, decir que "a
pesar de las críticas", él continúa "firme en su compromiso por una
educación mejor y más humana", justo después de haber hablado de mi libro,
supone sugerir que quienes no compartimos sus planteamientos, tampoco
compartimos sus buenas intenciones (unas buenas intenciones de las que, por
cierto, está empedrado el infierno). ¿O supone usted, Sra Quelart, que yo
apuesto por una educación peor e inhumana? ¿Quizás extraterrestre? No es que me
moleste que César le sulibeye y yo le resulte tan
"convencional" y, por lo tanto, aburrido. Lo que ocurre es que la
ética periodística debería infundirle cierto afán, si no de objetividad, que es
imposible, sí de rigor, imparcialidad y honestidad profesional. Si tiene
intención de comparar dos visiones distintas de la educación a través de los
planteamientos de un maestro que se dice innovador (Bona) y un profesor que NO se
considera "convencional" (yo), pregunte a ambos o al menos no nos trate de
forma tan desigual.
Pero
vayamos a lo importante, no sin antes pedir a César que lea con más atención mis declaraciones si
quiere citarme porque, de hacerlo mal (y ya van unas cuantas), cualquiera podría
interpretar que lo que pienso es lo que César dice que pienso y no lo que
pienso de verdad, que suele estar bastante cerca de lo que yo digo que pienso. Lo
importante es, pues, rebatir algunas ideas,
no por quien las dice sino por su contenido y repercusión ("todas las personas
son respetables, pero no todas las opiniones", dijo Fernando Savater). Combato estos
planteamientos porque los considero dañinos y porque no los quiero ni para mis
alumnos ni para mis hijos. Y lo voy a hacer cuestionando algunas de las
afirmaciones que aparecen en el reportaje. En azul, las preguntas de la periodista; en rojo y cursiva, las
respuestas de César Bona. En negro
y en redonda, mis comentarios.
¿Qué recuerdos guarda de su
etapa como alumno?
Supongo que los mismos que tienen los lectores que
nos leerán: el ir a la escuela, tener que leer un libro de texto y, luego,
soltarlo en un examen, olvidarte e ir al siguiente tema; lo que sigue
sucediendo ahora años después. Y, claro, las cosas van cambiando en todos los
ámbitos de la vida y la educación no debería ser diferente.
Los recuerdos de la escuela de cada uno son muy
diferentes. Pretender que la experiencia personal condicione las decisiones en
materia educativa es mucho pretender. Por otra parte, ningún profesor quiere que
sus alumnos aprendan algo y lo olviden de inmediato. Si uno olvida enseguida lo
que ha estudiado, normalmente es porque lo ha estudiado muy mal o porque no lo ha repasado. Emplear como excusa eso de que "las cosas
han cambiado en todos los ámbitos de la vida" para despreciar
aquello que funciona es tan ridículo como recurrir al "esto se ha hecho toda la
vida" para eludir la modificación de lo que es necesario alterar.
¿Cuál es el fallo de la educación convencional?
Nos tenemos que dar cuenta de que somos seres sociales, pero
seguimos educando a seres individuales. Es necesario que el conocimiento ya no
parta solo del maestro, sino que sea un factor compartido y no sea usado
exclusivamente de forma individual.
Esta frase no tiene ni pies ni cabeza. El
conocimiento no puede partir sino de quien lo atesora. Pensar que es algo
"compartido" no tiene el menor sentido. Precisamente porque somos
seres sociales necesitamos del conocimiento, para saber comprendernos, para
saber tratarnos y para saber convivir.
¿Qué carencias educativas arrastramos la
generación EGB?
Sobre todo sociales. Si echas la vista atrás, ¿qué
importancia se le daba a las relaciones humanas en la escuela en la que
nosotros vivimos? ¿O qué cultura ecológica se nos inculcó?¿Cuántas veces
escuchamos cuando éramos niños que las diferencias entre nosotros enriquecen?
Vida y Escuela han de ser indisolubles.
Ahora resulta que los de la EGB tenemos una tara. Vaya por Dios. Por lo demás, ¿"vida y escuela han de ser
indisolubles"? ¿Qué demonios significa eso? Es como decir "oxígeno y
escuela han de ser indisolubles". La escuela forma parte de la vida. No
puede ser de otra forma. Si por "vida" se quiere referir César Bona a
lo que no es la escuela, debo decir que el ámbito académico y el social son distintos, lo que
no significa que no estén relacionados. Pero el objeto de la escuela, por
definición, no es sociabilizar sino conocer, lo cual, además, contribuye de
forma determinante a la sociabilización.
¿En qué consiste el proyecto
‘changemarker’ al que están adscritas las escuelas en las que se basa su nuevo
libro?
En escuchar a los niños, porque tienen mucho que
aportar, invitarles a mirar a la sociedad donde viven e intentar mejorarla. Se
trata de convertirles en agentes de cambio. Los alumnos de estos centros
celebran asambleas, deciden qué colegio quieren. Y esto no significa que se
suban a las barbas, sino que están más a gusto en un lugar donde pueden tomar
decisiones, algo que nos sucede también a los adultos.
¿Qué profesor no escucha a sus alumnos? ¿Qué
profesor considera que no tienen nada que aportar? Ahora bien, delegar la
responsabilidad del adulto en el menor de forma que les toque a ellos decidir
qué quieren, me parece, cuando menos, poco profesional.
Usted critica que en el sistema
imperante se escucha poco a los alumnos.
En realidad no es una crítica, es un hecho. Los
niños y niñas en la escuela siguen recibiendo información que luego van a tener
que repetir. La educación tiene que evolucionar: lo más importante para educar
o enseñar es escuchar.
