Finalizadas las jornadas, tengo que decir que Barcelona sigue siendo una ciudad estupenda y que ha sido un placer pasar unos días aquí, charlar sobre educación e instruirme con personas que de esto saben mucho. Me ha gustado conocer a José Manuel Lacasa y asistir a su magnífica ponencia (¡qué difícil es rebatir los datos!) y a otros colegas a quienes no conocía; haber podido saludar en persona a compañeros a los que solo conocía de forma virtual; volver a ver a amigos y camaradas en la batalla educativa o escuchado las siempre doctas lecciones de Maese Luri (enhorabuena, por cierto, a los anfitriones por la organización y la hospitalidad).
Un viaje ciertamente provechoso en el que he tenido la oportunidad de visitar Plataforma y pasar un rato muy agradable con Jordi Nadal y María Alasia (que tuvo la amabilidad de asistir a mi conferencia), tan afectuosos como siempre y llenos de entusiasmo.
Por supuesto, paseé por la ciudad y pasé por la calle en la que hace años (¡quince!) viví. Y no faltó la atención al apartado gastronómico (no solo de mesas redondas vive el hombre).
... y además he aprendido la importancia de "agremiarse".
Mañana viajo a Barcelona para
participar en las IV Jornades de Secundària "Modes i tendenciès
educatives". El viernes tendrá lugar mi conferencia, titulada
"Tradición y posmodernidad. La nueva pedagogía y el efecto placebo".
El sábado por la mañana estaré en la mesa redonda.
Me apetece
mucho volver a una ciudad en la que viví durante un año, cuando aún era
estudiante, la "ciudad de los prodigios" que relató
Eduardo Mendoza, la que inspiró a Juan Marsé y a Vázquez Montalbán, una ciudad que ha
visto nacer a artistas como Gaudí, a historiadores como Javier Tusell, a compositores como Fernando
Sor o a cineastas como mi admirada Isabel
Coixet... la ciudad a la que homenajeó Jacinto Verdaguer, el poeta a quien
recurrió Manuel de Falla para su ópera póstuma, "L' Atlàntida".
Hablaremos
pues de educación, de modas pedagógicas, de la sorprendente confrontación entre
innovación y tradición, del presente y futuro de nuestra enseñanza pública, en un lugar
tan apropiado como el l'Il.lustre. Col·legi de Doctors i Llicenciats de Catalunya.
Seguro que
será fructífero y disfrutaré de la ciudad, de las jornadas y de la conversación con buenos amigos.
"Con nosotros viaja el sueño y la novedad, la alegría, la sorpresa y el carnaval. Todos juntos iremos allá, todos juntos. Quien compra nuestro billete, compra la felicidad".
¡Cómo lo vieron venir, Gurruchaga y compañía, cuando cantaban aquello de "Viaje con nosotros si quiere gozar"! Estaban hablando de educación. Seguro. De la educación de hoy, la del 2015, la que "se lleva", la que está en boga... pero lo cantaban en 1980. Y eso tiene su mérito. Compañeros y compañeras, colegas y colegos: la instrucción pública... ha muerto. Ha nacido la "nueva educación". Esta nueva educación se rinde, por fin, a los deseos del alumno y a sus legítimas e incuestionables aspiraciones a ser Feliz. Cooperativa e innovadora, utópica y carnavalesca, la ejemplifica a la perfección la Mondragon Unibersitatea (Orkesta).
Debe ser Mondragon especialmente propicio para los hallazgos y las novedades pedagógicas. Quizás se deba a la impronta que dejó el descubrimiento en esta villa guipuzcoana del resto humano más antiguo encontrado en el País Vasco, o la creación de vías mercantiles durante la Edad Media que ya demostraban un incipiente espíritu emprendedor, o la floreciente industria del hierro desde los siglos XVI y XVII, o el más moderno cooperativismo que guarda relación con entidades bancarias, previsiones sociales y, claro está, con la enseñanza. No lo sé. El caso es que la Mondragón Unibersitatea refleja muy bien los ¿nuevos? aires que soplan en eso que todavía llaman educación. Lean esta entrevista a su rector, quien asegura que "lo más importante del sistema educativo es el alumno (hosannaenelcielo); ni los contenidos (puaj) ni los profesores (grrr)". Su máxima: “el estudiante debe disfrutar aprendiendo” y para ello es preciso “motivarle”. ¿Qué mas? Pues esto: Learningbydoing, innovación, tecnología, talento, autocomplacencia ("tenemos los mejores jóvenes de la historia de Euskadi"), polivalencia curricular ("ya no basta con enseñar. Se trata de involucrar a los estudiantes para que aprendan"), arrojo ("hay que ser atrevidos a la hora de enseñar" -y tanto-), contemporaneidad ("todo cambia diariamente")...
