martes, 23 de junio de 2015

Vacantes en educación. En los límites de la realidad.


¿Conocen aquella serie norteamericana titulada “The Twilight Zone”? En España se llamó “Dimensión desconocida” o “En los límites de la realidad". Ciencia-ficción, fantasía, terror y un final sorprendente eran sus principales características. Igual, igual que la adjudicación de plazas docentes. Las plazas ofertadas, con perfiles surrealistas, son pura ciencia ficción. La posibilidad de encontrar un destino satisfactorio, auténtica fantasía. Para los interinos, toda una película de terror. Y los finales…no encontrarán finales más imprevisibles (y, por supuesto, no esperen un “happy end”).

Sería muy largo detallar todos y cada uno de los fenómenos paranormales que ocurren año tras año en similares (y oscuras) circunstancias, así que pondré solamente dos ejemplos: el primero tiene que ver con una misteriosa desaparición de horas; el segundo, con un enigma difícil de resolver y que llamaremos “el caso de la lengua mutante”. Vayamos con el primero sin dar muchos detalles que luego suceden cosas extrañas.

La misteriosa desaparición de horas.

Una plaza con catorce horas lectivas es ofertada. Una ingenua profesora se dispone a cogerla pero…¡zas! La plaza se ha volatilizado. Las catorce horas han debido pasar a otra dimensión porque en esta, desde luego, no están. Hechas las indagaciones pertinentes, consultados los posos del café y los astros, resulta que las horas han terminado en manos de otra profesora (menos ingenua que la anterior) para completar su plaza y asumir en otro centro, contraviniendo la normativa de esta dimensión pero, claro, no la de la otra, un proyecto educativo ciertamente esotérico cuyo nombre omitiremos por miedo a represalias.

El caso de la lengua mutante.

Más asombroso (si cabe) que la evaporación horaria, es la transformación de una plaza de castellano a euskera (quizás influida por la cambiante meteorología) en cuestión de días. Como el anillo único, parece claro que la plaza escoge a su dueño y que algunos de los incautos profesores que soñaban con ella deberán esperar a mejor ocasión.

Ya saben, al igual que el crepúsculo que existe entre la luz y la sombra, hay en la Administración Educativa una zona desconocida en la cual todo es posible. Todo es posible en la dimensión desconocida.



viernes, 19 de junio de 2015

Paulo Iglesias Tour 2015




Leo en la prensa que Podemos ha decidido dar "un giro a su estrategia" y pasar "del ceño fruncido a la sonrisa" con el propósito de  "reforzar la cercanía, la frescura y la audacia de sus orígenes". Contrasto esta información publicada en El Mundo con la nueva página web de Iglesias y con la misma noticia recogida por un medio con distinta valoración de Podemos, eldiario.es, para comprobar que, en efecto, más que ceño fruncido en sonrisa, la verdadera transmutación ha sido la de Pablo en Paulo. Así, en este segundo medio se dice que la intención es "ofrecer una imagen más próxima de su líder" y abrir "puertas y ventanas". Pero hay más elementos que nos hacen pensar en tan singular metamorfosis. Uno de ellos es la continua apelación de Podemos a las emociones. Hablan de "seducir", de ser "protagonistas de nuestra historia", de que "las elecciones las gana la gente", de que ellos son "la voz de todos", el "instrumento de la gente de abajo", de "desbordar los formatos habituales de los mítines", de "tutearse en las instituciones" y llamarse "por el nombre de pila", con frases míticas como "podemos vencer porque podemos soñar" o "el derecho a sonreír no se vende",  por no hablar de la nueva Concejalía del Ciclo de la Vida creada por Ada Colau o los huertos urbanos comunitarios como experiencias asociativas y multifuncionales en el barrio de Salamanca, todo muy Feng Shui, que promete Manuela Carmena. A modo de colofón, las propuestas educativas de Podemos terminan por cerrar el círculo (nunca mejor dicho) y constatar que Iglesias es (un Bachillerato que despierte la pasión y el deseo de ser un experto y tener un objetivo vital con compromiso personal y competencia; que cada alumno se reconozca como una persona valiosa y competente en lo que ame)... Paulo Coelho disfrazado. Y todo ello con más merchandaisin que Jurassic Park. O que el propio Coelho: nueva web, nuevo blog, nuevos vídeos, nuevos mensajes de "el equipo", nuevas entrevistas en La Tuerka...

Ya sé, ya sé que hoy solo puede uno insultar a la Monarquía, al PP, al PSOE... o a Albert Rivera, por listo. Ya sé que Podemos lleva poco tiempo en esto y que hay cosas más importantes de las que hablar que de patinazos twiteros; debates más interesantes que abordar que el medio de transporte que utilizan los políticos para trasladarse a su lugar de trabajo; que los políticos viejunos lo han hecho requetemal y que la política necesita nuevos aires. Todo eso lo sé y no creo que nadie en su sano juicio defienda ya lo indefendible (bueno, alguno queda, pero son muy pocos). Y ya sé también que criticar a Podemos me convierte de inmediato en un defensor de las oligarquías, de la Troika y hasta del Opus Dei (ni se me ocurriría sacar el tema de la libre y pacífica entrada en la capilla de la Complutense para mostrar una razonada y razonable discrepancia respecto a los postulados del clero en materia moral y su presencia en una universidad pública), pero qué quieren, Podemos está de moda, a mí me va la marcha y me apetece hablar de este tema en estos momentos.

