martes, 29 de abril de 2014

De repetidores y autocomplacencias.

 
Ayer me invitaron a participar en una breve conversación con un psicólogo en el magacín "Euskadi hoy", de Onda Vasca. El propósito era charlar sobre la repetición de curso. Aunque el tema da mucho de sí, dejo aquí unas pocas reflexiones anteriores y posteriores al programa, algunas de las cuales  traté de exponer en el mismo, además de unas cuantas observaciones sobre una noticia que había pasado por alto en la que el Consejero de Educación navarro, José Iribas, se pavoneaba (y no es la primera vez) del "nivelazo" de la enseñanza navarra. Vayamos pues con el primer asunto.
 
  
Hoy día está muy, pero que muy mal visto, que un profesor "arroje" a un alumno, suspendiéndole su asignatura, a la repetición de curso, porque ello le podría causar algún tipo de trauma incurable. No importa si el alumno ha suspendido tres, cuatro o todas las materias, ni si es un "nota", un pre-delincuente o un muchacho que sencillamente ha hecho una mala (di) gestión de su adolescencia y, ofuscado, ha perdido el curso. La cosa es que mandar a un alumno a repetir parece poco menos que de "yihadistas educativos". Es frecuente que quienes afean la pérfida y segregadora conducta del profesor que se niega a aprobar a un chico para evitar que sea "estigmatizado", defiendan la promoción automática frente a la supuesta ineficacia de la repetición, pretendiendo así proteger a unos alumnos a los que, en el fondo, se está perjudicando gravemente. Me explicaré.

¿Es beneficioso repetir curso? Depende. Para quien no quiere estudiar, repetir curso es tan perjudicial como seguir escolarizado y en las mismas condiciones que sus compañeros. Lo que hay que hacer con el alumno que no quiere estudiar es buscarle alternativas (una diversificación real) que no tienen por qué ser las mismas que las de los demás ni llevar al mismo fin. ¿A qué alumnos, entonces, puede venir bien repetir? A aquellos que, en principio, quieren estudiar pero, por los motivos que fuere, no han podido asimilar los contenidos del curso, situación que dificultará (y casi seguro impedirá) que puedan asimilar contenidos más complejos en el siguiente curso. Es muy probable (cualquiera que tenga una mínima experiencia docente sabe que es así) que estos alumnos que promocionan de forma automática se desenganchen desde el principio del curso al que han accedido con la ristra de suspensos y terminen siendo lo que los modernos llaman "alumnos disruptivos". Y es que la promoción automática es, sin ninguna duda, uno de los mayores disparates de nuestro sistema educativo; de ahí el triste dicho: "Si matriculas a una cabra en 1º de ESO, seguro que llega a 4º". Autores del prestigio y la experiencia de Gregorio Luri han defendido la repetición de curso. Luri ha afirmado de forma nada ambigua que "la repetición de curso a tiempo puede evitar un ulterior fracaso escolar". Y, sobre todo, "en la etapa de Primaria y en edades correspondientes a fases muy concretas del proceso de maduración intelectual del alumno, como en 3º de Primaria".

La realidad incontestable es que agrupar a alumnos capaces y esforzados con otros que ni pueden ni quieren seguir el ritmo de los primeros y que acuden a clase con un currículum de suspensos de record guiness tiene unas consecuencias desastrosas que, eso sí, viene de perillas a los jerifaltes educativos y a los políticos para mejorar los porcentajes y sacar pecho.

Volviendo con nuestro gozoso y satisfecho Consejero de Educación foral, que afirmaba el otro día que Navarra está "en la Champions de la educación" (por cierto, algo muy parecido dijo en su día Zapatero de nuestra economía, no digo más), hay que volver a insistir en que los profesores (y solo los profesores) conocemos la situación real de la enseñanza. Y sabemos que nuestro sistema tiene carencias flagrantes, también en nuestra comunidad. Pese a que, gracias al esfuerzo de los docentes, siguen saliendo alumnos preparados de la escuela pública, los problemas de expresión y comprensión lectora, por poner un ejemplo de singular trascendencia, son más que evidentes. Y cualquier profesor lo constata a diario. Pero estos problemas no surgen de pronto en la Secundaria sino que vienen de atrás, ya que se empieza a leer y a escribir en Educación Infantil. Que haya alumnos que presenten dificultades de este tipo cuando llegan al instituto, con doce años, es algo que debería hacer reflexionar a nuestros dirigentes educativos y llevarle a pensar que cualquier reforma educativa pasa necesariamente por una remodelación desde las primeras etapas.