Pues eso, que con nosotros viaja el sueño y la novedad, la alegría, la sorpresa y el carnaval. Quien compra nuestro billete, compra la felicidad. Matricúlense en la Mondragon Unibersitatea Orkestra, que además tiene, dicen, "vocación social".
Todos
recordarán la desternillante escena de la bruja en la película "Los caballeros
de la mesa cuadrada". Puesto que es memorable, la transcribo a
continuación:
Campesinos:
- ¡Tenemos una bruja! ¡Tenemos una bruja! ¡Tenemos una bruja! Hemos encontrado
una bruja. ¿Podemos quemarla?
Caballero
que suelta una paloma con un coco atado a una pata: - ¿Cómo sabéis que es una
bruja?
Turba: - ¡Parece una bruja!
Personaje
que aparentemente ejerce de líder de la masa: - ¡Porque se le nota! ¿No lo veis?
Caballero:
- Pues traédmela.
Mujer
acusada: - ¡No soy una bruja! ¡No soy una bruja!
Caballero:
- Es verdad. Estás vestida de bruja.
Acusada:
- ¡Ellos me vistieron así! Y esta no es mi nariz. Es postiza.
Caballero:
- ¿Y bien?
- Líder
de la masa: - Bueno...le pusimos la nariz...
-
Caballero: - ¿La nariz?
- Líder
de la masa: - ... y el sombrero... ¡Pero es una bruja!
Campesino
con aspecto normal: - Porque a mí me convirtió en grullo.
Caballero:
- ¿En grillo?
Campesino
con aspecto normal: - Y mejoré.
Turba:
¡Hay que quemarla!
Caballero:
- Hay diversas formas de saber si es una bruja. Decidme, ¿qué se hace con las
brujas?
Campesino:
- ¡Quemarlas!
Caballero:
- ¿Y qué otra cosa se quema aparte de las brujas?
Campesino
exaltado (más): - ¡Más brujas!
Caballero:
- ¿por qué arden las brujas?
Campesino:
- ¿Porque están hechas de madera?
Caballero:
- Exacto, exacto... ¿Y cómo se puede saber si están hechas de madera?
Campesino:
- Haciendo un puente con ella.
Caballero:
- Ah, pero ¿es que no se puede hacer también los puentes de piedra?
Campesinos:
Silencio (pensativos).
Caballero:
- Y la madera, ¿se hunde en el agua?
Campesinos:
- No, flota... ¡¡tirémosla al pantando!!
Caballero:
- ¿Y qué más cosas flotan en el agua?
Campesinos,
uno tras otro:
- ¡El
pan!
- ¡Las
manzanas!
-
¡Piedras pequeñas!
- ¡Un
cuchillo!
- ¡La
salsa verde!
-
¡Un grillo!
Caballero:
- ¡No, no!
Nuevo
personaje (otro caballero) que entra en escena (solemne): - Un ganso.
Caballero
primero: Exacto. Entonces...
Campesino
(continúa la deducción del caballero): - ... si pesa lo mismo que un ganso...
está hecha de madera...
Caballero
primero (sigue): - ... y por lo tanto...
Campesino
y todos los demás: - ...¡es una bruja! ¡Una bruja! ¡ya lo decía yo!
Caballero
primero: Bien, probemos mi balanza.
Turba: ¡A
la balanza! ¡ A la balanza!
[Una vez
en la balanza, se comprueba que pesan lo mismo y la mujer disfrazada de bruja es
llevada a la hoguera].
Últimamente,
en materia educativa, cada noticia que conocemos nos plantea una duda inquietante.
