Agotado de pensar, intentar
razonar y convencer a los parlamentarios forales de la conveniencia de disponer
de una ley propia de protección al profesorado. Me encuentro agotado, pero no más que decepcionado, desconcertado y preocupado. Mi estado de ánimo ya viene de ayer, aciago día en
el que el ministro de Educación se comprometía a
“actualizar” nuestras metodologías didácticas (como todos sabemos, la
principal misión de un ministro de educación
es decirnos a los profesores cómo tenemos que enseñar). No se le ha ocurrido a
Méndez de Vigo actualizar instalaciones o recursos, no. Tampoco ha
pensado en actualizarnos el sueldo y devolvernos las mensualidades sustraídas.
Nada de eso. El ministro nos va a actualizar las metodologías. Y lo va a hacer
porque, dice, esta es “una de las
reivindicaciones más insistentes de los profesores” (¡toma ya!), que llevan
“años” diciendo que la metodología “se ha quedado anticuada”. O sea, que nos va
a dejar como nuevos. Como cualquier fan del flipped learning, el ministro
quiere “darle una vuelta a todo esto”. A ver
si ahora le va a dar al PP por cumplir sus compromisos, “contar con los
docentes” (nadie dijo con qué tipo de docentes se pensaba contar pero ya lo
vamos viendo) y afrontar una “actualización metodológica”. Lo del Bachillerato
de tres años o las reválidas, dos aciertos potenciales, se han quedado por el camino; más vale que se les
olvide esto también.
Paradójicamente, el
Partido Popular de Navarra es el único grupo político favorable a una ley de autoridad
del profesor. Hay que decir que el Partido Socialista de Navarra se ha mostrado dispuesto a llegar a un acuerdo si el PP sustituyera la palabra “autoridad” por “protección” (cosa que este partido ya había hecho, en realidad) y ha tenido una postura bastante sensata al respecto.
El resto de partidos, todos ellos sin excepción (UPN, Izquierda-Ezquerra,
Podemos, Geroa Bai y Bildu) han rechazado la propuesta del PP.
A continuación dejo
el texto de mi comparecencia, a petición del Partido Popular, conocedor de mi
postura favorable en esta cuestión.
COMPARECENCIA PARLAMENTARIA
PARA
TRATAR LA PROPUESTA DE LEY DE PROTECCIÓN DEL PROFESORADO PROPUESTA POR EL
PARTIDO POPULAR DE NAVARRA
2 DE
DICIEMBRE DE 2016
Hoy, hace diez minutos, ha venido mi hija, y a la pregunta “¿qué tal?”,
ha empezado a hablar con lágrimas en los ojos: su tutor, una persona a la que
conozco, encantadora, ha sido objeto de mofa por parte de un alumno, y casi
todo el resto de la clase le ha reído la gracia, y la clase ha seguido ya en el
mismo tono, con risas y burlas hacia el profesor-tutor. El “voceras” ha
llegado a decir: votemos para que este 'puto profesor' se vaya a la calle. El
voceras había sacado un 1 en Filosofía, la asignatura que daba el tutor. Mi
hija es repetidora -por tanto, no es ejemplo-, pero tiene educación, y se pronunció
en contra. El profesor ha estado de baja, una semana -porque se le había roto
la muñeca (mentira piadosa para enmascarar que no se tenía en pie, que le
superaba el clima de la clase, que los alumnos como el voceras buscaban sólo el
aprobado y unas cuantas 'emociones', lo que se lleva ahora: sociabilidad,
amiguismo, y cero conocimientos). Mi hija sigue hablándome con lágrimas en los
ojos. O callamos a los voceras, o nos comen de pies a cabeza. Imposible hacerse
oír en una reunión de padres: todos van a lo mismo: Mi hijo, mi hija, mi hijo,
mi hija...
Esto
que acabo de leerles me lo contaba un amigo hace solo dos días. He querido
comenzar así mi intervención porque cuesta comprender que no haya absoluta
unanimidad a la hora de aprobar una ley de protección del profesor como la que
el Partido Popular de Navarra presentó en esta cámara el pasado 15 de
septiembre.