En  ocasiones anteriores ya he explicado mis reticencias ante lo que considero una operación de marketing bien pensada y peor elaborada. Lo he expuesto en anteriores entradas, aquí y aquí. Al mismo tiempo me he mostrado sinceramente satisfecho por la aparición de este nuevo partido, fundamentalmente porque puede suponer un revulsivo (ya lo ha supuesto) y porque, no nos engañemos, pone muy nerviosos a "los otros". Y eso mola. Pero, claro, una cosa es que mole y otra muy distinta que les compre el producto. Y yo no se lo compro. No lo hago por la insistencia en recurrir a la exaltación de la turba, a las bajas pasiones, a la confrontación, al conmigo o contra mí (que sí, que los demás también. Pues precisamente por eso). Y no lo hago porque me sigue dando un tufo a técnicas de mercado que echa para atrás (iba a decir a cosmética pero no está el horno para bollos), a coaching, a Coelho y a la piel de Floriano (pobre, ¿qué será de él sin su Vicesecretaría de Organización?) o a la niña de Pdro Schez (Juana. ¿O era Valeria?) pasados por un barniz perroflautístico en versión anarkopija, asamblearia y autogestionada. Y no se pierdan el vídeo promocional. Sí, tienen vídeo promocional porque están preparando la gira ("Ruta por el cambio"). O sea, que el principal problema que tengo yo con Podemos es que NO ME LO CREO. 

Vale. Tranquilidad. No se apresuren a lapidarme. A los otros, tampoco me los creo. Bastante pena llevo con tanto descreimiento. Ahora solo queda esperar a ver si, como a veces ocurre (tengamos algo de fe), la abundante parafernalia esconde ideas mejores de lo que a primera vista parecen, si la autoproclamada pureza de Podemos, Ganemos, Se puede, Somos, Ahora o como se llamen las diferentes franquicias, es tal y, sobre todo, si de verdad consiguen (o lo intentan) cambiar las cosas (a mejor, se entiende). Veremos. Y, si es así, nos alegraremos. Al menos yo. Que sí, ya está bien de suspicacias...



miércoles, 17 de junio de 2015

Los deberes no son para el verano o cuando Kata encontró a Keating



¡Carpe Diem!, dicen ustedes, repitiendo automáticamente
el lema que les ha transmitido su liberador.
Su misma repetición sagrada,
esa especie de conjuro que les permite reconocerse
como pertenecientes a la misma congregación de fieles,
reproduce aquello que dicen detestar.
¡Carpe Diem!: el pasado y el futuro no existen.
El presente sería lo único provisto de sustancia,
como si lo que ahora se da
agotara el acontecer y se expandiera
hasta el confín mismo del tiempo

 (...)

No obstante, señores, ustedes no son puro presente:
son una mezcla extraña entre lo que fueron y lo que serán;
mistura de lo tangible y lo intangible;
nudo en el que se cruzan lo hallado y lo enterrado.
Duración...

(...)

¿Saben? Lo peor de su pasión por el señor Keating
no es su pasión: es el señor Keating.
Les promete el cumplimiento del peor delirio:
la consecución de la inmediatez plena,
sin mancha ni retardo,
sin precisar de nada ni nadie.
"¡Escúchense a ustedes mismos!", dice.
No les advierte de que el rumor que oirán
ha sido siempre construido por los demás, por quienes no son ustedes.
Las voces de los demás nos han hecho,
están ahí, en nuestra intimidad más recóndita.
Y lo que oímos en forma de susurro propio
son sus frases, que pensamos nuestras.
No le crean a pies juntillas (...)

J. Jorge Sánchez. La vida de las imágenes. Luces de Gálibo. 2013.

El Sr Keating, en El club de los poetas muertos, incitaba a sus alumnos a arrancar páginas de los libros de texto, a vivir el presente, a escuchar su propia voz, a renunciar a la tradición y la disciplina para pensar por sí mismos y ser libres. Trasunto del tal Keating parece Cesare Cata, el profesor italiano que tanto está dando que hablar estos días y que ha sido noticia en todos los medios, ese cuya Buena Nueva (aunque de nueva tiene poco) está causando sensación y embeleso en las redes sociales.

De todos los titulares, yo me quedo con el de La Voz de Galicia: "los deberes para el verano del profesor más enrollado" porque refleja a la perfección qué se piensa ahí fuera que somos (o debemos ser) los profesores. 

"Pueden guardar lápiz y goma", subtitula La Voz de Galicia, pues "el método de Cesare Cata es revolucionario". Pues miren, no. Revolucionario sería defender más bien lo contrario. Y novedoso, lo que se dice novedoso...sin irnos más atrás, que podríamos, en 1989 se estrenaba la falaz "El club de los poetas muertos", en la que ya se nos adoctrinaba sobre lo innecesario de acudir a los textos sino a la voz interior de cada cual. Así que, como mínimo, el método revolucionario catánico (no confundir con catatónico) tiene veintiséis años. 

Lo triste de todo es que este listado de consejos de autoayuda, que alcanza cotas inimaginables de ñoñería borricase haya convertido en viral. Veamos cuáles son los mandamientos del Il professore (léanlo corriendo para que pase pronto) y podremos constatar el desprestigio al que han llegado conceptos como esfuerzo, responsabilidad, conocimiento, saber o cultura, y la obsesión por evitarlos, maquillarlos o rodearlos de imágenes new-age para evitar traumas o daños irreparables. 

