miércoles, 29 de octubre de 2014

En nombre de la igualdad.


Cuando uno toma la decisión de huir de lo políticamente correcto, sabe bien que se expone a que los fanáticos, que no son pocos, lo anatematicen, como sabe perfectamente que este viaje es solo de ida. Porque no hay vuelta atrás en la determinación de opinar desde la absoluta libertad, sin hipotecas ni estrategias de ningún tipo, sin otra autocensura que la simple adecuación a unas elementales normas de corrección y el respeto a las posturas divergentes.

Reconozco abiertamente mis reticencias respecto a las políticas de igualdad (lo que, durante la época zapateril, algunos llamaron "igual-da"), aun a riesgo de que se me tache de lo que se me quiera tachar. Si hemos de escoger entre ser libres o ser iguales, yo me quedo con lo primero. Trataré a continuación de razonar mi postura.

No es el momento de entrar en cuestiones estrictamente educativas ni de valorar el plan para educación en igualdad y prevención en las aulas del Departamento de Educación del Gobierno de Navarra, que de momento desconozco. Tampoco de preguntar cómo se piensa trabajar la coeducación en los centros que, sostenidos con fondos públicos, separan a los alumnos de las alumnas (aunque preguntado queda). Dejaré también para otra ocasión mis dudas sobre si es responsabilidad del docente la prevención de la violencia de género. Lo que me gustaría tratar hoy es la intromisión de nuestros gobernantes, a mi modo de ver intolerable, en la libertad individual de los alumnos. Pese a que el propio plan de igualdad considera esencial (también a mí me lo parece) "garantizar en condiciones de igualdad y sin estereotipos sexistas el acceso de la mujer a todos los niveles de formación", mucho me temo que la solución propuesta ("atraer a las mujeres a las ingenierías y a títulos de FP con mayoría masculina"), además de ridícula, tiene un más que sospechoso tinte totalitario. Porque, vamos a ver, si lo que se pretende es "garantizar en condiciones de igualdad y sin estereotipos sexistas el acceso de la mujer a todos los niveles de formación", se deberán poner los medios para evitar que todo muchacho o toda muchacha que desee estudiar lo que sea que quiera estudiar pueda hacerlo, independientemente de que sea chico o chica. Pero orientar, atraer, inclinar o dirigir a unos u otras hacia determinados modelos de formación por el hecho de que sean menos masculinos o menos femeninos supone, primero, una evidente estereotipación ex contrario y, segundo, una clara restricción de la libre elección de cada cual. Pongamos un ejemplo: mi hijo quiere ser peluquero y mi hija mecánico. ¿Qué sería un problema, que no pudieran hacerlo o que no quisieran? Porque, según lo veo yo, "garantizar en condiciones de igualdad y sin estereotipos sexistas el acceso de la mujer a todos los niveles de formación" (y del hombre, supongo) significa que si mi hija quiere ser mecánico y mi hijo peluquero, ambos puedan serlo. Ahora bien, si sus preferencias son exactamente al revés, si mi hija quiere ser peluquera y mi hijo mecánico, ¿debemos atraer a la primera hacia lo segundo y al segundo hacia lo primero? ¿Y por qué razón? Señores políticos, garantizar la igualdad no es lo mismo que imponerla. No somos iguales pero sí tenemos el derecho a ser libres y decidir por nosotros mismos. Garanticen nuestra libertad y déjennos tranquilos con nuestras diferencias.
 
NOTA: Por si todavía hay quien cree que estas medidas son propias de una ideología en concreto, existe un antecedente desde la otra orilla: la iniciativa socialista en el Congreso de los Diputados mediante la que se instaba a los centros educativos a que animaran a los niños a jugar a la comba y a las niñas al fútbol. Ingeniería social en el patio de un colegio. Como alguien dijo, la estupidez es transversal. 

martes, 14 de octubre de 2014

Las recetas de José Antonio Marina o "no soy más listo por no molestar".



Ya decía Gregorio Luri que el conocimiento es un bien preciado precisamente porque es escaso. Si, para colmo, José Antonio Marina acumula casi todo, las esperanzas que pudieran quedarnos al resto de seres humanos de alcanzar siquiera un nivel intelectual digno se reducen considerablemente, tal es la capacidad del Sabio Marina. Ahora, que también les digo que tiene que ser mucha responsabilidad que Risto Mejide (ese que estaba de jurado en Operación Triunfo) te considere "una de las mentes más brillantes de nuestro país" y que tanto prestigio ("¡cuánto pesa la corona!", que decía Nicholson/Costello en "The Department") no debe ser fácil de sobrellevar. Total, que el prestigiosisísimo Marina, filósofo, escritor, pedagogo, conferenciante, investigador, empresario, floricultor y catedrático de instituto en excedencia, aseguraba, en una reciente entrevista,  tener la solución a los males de nuestro sistema educativo y prometía que, si le hicieran caso a él, en un pispás lo arreglaba y lo dejaba tan chulo que no lo reconocía ni el pedagogo que lo creó.