Suele decirse, con razón, que la política educativa no ha de estar condicionada por la ideología. Esto no es nada sencillo, puesto que todos tenemos ideología y es imposible que nuestros posicionamientos políticos, políticos en el sentido de preocupación por lo público, no se encuentren contaminados por nuestros propios prejuicios. Pero, si bien es imposible opinar y decidir de manera aséptica, sería deseable encontrar aquellos asuntos en los que no debería caber discrepancia alguna, más aún en esta atmósfera pre-pacto educativo en la que nos encontramos y que a algunos nos da más miedo que otra cosa, sobre todo después de que el ministro Méndez de Vigo Méndez de Vigo se haya comprometido a “actualizar” (nos) a los profesores nuestras “anticuadas metodologías”. En relación con estos asuntos respecto a los que, pienso, se debería poder alcanzar ese ideal tan de moda llamado “consenso”, hemos de dar por hecho que todos los grupos parlamentarios considerarán la educación como un pilar básico de nuestra sociedad. Tampoco sería sensato dudar de que el clima de trabajo y de convivencia en un centro educativo tiene una gran influencia en la calidad de este servicio público tan importante. Dicho esto, les hago una pregunta: Estando de acuerdo en la importancia que para toda sociedad avanzada tiene el disponer de un buen sistema de enseñanza y en que no se puede disociar el aprendizaje de la generación de un ambiente propicio para este: ¿Cómo no ha salido adelante una propuesta cuyo único objetivo es amparar el derecho de todo profesional, en este caso docente, a ejercer su labor en unas condiciones adecuadas?
La
Proposición de Ley Foral que fue rechazada no pretende otra cosa que “reforzar
la autoridad” del profesor y “establecer herramientas disciplinarias en casos
de conductas contrarias a la convivencia”, garantizando “la debida protección y
asistencia jurídica”. Su finalidad es “fomentar la consideración y el respeto”
hacia los profesores. En las siguientes líneas se explica perfectamente su
razón de ser: “es preciso transmitir que, además de la autoridad que le
confiere su saber” (lo que conocemos como “autoridad intelectual”), [el
docente] está investido de una autoridad institucional por ejercer la función
primordial de la docencia y ser, con ello, garante inmediato del derecho
constitucional a la educación”.
Hay,
por lo tanto, una doble necesidad de aprobar una Ley de Protección del
Profesorado: por un lado, la necesidad inexcusable de apoyar, cuidar, amparar y
prestigiar la figura y la tarea del maestro. Por otro, la obligación moral de
inculcar en nuestros alumnos el sentido de la responsabilidad, en un momento en
el que incluso la palabra “deberes” resulta políticamente incorrecta y hasta
escandaliza, olvidando que no es buen ciudadano aquel que reivindica sus
derechos sin ejercer sus deberes, es decir, sin cumplir con sus obligaciones.
Me
gustaría manifestarles mi perplejidad ante los argumentos esgrimidos por los
grupos parlamentarios para justificar su oposición a una ley propia navarra
sobre autoridad del profesor. Comentaré a continuación algunos de estos
argumentos.
1º.- Argüir que la LOMCE ya habla de autoridad
y que hacerlo también en Navarra “podría crear confusión” resulta muy poco
convincente como razonamiento. En otras comunidades se han aprobado leyes
similares, para satisfacción de sus docentes. Y no parece que lo que en otros sitios
no ha generado “confusión”, pudiera generarla en Navarra. Descartado entonces
que una ley foral sobre esta cuestión pudiera haber provocado aquí el caos, no
se entiende qué daño habría hecho su aprobación.
2º.- Deducir, como se ha hecho, del texto
presentado, que se está apostando por una “respuesta solamente represiva” y
contraponer la autoridad a la “actitud dialogante” no tiene el menor sentido.