Este razonamiento me parece tan simple, tan
tosco, que no sé ni cómo abordarlo. Para aprender hay que repetir,
razonar, repasar, escuchar... todo ello forma parte del proceso. Reducirlo a la
escucha es tan pueril que no resiste el menor análisis.
¿Qué diferencias hay entre los
siete centros ‘changemarker’ de España?
(...) En el instituto de Sils (Gironès) y en la escuela Sadako (Barcelona) tienen muy en cuenta el compromiso
social. En el colegio O Pelouro, de
Galicia, conviven niños de distintas capacidades y no se tienen en cuenta las
etiquetas. En el centro Padre Piquer, en Madrid,
los chavales de secundaria, bachillerato y FP evalúan a los profesores -también
su nivel de empatía-.
No es momento de tratar el "compromiso
social de la Fundación Ashoka, aunque de ello hablo también en Contra la nueva educación, pero
permítanme que sonría cuando leo que son ellos los "socialmente comprometidos" y
no los que defendemos un sistema público de enseñanza que ampare el derecho al
ascenso social.
¿Qué piensa sobre las críticas que ha recibido su propuesta
educativa, como la que plantea Alberto Royo en su libro ‘Contra la nueva
educación’, donde acusa a su modelo de despreciar el conocimiento y la cultura
y apostar por la felicidad ignorante?
Primero, le felicito por la tipografía de su libro
porque es copia exacta del nuestro; segundo, decir que se desprecia la cultura
y el conocimiento es no tener ni idea de educación, es tener los ojos cerrados,
es querer vivir en una educación de hace 30 o 40 años; tercero, decir que a la
escuela se va a aprender y no a ser feliz es un error; y cuarto, estar en
contra de la evolución es una equivocación.
Primero, te agradezco, César, la felicitación,
porque sé que es sincera, pero tengo que decirte que mi trabajo en Contra la nueva educación no fue más allá de la escritura del
ensayo. La portada es cosa de la editorial, pero tú no te preocupes, César que yo les
transmito la felicitación. Aprovecho para preguntarte de quién tomaste
prestado el título "La nueva educación: ¿Fichte? ¿Dewey? En segundo lugar, tengo que
decirte que tienes toda la razón cuando dices que no tengo "ni idea de
educación" por afirmar que "se desprecia la cultura y el conocimiento". Como
todos sabemos, en este país, como dirían en Amanece que no es poco, es verdadera devoción lo que hay por la cultura y el
conocimiento. Prueba de ello es que a ti te han nombrado mejor maestro de España (un defensor del conocimiento) y que Gran Hermano lleva diecisiete ediciones.
Voy a decirte algo más (no me siento capaz de replicarte cuando me acusas de estar "en contra de la evolución"... ¿contra Darwin?): no solo no tengo los ojos cerrados, salvo cuando
duermo, sino que vivo en este mundo y no en los mundos de Yupi como tú, no en los años
setenta sino en estos. Y en 2016 es, si cabe, más importante que antes, tener
una sólida formación, una base cultural y conocimientos, precisamente para
evitar que ningún embaucador nos pueda convencer de lo contrario con el
pretexto de que nos va a hacer felices. Me niego a dispensar soma a mis
alumnos, César. Me niego y haré lo posible por evitar que sea suministrada a
los alumnos de los demás. No quiero ciudadanos felices en su incultura, encantados de conocerse y acostumbrados a exigir sin exigirse a sí mismos. No quiero zangolotinos. No quiero niñatos que no saben siquiera que no saben y cuya ineptitud, de la que de ningún modo tienen toda la culpa, les llevará a ser esclavos o tiranos. Quiero
ciudadanos que sean capaces de procurarse su propia felicidad, ciudadanos libres que se labren su propio futuro. Y a ello pienso entregarme. Los elogios y los premios, te los dejo para ti.
Oye Alberto, que porque tú no quieras a César en el cuerpo de los profesores de Secundaria no hace falta que nos lo endoses a los maestros de Primaria.
ResponderEliminarBromas aparte, y como tú dices, para ser rigurosos, Bona no es ya maestro de nada. Abandonó la tiza para dar lecciones.
M.L.S.E.
Quiero dejar claro que intuyo que Bona es un buen maestro. Son sus "lecciones" las que me preocupan.Un saludo.
EliminarNo sé si conoces la página de Martí.
ResponderEliminarTiene varios artículos sobre Cesar Bona que no tienen desperdicio. Éste es el último. Que lo disfrutes.
http://www.xarxatic.com/el-maravilloso-mundo-de-las-contradicciones-educativas/
José
Sí. No siempre concuerdo con él, aunque últimamente más que antes. Un saludo.
EliminarEn la innovación se sobrevalora uno mucho. Mucho más si se hace en este "momento educativo" donde la innovación tiene un reconocimiento inmediato y poderoso. Estoy con Alberto en que Bona puede que sea un buen maestro porque conecta con sus alumnos. O sea, como los buenos maestros de siempre. Pero lo están usando -y parece que se deja usar- para seguir socavando y menoscabando las virtudes de la enseñanza tradicional donde al alumno se le pedía mayor esfuerzo. Algunos consiguen mantener cierto nivel de asunción de conocimientos a base de camelarse al alumnado. Y eso es muy meritorio. Pero la tragedia está en que la inmensa mayoría de docentes no tiene ese gancho. Como tampoco son igual de atractivos que Alain Delon o Claudia Shiffer. ¿Va a funcionar el sistema a base de docentes excepcionales? ¿Podemos pedir a los alumnos un esfuerzo si su profe no tiene magnetismo o es bizco? ¿Por qué no llegamos al acuerdo de enseñar/aprender a pesar de nuestros defectos y limitaciones? Y que Dios reparta suerte como siempre.