Antes de desvelar cuál es la clave de la cura milagrosa para nuestra desmejorada enseñanza pública, el Doctor Honoris Causa aportaba como clave científica (pueden verlo en el vídeo del programa) la experiencia del "experimento del pastelito" y se lamentaba, como abuelo, porque a su "nieto de siete años le iban a hacer estudiar análisis de las estructuras sintácticas". Después de estos dos gags, que contaron con la complicidad de un embelesado Risto, y de algunos comentarios de este que no venían muy a cuento sobre por qué quería para su hijo un centro "concertado, laico y trilingüe" (vaya cacao tiene el muchacho), llegó la hora de la verdad. Marina se ponía (más) solemne y afirmaba, convencido, que él sabía cómo "convertir nuestro sistema educativo", que es "mediocre", en un "sistema de alto rendimiento", en "un plazo de entre tres y cinco años". ¿Cómo? Pues "formando a grandes equipos directivos de los centros" y (verán qué sorpresa se llevan) "formando mejor a los profesores" porque están "muy mal formados y ellos mismos se quejan de ello".

En fin, no voy a extenderme esta vez. Si lo dice Marina, ¿quién soy yo para cuestionarlo? ¿qué puedo decir? Solo gracias, estimado colega, por aprovechar cualquier momento para salir en auxilio del profesor y de nuestro oficio. Remando todos en la misma dirección, seguro que recuperaremos el prestigio de antaño. Gracias de nuevo y que sigan los éxitos filosóficos, literarios, pedagógicos, comunicativos, empresariales y florales.
 
PD: Si prefiere no ayudarnos más, también lo entenderemos.

miércoles, 8 de octubre de 2014

Microteatro (I). El bilingüismo cazurro o el silencio de los corderos.


[Cualquier diferencia con la realidad es pura coincidencia]

Escena única (sala de reuniones de un instituto. Concurren profesores habilitados para impartir su asignatura en inglés, el Señor Director General y el Director del centro).

-Señor Director General: "Como sabéis, la educación bilingüe es el futuro. Y cuando digo futuro, quiero decir que si queréis tener futuro, más vale que estéis de acuerdo porque un profesor del siglo XXI tiene que blablablabla (...) nostálgicos, blablablabla (...), decimonónicos, blablablabla (...) innovación, blablablabla (...), creatividad, blablablabla (...),  nativos digitales, bblablablabla (...)

-Director del centro: "Sr Director, aquí todos somos plenamente conscientes de la importancia del inglés, sepa usted que tiene aquí un admirador, un amigo, un esclavo, un siervo, blablablabla (...)

-Profesor de Literatura en bilingüe (dirigiéndose al Señor Director General): "Estoo...yo es que quería comentar algo que me tiene un poco preocupado. Verá, son los chicos, que a mitad de explicación, se me pierden y tengo que pasarme al castellano para que se enteren de algo. Y la verdad es que esto ya lo tengo asumido hace tiempo, pero ahora resulta que también me responden en castellano en los exámenes y, claro, en estas circunstancias,  hablar de bilingüismo, como que me da un poco de corte. Total, que he decidido, al menos, negarme a corregir las preguntas que no se hayan respondido en inglés".

-Director General: "¿Cómo? ¿Y qué importancia tiene si contestan en castellano o en inglés? El nivel de los muchachos... pues es el que es, pero todos los exámenes deben corregirse, sin excepción, en el idioma que sea. Haga usted el favor".

-Director de centro y resto de profesores: ----------------------------------------------------
 
 
FIN.
 
NOTA DEL DRAMATURGO: No está en el ánimo del autor criticar a los profesores que imparten clase en otro idioma de la manera más honrada y profesional de la que son capaces, los cuales cuentan con todo mi respeto y tendrán sus motivos para haber asumido tan compleja tarea, sino el propio proyecto del bilingüismo, su absoluta falta de sensatez y el silencio en que muchos docentes se ven sumidos ante la simple constatación de que las cosas, cuando no se hacen bien, habitualmente salen mal.

lunes, 6 de octubre de 2014

Mamá, quiero ser experto.


En el espejo de mi habitación
flotaba un coach de buen corazón.
En vez de preocuparse por estudiar,
le daba solo por parlotear.

Ese sabio en las nubes era yo.
Y pensaba, con toda cerrazón,
que hay dos clases de gente nada más:
los expertos y todos los demás.

Sacaba ropa vieja del baúl
 y me vestía como en Hollywood.
Me hartaba de pontificar y de innovar,
presumiendo de mi verborrea sin filtrar.

Sabía de todo sin limitación
y era tertuliano de televisión.
Opinaba de todo, ¿y por qué no, jolín?,
buscaba el valor para decir:

Mamá, quiero ser experto,
¡Oh, mamá, yo quiero un complemento!
Las pieles y harapos, para los eruditos.
Yo soy un experto, ¡no me pidan requisitos!