El lenguaje es, además, desafortunado, pues hablar de “respuesta represiva”
podría hacer pensar a alguien que los profesores queremos someter e incluso humillar
a nuestros alumnos, cuando lo único que pedimos es moderar, contener, apaciguar
aquellas actitudes que nos impiden a nosotros enseñar y a sus compañeros (y a
ellos mismos) aprender. No es necesario, por otra parte, insinuar que el
docente ha de ser dialogante. Evidentemente que ha de serlo. Y ha de ser
democrático. Y ha de ser respetuoso. Pero nada de esto es incompatible con la
consideración de autoridad. Ustedes mismos funcionan en los partidos y en las
instituciones con unas normas jerárquicas que no ponen en duda porque facilitan
el normal desarrollo de su actividad.
3º.- Ha habido también
quien ha asegurado que esta
propuesta “encierra un espíritu conservador y autoritario”. No puedo
compartirlo. No se trata de una Ley de Autoritarismo sino de Autoridad, ni se
quiere otorgar al docente el poder para ejercer la tiranía en el aula. Y no
puede ser conservadora una propuesta que aspira a mejorar las condiciones de
trabajo de los profesores porque esta es precisamente uno de los factores-
clave para que la escuela pública pueda llegar a ser una herramienta de ascenso
social.
4º.- Se
ha dicho también que “reforzar la autoridad no es solución si no va acompañada
de otras medidas”. Podría entender que no es la solución definitiva, y estaría
de acuerdo porque hay mucho más por hacer, pero no es un razonamiento sólido
para rechazar la propuesta. Si esta propuesta ayuda, aunque solo sea a
concienciar de la necesidad de respetar al profesor, de comportarse
adecuadamente y, por consiguiente, valorar el privilegio que supone el acceso
al conocimiento, debe ser aprobada.
5º-
Solicitar a la Inspección y a la Sección de Convivencia “una mayor
involucración es”, desde luego, muy atinado. Como lo es pedir una mayor “agilidad”
en la activación de protocolos. Sin embargo, afirmar que “la solución pasa por
la democratización”, como he leído, me lleva a preguntarme qué hay que
“democratizar” en un ámbito plenamente democrático como es la escuela, pero
necesitado de normas como cualquier otro ámbito democrático. Y no sé tampoco
qué parte de esta proposición de ley puede ir en contra de ese sentido
democrático.
6º.- Se
ha afirmado que la autoridad se consigue “mejorando la interacción” y “educando
para la paz y la convivencia”. ¿No es esta una buena oportunidad para mejorar
la interacción y educar para la paz y la convivencia, aprobando una ley que
apuesta por la responsabilidad, la tolerancia y el respeto? ¿Qué tipo de
“interacción” estamos padeciendo ahora mismo en las aulas?
La
sociedad actual está dando síntomas claros de desorientación. No solo precisamos
de ustedes capacidad de acuerdo sino convicciones. Si no las tienen, o si no
las muestran, como representantes públicos que son, difícilmente los profesores
podremos cumplir con nuestro cometido. Es difícil enseñar si los referentes
sociales van en dirección contraria a los valores que propugnamos y a las
actitudes que favorecen el aprendizaje. Es difícil enseñar si las familias no
confían en nuestra capacidad para completar, en la parcela que nos corresponde,
la educación de sus hijos. Y es difícil, muy difícil, si ustedes no se atreven
a llamar a las cosas por su nombre, si tienen miedo a hablar de autoridad,
disciplina, esfuerzo, conocimiento… porque ninguna de estas palabras está
reñida con el respeto y el compromiso que los profesores tenemos hacia nuestros
alumnos, ni tampoco con el cariño con que unos padres han de encauzar a sus
hijos. Precisamente el amor incondicional que los padres sentimos hacia
nuestros hijos es el que impide que exista la distancia afectiva adecuada para
tomar siempre las decisiones más adecuadas. Los padres siempre pensamos, antes
que en ninguna otra cosa, en el bienestar y la felicidad de nuestros hijos. Los
profesores, sin embargo, hemos de pensar en su formación. Y ustedes, los políticos,
han de facilitar nuestro trabajo y contribuir a que nuestros hijos, nuestros
alumnos, sean en el futuro unos ciudadanos integrados en la sociedad en las
mejores condiciones, como personas cultas, formadas, responsables, tolerantes, libres
y con espíritu crítico. Kant lo expresó de forma impecable cuando dijo que “tan
solo por la educación puede el hombre llegar a ser hombre”. Dicho de otra
forma: es la cultura la que nos humaniza.
