Sebastián Barajas, participante junto con María Acaso
en el debate televisivo del 20F en La 2, ha visitado el blog del Profesor
Atticus para dejar el siguiente comentario:
No sé si me
dejaréis publicar esta opinión. Al menos deberíais "por alusiones".
Solo me remito a una entrada en un blog, donde se expone una parte limitada
pero importante de mi argumentación, y os emplazo a que podamos debatir con
calma, con argumentos y sobre evidencias empíricas, sin descalificaciones
previas. Una tertulia de 20 minutos es un tiempo y un formato muy limitado para
exponer nada de forma rigurosa. Mi argumentación es fruto de un proceso de
reflexión y de una experiencia en formación empresarial de más de 20 años, por
lo que descalificarla de entrada, porque tenga formación de economista y me
dedique al mundo empresarial, tiene forma de "prejuicio".
Me gustaría
conocer vuestra contra argumentación a las cuatro creencias que propongo en la entrada en este blog del País y
comprobar que grado de "evidencia" proveéis o si simplemente son
creencias basadas en la tradición y en la ideología.
Si los
profesores defendéis el sistema educativo en su actual formato por qué
preparáis a los alumnos para tener una capacidad "critica", ¿cómo es
que me negáis el derecho a opinar sobre educación por no ser profesor? He sido
alumno de un colegio, de una universidad y de una escuela de negocios, padre de
alumnos de colegio y de universidad, he estado en la junta del AMPA del colegio
de mis hijos durante 8 años y a mi edad tengo una cierta experiencia de la
vida. Me parece muy poco sensato el negar el derecho a opinar y simplemente
descalificar a los que opinan de forma diferente! Solo os pido que me deis
argumentos, sólidos, en contra de mis tesis. Yo estoy dispuesto a escuchar y
ver si la evidencia empírica de los resultados da la razón a una tesis o a
otra.
Contestaba a Sebastián lo siguiente:
Buenas tardes, Sebastián. No tengo tiempo de
contestarte ahora mismo. Si puedo, mañana, con calma, leeré de nuevo tu
comentario y el enlace que facilitas en tu mensaje y te responderé. Simplemente
quiero aclarar que nadie te niega el derecho a opinar (comprobarás que este
blog es libre y sin moderación y tu comentario ha quedado publicado en cuanto
has terminado de escribirlo), pero tú no estás opinando sino marcando las
directrices a los profesionales (los docentes) en relación con una profesión
que desconoces por no haberla ejercido. También yo he sido unas cuantas veces
(no muchas, gracias a Dios) paciente y no se me ocurre aconsejar sobre la
práctica médica. En cualquier caso, bienvenido a este cuaderno virtual que
tienes abierto para cuando quieras.
Un saludo.
Alberto
Explicados los antecedentes, se hace necesario matizar
algunas cuestiones más antes de entrar en el debate solicitado por Sebastián,
aunque hoy me limitaré a la primera de sus “creencias falsas” (pensaba dejarlo para mañana pero no me he podido resistir).
1ª.- Los veinte minutos de debate son tan escasos
para unos como para otros. Puestos a ser rigurosos, podríamos decir que, ya que
Sebastián y María parecían profesarse una mutua admiración, en la práctica mi
tiempo fue mucho menor, pues sus líneas argumentales eran similares y mi
postura claramente minoritaria.
2ª.- La discrepancia no tiene que ver con la
formación de ninguno de los intervinientes en la tertulia, sino con la
inconsistencia de sus razonamientos y la absoluta falta de conocimiento de la
realidad educativa. No se prejuzga; se juzga.
3ª.- Ninguno de los docentes que hemos escrito en
este blog en relación con el debate somos defensores del sistema educativo en
su actual formato. Todo lo contrario: tenemos la noble aspiración de conseguir
su demolición. En cuanto a la “capacidad crítica”, entiendo que es incompatible con la
ignorancia. Ninguna de las leyes educativas, por lo menos desde 1990, ha tenido
la más mínima intención de educar futuros ciudadanos con espíritu crítico sino
más bien súbditos indocumentados y dóciles ante el poder. Personalmente debo
decir que no tengo claro si esto se debe a maldad o a incompetencia (quizás a
ambas).