Pero también los profesores debemos hacer autocrítica porque, aunque defendemos con vehemencia un sistema educativo riguroso y de calidad,  todos, en un momento u otro, más o menos presionados, hemos cedido y consentido el mercadeo de las sesiones de evaluación. Mal haríamos en negar esta contradicción porque, si algo no es discutible, es que el docente debe calificar a sus alumnos en función de su esfuerzo y de lo que demuestren, vaya esto en detrimento o no de los planes de la administración educativa que, seamos claros, está mucho más preocupada por las estadísticas que por la formación real de los alumnos. Me gustaría incidir, para terminar, en la presión que se ejerce desde la administración, desde el propio centro  y también por parte de muchos padres, para evitar una repetición de curso. Hoy día, la imagen (por lo tanto, las estadísticas, por lo tanto, la mal llamada "calidad") puede más que el sentido común y la responsabilidad. Y ese es un lujo que, especialmente en la enseñanza, no nos podemos permitir.
 
 

jueves, 10 de abril de 2014

Padres y profesores. De fracasos y responsabilidades.

 


No son tiempos propicios para la templanza. Es habitual que muchos profesores nos sintamos en el punto de mira, culpables oficiales de un sistema que no hemos diseñado y acerca de cuyos fundamentos ni siquiera se nos ha preguntado. Y aunque los docentes somos, por lo general, gente razonable, a cada poco nos vemos obligados a salir al paso, dialécticamente armados, para defendernos. Porque lo cierto es que nos llueven bofetadas desde todos los ángulos. No me referiré hoy a la clase política ni a los vendedores de pócimas pedagógico-milagrosas, sino a los padres. Aunque mis hijos son todavía pequeños, espero, de verdad, que mi doble condición de padre y profesor me faculte para evitar actitudes como las que a veces encuentro en algunos padres. Lo que hoy escribo está motivado por un artículo publicado en Diario de Noticias titulado "¿Fracaso es colar o sistema educativo fracasado?", firmado por Ainhoa Arburúa y con afirmaciones tan desafortunadas como injustas.
 
Podríamos discutir sobre cuál debería ser la finalidad del sistema educativo o sobre el fracaso escolar. Podría intentar convencer a Ainhoa de que el sistema educativo actual no es, como cree, "el gran filtro donde separan el grano del despojo" o "el buen estudiante del mediocre o el malo", pero que quizás debería serlo, pues la propia vida, inevitablemente, va a ejercer de filtro y mal haremos en ocultar a nuestros alumnos esta realidad y escamotearles el entrenamiento apropiado. Pero dejaremos ese debate para otra ocasión. De las desatinadas afirmaciones de la Sra Arburúa, hay una realmente inaceptable: "la mayoría o una gran parte del profesorado de la actualidad están en la enseñanza de rebote pues no tenían trabajo en lo suyo pero como son licenciados ... -en la enseñanza sí hay lugar para todos si lo acreditas con un título-. La vocación brilla por su ausencia, única motivación de este profesorado: sueldo al final de mes". No sé a cuántos profesores conoce , Sra Arburúa, como para asegurar que a la mayoría únicamente nos preocupa el sueldo y estamos en la enseñanza de rebote. En la enseñanza, al menos en la pública, no basta con acreditar un título; es necesario preparar una oposición (y ganarla para tener un puesto fijo). Permítame, además, que le diga que no creo que usted trabaje gratis ni que por ver remunerada su ocupación la ejerza de forma poco profesional.
 
Dejando a un lado esta irracional y aparatosa embestida, debo decir, en respuesta a su reivindicación ("que todos tengan un lugar en el sistema educativo porque todos tienen derecho a buscar un lugar en el mundo"), que no se puede negar a nadie el derecho a ocupar su sitio en el mundo pero no podemos pretender que todos los alumnos lleguen al mismo punto porque la única manera de conseguirlo (y ya conocemos las consecuencias) es acercar la línea de meta hasta donde haga falta, colocándola, si es preciso, a continuación de la de salida. El resultado será similar, pero también fraudulento y desde luego nada equitativo.  

"No existe el fracaso escolar sino un sistema educativo fracasado y trasnochado", sostiene Ainhoa Arburúa. Que el sistema no es el adecuado, no se lo niego (pese a lo cual, y gracias a los profesores, siguen saliendo de la escuela jóvenes con preparación) pero negar el fracaso escolar, negar la posibilidad del fracaso, en general, es hacer un flaco favor a nuestros alumnos e hijos. Y es aquí donde debemos pedir a las familias que cumplan con su papel y que no hagan recaer en la escuela responsabilidades que exceden su función. Y, muy especialmente, colaboración para inculcar hábitos y obligaciones, porque querer a un hijo no significa impedir que deje de ser niño sino precisamente ayudarle a madurar escogiendo lo provechoso antes que lo cómodo.