No, no tiene que ver con si fue antes el huevo o la gallina sino con si las
decisiones que afectan a la enseñanza se toman antes de ser parodiadas o surgen
después de la caricatura, inspiradas incluso por esta. Así, uno no puede evitar pensar
(aunque quizás, ingenuamente, tenga una idea en exceso elevada sobre el gusto cinéfilo nuestros mandamases educativos) si el lumbreras del Ministerio de
Educación al que se le ha ocurrido pedir a los docentes un certificado que
acredite, para entendernos, que no entran dentro del perfil (¿del siglo XXI?)
"profesor-pederasta",
no lo habrá hecho en homenaje a nuestros queridos Monty Python.
No
pensaba escribir sobre este asunto, pues ya ha sido tratado por dos buenos
amigos, aquí
y aquí.
Por lo tanto, mi participación al respecto consiste en recomendar los dos artículos, añadir la referencia, siempre pertinente, de los Monty Python, y
posicionarme en contra de la penúltima andana contra el ¿prestigio? del
profesor, entendiendo perfectamente las puntualizaciones de otro buen amigo,
que en su "garita"
(lean los comentarios) manifestaba sus dudas razonables y razonadas sobre la intención "criminalizadora"
que algunos hemos visto en la medida, por ser un requisito exigible solo a
quienes quieran acceder a la función pública docente. Debo decir que me parece
muy defendible esta postura y que es probable que tenga razón. Sin embargo, yo
me inclino a barruntar mala fe e intención de emponzoñar. ¿Por qué? Pues
sencillamente porque a estas alturas no tengo razones para confiar en que se legisle con el fin de respaldar al docente sino, más bien, motivos para sospechar que se hace con el propósito
de debilitarnos más (si cabe). Despojados de autoridad intelectual, cuestionados
como depositarios del conocimiento (que hoy está, COMO TODO EL MUNDO SABE) en
"la internete", reconvertidos (o a punto de caramelo) en "otra
cosa" distinta de lo que tradicionalmente (supongo que a estas horas se
puede decir "tradicionalmente" sin exponerse a sanción) ha sido
un profesor... solo nos queda esperar que un día alguien nos disfrace de
maestro y nos conduzca al
patíbulo... o a la hoguera. ¡Tenemos un profesor!, gritará la muchedumbre
enfervorizada. Si además es funcionario, ni les cuento. Llámenme exagerado, si quieren. Pero el Milenarismo educativo...
va a chegaaaar.
Hoy no estoy de buen humor. Ayer, mientras ejercía elhouse
cleaning, escuché enR.N.E.al pedagogo de moda: José Antonio Marina. Admirable lo suyo.
Incómodo ante las críticas que ha recibido su propuesta más mediática,
demogógica y populista (la de que los docentes cobremos en función de lo malos
o peores que seamos -cómo sabía él que ofendería a algunos pero contentaría a
otros, a aquellos que disfrutan cuando ven que se le zurra al funcionario por
privilegiado, caradura y holgazán), la radio pública le dio un espacio para que
pidiera disculpas. Ah, no, esperen, que no fue eso lo que hizo. Déjenme que
haga memoria. Veamos, si no recuerdo mal, se reafirmó en la sugerencia de que
cada uno cobrásemos según nuestra valía, tachó a los que se (nos) habían
(habíamos) sentido atacados de susceptibles ("tics de
autodefensa" -con minúsculas- "que no vienen a
cuento", llamó Marina a las reacciones impertinentes), insinuó nuestra
limitada capacidad intelectual (los críticos no le hemos entendido, dijo) y
alegó que todo había sido "sin querer". Bravo por él.
No quiero entrar en los motivos por los que la radio pública toma partido
por el pedagogo oficial, asesor del ministro y azote del docente común, ni en
la ausencia de alguien que pudiera servir de contrapeso a las argumentaciones
del filósofo. El debate no fue tal, más bien una apología de Marina, con dos
profesores universitarios que defendían sus mismos postulados. No quería
entrar en esto, pero voy a entrar un poco. ¿Este es el servicio público que
ofrece R.N.E.? ¿No ha detectado nadie en este medio de comunicación que hay
quien no está de acuerdo con lo que Marina defiende? ¿Debe silenciarse al
disidente? ¿Hemos de tragar con la línea pedagógica hegemónica sin rechistar?