1) Por la mañana, sal a caminar por la orilla del mar en total soledad: mira cómo se refleja el sol en el agua y, pensando en las cosas que te gustan más en la vida, siéntete feliz.
2) Trata de usar todos los nuevos términos aprendidos este curso: cuantas más cosas digas, más cosas puedes imaginar; y más libre te sentirás, la mayoría son gratis.
3) Lee todo lo posible, pero no porque sea obligatorio. Lee porque el verano inspira aventuras y sueños, y porque leyendo te sentirás como las golondrinas cuando vuelan. Lee porque es la mejor forma que tienes para rebelarte. (Para consejos de lectura, preguntadme, preguntadme).
4) Evita todas las cosas, situaciones y personas que te influyan de manera negativa. Acércate a las cosas estimulantes y busca la compañía de los amigos que ayuden a enriquecerte. A la gente que te aprecia tal y como eres.
5) Si te sientes triste o asustado, no te preocupes: el verano, como todas las maravillas, nos puede dar algún que otro problemilla. Intenta escribir un diario en donde plasmes tus sentimientos (en septiembre, si te apetece, podemos leerlo juntos).
6) Baila. Quítate la vergüenza. En la pista o en tu habitación. El verano es una fiesta y sería absurdo no formar parte de ella.
7) Al menos una vez disfruta del amanecer. Mantente en silencio y respira. Cierra los ojos. Siéntete agradecido.
8) Practica mucho deporte.
9) Si das con alguien que te gusta mucho, díselo con sinceridad. No importa si eres correspondido. Si no lo hace, es porque él (o ella) no iba a ser parte de tu destino. En el caso contrario, si eres correspondido, el verano del 2015 será la gran oportunidad para caminar juntos. (Si sale mal, vuelve al punto 8).
10) Recuerda lo aprendido en clases.
11) Sé alegre como el sol y salvaje como el mar.
12) No digas palabrotas . Sé siempre educado y amable.
13) Disfruta de películas conmovedoras, (si puede ser, en versión original) para mejorar tus habilidades lingüísticas y la capacidad de soñar. No dejes que las películas acaben con los créditos. Revívelas durante el verano.
14) Al menos en una ocasión, durante la luz centelleante o en las noches cálidas, sueña con cómo puede ser tu vida. Ten fuerza para no renunciar a nada. Inténtalo todo para conseguir ese sueño.
15) Pórtate bien.

No me quedan fuerzas para comentar cada una de estas recomendaciones (quizás en otro momento), tal es mi agotamiento espiritual, pero aún me queda un último aliento para implorar a quien corresponda la concesión inmediata del Global Teacher Prize al Maestro Cesare Bona, perdón, Cata, por su inestimable contribución a la enseñanza. Y a la humanidad. Qué pequeño se siente uno ante semejantes visionarios...

¿Continuará? 

lunes, 15 de junio de 2015

Elogio de la equidistancia (XII). A Zaragoza o al charco. El caso Zapata



Relata un antiguo cuento baturro, recogido ya en 1883 en “La Ilustración Española y Americana” que un día San Pedro, aburrido por no tener que abrir las puertas del cielo a nadie, pidió a Dios volver al mundo para ver qué pasaba allí abajo “que ni un mortal viene a vernos en tantos años y tantos”. Con el beneplácito divino, San Pedro bajó a la Tierra de un salto y apenas hubo llegado, camino de Zaragoza, se encontró con un baturro al que preguntó a dónde se dirigía.

-“A Zaragoza”, respondió el maño.
-“Si Dios quiere”, replicó San Pedro.

Pero el aragonés insistió sin corregirse: “Que quiera o no, voy a Zaragoza”, según la versión del brigadier don Romualdo Nogués, que en 1882 firmaba como “un soldado viejo, natural de Borja” en “El Averiguador Universal”.

San Pedro, contrariado y con las plenas atribuciones que de Dios tenía, convirtió al aragonés en rana y lo arrojó violentamente a un charco, donde estuvo el baturro unos cuantos años sufriendo las inclemencias del tiempo, las pedradas de los chicuelos y otras mil calamidades, prosigue la narración de Pascual Millán en “Caireles de oro. Toros e historia” (1899).

Cuando, terminada su misión, San Pedro se disponía a subir a los cielos, regresó al camino de Zaragoza para devolver al baturro a su ser y le volvió a preguntar a dónde se dirigía.

-“Ya lo sabes, a Zaragoza”, dijo más firmemente aún que la vez primera.
-“Si Dios quiere, hombre, si Dios quiere”, insistió San Pedro con paciencia.
-“Qué Dios ni qué... suplicaciones; ya te lo hi dicho: ¡A Zaragoza o al charco!”.

Y viendo el Apóstol que era inútil dominar aquel carácter, dejó al zaragozano seguir tranquilamente su camino”, finalizaba Pascual Millán.

Últimamente me he venido acordando de este chiste a raíz de la polémica suscitada por los desafortunados mensajes que escribió hace cuatro años en Twitter el concejal (de cultura ya no, veremos de qué) del recién conformado Ayuntamiento de Madrid sobre los que no vale la pena dar mayores explicaciones por ser de sobra conocidos. Más que la inconveniencia de hacer chanza sobre asuntos tan delicados, me interesa analizar las reacciones de muchas, personas no a los tweets en cuestión sino a las reacciones de los demás. Porque resulta sorprendente que el debate parece haberse dirigido, más que a discutir si los límites de la libertad de expresión o del humor son (o no) demasiado finos, si son (o no) aceptables ese tipo de diversiones... a juzgar a quienes opinamos al respecto. Ocurrió con las famosas viñetas de Mahoma y ha vuelto a ocurrir en esta ocasión. Y, otra vez, parece que en este país uno debe tomar una postura monolítica y, sea cual sea, se ha de llevar palos de unos y de otros. Como en el chiste de baturro, no hay más opciones que Zaragoza o el charco. 

