Lucía, profesora de
Dibujo, me planteaba tres preguntas en relación con el debate televisivo del otro día.
Aunque las contesté en
su sitio, transcribo aquí tanto las preguntas como mi respuesta.
Decía Lucía:
Hola, yo soy profesora de Dibujo en
Secundaria, e intento enseñar en la práctica. Puede parecer que es fácil dado
que mi asignatura es Educación Plástica y Visual, pero en bachillerato también
enseño Dibujo Técnico en la práctica. Mi objetivo es que entiendan las
construcciones geométricas en la medida de lo posible, para que le sea más
fácil deducir cuando tienen que aplicar cada construcción ante un problema
concreto. Naturalmente tienen que aprender de memoria los pasos a seguir para
construir un pentágono, para resolver un ejercicio de tangencias, para hallar
la intersección de un plano y una recta,... pero lo memorizan haciéndolo. Les
llega al cerebro a través de la mano. No veo que sea útil memorizar los pasos
verbalmente, porque en general no se les fija y les genera hastío. Lo
importante del Dibujo Técnico es que crea conexiones neuronales. Mis preguntas
para Alberto Royo son tres: 1) ¿para qué enseña una sonata a sus estudiantes de
educación básica? De verdad, tengo curiosidad, ¿cuál es la finalidad? ¿Saber
por saber? 2) ¿Lo consigue? él tiene muy claro que su método memorístico le
funciona. Yo tengo grandes dudas de que realmente sus estudiantes aprendan
algo. Y por último 3) ¿de verdad no le parece más prioritario transmitir amor a
sus estudiantes de secundaria por la educación musical, que enseñarles lo que
es una sonata?
He aquí mi contestación:
Buenos
días, Lucía:
Me
parece un mal punto de partida preguntar para qué quiero enseñar algo a mis
alumnos. No sé qué respuesta esperas que te dé. En cualquier caso, te aclaro
que no pretendo que mis alumnos de Secundaria hagan una análisis schenkeriano o
compongan una sinfonía. Estamos hablando de explicar la forma sonata, algo
bastante elemental y que es tan sencillo de comprender como la estructura del
teatro clásico: presentación, nudo y desenlace (en música, exposición,
desarrollo y reexposición), pero no sé si esto te parece digno de enseñarse en
Literatura o tampoco. Yo creo que, en mi asignatura, conocer mínimamente las
principales formas musicales es imprescindible. No veo por qué te parece lógico
que tus alumnos entiendan las construcciones geométricas y los míos no deben
entender las musicales. “Saber por saber” me parece un buen principio, por
cierto. Pero, como creo que no te sirve, te cuento: la sonata es una forma
musical paradigmática para entender la música del clasicismo, pero también para
lo que vino después (incluso para lo anterior, porque habría que hablar de CPE
Bach o Scarlatti, en quienes se encuentra el germen de esta forma) y su estudio
nos da pie a explicar cómo los compositores románticos (Beethoven y todos esos,
no Pablo Alborán) comienzan a cuestionar la rigidez del esquema sonata
ensanchándolo y modificándolo, contraponiendo a la sencillez clásica (exigencia
del racionalismo) la emoción y la expresión de sentimientos, a través del mismo
medio (la forma sonata). No me quiero extender demasiado, pero la importancia
de la forma sonata radica en el hecho, nada baladí, de ser el primer intento de
crear una organización musical basada solo en medios exclusivamente musicales,
sin el apoyo de los recursos de la danza o la música vocal, configurando una
perfecta (y racional, claro) estructura narrativa.
Me
preguntas si consigo que mi estudiantes aprendan pero das por hecho que no
(mujer, entonces no me preguntes). Te contestaría (de hecho, te contesto) que creo
que algunos aprenden, básicamente los que ponen interés (yo pongo mucho, te lo
aseguro). Me gustaría matizar que en ningún momento he dicho que “mi método
memorístico funciona”, más que nada porque “mi método” no es “memorístico”,
o no es solo memorístico. En realidad, ni siquiera tengo “un método”. Esto no
funciona así, no hay recetas mágicas sino que uno intenta saber cada día un
poco más y aprender de la experiencia. Esta, la experiencia, es la base de toda
metodología docente. Lo que dije en el programa es que la memoria es
imprescindible. Y lo mantengo. Esto no significa que lo único que haya que hacer
para aprender sea memorizar, pues sostener esto sería una ridiculez. Pero para
entender la forma sonata, lo primero es tener clara su estructura. No es
posible ir más allá si un alumno no es capaz de memorizar “exposición,
desarrollo, reexposición”. Y, por Dios, que no hace falta tanto esfuerzo para
esto. Te prometo que, hasta ahora, no se me ha traumatizado ningún muchacho.