Bien, no quiero seguir por aquí. He enviado a R.N.E. una queja que tendrá,
seguro, consecuencias extraordinarias y será tomada como motivo de reflexión
por sus dirigentes. Pero seguro. Tampoco voy a lamentarme por el trato que un colega como Marina,
Catedrático de instituto, nos está dispensando, insistiendo en que los profesores "no estamos bien formados", asegurando que no
queremos que se nos evalúe, aunque sí dejaré muy, muy claro, para que no haya
lugar a dudas, que personalmente no tengo el más mínimo problema en que se
me evalúe. Ahora bien, si se me ha de evaluar, que me parece muy bien, primero, que
me examine alguien que sepa más que yo de mis especialidad (y que esta
capacidad para juzgar mis conocimientos esté acreditada); segundo, que se pidan
conocimientos sobre mi materia y no se me examine de otras cuestiones
subjetivas y/o vaporosas (mucho menos, morales); y tercero, que se haga
extensiva tal evaluación a todo aquel que desempeñe un cargo público (no
olvidemos la imprescindible evaluación de la capacidad de Marina como asesor, conferenciante
o floricultor). Pero a lo que iba hoy
no era tanto al hecho (la estafa educativa que se está perpetrando, que se
lleva tiempo perpetrando) sino a su normalización, para lo cual es
imprescindible que solo se escuche la versión oficial
y cuanto más a menudo mejor. Así, los políticos ya no buscan convencer a nadie
sino ganar audiencia, recurriendo a lo que sea necesario:Soraya baila,Pedro Sánchez telefonea a Jorge Javier,Albert Rivera hace de copiloto de
rally,Pablo Iglesias canta por Krahe,Rajoy se va de cañas con Ana Rosa... incluso los debates ya no sirven para contrastar
ideas sino para demostrarbuen rollito,camaradería y tonito
cordial. Estamos, más que nunca, en la era del
marketing,. Todo se compra y se vende. Me los quitan de las
manos, oiga. Lean:
El marketing, como la disciplina que recoge el conjunto de estrategias,
aspectos, herramientas necesarias para impulsar cualquier actividad
empresarial, es esencial como palanca impulsora de acción en estos momentos
convulsos que nos ha tocado vivir (...) Este libro traslada la idea de que el
marketing, como visión, es el eje sobre el que debe pivotar toda a acción de
cambio en los centros
educativos. Y es que, el marketing, contra la conceptualización básica que se
tiene comúnmente, es un área que abarca toda la dinámica de trabajo que se
desarrolla desde la institución educativa. Las estrategias que todo centro debe
adoptar sobre su cliente, su producto (el proyecto educativo), la marca, la
prestación del servicio o su comunicación, son aspectos que se deben abordar
desde y a través de una visión de marketing para optimizarlas y sacarles el
máximo provecho posible (...) El autor pretende lanzar propuestas que sean de
aplicabilidad para el progreso de las instituciones y centros. Con un objetivo
final: facilitarles el proceso de cambio que les faculte su adaptación a las
realidades futuras. "Fundamentos del marketing educativo".
Jaime García Crespo. Editorial Wolters Kluwer. Abril de 2014.
Hace
un tiempo, solo leer "marketing educativo" nos habría hecho ponernos
en guardia. Sin embargo, cada vez nos resulta más familiar. Y una vez
interioricemos y asimilemos esto del marketing pedagógico, no habrá marcha
atrás. La normalización del conflicto que buscaba ETA, aplicada por fin a la
estafa educativa. Lo que hoy es ya normal, ayer no lo era. Y anteayer ni siquiera lo imaginábamos. Existe solo el discurso que se difunde y se repite insistentemente, aunque sea equivocado, aunque sea fraudulento. El que no llega a los ciudadanos, el que se disimula, se acalla y se amordaza porque distrae, molesta y revela el truco, este discurso, por bien construido que esté, por muy sensato que sea, es como si nunca se hubiera engendrado. Por eso estamos tan en inferioridad de condiciones, tan en condiciones adversas, que no tenemos más remedio que afinar nuestros razonamientos, redoblar esfuerzos y no ceder. Y perseverar.
NOTA:
De ninguna manera equiparo a los terroristas con los comerciantes de la
educación (DE NINGUNA MANERA), que a alguno lo veo venir. Solamente comparo estrategias. Y esto es solo el principio. No nos quieran evaluar. Nos quieren devaluar.