Mamá, quiero ser famoso,
¡Oh Mamá, un gurú empalagoso!
Firmar talonarios
y en el escenario
ser empático, pasional y estrafalario.

Mamá, por favor, compréndeme:
Quiero ser experto.

miércoles, 1 de octubre de 2014

El precio justo o hablemos de baremos de concursos de traslados.


 
Cada vez que me dispongo a leer el borrador del concurso de traslados, lo hago como quien se dispone a ver una película de terror y lo hace con la mano en la cara, entreabiertos los dedos, pensando que, así, la impresión, que intuye sobrecogedora, será menor.

Casi dos "legislaturas" después del nacimiento de la Asociación de Profesores de Secundaria de Navarra, uno ya no tiene dudas de lo difícil que es, no ya cambiar las cosas, sino, por lo menos, moverlas un poco de su sitio, matizarlas, introducirles un mínimo de sensatez. Más difícil aún es hacerlo en relación con una normativa de carácter estatal, para lo que es necesario tener la posibilidad de librar batallas sindicales en unas mesas de negociación en la que la voz de los profesores de instituto ha sido siempre silenciada, situación que ha cambiado en aquellas comunidades donde sí nos hacemos oír (no toda la Galia ha sido ocupada). Porque, pese a todo, no queda otra que perseverar. Ya lo dijo mi admirado Atticus Finch: el hecho de que hayamos perdido cien veces antes de empezar no es motivo para que no intentemos vencer. Así, los obstáculos no deben ser una excusa para dejar de denunciar los abusos, los disparates y las irregularidades que surjan en este oficio tan vilipendiado. La defensa de un baremo justo, que premie al buen profesional de la enseñanza, es un objetivo irrenunciable para cualquiera que crea que la educación es un servicio público indispensable. La farragosa normativa es la primera piedra que debemos sortear, el primer intento disuasorio. Pero no hay que desanimarse sino redoblar esfuerzos y estudiar al detalle la normativa. Y en la normativa que desarrolla el asunto que hoy trato parece claro que determinados aspectos vienen fijados por un Real Decreto que no permite que las distintas comunidades autónomas alteren. Solo una posible y no tan lejana representación sindical nacional de profesores de Secundaria abriría la puerta a una posible reforma en profundidad de estos baremos*. Pero también es cierto que el Real Decreto marca unas directrices generales y unos topes máximos de valoración para los diferentes apartados, dejando un margen amplio a cada comunidad autónoma para su concreción. Y es ahí donde la Administración, en este caso el Departamento de Educación del Gobierno de Navarra, debería, de una vez por todas, dejarse de excusas y afrontar una negociación para la instauración de un baremo del que no tuviéramos que avergonzarnos. Y causa bochorno explicar que, según el baremo vigente en nuestra comunidad, observando lo dispuesto en el apartado "Otros méritos", un profesor puede permanecer diez años ocupando un cargo de libre designación en el Departamento sin  acreditar un sólo mérito en lo relativo a publicaciones, méritos artísticos o literarios, premios, exposiciones o conciertos, grabaciones... y alcanzar la puntuación máxima. En relación con el apartado "Formación y perfeccionamiento", pasa lo mismo. Bueno, no, en este caso le hacen falta menos años, solo entres seis y siete años de "desempeño de jefaturas de Unidad Técnica, Negociado, Sección...", e igual sucede si lo comparamos con el apartado "Méritos académicos", en el que cursar doctorados o posgrados, conseguir premios extraordinarios o estudiar segundas licenciaturas...te permiten llegar, "ojo, sin pasarse", a los 10 puntos, lejos todavía de los 15 que puede conseguir quien haya ocupado durante los diez años mencionados un cargo de libre designación. O sea, nada que ver con eso de la igualdad, el mérito y la capacidad.

No es la primera vez que me refiero a este asunto de los traslados pero es que es uno de los temas más escandalosos de los muchos que, en esta profesión, nos toca abordar. Estamos hablando, nada más y nada menos, que de la herramienta que utiliza la Administración para valorar los méritos de sus docentes. Si el reconocimiento se lo lleva quien ha sido "libremente designado" para ocupar una jefatura y no quien ha continuado formándose, actualizándose y forjándose una trayectoria profesional, la enseñanza que podemos extraer es muy sencilla y, al mismo tiempo, muy penosa: los méritos que pueden mejorar la situación laboral de un profesor son aquellos que no dependen directamente de uno sino de designios inescrutables (dejémoslo mejor en designios enigmáticos). Olvídense pues de estudiar y formarse. Cojan papeletas y esperen a ver si les toca un cargo mientras repiten aquello que decía Joaquín Prat: "a jugaaaaar".
 

* Este es el objetivo de la Federación SPES, constituida por asociaciones sindicales de Secundaria de Andalucía,  Aragón, Castilla y León, Cataluña y Navarra, con las recientes creaciones de SPES/Comunidad Valenciana, SPES/Región de Murcia y SPES/ Comunidad de Madrid y probables nuevas e inminentes incorporaciones.