Se están celebrando estos días en Pamplona unas Jornadas de la Asociación Navarra de Pediatría. El Presidente de esta Asociación, Raimon Pèlach, se expresaba con meridiana claridad al afirmar que no es que hoy los niños tengan "más problemas psicológicos" sino que "socialmente asumen menos responsabilidades y están sobreprotegidos". "El niño", explica el pediatra, "no quiere frustrarse, le cuesta. La sociedad es blanda con estos niños. Generalizando se puede decir que hay malos hábitos educacionales y poca asunción de responsabilidades. Claro que hay niños desprotegidos, pero eso es otra cosa. Ahora hablamos de estrés emocional: un día es por el cumpleaños y otro por la comunión: qué me regalarán, quién vendrá...". Según Pèlach, el principal factor de influencia en el aumento del "estrés emocional" es que nuestra sociedad se ha convertido en "una sociedad sobreprotectora pero no disciplinada", advirtiendo de que "se están negociando cosas innegociables". Si esto lo dice un profesor, es tachado de reaccionario. Espero que, viniendo de un pediatra, se tenga en consideración.
 
 

jueves, 3 de abril de 2014

Más sobre PISA y la Gomendio. A la caza del profesor.

  

¿Recuerdan aquel capítulo de Bugs Bunny titulado “Temporada de conejos, temporada de patos”? Elmer salía al bosque una vez iniciada la temporada de caza y Bugs Bunny y el Pato Lucas se veían obligados a recurrir a su ingenio para salvar el pellejo, confundiendo al “pobre” Elmer al intercambiar continuamente el letrero “Temporada de patos” por el de “Temporada de conejos”y terminar sustituyendo ambos por otro que decía: “Temporada de Elmer”. Aquí, en el mundo real, y más concretamente en la enseñanza, no hay duda de que se ha abierto la temporada de caza. Pero el objetivo no es un pato ni un conejo; es el profesor. Explicaré a continuación los motivos de tan pesimista consideración.

Se ha hablado ya bastante de los resultados del Informe PISA, ese que cada tres años nos saca los colores. No es momento ahora de analizar por qué los resultados son malos sino de salir al paso, por dignidad profesional, de las penúltimas declaraciones de un político atacando, menoscabando, insultando y desprestigiando a los profesores (en este caso se trata de la Sra Gomendio, Secretaria de Estado de Educación). Vale que los medios prefieran, con demasiada frecuencia, pedir la opinión de vendedores de humo, charlatanes, supuestos expertos y extravagantes innovadores antes que la de los docentes (e incluso cuando a estos la solicitan, siempre en minoría y como elemento discordante y polémico a nuestro pesar). Vale que algunos piensen que trabajamos poco, nuestros alumnos nos importan un bledo y tenemos demasiadas vacaciones. Pero que los políticos, sin excepción, nos echen públicamente la culpa de la mala salud de nuestro sistema educativo, por ahí sí que no paso.

Según esta señora, en teoría una persona con capacidad intelectual, bióloga, ex-investigadora del CSIC y autora de una tesis sobre la reproducción de primates (sobre esto no diré nada), “el modelo vigente” pone “todo el énfasis en el aspecto memorístico del conocimiento”, lo que significa que esta Secretaria de Estado podría serlo por el PP como por el PSOE, pues es de todos conocido el desprecio de la memoria por parte de “la izquierda” (entrecomillo porque no tengo nada claro que hoy día exista realmente una izquierda). En cualquier caso, sea Gomendio de derechas o de izquierdas, su declaración es una estupidez por dos motivos: el primero, porque es falso que el “sistema vigente” (la LOE, descendiente directa de la LOGSE) ponga el énfasis en el aspecto memorístico del conocimiento y el segundo, que la solución a los males de nuestro sistema educativo no pasa por suprimir la ejercitación de la memoria sino, entre otras muchas cosas, por recuperar su valor.