Estos días la noticia educativa pasa por la propuesta estrella del filósofo José Antonio Marina, aplaudida rápidamente por políticos,
expertos y ciudadanos con fobia funcionarial.
En relación con la enseñanza, tenemos tres problemas
serios y uno menos importante, pero que está ahí y es precisamente el que atañe
al profesor. Los problemas más graves, de los que pocas veces se habla, son: primero,
el desprecio generalizadoal conocimiento, la cultura y el mérito, en todos los ámbitos; el segundo, un sistema educativo que no funciona; y el tercero, unos alumnos que no se esfuerzan porque no se les hace ver la importancia del estudio y porque ni se les reconoce a los que sí
lo hacen ni se les exige a los que no. Pero dejemos a los chicos tranquilos, no los molestemos. Y dejemos
también al sistema, que al fin y al cabo, con sus respectivos matices
doctrinales, es aceptado y defendido por todos los partidos sin excepción (sí,
sin excepción; es mentira que no estén de acuerdo. Discrepan solo en cuestiones
menores). Y no entremos ahora a hablar de nuestra antimeritocrática sociedad
porque no acabaríamos. Quedémonos con el cuarto problema, el recurrente, el de
siempre, el que sirve para justificar todo lo demás y a todos los demás. Carguemos pues las tintas en el profesor, que
no se queja y admite casi todo. Y comenzaré dando la razón a Marina en algo: el
docente debería estar formándose siempre. Es totalmente cierto. Imprescindible.
Me temo, sin embargo, que la formación que ambiciona Marina para nosotros, como
todo experto que se precie, no es la que a mí me parece que redundaría en un
mejor ejercicio de nuestra labor docente, no es la que fortalecería nuestra capacidad
para enseñar, la que incrementaría nuestros conocimientos sobre la materia que
impartimos, no. Basta analizar los planes de formación del profesorado de casi
cualquier comunidad autónoma para averiguar en qué sentido se dice que debemos
actualizarnos: en coaching educativo, en educación emocional, en emprendimiento
o en didáctica de la didáctica de la didáctica. O sea, que no nos vengan con eso de que el
profesor no quiere formarse porque, admitiendo que haya vagos en esta como en
toda profesión, insisto, el problema fundamental es que la formación que la
administración nos ofrece no es que no sea seria, es que es grotesca, por no
hablar de cómo se valora la que nosotros nos procuramos en los distintos baremos de méritos (el uso de esta palabra en los baremos es sencillamente un
timo).
Vayamos ahora a la recomendación de quien popularizó
aquello del niño y la tribu, la tribu y el niño, los niños de la tribu, las tribus de niños o como
fuera. Según Marina, "los buenos profesores no pueden cobrar lo mismo que
los malos". Así a bote pronto, no es fácil posicionarse en contra de que
quien hace bien su trabajo reciba un mayor reconocimiento (salarial, en este
caso) que quien no lo hace. Seguro que Marina imaginaba cerradas ovaciones
mientras escribía esto en su reciente libro. Estamos ante una sugerencia que
parece (PARECE) meritocrática. Pero tal demostración de clarividencia (el
bueno, más; el malo, menos) queda en brindis al sol, en trampa, en argucia...
o, peor, en andanada contra el docente (y van...), al que se culpa (sí, otra vez) de todo. Porque la ocurrencia de pagar a unos más que a otros encierra la intención de siempre: sembrar la duda respecto a un colectivo en el que, insisto, hay buenos y malos profesionales, como es natural. Escarbemos un poco y
pensemos cómo podría cumplirse esta, a priori, justa proposición. Me surgen enseguida algunas preguntas:
¿Podemos ponernos de acuerdo en qué es ser
buen profesor?
¿Quién decide si un docente es bueno o malo?
¿Es bueno el docente en el momento en que supera una
oposición y se vuelve malo después, por desidia, por desmotivación? ¿Es malo
porque el sistema de selección ha fallado? ¿Es malo pero con la experiencia puede
llegar a ser un buen docente?
En cuanto a la primera objeción, el concepto
"buen profesor" seguramente no sea el mismo para Wert, para
Pérez-Reverte, para Ken Robinson o para Moreno Castillo, por poner solo algunos ejemplos. Por lo tanto, antes de
hacer el casting, habría que conocer los requisitos que se piden.