ResponderEliminarMucho me temo que "el mejor profesor del mundo", cuando pasen unos años y tenga perspectiva (no sé si dentro de la escuela o ya instalado como gurú educativo), será consciente de que ha sido un tonto útil de los que quieren desarbolar, intencionadamente o no, nuestro sistema educativo.
ResponderEliminarDisculpe por no haber publicado este mensaje. Quedó por ahí perdido...
Eliminar¿Y quién dice que ese señor es el mejor maestro de España? Si eso fuese cierto, se pelearían los que mandan para que diera clases en sus escuelas, en lugar de pretender que estas se extiendan entre los comunes. Es como pasó en París hace unos años, que mientras los institutos de la periferia se llenaron de ordenadores, los del centro invirtieron...en tener más profesores. Saludos, y felicidades por tan lúcidas reflexiones -aunque me temo que poco tenidas en cuenta-.
ResponderEliminarMuchas gracias, Cosme. Y sea bienvenido.
EliminarEstupenda tu réplica, Alberto. Felicitaciones (éstas, sinceras).
ResponderEliminarMuchas gracias, Mauricio. Un saludo.
EliminarEsto se llama reduccion a lo absurdo.
ResponderEliminarSolo añadir que no tienes que creer a nadie. Finlandia y Singapur en lo alto del nivel academico mundial y con las tasas mas altas de felicidad entre los estudiantes.
Esto funciona.
Creo que no te das cuenta, que los problemas con los que atemorizas al lector, nunca se darian en una sociedad con esa escuela.
Desde los 12 años con 14 horas diarias entre escuela conservatorio y estudio hacen a cualquiera perder la ilusion.
Estimado señor anónimo: Lea usted la anterior entrada, sobre la conferencia de José Manuel Lacasa. Y yo no atemorizo a nadie. Lo que hago es no engañar. Y mucho menos sacar partido del engaño.
EliminarNo entiendo nada de lo que dices, Unknown, no sé si vas de pro, de contra o de irónico, ya que tu mensaje es incoherente, está mal redactado y alude (porque no puede decirse que los cite) a datos que, o son falsos, o están mal tomados, o se contradicen con los que todo el mundo conoce. Y esto, por no hablar de algunos deslices ortográficos. Otra cosa: lo de la escuela y el conservatorio, ¿por quién va? ¿Por Alberto? Si es así, es una alusión personal que te señala como un auténtico sinvergüenza (amparado en el anonimato, para variar); si no es así, te pido disculpas, pero te pido también que te aclares. Y no estaría mal que lo hicieras dando la cara.
EliminarNo creo que se refiera a mí. Sería una estupidez.
EliminarY sin embargo,Finlandia tiene una de las tasas más altas en violencia machista -y consumo de alcohol, depresión...- de Europa. Debe ser por esa educación tan "pro" y esa felicidad de la que se habla.
EliminarAlberto, ánimo. Somos algunos más en la "resistencia". Sobre recomendaciones de lecturas, aparte de Lacasa (esclarecedor y contundente, maravilloso y lúcido), sobre tópicos como aquel de que "todas las opiniones son respetables" recomiendo "Tantos tontos tópicos" de Aurelio Arteta (para una limpieza mental matutina o vespertina...cuando se desee). Y ya puestos, para entender mejor esta deriva sentimentaloide en educación y en otros ámbitos recomiendo "Sentimentalismo tóxico" de Theodore Dalrymple (a mí me lo recomendó Savater, aunque él no lo sepa). Bueno, esto es solo un poco de material para "resistir" el empuje de los "innovadores", que no sé si vencerán, pero seguro que no convencerán (al menos con argumentos tan débiles).
ResponderEliminarSaludos de Pilar.
Pilar, muchas gracias por el comentario y las recomendaciones. Y muy bien puestas esas comillas en "innovadores". A veces se nos olvidan. Un saludo.
EliminarGracias por las recomendaciones bibliográficas, Pilar. Me pongo en modo búsqueda.
EliminarDe nada, guachimán (Pablo): enhorabuena a ti también por tu blog.
EliminarGracias otra vez, Pilar.
EliminarEs tan inspirador tu artículo que no sé por donde empezar, y más teniendo en cuenta otras de tus publicaciones.
ResponderEliminarAdemás de tu característico tono entre despectivo hacia los que no comparten tus ideas y prepotente, destacaría en éste la manipulación descarada, la lectura parcial y el compendio de argumentos falsos tipificados a lo largo de la historia.
No creo que seas capaz de tomar lo de "mejor maestro del mundo" como algo más que un titular o una frase publicitaria -no pienses que te infravaloro-. Ni creo que no te des cuenta del contexto en el que se entiende la frase "Si tu hijo te dice que no quiere ir al colegio, ¡escúchale!" Tu respuesta es pura sofística barata.
Te devolvería el consejo que das: que lean bien y no vayamos a pensar que dices lo que otros dicen que dices.
Si lo haces, no podrás afirmar que este nuevo tipo de educación - Bona es solo una figura mediática que tiene detrás a muchos profesionales- dice que no hay que hacer exámenes, ni mucho menos que desprecia el conocimiento y la cultura.
Como defensor que eres del rancismo docente o de los menonistas amish de la educación -apelativos similares a los que tu sueles utilizar contra los que no comparten tus ideas-, podía extenderme largo y tendido pero acabaré con dos afirmaciones básicas.
Primera: la realidad cambia y por tanto la forma de enfrentarnos a ella tiene que cambiar.