Ya no sorprende que aquí pasemos de ETA a "la caverna" sin solución de continuidad. Pero sí choca que pocos sean capaces de admitir posicionamientos poco rocosos y susceptibles de matiz. Esto parece enojar a algunos, ávidos de confrontación y armados con una batería de ejemplos extraídos de la hemeroteca que, piensan, harán mella en tu débil carácter (sí, todavía hay quien confunde templanza con blandura -o peor: con indiferencia-) y te llevarán a desdecirte de todas tus manifestaciones (como si a uno le supusiera un trauma reconocer que estaba equivocado, si así fuera). Y así nos encontramos con salidas de tono, sutiles (y no tan sutiles) increpaciones y regañinas, a un lado y a otro de la trinchera.

Y sobre el asunto del tal Zapata, ¿qué opino? Opino que es penoso hacer broma con asuntos que han provocado tanto sufrimiento. Opino que debió haberse marchado antes pero que lo ha hecho y eso debe reconocérsele. Opino que la ejemplaridad es indispensable, hoy más que nunca, en un representante público. Opino que la libertad de expresión para hacer gala de tan cenutria vis cómica debe ser respetada, pero esto no quita para que deslegitime políticamente a quien la use en ese sentido. Opino que, en efecto, los mensajes susodichos han sido descontextualizados, lo cual no elimina la gravedad de la cuestión pero sí descalifica a quienes han pretendido sacar tajada política (en cualquier caso, esto será achacable al que haya pretendido sacar tajada política y solo a él -a ellos-). Opino que es cierto, como alguien ha defendido, que pedir dimisiones por algo así es (aunque éticamente necesario) poner el listón muy alto. Opino, como alguien más me ha hecho ver, que “el dedo acusador” no debe pasar de largo de los electores, pues “los cargos públicos son producto del voto emocional”. Opino que hay muchos más que deberían dimitir o ser cesados, pero que no por ello las gracietas de Zapata son más admisibles. Opino que, sea o no justo, aquellos que dicen formar parte de un nuevo tiempo en el que la política la hacen los ciudadanos, aquellos que han generado tantas expectativas y de cuya irrupción personalmente me alegro aunque no les haya votado (tampoco a los otros), en lugar de reconocer que no es decente (uso esta palabra pese a sus connotaciones porque es exactamente la que quiero emplear y porque refleja lo que pienso) que un concejal de cultura haya hecho estas bromas, que serían reprochables aunque no inadmisibles en un ciudadano corriente pero no lo son (admisibles) en un ciudadano que ha accedido a un cargo público, que en lugar de esto, digo, salgan con lo que dijo Pujalte. O lo que dijo Botella. O lo que dijo Aguirre. Ellos son los que quieren renovar la putrefacta política y no pueden caer en reacciones tan similares a las de cualquier político profesional de los de siempre. Opino que se está sobreactuando tanto por parte de quien poco menos que solicita penas de cárcel o lapidación pública y por parte de quienes se solidarizan con Zapata, poniendo el grito en el cielo ante tamaña campaña en contra de libre expresión. Opino, afirmo que se puede ser crítico con los mensajes de Zapata sin pedir cadena perpetua ni ser fan de Cospedal. Opino, afirmo que se pueden reprochar aquellos tweets sin que ello signifique que uno no tiene sentido del humor. Opino, afirmo, que el sentido del humor, la falta de sensibilidad y la mala educación son cosas distintas. Opino que quizás se trate, más de que una cuestión moral, de una cuestión de incapacidad intelectual, incapacidad social o sencillamente incapacidad política. Es habitual que la derecha se arrogue la autoridad moral y la izquierda la intelectual mientras políticos de derechas y de izquierdas demuestran a menudo con sus actos y sus declaraciones que andan muy justitos en ambas. Y, dicho esto, reivindico mi derecho a opinar, que también lo tengo. A opinar, a equivocarme y rectificar y a que mis opiniones se consideren mías y de nadie más, sin endilgarme etiqueta alguna en función de los prejuicios del etiquetador de turno. O sea, que a Zaragoza, al charco a donde me plazca. Y sin acritú, que diría aquel.

viernes, 12 de junio de 2015

Educación. Un poco de esperanza



Churchill se reconocía optimista "porque", decía, "no parece muy útil ser otra cosa". A raíz de una conversación con J.H., en la que mostraba su "desolación" como padre ante la lectura de lo que algunas personas críticas con el sistema acostumbramos a exponer sobre los asuntos educativos, me doy cuenta (en realidad, ya lo había intuido y tampoco es la primera vez que alguien me lo sugiere) de la visión tan amarga que a veces ofrecemos de un oficio, el de enseñar, que sigue siendo valioso y, pese a la actual coyuntura, hermoso.

J.H. manifestaba su inquietud ante el "terrible panorama", la "fatal travesía en el desierto" que  presentamos y, aunque entendía que en esta lucha que algunos llevamos a cabo uno de los grandes objetivos es intentar "cambiar conciencias dentro del gremio", se lamentaba de ese exceso de negatividad que no ayuda a quienes, como él, comparten nuestras reflexiones.

Este comentario, que considero más que pertinente, merece ser tenido en cuenta. Es cierto que defender la educación pública, algo en lo que uno cree todavía, debe hacerse desde un punto de vista crítico que aspire a alcanzar la mejor versión de aquella, pero también que una crítica despiadada al sistema quizás no permita disociar con eficacia la valoración que se hace del mismo y la que se tiene de la profesión, lo cual puede constituir, por un lado, un freno en el propósito de reformar la enseñanza y hacer de ella la palanca de ascenso social que debe ser  y, por otro, desmoralizar a los padres que, al fin y al cabo, están con nosotros en esto y no deben perder la confianza en nuestro trabajo.

Por lo que acabo de explicar, me comprometo, sin caer en la mansedumbre, desde luego, ni convertirme a la psicología positiva (que nadie se alarme), a tratar de buscar, siempre que sea posible, un "contrapeso" animoso que, como pedía J.H., "abra un margen de maniobra entretanto" combatimos el anti-intelectualismo, la superchería, el pedagogismo obtuso y el adoctrinamiento feliciano.