Por
último, en relación con "el amor" (ah, l´amour, l´amour, que decía la mofeta...) ¿Tú estás enamorada, Lucía? Si lo estás, que espero
que sí, me imagino que conocerás a tu pareja un poco y sabrás lo que te gusta
de ella. ¿O crees que es posible enamorarse de alguien a quien no conoces? Yo,
no. Pues con la música ocurre algo parecido. Y con el arte. Y con la ciencia. Y
con la literatura (todavía no he amado ninguna obra literaria antes de leer la primera
página). Es complicado amar la música sin conocerla. Ya me explicarás cómo
consigo que mis alumnos sientan la misma pasión que yo por la música si no
puedo enseñarles sus fundamentos. Termino, Lucía, dejándote esta deliciosa interpretación
de Alicia de Larrocha en la que podemos escuchar, casi como si tuviéramos
delante la partitura, las distintas secciones de una conocidísima sonata de Mozart.
Un saludo.
Un saludo.
Alberto.
De las tres preguntas que me hacía Lucía, ninguna de las cuales tiene
desperdicio, la más grave es la primera: “¿para qué”? Esta idea de la “utilidad”
del conocimiento me preocupa, primero, porque no creo que el conocimiento deba
valorarse en función de su utilidad y, segundo, porque lo que para mí puede ser
útil, quizás no lo sea para Lucía, por ejemplo. Dejando a un lado que Lucía parece
tener claro que conocer las construcciones geométricas es importante, pero no
las musicales, me inquieta que una persona adulta y, además, docente, me haga
la misma pregunta que mis alumnos: “¿Y esto para qué sirve?”. Me inquietaría
tanto como si la pregunta fuera: “¿Esto entra para el examen?”. Estas
reticencias son admisibles en alumnos adolescentes pero impropias, según mi
punto de vista, de alguien maduro y que se dedica a la enseñanza. Me recuerdan al
que, sin duda, es uno de los males de nuestro tiempo: la obligatoriedad de que todo
tenga una aplicación aparente inmediata. Por eso se desprecian las humanidades,
la filosofía, el pensamiento, la reflexión…, por eso la Ley Wert habla de “empleabilidad”,
y por eso, desde que la LOMCE
entre en vigor, de entre los pocos contenidos que nos quedan, se seleccionarán
los que, a juicio de los “expertos”, garanticen
un beneficio económico (esto es, sean “útiles”) mediante una nueva purga que
permita desinfectar la educación de los contenidos de asignaturas como la mía
(y como la de Lucía) porque, Wert dixit, “distraen”. La Real Academia , que entiende
el concepto “útil” de una manera mucho más amplia que Lucía, Wert o Sebastián
Barajas (“¿y qué más da lo que dijo Unamuno?”, se preguntaba en el debate del
jueves), lo define como aquello que “trae o produce provecho, comodidad, fruto
o interés”. Parece, entonces, que no se puede, en rigor, distinguir entre conocimientos
útiles e inútiles.
Me gustaría ahondar un poco más en relación con la en absoluto despreciable alusión al amor, pero será en otra ocasión.
A lucía habría que recomendarle la lectura, si es que lee, de La utilidad de lo inútil, de Odine, en Acantilado. Coincido plenamente contigo, compañero. Me parece increíble que la enseñanza esté en manos de estas personas que demuestran en cada una de sus intervenciones una profunda incultura e ignorancia. Un profesor sabe, es experto y enseña. Enseñar es tan difícil como aprender, qué duda cabe. Pero se enseña desde el conocimiento. El problema es que se dejó entrar a demasiadas personas desconocedoras en una profesión en donde el conocimiento debería ser bandera. Yo, desde mi posición, resisto a estas teorías de la secta pedagógica, teorías que calan en quienes no leyeron cuando fueron estudiantes y no lo han hecho al llegar a la profesión docente. Personas a las que les cuelan cualquier teoría estúpida porque no tienen argumentos para contrarrestarlas y que se mueven al son de las modas neopedagógicas. Ahora están bailando competencialmente, y me juego la mano a que ni siquiera han leído los textos que fundamentan esas teorías. Qué barbaridad. Lo dicho. Yo sigo resistiendo y mofándomen de todos estos ignorantes.