4ª.- No creo que haya habido
descalificaciones personales. Si en algún momento se ha perdido por mi parte el
buen tono que intento siempre preservar, pido disculpas. No hay nada
personal (nos conocimos precisamente el otro día en Barcelona) en mis réplicas.
Lo que es inevitable es que sean contundentes, pues entiendo este tipo de planteamientos
son perjudiciales para mi profesión.
Vayamos con el artículo de El País, en el que Sebastián expone lo que considera que son
cinco “creencias falsas”:
1.
Primera creencia: Enseñar es posible y los profesores enseñan. Ya dijo Galileo:
“No podemos enseñar nada a ningún hombre, solo podemos ayudarle a aprenderlo
por sí mismo”. La evidencia empírica nos dice que es imposible enseñar algo a
alguien si ese alguien no pone esfuerzo de su parte. Si una persona se dispone
a aprender algo implicándose en ello, sí le podremos ayudar. La motivación es
un requisito indispensable para el aprendizaje. Por lo tanto hemos de fijarnos
en los mecanismos que guían el aprendizaje, es decir, en los alumnos, más que
en la enseñanza, es decir, en el profesor. La conclusión es que enseñar no es posible si el alumno, o mejor
el aprendiz, no pone el esfuerzo
requerido de su parte y, para ello, ha de haber motivación.
Si el punto de partida es que la enseñanza es
imposible y que los profesores no enseñamos, sobra cualquier discusión.
Pero como soy una persona a la que le gustan los retos, voy a intentar no
finalizar aquí el debate. Y además voy a dar la razón a Sebastián en su
siguiente afirmación: no es posible enseñar a quien no quiere esforzarse en
aprender. Incontestable. Sin embargo, no puedo admitir que la motivación sea un
requisito “indispensable” porque, de hecho, no lo es. Todos hemos debido
aprender, en algún momento, algo que no nos suscitaba, a priori, interés. A
partir de ahí, pueden ocurrir dos cosas: que no nos llegue a interesar nunca o
que descubramos que sí nos interesa. Pero supeditar el aprendizaje a la
motivación, además de estar ya muy visto, pero muy visto, nos lleva, otra vez,
a la trampa del sentido lúdico de la enseñanza. No me atrevo a citar de nuevo a
Unamuno por lo que pueda pasar, así que me referiré a lo que dijo Ricardo
Moreno Castillo hace ya unos años porque, insisto, esto de la "educación Barrio
Sésamo" viene de lejos. Cito de memoria, así que es probable que la cita no sea exacta, pues todos sabemos que cuando uno aprende algo de memoria lo olvida más
rápido que un ñú (una vez me dijeron que el ñú tiene muy mala memoria, no sé
si será verdad y esto tendrá “base empírica” o no): decía Ricardo Moreno que contar
a los niños que aprender siempre es divertido es engañarlos porque, si ya no
les decimos que los Reyes Magos existen ni que a los bebés los trae la cigüeña,
tampoco deberíamos tomarles el pelo con esto otro. Es paradójico
que tantos pedagogos defiendan la necesidad de inculcar valores a nuestros
alumnos, por encima incluso de los contenidos que debemos transmitirles, y no
consideren importante el valor de la responsabilidad o del esfuerzo. Hay
conocimientos importantísimos cuya asimilación no tiene por qué ser divertida.
No todo lo que un adulto hace lo es y ello no impide que cada uno intente
cumplir con su obligación. ¿Que el profesor debe hacer lo posible por
transmitir los contenidos de la forma más amena? Claro, porque de esa forma es
probable, solo probable, que su trabajo resulte más eficaz. Pero nunca puede
ser un factor determinante que el alumno esté motivado para cumplir con su
obligación de esforzarse y estudiar. Por lo tanto, una perogrullada tan poco
elaborada (“el alumno que no quiere aprender no lo hace”) no puede llevarnos a
anteponer la motivación a la responsabilidad.
Continuará.