Y voy a empezar esta nueva etapa esperanzada criticando (esperen,  esperen que esta vez hay final feliz) los conocidos como "Premios Nobel de la enseñanza" o Global Teacher Prize. ¿De verdad es este el tipo de reconocimiento que busca un profesor? ¿Optar a 800.000 euros, portadas de revistas, entrevistas en los medios, conferencias en congresos de pedagogía...? No lo creo. C.A., a quien agradezco haber inspirado sin saberlo este artículo y haber reforzado mi determinación por evitar el derrotismo, reconocía, tras una conversación con una alumna, que "horas y horas de trabajo ante la pantalla, el papel y el aula quedan compensadas por esas palabras". Las palabras que escuchó las desconozco y, si las conociera, no soy quién para hacerlas públicas. Pero sí transcribiré las que una alumna me dijo a mí en cierta ocasión. Era una de esas que uno sospecha que no van precisamente por buen camino. Después de un llamativo cambió de actitud desde hacía varios días, se acercó a mí al terminar la clase para decirme: "Profe, gracias porque gracias a ti he descubierto que lo que me gusta es la música". Por supuesto, las gracias se las di yo a ella. Después me emocioné.

miércoles, 10 de junio de 2015

Educación emocional: ¿el antídoto contra la violencia escolar?


Decía Schiller que "contra la estupidez, los propios dioses luchan en vano", antecediendo a lo que tiempo después se conocería como el principio de Hanlon: "Nunca atribuyas a la maldad lo que puede ser explicado por la estupidez", una especie de Navaja de Ockham actualizada. En el mundo educativo, o mejor dicho, en el submundo educativo (el Hades pedagógico, la sala de máquinas donde se pergeñan todas las maldades que posteriormente se exige poner en práctica a los docentes) cada vez está más claro que el porcentaje de maldad en los experimentos es mucho menos relevante que la proporción de estupidez. En todo caso podríamos hablar de un cierto equilibrio entre esta y el espíritu emprendedor de quienes quieren hacer negocio a costa de la educación. En esta vertiente de altruismo remunerado podemos incluir a la Fundación Botín, que defiende la enseñanza de las emociones al mismo nivel que las asignaturas tradicionales porque, asegura, reduce la violencia en los centros escolares.

Da una cierta pereza tener que salir y una y otra vez al paso de tanta superchería interesada, pero uno ha decidido ejercer la militancia activa en contra del anti-intelectualismo emocional y la majadería new-age y esto no tiene vuelta atrás. A continuación formularé algunas objeciones a lo que distintos "expertos" de la Fundación Botín sostienen en un reportaje publicado en el diario ABC.

Primera. Los resultados, dice Fátima Sánchez, de la Fundación Botín, se notan desde los primeros días (...) [La educación emocional] ayuda a los alumnos a conocerse y confiar en sí mismos, a comprender a sus compañeros, a reconocer y expresar emociones e ideas, a desarrollar el autocontrol, a aprender a tomar decisiones responsables (...)

¿De verdad hace falta que "los alumnos confíen más" (¿¿más aún??) "en sí mismos"? Precisamente lo urgente es evitar el narcisismo en el que hemos sumido a muchos de ellos con tanta sobreprotección, con tanta burbuja y con tanta confusión de roles (cada vez menos confusión de roles, pues la falsa lucha de poder entre docente y discente se ha resuelto ya en favor de este último).

¿Es posible "desarrollar el autocontrol" sin que alguien ejerza el control sobre quien debe aprender a desarollarlo? ¿Es compatible este autocontrol con la obsesión por la espontaneidad, la creatividad y la innovación?

¿Cómo van a aprender los alumnos a tomar decisiones responsables si se saben impunes, si conocen perfectamente que no habrá consecuencias a sus actos?

Segunda. Lo que es una realidad es que la educación de hoy, continua la experta, no puede limitarse a los conocimientos. Hay que unir también la emoción. (...) En un mundo con una tecnología en creciente sofisticación, las habilidades emocionales y sociales que requeriremos serán cada vez más la empatía, la atención, la tolerancia, la responsabilidad, la creatividad y la imaginación.

¿Por qué para fomentar los emociones debemos prescindir del conocimiento? ¿Hay algo más emocionante que aprender, formarse, enriquecerse culturalmente, progresar, superar retos?

¿Qué tiene que ver la "tecnología en creciente sofisticación" con la consideración de que el conocimiento ya no es importante?

Tercera. Estos valores, corrobora Christopher Clouder, uno de los autores del informe de la Fundación y director ejecutivo del Comité Europeo Educativo Steiner Waldorf, están presentes en los niños por naturaleza.

¿Cómo puede haber quien insista todavía en que "la empatía, la atención, la tolerancia, la responsabilidad, la creatividad y la imaginación están presentes en todos los niños por naturaleza"? Hay niños imaginativos y niños que no; niños más creativos y niños menos creativos; pero desde luego pocos niños son empáticos, tolerantes y responsables, pocos capaces de mantener la atención, si no les educa para ello, si no se les obliga a ejercitar esos hábitos, si no se le encamina por donde el adulto considera que se les debe encaminar y no por dónde el niño decide orientar sus pasos de manera voluntaria.

Cuarta. Ser feliz, mantiene Sonsoles Castellano, de la Fundación San Patricio, potencia la motivación (...) y predispone para el aprendizaje: una persona feliz no tendrá problemas para aprender todo lo nuevo que pueda surgir y lo hará en menor tiempo que alguien que no lo es.