ResponderEliminarUn saludo.
Gracias por tu comentario, José María. Es preocupante, sobre todo, que la formación de los futuros maestros recaiga en esta gente. Sin llegar al extremo de pedir la clausura de las facultades de pedagogía, como sugirió el amigo Xavier en un debate anterior en el mismo programa, solo se me ocurre como razón para mantenerlas la selección del profesorado en función de su experiencia en el aula y de sus conocimientos en relación con su especialidad. De otro modo, lo de los "expertos" no deja de ser un timo porque ya me dirás cómo se puede ser experto en educación sin haber padecido la experiencia de impartir clase en un aula de secundaria. Estoy muy de acuerdo en lo que dices: no hay manera más eficaz de garantizar la calidad del profesorado que establecer un sistema de ingreso en la función pública duro y exigente, acorde con la responsabilidad social del docente. Pero claro, si partimos de que lo importante no es que el profesor sepa, qué más da todo lo demás. Un saludo y espero leerte más veces por aquí.
EliminarEsto es alucinante. Ahora Lucía debería pasar por este blog, dar la cara y explicarse. Por si lo hace, le comunico que en mi blog (La garita del guachimán), he puesto yo unas preguntas para ella. La invito a verlas y responderlas.
ResponderEliminarNo sé si irá Lucía pero yo me paso enseguida, Pablo.
EliminarEnhorabuena por el brillante artículo, Alberto. Cada vez me engancha más la profundidad de tus razonamientos, lo bien que tejes la argumentación y, por qué no decirlo, la extraña habilidad que muestras a la hora de concitar en torno tuyo a tanto malandrín, a tanto polizón del buen enseñar. No sé que les/las das, pero parece que te van todos a la yugular. Esta misma mañana en el insti, el profe de Dibujo (¡caramba, qué coincidencia!) me ha estado explicando que desde que les proyecta a los alumnos las teorías y las prácticas en una pantalla a través de su ipad de última generación, las calificaciones se le han disparado, amontonándosele los sobresalientes donde antes no había más que suspensos muy bajos. El poder de las TIC, proclamaba una y otra vez, casi poseído. Yo, por mi parte, no pude más que contraponer un hecho que me ha ocurrido últimamente: en la primera evaluación dejé a varios alumnos suspensos con una nota de 4,9. Hablé con ellos y les invité a esforzarse para mejorar y poder aprobar. Sin cambiar la metodología, pero incrementando (diríase doblando) la carga de trabajo personal, he descubierto que ellos, y bastantes más, se han reenganchado al ritmo de las clases con muchísimo interés, traen hechos todos los montones de ejercicios que les preparo y trabajan a destajo. Su rendimiento es mayor y sus resultados van mejorando. Yo sólo les doy fotocopias, sin TICs ni nada por el estilo. Creo que no necesito plantearte la disyuntiva de proponía Mark Knoppfler en su famosa canción "Industrial Desease": en Speaker's Corner hay dos individuos subidos en cajas de fruta predicando; ambos dicen que son Jesucristo, obviamente uno de ellos miente". ¿Quién de los dos miente con sus resultados, el tío del ipad o el tío de las fotocopias?
ResponderEliminarLe has dado un buen repasito a la amiga Lucía, sin duda acólita de tus inolvidables "amigos" Acaso y Barajas. Y de tantos otros pedogogos. Felicidades, pues. Y ánimo, que podremos con ellos.
Manuel, muchas gracias por tus palabras. El ejemplo extraído de la canción Mark Knoppfler es magnífico. Creo que lo que cuentas es una muestra de lo que un buen profesor debe hacer, así que enhorabuena. Un abrazo
EliminarPor cierto, y perdón por la insistencia, olvidé hacer mención a lo mejor de la entrada: la aguda sutileza a la hora de tratar el tema del amor. Sin embargo, y sin ánimo de chafar, mucho me temo que la tal Lucía no será capaz de apreciar esa obra de arte. No se hicieron las margaritas para el hocico de ciertos bichos...
ResponderEliminarHablaremos del amor y la pasión más adelante, Manuel. Gracias de nuevo. Ah, por cierto, en efecto, creo que Lucía es colaboradora o admirador de María. Oye, ningún problema con esto, ¿eh?, cada uno admira a quien quiere...
Eliminar