En
definitiva, familias, profesores y políticos debemos cumplir con la
responsabilidad que a cada uno nos compete. Si una de estas tres piezas falla,
el conjunto se debilita y la confianza se pierde. Por eso les pido que decidan pensando
en mejorar la educación, sea esta decisión más o menos popular, más o menos atractiva,
más o menos novedosa. Ya conocen el dicho: “De buenas intenciones está
empedrado el infierno”. No necesitamos buenas intenciones. Necesitamos buenas
decisiones.
Muchas gracias.
Alberto Royo .
En una entrada anterior, a raíz de un debate al que me invito este mismo partido, me
preguntaba: Con todas las diferencias, que son muchas, que encuentro entre
lo que yo defiendo y las políticas educativas (y no educativas) del Partido
Popular, ¿qué está ocurriendo en este país para que, al menos en la teoría, sea
un partido conservador el único que entienda que la exigencia, el mérito, el
esfuerzo... son fundamentales en la escuela? Especialmente llamativa es la
decisión de la izquierda de sacudirse de encima la idea de responsabilidad
individual, precisamente porque el pobre (pobre cultural, social o económicamente)
necesita más que nadie que se respete el derecho al ascenso social de todos y
cada uno de los ciudadanos, que se proteja su legítima aspiración a llegar tan
lejos como su voluntad y su capacidad se lo permitan. A esto debo añadir hoy: ¿Qué está ocurriendo para que solo
uno de los seis grupos parlamentarios defienda una ley de autoridad docente?
¿Qué está pasando para que uno reclame autoridad y se le diga que “los tiempos
del autoritarismo ya pasaron”? ¿Qué nivel de empatía tiene un político en
relación con los profesores si es capaz de decir que necesitamos “más formación”
para resolver el problema de las agresiones? ¿Cómo puede decir alguien con
responsabilidades institucionales que “para educar no es necesaria una ley”?
¿Qué nos hace distintos a los profesores para no merecer el mismo respeto que otros
profesionales? ¿Es admisible que se apunte como solución, cuando se está
tratando un asunto tan grave, la oferta
de “talleres de educación emocional” y más educación “en valores”? ¿Acaso el
respeto a un docente no forma parte de la “educación en valores”? ¿Es aceptable
que exponga durante mi intervención un caso real de acoso y desprecio hacia un
profesor y alguien lo considere “poco afortunado”? ¿Y que se minimice la
situación porque de los “pocos casos”, algunos hechos le habían ocurrido “a la
misma persona”? ¿Es serio que, en este contexto,
se reclame la necesidad de hablar también del “desprecio a las cuidadoras” o se
me afee no haber abordado la cuestión “desde la perspectiva de género”? No desvelo
nada que no sea público y, además, algunas de estas respuestas las han recogido
los medios que han asistido a la sesión (aquí, Diario de Noticias; aquí, Navarra.com).
La situación es esta: los profesores tenemos que ganarnos la autoridad (que es lo mismo que decir que debemos demostrar que la merecemos); los profesores no necesitamos ninguna ley que nos proteja sino cursillos de educación emocional, gestión del aula y resolución de conflictos; los profesores tenemos que dejar atrás metodologías trasnochadas y ponernos de una vez a innovar. Suelo ser una persona templada, más aún cuando estoy en un lugar como el Parlamento. Pero hoy no solo estoy cansado. Estoy enfadado. Mucho.
Aprovecho para dejar aquí mi intervención, a partir del minuto 27, en el programa Toma la palabra, de Navarra Televisión. Parece que algunos medios entienden la situación mejor que algunos políticos.
"Los y las profesores y profesoras".