Ser feliz no puede ser el objetivo de un chico desde el punto de vista de la educación institucionalizada. Puede serlo en su vida personal, pero no es esa la misión de la escuela. Por otra parte, afirmar que "una persona feliz no tendrá problemas para aprender todo lo nuevo que pueda surgir y lo hará en menor tiempo que alguien que no lo es" es una falsedad porque omite la indiscutible incidencia en el aprendizaje de factores como la capacidad del alumno o el esfuerzo que este haga por aprender. Esta máxima es tan falaz como la que establece una relación directa entre la motivación y el rendimiento. En el recomendable blog de Roberto Colom encontramos la referencia a un informe que demuestra que, controlando las diferencias en la capacidad intelectual, no podemos deducir de la mayor o menor motivación un mejor o peor rendimiento, También se cita el informe del Brookings Institute que, entre otras, ofrece las siguientes conclusiones: "el nivel de interés por las materias es irrelevante; disfrutar leyendo no se asocia a mejores puntuaciones en tests de lectura; aunque los niveles de motivación por aprender con números aumenten, el rendimiento en matemáticas declina". Un par de ejemplos: "los estudiantes de Indonesia, Tailandia o Túnez expresan una altísima motivación por aprender matemáticas, pero su rendimiento es lamentable. Los chavales de Corea del Sur, Finlandia o Japón expresan una mediocre motivación, pero arrasan en matemáticas".

Quinta. Todos los expertos consultados aseguran que para que este desarrollo personal del alumno sea una realidad resulta imprescindible facilitar la formación de los docentes en su propia competencia emocional. Y en algunas universidades ya se trabajan las emociones como materias obligatorias en sus planes de estudios, como en la Facultad de Ciencias Sociales y de la Educación de la Universidad Camilo José Cela, donde se ha creado "un proyecto innovador que forma en educación emocional a los alumnos de las titulaciones de Magisterio de forma transversal".

Ya saben, es aquello del "perfil del profesor del siglo XXI".

Noveno. Aviso para navegantes: La iniciativa privada está muy bien, reconoce el presidente del comité científico del II Congreso Internacional de Inteligencia Emocional y Bienestar (CIIEB)-, pero desde aquí instamos también a las administraciones públicas a que incluyan las referencias a la inteligencia emocional en la normativa educativa, pues deben ser conscientes de que el desarrollo de los sentimientos va a constituir en los próximos años la verdadera revolución educativa, tanto en las aulas como en la formación del profesorado.

Sí señor, sí señor, esto es la revolución, que decían los de Ska-P. Y mientras jugamos a la revolución, tres menores han sido detenidos por insultar y vejar a una compañera de clase en Pinto (Madrid). La víctima (me refiero a la chica que recibió las humillaciones, no a los acosadores, mejor aclarémoslo por si acaso) había abandonado el instituto incapaz de soportar la situación. Se acusa a las criaturas de "delito contra la integridad moral". Otro gallo habría cantado de haber pedido asesoramiento a la Fundación Botín. Seguro.

martes, 9 de junio de 2015

Golpea a tu profesor. De la pedagogía progre a la pedagogía gore



La penúltima muestra del poco prestigio que tiene la figura del docente en la actualidad la proporciona el edificante juego titulado “Golpea a tu profesor”, disponible en internet. Y gratis.

 

En este modélico pasatiempo virtual, que se presenta con el dibujo de un profesor ensangrentado con un hacha delicadamente incrustada en su cabeza, se muestran hasta diez maneras de agredir a un docente (prenderle fuego o apuñalarle con un lápiz, entre otras) mientras suena The Entertainer, el ragtime de Scott Joplin, muy apropiado para amenizar la definitiva transformación del antaño reputado maestro (o tempora, o mores) en un animador que da la vida si hace falta por el esparcimiento de esos seres puros, inocentes y necesitados de llenar su tiempo con algo: los Niños. ¿Y qué problema hay en que se diviertan? Ninguno. Como decían Faemino y Cansado al público de sus espectáculos, “es mejor estar aquí que delinquiendo”.

 

Y es que, queridos amigos, la pedagogía progre ha quedado obsoleta. El paternalismo, el buenrrollismo y el igualitarismo ya no se llevan. Olvídense del Sr Keating y su Carpe Diem y acudan a Raimi y Jackson en sus tiempos más “gamberros”. Lo que mola ahora es cubrir de sangre al profesor para regocijo del desmotivadísimo (pooobre) adolescente. Homenajeando a la mítica “Bad Taste”, se trata de almacenar toda la sensibilidad que sea posible y descargarla contra el P (la P es de pringao, no de profesor), acumulando más o menos puntos según le cortes la corbata o le rebanes el cuello (¡por fin meritocracia!), fumigándolo con un insecticida o ahorcándolo. Pero también se le puede golpear con una silla, con un termo, con un bote de cristal lleno de avispas o ahorrarle el sufrimiento (la famosa empatía) arrojándolo por la ventana.

 

No crean que, como algunos se han apresurado a exigir, estoy pidiendo la retirada del jueguecito de marras, no. Lo de menos, lo digo en serio, es el juego. Lo grave es que este juego existe porque a alguien no le ha parecido inmoral. Voy mucho más lejos del sentimiento de pesadumbre que me invade cuando conozco la existencia del videojuego. Querría saber en qué momento hemos dejado de entender que la libertad de expresión es al mismo tiempo una gran responsabilidad. No quiero, de verdad que no, que el juego se censure. Querría que se reflexionara sobre el caldo de cultivo que lleva a alguien a idear un argumento tan entrañable: "¡Usa elementos en el aula para matar a tu profesor!”, anuncia una página web. “Este juego de tensión”, prosigue, “tiene mucha violencia brutal, gráfica. El objetivo es usar elementos comunes como armas mortales. ¡Puedes causar daño fatal con libros del aula, una grapadora, un paraguas, y otros elementos comunes!". Lo que pretendo es que recapacitemos si es normal (no es la palabra más adecuada, seguro, pero no se me ocurre otra) que cuando se habla de algo tan trascendente como la educación sea en términos imbéciles o descabellados, desde la sobreprotección del menor y el desprecio al maestro o desde la absoluta falta de cordura y casi la incitación a la relación de actos de dudoso mérito. Woody Allen decía del asesinato en serie que es “un estilo de vida alternativo”. Pero es un cómico. Y esto tiene poca gracia. 