Respecto a la segunda, miedo da a quién se elija como
tasador de las virtudes profesionales de los docentes. Más miedo da, si cabe, pensar
que sea, como insinúa el propio Marina, "el centro" el que evalúe (de
nuevo hay que preguntarse: ¿en función de qué? ¿la adaptabilidad al centro? ¿la
disponibilidad para las actividades extraescolares? ¿la predisposición a
participar en los proyectos del centro? ¿el número de aprobados? ¿el de
suspensos? ¿el conocimiento de la asignatura que hayan logrado sus alumnos y
el esfuerzo y dedicación del profesor? ¿la popularidad del docente, su
simpatía, su empatía, su buen rollito?
La tercera objeción me permite dirigir mis reflexiones
a un asunto sobre el que se esbozan críticas pero no se desarrollan propuestas:
el acceso a la función pública, algo clave, esto sí, en la calidad de la
enseñanza. Porque nadie puede discutir que la preparación del profesor es
crucial. Ahora bien, si lo que queremos es que accedan a la enseñanza los mejores
de cada campo, hagámoslo, primero, seduciendo a los buenos profesionales, a los
más sabios, a los más capacitados, para que decidan encaminar sus pasos hacia
la docencia (no lo voy a decir, pero hay un motivo prosaico pero eficaz, que se
contabiliza numéricamente y suele atraer a toda actividad -y la decisión contrario ahuyentar-); segundo,
estableciendo un filtro exigente y riguroso a la hora de escoger a los profesores,
con unos criterios claros, elaborados y sensatos, que nunca podrá garantizar
la presencia de los más competentes, porque esto es imposible, pero sí reducirá el margen de error en la selección. No quiero recordar (o sí, no hay por qué
ocultarlo) la polémica suscitada en aquellas oposiciones a maestros en la
comunidad de Madrid cuyos resultados fueron filtrados con mala intención pero
sin manipulación alguna (fallos de ortografía
como “veverlo”, “adsequible”, “incapie”, “aprendizage” o “gerarquia”;
definiciones como “escrúpulo: salida del sol” o “disertación: dividir una cosa
en partes más pequeñas”; etc). Los sindicatos se rasgaron las vestiduras, tanto
o más que algunos de los opositores afectados. Todos estamos expuestos a
cometer un error de bulto en un momento determinado, sobre todo en una situación de nervios y tensión
como un examen de oposición, pero, puestos a contemplar posibilidades, se me
ocurre la implantación de un examen
previo de cultura general para todo aquel que quiera dedicarse a la enseñanza.
Como sucede ahora, seguirá ocurriendo que buenos profesionales quedarán fuera
de la función pública, ya que una oposición no deja de ser una manera de tantas
de valorar la capacidad y condiciones del aspirante, pero estoy seguro de que
algo se habría mejorado.
Por otra parte, dice Marina
que a cualquiera le parecería "criminal" que los médicos "no actualizaran
sus conocimientos". Y tiene razón. Pero, si hablamos de médicos,
comparémoslo todo. Los médicos tiene muy claro que su objetivo es que el
paciente sane (también lo tiene claro, al menos es lo frecuente, el paciente),
no que se lleve bien con los demás pacientes o que empatice con su doctor. Los
médicos se basan en la tradición, en la ciencia, no en las pseudociencias ni en
innovaciones extravagantes. Los médicos no reciben consejos, ni pautas, ni
metodologías impuestas, de quienes no han estudiado y ejercido la medicina. Los
médicos no hacen cursos de risoterapia o coaching médico para estar al día en
su profesión. Creo que son más las diferencias que las semejanzas.
De todas formas, lo
llamativo es que un colega, un catedrático de instituto, que debería tener
información relevante y de primera mano sobre la profesión y que, además,
defiende algo tan defendible como que "la docencia tiene que ser una
profesión de élite", apueste por medidas tan dudosas, tan inciertas, tan oscuras,
como la de que los centros evalúen a los profesores para determinar quién ha de cobrar más y quién menos, demostrando, en el mejor
de los casos, un extraordinario desconocimiento de lo que está pasando en la
educación. Lo dicho: cuando despertó, no sé el dinosaurio, pero Marina, desde
luego, todavía estaba allí.