miércoles, 25 de junio de 2014

Imputada o condenada, ¿he ahí la cuestión? Pues no. Maleni, la última patriota.

 
Magdalena Álvarez ha dimitido como vicepresidenta del Banco Europeo de Inversiones. "Mi dimisión", ha asegurado la ex ministra, ex consejera de la Junta de Andalucía y ex eurodiputada, "nada tiene que ver con la situación de imputada (...), sino porque se está haciendo un daño irreparable al BEI, a mí misma y a España". O sea, que el abandono es algo así como un servicio al país (después de al banco, claro). "Me gusta luchar por lo que es justo pero todo tiene un límite", ha añadido, antes de dejar claro que no tiene nada que ver con el mal uso del dinero" y que "tenía la misma posibilidad de hacer mal uso del dinero que de matar a Kennedy".

Es perfectamente entendible que una ciudadanía harta del despilfarro, el mangoneo y el nivel de corrupción política pueda perder de vista que, y así lo ha defendido Maleni en uno de sus contados momentos de lucidez, estar imputado y estar condenado no es lo mismo. Ahora bien, para no dejarnos nada, digamos también que cuando se imputa a alguien es porque se tienen sospechas de su implicación en la comisión de un delito (en este caso, los ERE de Andalucía). Maleni no ha sido llamada, pues, como testigo y, a pesar de que tiene todo el derecho a la presunción de inocencia, puesto que no solo no ha sido condenada sino que, además, podría ser declarada inocente en el que caso de no poderse probar la comisión del delito, indicios de malversación y prevaricación en su actuación como consejera de Hacienda, entre 1994 y 2004, existen, así que rasgamientos de vestiduras, los justos.

Pero, imputaciones o condenas aparte, lo que a mí me resulta escandaloso es que una persona con este nivel (y no me refiero al nivel académico, pues la Sra Álvarez, aunque sorprenda, porque sorprende, se supone que lo tiene, sino a su nivel político, a su nivel de oratoria -quién no recuerda sus explicaciones del accidente de Barajas-) haya podido desempeñar cargos públicos de responsabilidad. Y, por encima de todo, la dudosa ética de quien, ante una imputación como esta y en una situación como la que tenemos, no es capaz de encontrar otra salida que lamentarse porque "otros", dice, "quieren el puesto". Iba a escribir que esto no dice mucho de un país. Pero es todo lo contrario: dice muchísimo.
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NOTA: Ya publicada esta entrada, me entero de la dimisión del eurodiputado de Izquierda Unida, Willy Meyer, después de haberse conocido que había participado en un fondo de pensiones privado gestionado por una sicav en Luxemburgo, en nombre del Parlamento Europeo. Aquí tenemos otra modalidad de dimisión: la "dimisión digna", la del sobrao que se pone estupendo y pretende que se le aplauda por su gallardía, como si hubiera que conceder mérito a quien no hace sino lo que debe y ni siquiera eso, pues lo hace obligado por las circunstancias. Hay que decir que Meyer ha asegurado que no sabía nada de que el fondo lo gestionaba una sicav. Como la infanta.

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