Me pregunta Jesusa "si alguien ha cuestionado que
estudiar es altamente recomendable para obtener buenos resultados académicos".
Debo responder que sí. Es más, hoy es trending
topic la idea de que lo de menos son "los codos". Y todavía más trending la de que lo importante no es saber
sino ser felices, como si lo primero no contribuyera a lo segundo. Sostiene
Jesusa que "nadie dice que sea posible convertirse en genio sin esforzarse".
Pero vemos a diario cómo los nuevos gurús y chamanes de la educación desdeñan
la perseverancia y el sacrificio individual en beneficio de la motivación
(antecediendo siempre al esfuerzo -mal principio-) y del trabajo en equipo (la
gran excusa para que unos deleguen en otros y otros asuman lo de unos).
Explica Jesusa que el "innovador" no quiere
"desechar lo anterior" sino "enriquecerlo". Sin embargo, muchos
profetas de la Innovación consideran trasnochado todo aquello que forma parte
de una tradición sin la cual la innovación no pasa de extravagancia. Cuestiono también
la obsesión por "hacer más entretenido el estudio", pero no porque no
esté de acuerdo, pues comparto que un profesor debe hacer lo posible por
transmitir entusiasmo o presentar los contenidos de forma atractiva. Lo
cuestiono porque es algo que todo docente tiene en cuenta sin necesidad de que
nadie lo eleve a categoría de "innovación" y porque creo que no todo
lo que estudiamos ha de ser divertido. Puede no serlo y resultarnos provechoso.
¿O debemos estudiar solo aquello que nos gusta?
Jesusa está en lo cierto cuando deduce que no
considero "clave" en el éxito "la motivación, el coaching o la
empatía" y sí "estudiar muchas horas". Quien estudia suele
aprender más que quien no lo hace . Y sacar mejores notas. Claro que hay otros
factores (la capacidad, por ejemplo, el "talento", del que pronto
hablaremos) y claro que la motivación importa. Pero esta no debe condicionarnos.
La motivación nos la podemos encontrar por el camino del aprendizaje y, a
veces, cuando estamos estudiando algo que en principio no nos había generado
interés. Eso es lo apasionante de aprender. Ese es el reto.
Me choca que en relación con el susodicho estudio no
se destaque el mérito de los alumnos que han obtenido un buen resultado
académico (a base de estudiar más horas, no por ciencia infusa ni designios
reales). Al contrario, Jesusa reivindica a los alumnos que no consiguieron un
buen resultado. Pero no se pregunta si se les dio la oportunidad de igualar o
superar a los que sí. Se pregunta si acaso ellos "no tienen talento",
si no "destacarían de forma brillante
en otro sistema". Y esto ya me parece disparatado. No todos los alumnos (tampoco
los adultos) tenemos talento, ni lo tenemos para todo, ni tenemos "múltiples
inteligencias". Siento decirlo crudamente, pero así es. Para mí y para los
neurólogos serios. Está bien mirar siempre "el lado bueno de la vida",
como Brian y el resto de crucificados de los Monty Python (give a whistle and this'll help things turn out for the best), pero la realidad
es tozuda y nos indica que la capacidad intelectual no es uniforme. Nadie es
más que nadie por ser más capaz pero decir que calibrar la inteligencia es
"supremacista" o que no se trata de "cuán inteligente" eres
sino del "modo" en que lo eres (Sir Ken Robinson dixit), es, discúlpenme,
una majadería. Lo que la enseñanza pública debe procurar es que todos los
alumnos desarrollen al máximo las capacidades que tengan, que a nadie se le
hurte esa oportunidad. Pero hacerles creer que el talento abunda y que está
equitativamente repartido es lo mismo que estafarles. Ya lo dijo un ilustre psicopedagogo
su "partyconferencia", durante unas jornadas de innovación educativa:
"todos somos excepcionales". Hombre, una cosa es ser optimista y otra
estrambótico.
Por fin, Jesusa intuye (con acierto) que quiero, como
ella, que nuestros jóvenes tengan "conocimientos sólidos" y aprendan
a "actuar con criterio". Sin embargo, entiende (con menos acierto)
que soy partidario de la máxima (¡cómo no!) "la letra con sangre
entra". No, no lo soy. De lo que sí soy partidario, firme convencido, es
de que la enseñanza es algo lo suficientemente serio como para dejarnos de
frivolidades e innovaciones puramente ornamentales y apostar por el conocimiento
sin complejos ni ambigüedades. Solo así podremos aspirar a un sistema que
mejore de verdad nuestra sociedad.