En definitiva, no estoy estableciendo una relación causa-efecto entre este tipo de disparates y las situaciones de total indefensión que a menudo experimenta el profesor. Ni siquiera lo vinculo con la habitual dificultad (a veces imposibilidad) que cualquier maestro tiene a la hora de impartir sus clases en un clima apropiado para el ejercicio de su labor. Mucho menos los hago responsables de los lamentables "hechos aislados" que se vienen produciendo en los últimos tiempos, pero es innegable que: primero, ocurrencias como “Golpea a tu profesor” no ayudan precisamente a mejorar las cosas ("donde no hay ganancia, todo son pérdidas", dice el refrán); segundo, reflejan una desconsideración preocupante hacia el docente; y tercero: minan la moral del profesor. 


Sí, señores psicólogos, los profesores también necesitamos motivación, empatía y reconocimiento.

lunes, 8 de junio de 2015

¿Debe mejorar la formación de los profesores?


La Voz de Galicia recogía ayer mismo diferentes valoraciones sobre la formación del profesorado, valoraciones que proceden, según el medio, de "los especialistas", discutible denominación para los tradicionalmente llamados "expertos educativos" pues, si ya es difícil considerar experto a quien adolece de falta de experiencia, también lo es tratarlo como especialista (el que "cultiva o practica una rama determinada de un arte o una ciencia", según la RAE- no parece que encaje en cualquiera de estas concepciones la pedagogía. O mejor, no me lo parece a mí-). Pues bien, estos "especialistas" opinaban en respuesta a la pregunta recurrente cuando se buscan culpables (porque, no se engañen, en educación no se buscan soluciones sino culpables) de la mala salud de nuestro sistema educativo: ¿debe mejorar la formación de los profesores? (obviamente, la pregunta es retórica y sería más honrado formularla sin ambages: "¿cómo mejorar la deficiente formación de los profesores"?).

Antes de analizar las recomendaciones de los expertos, me gustaría aclarar que no soy contrario a la formación permanente. Al contrario, pienso que todo profesional debe estar aprendiendo continuamente, actualizándose y poniéndose al día. En un profesor, esto es, si cabe, más importante, pues cuanto más sepa, mejor enseñará. Pero es que este es precisamente el principal motivo de discordia en cuestiones pedagógicas: la distinta ponderación y la falsa confrontación entre conocimiento y didáctica. Se habla de formación permanente mientras se resta valor al conocimiento y se subestiman la capacidad intelectual y la erudición del maestro en favor de otras supuestas habilidades que no sirven más que para ocultar la carencia de sabiduría. Admitiendo la ¿bienintencionada? ambición de mejorar la formación del docente, habría que clarificar a qué tipo de formación nos referimos. Pero también se me antoja imprescindible responder a la pregunta que se plantea al comienzo del reportaje referido: "¿quién forma a quien enseña a los alumnos?". La respuesta, tal y como están hoy la cosas en el establishment educativo, es clara: el pedagogo. Pero yo querría hacer otra pregunta: ¿conocen los pedagogos la realidad del aula? La respuesta es no. Sabemos entonces quién es el encargado de enseñar a quienes deben enseñar a los alumnos. Ahora deberíamos preguntarnos si es quien debería. En mi opinión, no. Y la única respuesta es: el profesor. Añado: el profesor experimentado, curtido en el aula, con la sabiduría práctica que solo se adquiere mediante el hábito y la veteranía, porque se ha equivocado muchas veces, porque se ha debido adaptar una y otra vez a las circunstancias, porque basa sus planteamientos en años de ejercicio. Es este el que puede orientar (que no "enseñar a enseñar") a los futuros docentes en el difícil arte de la enseñanza. Y, antes de proseguir, una última pregunta: ¿ha preguntado la periodista de La Voz de Galicia a los profesores sobre su formación? No. Ha preguntado a personas que, sin haber impartido clase a los alumnos sino solo a profesores, pretenden ser los que decidan cómo deben estos enseñar a aquellos. Son: Carmen Fernández Morante, decana de Ciencias da Educación de la USC; Ana Iglesias Galdo, decana de Ciencias da Educación de la UDC; Mar García Señorán, decana de Ciencias da Educación de UVigo; Javier López Martínez, director general de la Fundación Barrié y promotor del programa Profex 21 de esta entidad; y Fernando Lacaci, vicepresidente de la Confederación Anpas Galegas. Coinciden todos ellos en varios aspectos: "el contacto con el aula debe ser constante ya en la carrera" (no para ellos, por lo visto); "la formación continua es esencial y debe adaptarse a las necesidades de profesores y alumnos (de acuerdo en que es esencial; menos en que deba adaptarse al alumno); y "hay que potenciar una carrera docente de maestros y profesores, no necesariamente con una retribución económica" (de acuerdo en lo primero, en desacuerdo con lo segundo - este simpático detalle de dar por hecho que el profesor no necesita mejorar retributivamente me recuerda a la afirmación, en un congreso, de un alto cargo de la administración educativa de cuyo nombre no quiero acordarme: "el profesor", decía justo cuando se nos había bajado, otra vez, el sueldo, "espera otro tipo de valoración que no es económica: es valoración moral"-).