ResponderEliminarPero cómo se te ocurre obviar la perspectiva de género (desdoblamiento del lenguaje inclusive) en tu intervención, Alberto...
No lo volveré a hacer nunca. Ni nunco.
EliminarPor desgracia, autoridad, respeto, dignidad, son palabras trasnochadas y “tabú” en la sociedad española de hoy. Nadie osa pronunciarlas y el que lo hace es señalado con el dedo como blasfemo o renegado. Es el BUENISMO llevado a sus últimas consecuencias y les importa un bledo que eso “queme” a los profes, impida dar clases y cree un ambiente espantoso en aulas y centros.
ResponderEliminar¡Qué bien verte por aquí, María Luisa! Pues así es, desgraciadamente. Un abrazo.
EliminarCompletamente de acuerdo con María Luisa
EliminarAlberto, tu esfuerzo para poner buen sentido me parece extraordinario, y me amarga y entristece que los partidos de izquierda estén saboteando las medidas que se deberían tomar. Estoy contigo, plenamente. En el grupo de Facebook ya no voy a participar, porque lo que leo a veces me desconcierta y algunas discusiones me amargan aún más de lo que ya estoy, y me parece que ya estoy muy mayor para luchar por lo que es evidente. Por eso te admiro más. Seguiré pendiente de tu blog y de tu página ('Contra la nueva educación', que me parece que has abierto tú y es tuya). No sólo tus ideas, sobre todo tu actitud me parece reconfortante. Un abrazo, amigo.
ResponderEliminarSalustiano.
Lo de los partidos de izquierda es ya dramático, Salustiano. Al menos he encontrado razonamiento en el PSN, que no es poco. Te agradezco mucho el comentario. Lo cierto es que hoy no estoy muy optimista. Me tomo todo esto muy a pecho y de cuando en cuando me vengo un poco abajo. Sigo siendo ingenuo. Hoy tenía esperanzas de que saliera adelante la ley de protección del profesorado. Pero han bastado un par de intervenciones para hacerme bajar a la realidad. En fin... Un abrazo.
EliminarTú te refieres, supongo, al grupo, que es un revoltijo en el que acabo de descubrir una mayoría de gente desagradablemente elitista, o sea, no partidaria del derecho al conocimiento de los trabajadores. Yo me refiero a la página que se ha abierto hace poco y que yo pensaba que la habías creado tú. Por favor, sácame de dudas.
EliminarÁnimo Alberto, esto es una lucha titánica. No hay mucho margen de diálogo con gente que se niega a razonar. Esto es imposible, en el Parlamento y en una frutería. Entiendo perfectamente tu desconcierto, porque aquellos que más debieran preocuparse por cuestiones esenciales: disciplina, transmisión de conocimientos, buenos modales, etc....; son los que no sólo no se preocupan sino que muestran menosprecio por estas cuestiones. Un saludo y ánimo para seguir en esta Titanomaquia
EliminarSalustiano, cierto. Despiste mío. En Facebook hay una página y un perfil personal, además de un grupo en el que no conozco a todos sus miembros, pero en el que aprendo mucho. No estoy de acuerdo con que lo que dices. No he tratado allí con nadie que no defienda el conocimiento. Pero no es tema a tratar aquí y estás en tu derecho de tener otra opinión (faltaría más). La página, en efecto, la creé yo en febrero de este año, con la publicación del libro. Un abrazo.
EliminarY gracias, como siempre, Anais.
EliminarQuerido Alberto, no quiero polemizar contigo, por supuesto. Sólo digo lo que se desprende de las afirmaciones y tomas de posición de algunos miembros del grupo, que son "elitistas" porque en realidad no quieren el conocimiento para todos los ciudadanos de España. Eso es lo que significa estar de acuerdo con bajar dos años la obligatoriedad de la enseñanza. Yo creía que se trataba de que "todos" pudieran llegar a los 16 años en condiciones de hacer lo que les pareciera oportuno según sus intereses o sus aficiones (incluido el estudio con aprovechamiento en la Universidad). Que la obligatoriedad terminara a los 14 años sería un retroceso lamentable. Un retroceso con el que sólo pueden estar de acuerdo los que no estén interesados en propiciar, de verdad, el conocimiento para "todos" los españoles.