Pero contradicciones políticas y opiniones absurdas aparte, lo grave de las manifestaciones de quien ostenta el cargo, nada menos, que de Secretaria de Estado de Educación, es, como decía más arriba, que endose la responsabilidad de estos resultados a unos profesores que hacemos lo que podemos a pesar de los políticos y sus asesores, a pesar de la perseverancia de unos y otros en modelos fracasados, erróneos y nocivos que abocan a la ignorancia (quizás es lo que se pretende) a nuestros jóvenes. Seguro que nadie pensaría que los profesores de autoescuela son los culpables de los accidentes en carretera. O que los médicos tienen culpa de que un ciudadano enferme. Pues ya ven, los profesores tenemos la culpa de los resultados académicos. Aquí no importa si el alumno quiere aprender o no. No importa si el sistema lo favorece o lo obstaculiza. Si los resultados no son los esperados, acusen al profesor. Así, la especialista en primates denuncia la “metodología anticuada” de los docentes, amenaza con, perdón, anuncia la puesta en marcha de “una plataforma digital para ofrecer cursos de formación a los profesores en competencias pedagógicas innovadoras” y reivindica “el desarrollo del pensamiento crítico y creativo, que es lo que valora el mercado". Resumiendo, que los profesores no sabemos enseñar porque estamos obsoletos pero ellos, los políticos, lo solucionarán enseñándonos a ser innovadores y creativos. Señora Gomendio, a ver cómo se lo digo: Los profesores sabemos muy bien hacer nuestro trabajo. Déjennos ejercerlo. No nos insulten. Pongan los medios para que podamos enseñar en condiciones. Confíen más (o algo) en nosotros y menos en su “mercado” y hagan un esfuerzo por comprender que nadie puede desarrollar un pensamiento crítico sin conocimientos, sin memorización y sin exigencia y reconozcan, todos ustedes, políticos de todos los partidos, que cuando dicen “pensamiento crítico” quieren decir “pensamiento único”. Hasta que no modifiquen sus esquemas mentales y admitan que el conocimiento es dificultoso y que el objetivo de la enseñanza pública es transmitir conocimientos para formar ciudadanos, esto no tendrá arreglo. Y no esperen que los profesores asumamos una culpa que les corresponde solamente a ustedes. Nos defenderemos y recurriremos, como Bugs y Lucas, al ingenio o a lo que sea necesario. A lo mejor, algún día, les toca responder a ustedes.

miércoles, 2 de abril de 2014

Más Informe PISA y más estupidez.


Acaban de publicarse los resultados PISA sobre resolución de problemas cotidianos. Otra vez son malos, claro. No voy a entrar ahora a valorar si debemos rasgarnos las vestiduras porque un alumno no sepa configurar un termostato y menos aún ("hoy no toca", que diría Mr Ansar- o “ya… tal”, que diría Marianico-) las idiotas embestidas de la Señá Gomendio, Secretaria de Estado de Educación, contra los profesores y su metodología (dice la Gomendio que “el modelo vigente” pone “todo el énfasis en el aspecto memorístico del conocimiento”, que esto lo va a solucionar la LOMCE y que nosotros debemos “liderar el cambio real” -lagrimones me caen, pero de angustia-). Lo que sí voy a hacer es quedarme con la conclusión de dos sindicatos con implantación nacional, es decir, con la valoración de quienes, supuestamente, deben defender la calidad de la enseñanza y a sus profesionales (aclaro que hablo de los docentes, no sea que alguien piense que me estoy refiriendo a los “expertos"). Estos sindicatos son: ANPE y Comisiones Obreras.  Según su propia autodefinición, el primero es “independiente” y el segundo “obrero”, o sea, de izquierdas (lo que, sin ninguna duda, hace más rocambolescas si cabe sus declaraciones). En declaraciones a la Agencia Efe, el Presidente de ANPE, Nicolás Fernández Guisado, ha señalado que el sistema educativo lleva “cuatro años sufriendo recortes y congelación de plantillas”, por lo que así es difícil “innovar educativamente”. Por su parte, el Secretario General de la Federación de Enseñanza de CCOO, Francisco García, considera que la LOMCE “pone el énfasis en los contenidos” y es “una vuelta a aprenderse el nombre de los ríos” y no ayuda a una educación del siglo XXI.

Veamos: como ANPE parece no haberse molestado en profundizar mínimamente y ha acudido al socorrido (y falaz) “lo que hace falta es más inversión”, mejor ni lo comentamos. Vayamos con CCOO, que tampoco es que se haya matado a razonar, pero ha tenido, eso sí, la habilidad de criticar la LOMCE (es decir, defender la LOGSE) con un argumento surrealista: “el énfasis en los contenidos”. Será en algunos contenidos, digo yo, porque otros, para la LOMCE, no hacen más que molestar. En cualquier caso, lo más tontaina de las declaraciones del representante de CCOO es eso de la “vuelta a aprenderse el nombre de los ríos” que, por lo visto, no encaja en lo que, según algunos, debe ser “la educación del siglo XXI”. Así que los nombres de los ríos no hay que aprenderlos. ¿Y los de las comunidades autónomas, esos, tampoco? ¿El nombre tu ciudad, debes conocerlo? ¿Y tu propio nombre? Pero, ¿qué entiende esta gente que debe ser la enseñanza? Ya no es la lista de los reyes godos, ahora son los ríos. ¿Y nos extrañamos de los resultados? Ya dijo Unamuno que la tontería es el mayor enemigo de la civilización. Qué razón tenía.