A continuación haré algunas valoraciones sobre las opiniones vertidas por "los especialistas".

"La falta de formación pedagógica del profesorado", unánime en todos ellos, es un mantra que conocemos bien, una cuestión en la que el pedagogo saca rápidamente la artillería pesada (el Informe de la OCDE) para advertir que el 44% de los ¿profesores? ¿maestros? afirman "no sentirse preparados pedagógicamente para dar clases". No dudo de que sea ese el porcentaje; es más, diría que es mayor porque nadie está "preparado pedagógicamente" para dar clase hasta que la propia experiencia va engendrando esta capacidad (a enseñar se aprende enseñando). "De nada sirve", asegura una experta, "saber y no transmitir". Toma, claro. Pero, ¿acaso es posible transmitir sin saber? No. Y, ¿se puede aprender a transmitir? Lo dudo. Pero, si se puede, estoy seguro de que tal posibilidad pasa por conocer a fondo y con entusiasmo tu materia, por trabajar en unas condiciones dignas y por tener delante tuyo alumnos con interés por aprender y disposición a esforzarse. Por otra parte, quiero hacer mención de un estudio en el que intervine hace unos años con el propósito de analizar los planes de estudio de Magisterio y la formación de los estudiantes al finalizar sus estudios. Como en el Informe de la OCDE, coincidían en que habían estudiado mucho a Piaget, pero entraban en clase y se encontraban desamparados y "sin saber qué hacer". Y es que, insisto, no hay mejor fórmula para mejorar la enseñanza que un profesor ilustrado y comprometido, un ambiente propicio para el aprendizaje y un alumno con ilusión por aprender. Con estos condicionantes, la tan ansiada transmisión tendrá mayores posibilidades de éxito.

La unanimidad contra las reválidas no deja de ser ejemplo de una sociedad antimeritocrática y pusilánime como la nuestra. Si los problemas educativos no son, como exponen estos expertos, "objetivables", evaluemos lo subjetivo: la felicidad, la empatía y la inteligencia emocional. Y asunto concluido.  De paso, matemos al mensajero criticando a los medios de comunicación por escoger titulares "sensacionalistas" que suenan "competitivos", como si los malos resultados de nuestros alumnos en PISA fuera responsabilidad de quien los cuenta y no de quien los obtiene.

En cuanto a las clases prácticas, siguen los expertos especialistas dando palos de ciego. Por mucho que se asista a clase, se analice, se hagan trabajos de fin de grado... hasta que no  entras en clase y empiezas a enseñar, hasta que no te encuentras solo ante tus alumnos y debes tomar decisiones, no sabes ni de lejos en qué consiste este trabajo. Y da lo mismo si el Practicum tiene cien horas, quinientas o mil. Sobre el MIR educativo, me remito a lo que opiné cuando la ocurrencia era made in Rubalcaba.

El resto de las expertas sugerencias son más de lo mismo: tecnologías, innovación y otros lugares comunes sobre los que no vale la pena extenderse. Sin embargo, no querría dar por terminado este artículo sin referirme al comentario que, en la versión digital de la noticia, hace un lector que firma como "Alfonso González de A Coruña" y dice que es intolerable que a estas alturas del s. XXI nos encontremos con alumnos de ESO y Bachillerato completamente desmotivados porque sus profesores no saben transmitir, no motivan. Pocos casos conozco de profesores de esta etapa que sean realmente queridos y admirados por sus alumnos, mientras sí veo que la inmensa mayoría se empeñan en echar balones fuera, completar un horario y simplemente evaluar de manera arcaica. ¿Cómo es posible que en una clase de ESO de 30 alumnos haya 28 que suspendan una asignatura? ¿Es culpa del alumnado? Yo creo que no. Mientras, equipos directivos y departamentos de orientación miran para otro lado y buscan excusas que les liberen. Recuerden, señores licenciados, ESO = Educación Secundaria OBLIGATORIA!! No están educando "premios Nobel". Reproduzco el comentario en su totalidad porque mucho me temo que sería compartido por bastantes personas (incluso, esto es mucho más grave, por docentes. Y desde luego por expertos y asesores). Que es intolerable que en pleno siglo XXI nos encontremos con alumnos completamente desmotivados es algo que no pienso discutir, pero, por un lado, no creo que exista una mayor desmotivación en el alumno del siglo XXI que en el del XX; y, por otro, no puedo aceptar que la culpa de esta desmotivación sea nuestra. El desprestigio del docente y la falta de reconocimiento (la inmensa mayoría se empeñan en echar balones fuera, completar un horario y simplemente evaluar de manera arcaica) van parejos a la sobreprotección y descargo de responsabilidades del alumno (¿cómo es posible que en una clase de ESO de 30 alumnos haya 28 que suspendan una asignatura? ¿Es culpa del alumnado? Yo creo que no) y al desprecio del saber, la cultura, el conocimiento y el esfuerzo (recuerden, señores licenciados, ESO = Educación Secundaria OBLIGATORIA!! No están educando "Premios Nobel"). Con estos mimbres, perdonen que les diga, más que culparnos, deberían hacernos un monumento.

PD: Y no he respondido a la pregunta inicial. ¿Debe mejorar la formación de los profesores? Si es en el sentido del mainstream pedagógico, mejor dejémoslo estar. Si realmente se quiere mejorar la formación docente con el objetivo de mejorar la formación académica de nuestros alumnos pensando, no en el olor de las nubes, sino en la excelencia y en el fomento de la cultura y el saber como algo valioso, seguro que podremos encontrar una manera de contrastar propuestas y encontrar el camino. Solo falta decidir cuál es el objetivo.