Un compañero, y en este caso también amigo, profesor en Andalucía, dedica a Cuaderno de un profesor estas bellas palabras:
Voy a hacer una pequeña recomendación literaria. No es una novela ni un ensayo, es simplemente un cuaderno de un profesor, en este caso, el de un buen profesor de música: Alberto Royo.
En sus poco más de 200 páginas, nos relata sus vivencias diarias durante un curso académico entero. No es un anecdotario, ni unas anotaciones reflexivas. Es simple y llanamente el trabajo diario durante su jornada lectiva en un instituto de enseñanza público en su materia y en sus grupos de docencia. Eso sí, dándole, como no podía ser de otra forma, su enfoque personal (el cual comparto casi al 100%) de por qué ocurren las cosas que pasan.
Al leerlo, da igual que seas profesor de música, de filosofía o de matemáticas. Todo es realmente familiar. Si le cambias las corcheas, la polifonía o el Barroco de Händel, por un polinomio, una estructura semántica o el empirismo de Hume, el panorama es el mismo. La situación geográfica también es indiferente, estés en Navarra, en Madrid o en Lebrija. Sólo cambia el acento, pero como éste lo pones tú al leer, queda de lo más real.
Estamos hartos de que todo el mundo opine de nuestro trabajo, de nuestra “falta” de formación o de nuestra nula implicación en la educación de nuestros alumnos. Una legión de nuevos “pedagogos” y “expertos educativos” nos dicen día si y día no cómo tenemos que “cambiar” nuestra forma de enseñar, o, como ellos lo llaman, “desarrollar el aprendizaje”.
La lectura de este libro os ayudará a entender cuál es realmente el día a día de un profesor, sin florituras léxicas ni profundos estudios psicopedagógicos.
Leer cómo cuenta en primera persona algo que todos los profesores hacemos, o hemos hecho, es casi terapéutico porque, como me imagino que pasará en todas las profesiones, el “yo te entiendo” es común cuando se comparte una profesión, pero en el caso de la educación, donde todo el mundo opina, mangonea y decide, sin preguntarnos, detallarles el asunto, siempre es bueno.
Por otro lado, la lectura, te lleva a apreciar (cosa que yo siempre he hecho) una de las asignaturas que por desgracia y por ignorancia, se ha metido en la odiosa clasificación de las “asignaturas marías”. Agradezco a Alberto que dignifique una materia tan necesaria y útil, y de la forma como se ha de dignificar cualquier rama del conocimiento, con exigencia, cultura y profesionalidad.
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