Segunda: el mejor argumento contra los tuyos es que en los lugares en los que van variando la metodología el aprendizaje mejora, los alumnos asimilan los conocimientos y continúan sus estudios posteriores con mejores resultados. Es decir, no se les aprueba el examen de conducir porque están motivados, sino que como están motivados aprenden a conducir mejor.
Estimado señor o señora (le llamaría por su nombre pero no firma usted su comentario, así que no puedo):
EliminarDígame usted qué he manipulado, qué he leído de forma parcial y en qué falsedades incurro y podremos discutir algo (aunque intuyo que ese no es su propósito). Dígame también qué es lo que no he entendido y argumente, si no es mucho pedir, su acusación de ser un "sofista" (y además, "barato" -oiga, esto me ha dolido-).
Se rasga usted las vestiduras por mi tono "entre despectivo y prepotente", mientras me llama "defensor del rancismo docente" o partidario de los "menonistas amish de la educación", demostrando no solo muy poca gracia (ninguna, en realidad -con sinceridad: es usted un plasta-) y recurriendo a razonamientos tan estúpidos como que "la realidad cambia", así que, mire, voy a ahorrarme perder el tiempo y le voy a mandar un saludo muy cordial y pedirle que modere su tono si quiere que su próximo comentario aparezca publicado. Que pase una buena tarde. Bueno, haga lo que le plazca.
Hay una pregunta que nunca dejaré de formularme: ¿por qué los pedagogistas a ultranza siempre firman sus comentarios -por lo general, cargados de ira y de inexactitudes y/o falsedades- con la palabra "anónimo"?
EliminarPor la misma razón que los defensores de la educación emocional reaccionan de forma agresiva y carente de toda empatía en cuanto cuestionas el dogma.
EliminarAunque dando pie a uno de sus agudos comentarios permítame que esboce una sonrisa cuando leo su repuesta.
EliminarLe reconozco su habilidad dialéctica para esquivar respuestas y mi perplejidad cuando le veo caer en lo mismo que usted critica.
Ahora me preguntará que es lo mismo que usted critica y yo le contestaré y usted me volverá a preguntar y así nunca responderá a mis objeciones aunque si me acuse de no querer dice usted “discutir” yo prefiero “dialogar”.
A pesar de todo le diré que una de esas cosas es la reacción que usted critica de Bona y sus “seguidores” cuando usted pone en duda sus ideas, reacción que –en mi muy humilde opinión- es similar a la suya y a la de sus “seguidores” cuando yo critico las suyas.
No entiendo tampoco esa impresión de que le escribo con ira ni su objeción porque le llamo defensor del rancismo… cuando digo a continuación que los utilizo porque considero que son apelativos similares a los que usted utiliza cuando se refiere a profesores o –perdone que nombre al diablo- pedagogos que no comparten sus ideas. Para que no le quede ninguna duda: es ironía.
En cualquier caso me reafirmo en su estilo entre despectivo y prepotente –aunque en realidad es dogmático, tanto como el dogmatismo que critica- y que se confirma cuando aquí mismo me llama plasta o dice que mis razonamientos son estúpidos de la misma forma que en otras entradas habla de razonamientos simples y toscos, que sus “oponentes” son charlatanes, compara las ventas del libro de Bona con las del de Jorge Javier, dice que para Ikea es el mejor profesor, que predica, que los que comparten sus ideas son fans, habla de la monja más mediática a este lado del Misisipi, etc. etc.
Luego eso si, acaba pidiéndome que modere mi tono si quiero verme publicado. El suyo es exquisito.
¿Cuándo manipula y hace lecturas parciales? Cuando “traduce” la perdida de peso del examen o decir que las reválidas no mejorarán la enseñanza con el rechazo a los exámenes, cuando como crítica a la frase “Si tu hijo te dice que no quiere ir al colegio, ¡escúchale!” y usted afirma que nunca cuestionará la conveniencia de que vayan, ¿alguien ha dicho que no vayan? Por ejemplo.
Por eso le llamo sofista barato. Sofista, porque hace gala de las argucias que a partir de Sócrates y Platón se atribuyen al término “sofista”: hábil engañador. Barato, porque teniendo en cuenta que para su suerte iniciaron la costumbre de cobrar por enseñar, no podría cobrar mucho con argucias tan simples y evidentes.
No digo que incurra en falsedades, sino que utilice argumentos falsos. Cuando responde Bona a una pregunta sobre las carencias de la educación anterior usted sale que con los de EGB tienen una tara.
En fin, por un lado reafirmo mi sorpresa porque a usted le moleste mi tono y por otro aunque su intuición le diga que no quiero discutir y le parezca que es mucho pedirme que argumente le remito a los dos afirmaciones que ya le hice:
Que la realidad cambia y por tanto la forma de enfrentarnos a ella tiene que cambiar y que el mejor argumento contra los suyos es que en los lugares en los que van variando la metodología el aprendizaje mejora, los alumnos asimilan los conocimientos y continúan sus estudios posteriores con mejores resultados. Es decir, no se les aprueba el examen de conducir porque están motivados, sino que como están motivados aprenden a conducir mejor.
Se que el primero usted se lo ha ventilado diciendo que es un razonamiento estúpido pero espero algo más de su altura intelectual.
Espero que esta respuesta sea lo suficientemente correcta para que aparezca publicada y ya me gustaría que fuera tan exquisito a la hora de analizar el tono de sus exposiciones y comentarios. Saludos a sus fans.
Al hilo. Si el comentario anónimo pasa de cierto umbral... o sea, si la crítica se convierte en un ataque a la persona, yo no le daría cancha. Ahora, si pone el nombre, nobleza obliga... Mi modesta opinión.