PD: Por cierto, si no han firmado, firmen (por una educación ilustrada).
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Aquí, la réplica de Jesus García:
Hallazgos que cambian a las
personas
Hace unas semanas leí en Diario de
Navarra la reflexión del profesor Alberto Royo sobre un estudio con el que se
podía concluir que estudiar muchas horas equivale a obtener buenos resultados
académicos. Lo titulaba Hallazgos que cambian la historia. El análisis,
realizado por la Universidad Francisco de Vitoria, recogía que un 43 por ciento
de los estudiantes andaluces objeto de estudio, con un 9,2 de media, tienen
algo en común: Estudian más de 10 horas a la semana, al margen de sus clases.
Yo me pregunto: ¿Alguien ha cuestionado que estudiar es altamente recomendable
para obtener buenos resultados académicos? Quienes apostamos por nuevas
metodologías en la educación, no decimos: niños y jóvenes ¡No estudien! ¡No
dediquen tiempo a esforzarse. Que si están motivados, felices y se divierten,
se convertirán en genios! No. Quienes creemos en los beneficios de innovar, no
estamos desechando todo lo anterior, sino más bien enriqueciéndolo. Hablamos de
lo interesante y práctico del aprendizaje experiencial, en el que se combinan
el aprendizaje cognitivo con otros, como el emocional y el reflexivo. Con ello,
los jóvenes desarrollan habilidades necesarias para la vida, como la capacidad
de tomar decisiones, de comunicarse, de analizar, de autoconocerse, etc. Además
de hacer más entretenido el estudio y lograr con ello, que el conocimiento se
consolide mejor.
Royo asegura que la clave de los bachilleres más brillantes no
es la motivación, ni el coaching, ni la empatía. La clave, en su opinión, es
estudiar muchas horas. Yo, sin embargo, la conclusión a la que llego, tras
observar este estudio, es que la mitad de alumnos que destacaban en sus
resultados, habían estudiado mucho. Y esto es necesario, sin duda, pero no es
el único requisito para brillar, porque… ¿y los alumnos que no destacaron?
¿dónde están? sabemos si habían estudiado también mucho? ¿quizá más que sus
compa- ñeros brillantes? ¿por qué no sobresalieron? La respuesta es que esos
alumnos no figuraban entre los estudiantes objeto de estudio, porque se trataba
de analizar solamente a aquellos jóvenes de bachiller con 9,2 de media,
preseleccionados para la obtención de Becas Europa, que premian el talento. Yo
diría: que premian un talento, el intelectual, que equipara el éxito a los
brillantes resultados académicos, tal y como son concebidos y evaluados hoy. El
alumno o alumna que saca menos de un 8 en secundaria, condición necesaria para
acceder a esta beca, ¿no tiene talento? Quizá tiene otro que destacaría de
forma brillante en otro sistema.
Recuerdo un fragmento de “El Quijote”, donde
Sancho decía a su amo, “¡No ve vuestra merced que esos muchachos, si desde
chiquitos no se castigan, y se amoldan antes de tener ser, se vuelven haraganes
y repostones!. Es menester pues, para evitar semejantes inconvenientes, que
sepan desde el vientre de su madre que la letra con sangre entra…”.
Estoy
segura de que Alberto Royo coincidirá conmigo en que queremos jóvenes con
conocimientos sólidos, que, además, sean seguros, capaces de actuar, de pensar,
con criterio para elegir, para decidir, para ser libres. Estos jóvenes
necesitan estudiar mucho, pero también necesitan valorarse, pasar de la teoría
a la acción, acercase a sus tutores, respetarse a sí mismos y a los demás,
identificar valores personales, trabajar en equipo o asumir su parte de
responsabilidad. Y todo esto se puede trabajar.
Un ejemplo: El proyecto Leonardo
de transferencia de conocimiento a otros países europeos, liderado por la
Asociación de la Industria Navarra y del que he formado parte. Consiste en la
aplicación del coaching con alumnos de formación profesional. Recientemente se
presentó en Pamplona y los representantes de los diferentes países
participantes, apuntaron que esta metodología ha generado gran satisfacción
entre los estudiantes y ha mejorado sus resultados académicos.
Trabajar en este
sentido no forma personas superficiales, sin cultura y sin valor por aprender.
Forma personas completas, entendidas de forma integral y establece un cambio en
ellas que las enriquece.
La letra con esfuerzo, seguro que entra, pero con
acción y emoción entra mucho mejor y permanece más tiempo.
Jesusa García García
es orientadora y Directora de JES&YOUNG