EliminarEn fin, amigo, gracias por tus esfuerzos, que son buenos y valerosos.
Un abrazo triste y desesperanzado.
Creo que el asunto es más complejo. Yo quiero que el conocimiento sea accesible para todos,pero no soy capaz de tener un posicionamiento claro en esta cuestión. Dudo mucho. Un abrazo.
EliminarNo son ideas contrarias, realmente. No obligamos al que no quiere estudiar (diversificando sus estudios de otra forma) pero permitimos que el que sí quiere pueda en condiciones. Además, reforzamos la primaria para que todos puedan y con fortuna, quieran.
Eliminarhay mucho que debatir y seguro que en este temapodemos llegar a un consenso, porque ya sólo con leerte aquí he limado mi posición; Salustiano.
Buenas noches, Alberto. Saludos desde Hungría. Creo que el problema de la educación en España es demoníaco. Yo solo veo un camino mínimamente plausible:
ResponderEliminar1. No cambiar más las leyes educativas. Mejor dejarlas como están.
2. En Canarias (no sé si en otras regiones se hizo algo parecido) se creó en su momento una red de "centros de atención preferente", en zonas de especial dificultad por motivos económicos y sociales, que recibían un mayor apoyo en cuanto a dotación de medios.
3. En esa línea (pero tal vez mirando en otro sentido), no veo especialmente complicado crear una red de "centros de alto rendimiento", que dieran más peso al curriculum en la selección del alumnado (o sea, más exigentes en este aspecto) frente a otras variables (nivel socioeconomico, proximidad al domicilio, etc...). También se podría establecer un baremo específico para acceder a la docencia en esos centros (curriculum profesional).
A fin de cuentas, lo que más me ha dolido siempre desde que ejerzo la docencia en España es que cuando he tenido un alumno valioso, con un potencial especial para mi asignatura, NO HE PODIDO RECOMENDARLE UN SITIO DONDE PUDIERA DESARROLLAR SU CAPACIDAD AL MÁXIMO.
Creo que este es nuestro gran problema. En el fondo, de lo que hablo es de una verdadera diversificación, que a fecha de hoy no existe en España.
Saludos cordiales.
De ninguna manera me parece descabellada la idea, pero sería una pena tener que llegar a eso. Un saludo.
EliminarEn cuanto al punto 3 de su comentario, Weno, diré que me temo que eso en España (al menos en la actual) es una absoluta entelequia. Los gritos de "segregación", "elitismo", "snobismo", y vamos, "fascismo", directamente (palabra tan recurrente hoy como inocua, por exceso de -mal- uso), se oirían desde El Ferrol hasta Tarifa...
EliminarSaludos.
Tiene usted razón. Cuando decía "plausible" me refería a que no sería (comparado con ir cambiando de ley cada poco tiempo) tan costoso, ni en el aspecto organizativo ni en el económico, y permitiría que la red de centros públicos pudiera ofrecer una vía para esos alumnos que necesitan, quieren y merecen una enseñanza de mayor calidad. Pero no contaba con los gritos...
EliminarÁnimo Alberto. que somos muchos los que leemos tus reflexiones.
ResponderEliminarEn mi círculo de amistades, en Cataluña, te puedo asegurar que con Gregorio Luri, sois motivo de reflexión, incluso en los claustros más talibanes de la pedagogía del espectáculo de mi zona...
Gracias por tu generosidad!
José
A ti, José. Me siento muy honrado por lo que dices. Un saludo.
EliminarPermítame, sr. Royo, que le envíe este "divertido" enlace donde se hace mención a la forma de dar aprobado general en Andalucía. Esto es documento oficial. Si tienen algo de tiempo y son capaces de aguantar la insufrible redacción, aventúrense por las páginas de este bochornoso panfleto.