EliminarEstimado... "Sr Sabad":
EliminarMe alegra que lo pase bien y sonría tanto. Lo que no comprendo es que me diga que esquivo respuestas, más que nada porque no me hacía usted ninguna pregunta. En fin... y además, me dice con ese buen rollo tan postizo que le caracteriza, que prefiere "dialogar" que "discutir". Creo que confunde discutir con reñir.
Le voy a ser sincero, no sé si es su forma de explicarse o que ando yo espeso, pero no le entiendo muy bien. Dice que critico la reacción de Bona, pero que reacciono igual ante la crítica de usted. No sé, me he perdido. Lo que usted he hecho es sencillamente descalificar. Critique usted mis argumentos, si le viene en gana, pero no se siga poniendo pesado. En su primer comentario no trataba de refutar nada. Me acusaba de emplear “un tono despectivo y prepotente”, de “manipular” de forma “descarada”, de hacer una lectura “parcial” y de utilizar “argumentos falsos” (¡”tipificados a lo largo de la historia”!, lo que me convierte, sin duda, en un profesional de la manipulación)… a ver qué más me llamaba: “sofista barato”, “rancio”, "menonista amish"… (pero esto de forma irónica porque es usted un cachondo), para terminar con dos únicas ideas (y encima malas de solemnidad): que “la realidad cambia” y que los métodos innovadores “mejoran el apredizaje” (aunque no se apoya, mecachis, en ningún dato que corrobore su afirmación -lea, vuelva a repetirle, José Manuel Lacasa, e infórmese bien sobre Finlandia, por ejemplo).
Mi estilo le puede gustar más o menos (o nada, incluso), faltaría más, pero no me diga que evito el debate o que no razono. Otra cosa es que mis razones no le convenzan. He tratado de argumentar casi pregunta por pregunta (o respuesta por respuesta), aduciendo los motivos por los que no estoy de acuerdo con lo manifestado por Bona en la entrevista en La Vanguardia. Argumentos que he expuesto y vuelvo a exponer de otra forma para ver si así quedan más claros:
1º. Una experiencia personal no puede generalizarse. No comparto que lo que uno estudie siempre lo olvide, a no ser que: a) se haya estudiado muy mal; o b) no se haya repasado nunca.
2º. No estoy de acuerdo con que el conocimiento no sea cosa del maestro. El conocimiento no es “compartido” hasta que el docente no comienza con su labor de transmisión de ese conocimiento, transmisión que supone una actividad mucha más compleja de lo que algunos presuponen y que tiene evidentes implicaciones emocionales y personales.
Sigo ahora.
Continúo:
Eliminar3º. Discrepo de la “indisolubilidad” entre “escuela y vida” porque supone eliminar el espacio que ha de existir entre el ámbito escolar y otros ámbitos.
4º. Discuto la obsesión por escuchar a los alumnos por dos razones: primera, que todos los profesores lo hacemos; segunda, que la escucha no puede llevarnos a que sean ellos los que decidan respecto a aquello sobre lo que nos toca decidir nosotros.
5º. Insistir en que aprender no puede ser “repetir continuamente” es tramposo. Ningún (buen) profesor se limita a la repetición.
6º. Sobre la Fundación Ashoka y el emprendimiento social, voy a hacer como usted y “esbozar una sonrisa”.
7º. César Bona, tal y como yo interpreto, puede que mal, lo que acostumbra a manifestar, es poco aprecio (digámoslo así) por el conocimiento (poco entusiasmo, si le gusta más), pues lo reduce a “meter datitos en la cabeza”. Por eso es por lo que bromeaba con su percepción de que en España no se está infravalorando la cultura y el conocimiento. Porque el premio al mejor profesor no se lo han dado a un docente que lo reivindique, sino más bien al contrario. Y por eso también mi referencia a Gran Hermano (¿Por qué habla usted de Jorge Javier? ¿No es Mercedes Milá la que presenta ese programa?)
8. Creo que hoy más necesario que nunca, dada la facilidad para acceder a la información, disponer de herramientas que nos permitan discernir entre lo verdadero y lo falso, lo riguroso y lo inexacto, lo trascendental y lo superficial. Por eso defiendo que el conocimiento sigue siendo esencial: porque al ignorante se le engaña fácilmente y se le da gato por liebre.
Como le decía más arriba, mis argumentos le podrán o no gustar, pero no me diga que no los aporto.
Por otra parte, no he dicho nada de que escribiera usted con “ira”, pero le advierto que este blog es “mi casa” y en mi casa, como en mi clase, las normas las pongo yo. Así que me reservo la opción de dejar su siguiente comentario en el limbo virtual, si me parece que su tono no corresponde al ambiente que quiero en este cuaderno o creo que es poco edificante para sus lectores.
Sigo:
EliminarSr Sabad, no me considero una persona dogmática. De hecho, hay asuntos en los que he cambiado de opinión, pero para eso se me ha de convencer. Usted no lleva camino de conseguirlo. Sí le digo (siempre lo he dicho) que no me creo libre de prejuicios ni de errores de apreciación, ni siquiera creo que tenga razón en todo cuanto digo y estoy seguro de que patino de cuando en cuando. Pero vuelvo a decirle: dígame en qué me equivoco y le aseguro que lo valoraré, como valoro siempre las réplicas.
En cuanto al tono, tiene usted la piel muy fina, teniendo en cuenta los modales con las que ha entrado en este blog. Le he llamado pesado porque se ha puesto usted pesado. Se ha limitado a insultar sin rebatir nada. Mire, a mí no me molesta que se utilice un tono contundente, afiliado o incluso brusco, siempre que en tras la tosquedad podamos encontrar argumentos. No es el caso.
Dice que manipulo porque traduzco la “pérdida de peso del examen” con el “rechazo a los exámenes”. Cito un extracto de la entrevista: "Lo más importante no es que los alumnos aprueben, sino escucharlos, motivarlos y formarlos para que sean personas socialmente responsables". Lea otra vez lo que yo dije: “aprobar significa que el profesor verifica que un alumno ha aprendido lo que el profesional ha considerado que debía aprender, y suspender no es otra cosa que la advertencia de lo contrario”. Mire, hits de Bona: “La escuela debería enseñar a reflexionar y no hacer tantos exámenes” ... Otro: "La educación no consiste en formar seres empleables o en aprender para pasar un examen"
Es verdad que Bona no afirma: “los exámenes son malos”, pero sí parece que piensa que se están sobrevalorando, ¿no? Yo me limito a asegurar que los profesores ponemos y corregimos exámenes porque creemos que es una buena herramienta para comprobar si nuestros alumnos han aprendido lo que les hemos intentado enseñar. Oiga, yo no veo la manipulación por ningún sitio.
Me dice también que critico la frase “si tu hijo no quiere ir al colegio, escúchale” afirmando que yo no cuestiono la conveniencia de que vayan los chicos a la escuela. Yo diría que lo que queda claro que mi crítica, en esta ocasión, está dirigida al titular escogido por la periodista. Y, nuevamente, argumento la valoración: “Como titular es, sin duda, tendencioso (y todavía no han leído nada), pues presupone que quienes entendemos como natural que nuestros hijos prefieran hacer otras actividades que ir a la escuela debemos ser personas de una enorme crueldad. Porque, con sinceridad, yo a mis hijos les escucho, pero que quieran ir o no al cole no me hace cuestionar la conveniencia de que vayan.”. Considero, insisto, que una frase así, escogida como titular, es tendenciosa.
Y acabo:
EliminarOtra: Según usted, utilizo "argumentos falsos" porque “cuando Bona responde a una pregunta sobre las carencias de la educación anterior", yo “salgo con que los de EGB tienen una tara”. Ande, lea otra vez la pregunta y la respuesta de Bona que se me ha despistado:
Periodista: “¿Qué carencias educativas arrastramos la generación EGB?”
César Bona: “Sobre todo sociales.”
¿Dice o no Bona que tenemos carencias por haber estudiado la EGB? ¿No confirma su respuesta lo que la periodista sugiere? ¿Encuentra tanta diferencia entre “tara” y “carencia”? Pude haber escogido otras palabras, claro: “lagunas”, “insuficiencias”, “déficit”… pero no sé dónde ve usted un “argumento falso”, la verdad…
Voy terminando: Le pido que argumente y me vuelve a repetir los dos eslóganes que ya me sé (no porque me los haya descubierto usted sino porque son habituales). Y encima me dice que espera “más altura intelectual” y me insiste en que le rebata semejantes simplezas. Pues mire, me he ejercitado mucho en la batalla dialéctica contra el delirio neopedagógico, pero debo reconocer mis limitaciones. A veces me resulta imposible pelear contra el humo. Intentémoslo, no obstante: “La realidad cambia”. ¿Qué quiere que le diga? ¿Qué sí? ¿Qué no? ¿Que caiga un chaparrón? Hay realidades que no cambian y otras que sí. Existen conocimientos permanentes que siguen siendo tan válidos como antes y cuyo aprendizaje es esencial. Hoy tenemos internet y hace años, no. ¿Y? ¿Tenemos que adaptarnos a internet? ¿Es que no nos hemos adaptado? Es que no sé de qué me está hablando. ¿Del mito de los “nativos digitales” que los estudios han rechazado?
Ahora sí finalizo: no, su tono no es muy correcto, pero tengo por costumbre publicar prácticamente todo lo que llega. Y, puesto que esta vez ha firmado con un nombre y un apellido (que no sé si son reales), aquí queda el comentario. En cualquier caso, como ya le he dicho, me reservo el derecho a dejar de publicar sus comentarios en el momento en que considere que es mejor que hacerlo.
Mucho le agradezco a don José Javier Sabad que por fin se haya "identificado": pulso su enlace y me lleva a un perfil con dos visitas que nos aclara que es varón y que lleva en blogger desde noviembre de 2016; pongo su nombre en google y llego a un comentario hecho en 2014 en un blog sobre telefonía, comentario que debe de ser de la misma persona, a juzgar por el estilo avinagrado. Ya no me queda duda: es uno de esos trolls que deambulan por internet.
EliminarNunca hago comentarios pero hoy no puedo evitarlo: ENHORABUENA! Certero e inteligente.
ResponderEliminarPues muchas gracias. Un saludo.
Eliminar¿Por qué motivo hay gente que falta pero no argumenta?.....claro, tanto ocuparnos y preocuparnos por la felicidad no deja tiempo para volver a los ejercicios de comentario de texto y a la argumentación. Lo de la disertación según el método francés.....ya ni lo planteo. Un saludo Alberto y ánimo
ResponderEliminarVa ser eso, Anais, va a ser eso... Un saludo.
EliminarEn Uruguay necesitamos más Royos y menos Bonas
ResponderEliminarMuchas gracias, Edgardo. Y bienvenido.
EliminarAfina Ud muy bien el tiro, señor Royo. Leí 'La nueva educación' de Bona y me pareció lleno de cosas 'divertidas' para hacer con los niños, pero con muy poca enjundia. Y humo, mucho humo. Enhorabuena por el artículo.
ResponderEliminarMuy amable. Un saludo.