ResponderEliminarhttp://www.juntadeandalucia.es/educacion/portals/abaco-portlet/content/49740058-dcfb-4557-907e-fba7edbc1308
Discúlpeme. Por alguna razón, este comentario se había quedado en el limbo...
EliminarLo de que la autoridad, el respeto y todo eso se lo tiene que ganar el docente es el equivalente, miserable, claro, del algo habrán hecho aplicado a las victimas de maltrato. Pero no se haga ustéd mala sangre. Hay lo que hay. Pero debemos quedar nosotros como un reducto de respeto a lo mejor de la cultura. A mí me da igual lo que diga un pelanas, pero lo que escriba Platón, Kant, o John Kenneth Galbraith me da que pensar y me hace sentir humilde. Reaccionario? Elitista? A mucha honra. Más porqueria y maldad cayeron sobre las víctimas culturales del totalitarismo. Y aguantaron.
ResponderEliminarMartín, puede que se trate, sobre todo,de ignorancia.Está claro que el prestigio se lo ha de ganar uno. Pero, ¿el respeto y la autoridad, también?
EliminarUn saludo.
En la enseñanza, parece desgraciadamente que es así.
EliminarCuando vamos al médico, a éste, como profesional, le debemos un debido respeto. Donde digo al médico digo al abogado, al fontanero, al técnico que arregla televisores, o al taxista cuando nos subimos a su vehículo. Pero en la enseñanza actual, "tenemos que ganarnos el respeto". Parece ser que de primeras y hoy en día, ese es un derecho que no tenemos (el derecho a ser respetados).
Ni qué decir tiene, que el alumno sí merece ese respeto que en el profesor está en duda. Incluso esa "niña" de 4º de la ESO que hace pocas fechas agredió arrojando un ordenador portátil a su profesor, rompiéndole la nariz, y que al día siguiente estaba de nuevo en el aula.
Porque esa "niña" (vuelvo a entrecomillar lo de niña) merece un respeto. La nariz, así como la integridad personal y moral del sufrido docente, parece ser que no...
La pregunta, Josémari, es: ¿ha pagado ya ese profesor los desperfectos que provocó en el ordenador de la chiquilla cuando lo golpeó salvajemente con su nariz?
EliminarEspero que sí. Por lo visto, la pobre alumna estuvo más de 3 horas sin poder editar sus fotos del Instagram...
Eliminar¡Qué horror! Pobre muchacha...
EliminarCreo que la necesidad de una Ley de Protección del Profesorado ya es indicativo de cierto grado de enfermedad social. Una sociedad sana y bien formada respetaría la autoridad del docente per se. Dicho esto, considero que tu intervención en el Parlamento es impecable. Y no sólo en cuanto al contenido sino que también es un ejemplo de argumentación “parlamentaria”. ¡Vamos! Lo que se esperaría de una sede de la soberanía popular: identificar un problema, analizar las alternativas y tomar una determinación por el interés común... Sin embargo, los miedos y complejos de cada partido impiden abordar con seriedad los desafíos que se nos van planteando. Simplemente no escuchan porque sólo se oyen a sí mismos. ¡Y esto último sí que es patológico!
ResponderEliminarEres muy amable, Rafael. Y tienes razón: que sea necesario reivindicar una autoridad que debería darse por supuesta es un mal síntoma. Pero más grave todavía es que se rechace tal posibilidad.
EliminarSr. Royo:
ResponderEliminarUsted aporta cordura a un debate necesario. Deseo expresarle mi agradecimiento por ello.
Muchas gracias a usted por su comentario. Un saludo.