EliminarOvación cerrada. Lo del tal Bona es un desfile de tópicos bastante rancios. Y, aunque esté feo decirlo, tienen su origen en lo que Gonzalo Fernández de la Mora diagnosticó certeramente como «la envidia igualitaria»
ResponderEliminarSe lo agradezco, Jesús. Un saludo.
EliminarNo entiendo a todos los que hablan tan alegremente de creatividad.Primero, cómo si todos fuéramos capaces de crear y segundo porque Lorca tuvo que hacer muchos sonetos de métrica perfecta para llegar a la vanguardia y al verso libre.Sin esfuerzo y sin conocimiento sí que es imposible llegar a crear y ni aun así está garantizado que se logre.Eso sí por lo menos se habrá conseguido la posibilidad de disfrutar de las creaciones de otro, que no es poco.Enhorabuena por su blog y por su libro.Somos muchos los profesores y padres que temblamos ante la posibilidad de que esta nueva pedagogía se instaure definitivamente en nuestras escuelas.Como tutora, paso vergüenza cuando algún padre me dice que no entiende como su hijo ha podido aprobar si no estudia nada en casa.Como profesora me admiran mis alumnos,que con su fantástica intuición, saben distinguir perfectamente las palabras vacías del verdadero compromiso de un profesor.Son ellos los que hacen de mí una optimista irredenta que piensa que toda esta nueva pedagogía sólo puede ser un mal sueño.
ResponderEliminarMuchas gracias a usted por su amable comentario, Elisa. Y bienvenida. Un saludo.
EliminarMe tiene aquí enganchada a su blog cuando tendría que estar cocinando, preparando exámenes,... Qué interesante ha sido presenciar su duelo con César Bona. Tenía curiosidad por este maestro tan popular y gracias a usted ya conozco mejor sus métodos. Debe ser aquello del "todo se negocia con el alumno, que dirige su propio proceso de enseñanza-aprendizaje, centrado en sus intereses y con mucha educación en valores". Qué miedito da, y qué hastío.
ResponderEliminarLo cierto es que yo creo intuir que César Bona es mejor maestro que "experto educativo", primero porque lo que vale para Primaria no es aplicable a la Secundaria y, segundo, porque nunca un experiencia particular ha de generalizarse. Un saludo.
EliminarNinguna experiencia particular ha de generalizarse. Totalmente de acuerdo. Reflexionando sobre Bona, creo que es un maestro entusiasmado con lo que hace, que tampoco está mal. Pero la educación primaria es tan determinante para el futuro académico de un alumno; está tan claro, tras leer a Enkvist y por experiencia propia, que lo importante es leer mucho y escribir mucho como base de aprendizaje, que el tiempo de clase se puede perder de muchas maneras tontas, y que la sociedad está comprobando los efectos colaterales de la educación neopedagógica, lúdica y permisiva: chicos que cada vez saben menos.
EliminarPues no añadiré nada. Un saludo.
EliminarSiguiendo el hilo de este artículo y la controversia e los comentarios me permito publicitar un libro que llegó a mis manos a raíz de un comentario de Gregorio Luri en su magnífico CAFÉ DE OCATA (lo tildó, si no recuerdo mal, de magnífico). Su título reza así:EL COLECTIVO DIMITIDO. ANÁLISIS PARA ENTENDER EL DECLIVE DE LA EDUCACIÓN PÚBLICA ESPAÑOLA. Editorial SELEER.
ResponderEliminarA pesar de lo que pueda parecer por el título es una obra demoledora pero tremendamente constructiva. Y lo mejor, lo tengo como terapia para sobrevivir en este mundo docente ramplón en que están convirtiendo a nuestra preciosa y adorable profesión los gurús de las neopedagogía).
Siempre lo releo con un lápiz para subrayar porque no tiene desperdicio y agradezco la paz que me genera por ver que no soy la única combatiente contra la estulticia y la vaciedad de la neopedagogía (junto con autores como los de este blog y otros que sería muy largo de listar). Por cierto, los autores se presentan como director y secretario en activo de centros públicos.
Eterno agradecimiento a todos ustedes.
Saludos
Maribel Gutiérrez. Profesora de Biología y Geología.
A usted por la recomendación, Maribel. Si además la sugerencia procede del café de don Gregorio, la garantía es total.
EliminarSoy madre de dos niños de primaria (6º y 4º) y fui profe de secundaria de inglés durante siete años; hace ya casi 14 años que estoy en excedencia voluntaria, pero me sigue interesando lo que pasa en las aulas. He llegado aquí porque quería leer algo sobre César Bona, y he preferido mirar un punto de vista crítico, que loas ya he visto alguna por la tele.
ResponderEliminarOpino que ojalá Bona aprovechase su popularidad para transmitir algo muy necesario, una idea que estoy segura comparten la mayoría de los maestros con experiencia y sensatez:
los padres de los niños de primaria deben concienciarse de que los que se tienen que (pre)ocupar de los exámenes son los profesores, no ellos.
Creo plenamente en la utilidad de los exámenes, pero me temo que muchos padres les dan tanta importancia (desde que los niños tienen seis años...), que acaban creyendo que el aprender consiste exclusivamente en aprobar esos exámenes, y no además en que ellos -los padres - les dediquen tiempo desde pequeños a que aprendan a escuchar (así también se aprende), a preguntar y a disfrutar con el lenguaje y la lectura (vehículos de conocimiento), a observar todo lo que les rodea y a hacerse preguntas... en vez de acostumbrarles a una inundación constante de imágenes sin explicación procedentes de pantallas diversas.
Creo que los exámenes en el nivel de primaria sirven, efectivamente, para que los maestros comprueben si los alumnos han aprendido lo que se les ha intentado enseñar; es decir, que son una herramienta más del maestro, junto con otras, para evaluar el progreso de cada alumno y de la clase y así tomar decisiones informadas sobre por dónde seguir trabajando. Los exámenes pertenecen, por así decir, a los "asuntos internos" del oficio, algo que debería quedar entre el maestro y su clase. Y sin embargo, se han convertido en una especie de espada de Damocles que sale de la escuela y se cierne sobre las familias en forma de agobio, presión, angustia... y como único motivo para sentarse delante de un libro (cosa distinta de sentarse con un libro entre las manos). [Sigo luego]
[Continúo] ¿Desde cuándo tienen los padres que saber cuándo van a tener un examen sus hijos de 1º, 2º, 3º...? Es más, ¿tienen que saberlo los propios niños? ¿No es su obligación estar atentos en clase, trabajar DIARIAMENTE ahí y en casa? ¿No es el resultado de ese trabajo el que hay que evaluar? ¿O es que lo que se evalúa es la capacidad de los padres para obligar a sus hijos a aprender en un tiempo récord lo que se puede aprender en tres, cuatro, cinco semanas de clases y deberes? ¿O se evalúa la capacidad de los padres de supervisar agendas, organizar repasos, preguntar temas, etc.?
ResponderEliminarEn las familias que conozco se emplean grandes cantidades de tiempo y energía en estas cosas y en hablar, regañar, castigar, desesperarse e imprecar sobre ellas. Y para colmo, todo este tinglado paterno alrededor de los exámenes sólo consigue que algunos niños estén tan nerviosos ante el papel, que rindan menos y tengan notas más bajas que las que tendrían si se lo pudiesen tomar simplemente como una oportunidad de decir lo que saben.
Así que creo que si los padres queremos gastar energías en ayudar a nuestros críos a "sacar buenas notas", las emplearemos con mejor fruto hablando con ellos y escuchándoles desde muy pequeñitos, leyéndoles libros, controlando el tiempo de pantallas, saliendo de paseo y a recados, comprándoles libros de temas variados adecuados para su edad, llevándolos a la biblioteca, a librerías o a los bazares (que a veces también venden libros majos), viendo con ellos tele interesante, poniéndoles un tiempo para hacer los deberes cuando ya estén en primaria, explicándoles las buenas consecuencias de la atención en clase, del trabajo diario y de hacer los deberes cuando los hay, y las malas de abandonarse a la apetencia; enseñarles que hay que hacer ese trabajillo de casa igual que les enseñan a lavarse y a vestirse; escuchando sus dudas y recordándoles que pueden preguntar en clase...
Insisto, sé que esto de ser "estimuladores de aprendizaje" (o sea, esta posible faceta de la paternidad), supone también un gasto grande de energías; pero no mayor que el que se gasta en ser "preparadores de exámenes", y desde luego creo que con frutos muchísimo mejores a corto, medio y largo plazo, y además no sólo en lo estrictamente académico.
Opino que ya tendrán tiempo los niños, años después, de empezar a (pre)ocuparse de los exámenes en sí, cuando comprendan que las calificaciones que vayan obteniendo les darán mayores o menores posibilidades de elegir su camino de formación y de trabajo. [Termino abajo]
En fin, por lo que he visto, de verdad pienso que, o bien los maestros tendrían que abstenerse de mencionar nada sobre exámenes, pruebas, controles, etc. a los niños y a sus padres, o bien deberían esforzarse para que éstos comprendan el mal que hacen con su obsesión por los exámenes desde el primer trimestre de 1º de primaria. Y por otro lado todos los maestros de los niveles escolares más tempranos tendrían que meterles en la cabeza a los padres por activa y por pasiva las actitudes y rutinillas con las que sí pueden ayudar.
ResponderEliminarSi a pesar de esta información recibida de labios de los maestros, hubiese padres que no supieran dejar de ser, en su fuero interno, "preparadores de exámenes", sabrían al menos que pueden hacer ese papel mucho mejor de esas otras maneras.
Alberto, tu blog me ha servido de ensayo, pienso ahora, para escribir una carta para el cole con estas ideíllas sobre las "relaciones" entre padres y exámenes, y te agradecería inmensamente una segunda opinión, que sobre este tema ya tengo la de mi marido (profesor en la pública desde hace veintitrés años, pero que no ha estado en los corrillos de madres del colegio). Gracias por el post.
Gracias a ti, Cecilia, por estos comentarios que rebosan sensatez. Si quieres mi opinión, estoy absolutamente de acuerdo con tu planteamiento. Bienvenida y no dejes de pasar por aquí para dejar tus impresiones. Un saludo.
ResponderEliminarSencillamente excelente su artículo Sr. Alberto Royo.
ResponderEliminarDesgraciadamente creo que existen demasiados intereses creados en propiciar y difundir falacias y tonterías como la mayor parte del discurso del mediático "maestro" Bona. Un saludo.
Gracias. Un saludo.
EliminarResistiremos gracias a personas como usted.
ResponderEliminarAyer,nuevamente entrevistado en la sexta,como gran gurú Bona.
Muchas gracias por opinar.Aunque no les guste.
Usted es de todo menos rancio.
Sigamos luchando.Que sigan recibiendo premios.Un abrazo.
Muy amable Otro para usted
EliminarBuenos días (o tardes, eso de la rotación me llega a confundir). Escribo desde México y comparto sus ideas. Llegué aquí buscando información y críticas sobre Bona y me llevo un buen sabor de boca. Intentaré seguir su blog.
ResponderEliminarMuy amable y bienvenido.
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