EliminarVamos, Alberto, que te tuviste que tragar el menú completo: solución represiva, autoridad como negación de diálogo, espíritu conservador y autoritario, necesidad de otras medidas (es de suponer que cursos, mediaciones, mimitos a los energúmenos...), interacción, educación para la paz y la convivencia...: la retórica vana, repugnante e hipócrita con que el progresismo ha conseguido dotar de excusas y refugio a todo aquel que se niega a respetar a los demás y cumplir con sus deberes. Esa retórica no solo se ha cargado la paz de muchísimas aulas, sino que forma parte del complejo de causas que nos están llevando a que cada vez haya más energúmenos dispuestos a zumbarle al médico, al controlador del aparcamiento, al profesor o a su mujer. Tengo clarísima una cosa: una autoridad basada en principios justos es imprescindible para que las sociedades funcionen; si no existe, se adueña de ellas la "autoridad" de los más salvajes y/o retorcidos. Algo tiene la autoridad del profesor que molesta: en Madrid, donde la tenemos reconocida con una ley muy útil para defendernos, yo he oído críticas contra esa ley a sindicalistas, profesores progres, inspectores... Es sintomático que les fastidie la existencia de un instrumento favorable al profesor: al profesor hoy se le quiere callado y sumiso.
ResponderEliminarEn cualquier caso, Pablo, admito (faltaría más) que se considere desacertado legislar sobre esta cuestión. A mí no me lo parece, pero puedo estar equivocado. Lo que no me sirven son las argumentaciones que se dieron. Ninguna.
EliminarAlberto he quedado alucinado con las intenciones del Ministro, hemos de actualizar las metodologías a petición nuestra, y yo sin saberlo….
ResponderEliminarEn el sur de España, donde la Consejera de educación hace varios meses declaró a la prensa se haría “una reválida que no sería reválida”, ahora los dirigentes educativos han abrazado esta obligatoria renovación pedagógica. Sin duda porque solo buscan maquillar aún más las estadísticas ya falseadas.
Pero no se quedan ahí, han dado órdenes a sus inspectores y directores recuerden a los inútiles profesores que ya no existe “la libertad de cátedra”, así que a zambullirnos sumisamente en el flipped learning y demás mamarrachadas pedagógicas…
Me aplicaré raudo el Primperan en vena para no vomitar...
Un saludo y felicitarte porque aún te indignas....
Un saludo, agregadobup. A veces me preocupa que algunas cosas hayan dejado de sorprenderme. Menos mal que, como dices, todavía nos indignamos. Señal de que aún nos queda algo de esperanza.
EliminarAgregadobup:
EliminarNo somos libres para saltarnos los programas ni para poner las notas sin unos criterios sensatos y objetivos previamente fijados (por cierto, el cinco es por ley el punto que marca el inicio de lo que es el aprobado, cosa nada baladí hoy en día), pero lo somos para aplicar unas metodologías. El asedio de las metodologías innovadoras no es de hoy, te diré que yo, cuando tenía 13 años (es decir, en 1970) ya fui víctima de unos intentos de aplicación del constructivismo. Si el señor Méndez de Vigo quiere imponer, aunque sea por ley, disparates como algunas cosas que se están viendo por ahí, me temo que no va a ser el primero que se dé un guantazo, acompañado de su séquito de expertos áulicos. Podrán hacer barrabasadas como imponer el disparate del bilingüismo, pero habrá cosas que no podrán colar.
Cómo me reconforta leer su blog. Coincido plenamente en la sorpresa que me supuso en su momento admitir que tuvo que ser "la derecha", con la mención expresa en la LOMCE de la importancia del esfuerzo personal del alumno, la introducción de las reválidas y el reconocimiento de la autoridad del profesor, la que intentara poner orden en el desaguisado logsiano. Y también confieso la decepción que me ha causado "la izquierda" por su actitud hacia la educación. Parecen conformarse con tener a los chicos entretenidos en las aulas, ocupados en algún proyecto grupal y colaborativo, siendo lo de menos si es con aprovechamiento o no, vamos, si se aprende o no. Y entonces vinieron las mareas verdes con la excusa de la "Educación: de todos para todos", pero en realidad la educación pública apestaba desde hacía bastante tiempo y sólo la reducción del sueldo y de las inversiones en educación eran los que habían movido a estas mareas a salir a la calle. Siga deleitándonos con sus opiniones, profesor Atticus.
ResponderEliminarLe agradezco mucho el comentario. Un saludo.
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