En la primera imagen, César Bona. En la segunda, yo,
como me imaginan sus fans.
NOTA IMPORTANTE: Soy mucho más joven y tengo bastante
más pelo que "eltíolavara".
"Alberto Royo, me alegro de que no sea profesor de mis
hijos". Este comentario me hacía una señora cuando yo entraba,
con toda corrección, a discutir las afirmaciones de César Bona, considerado la
persona que más sabe de educación hoy, nominado al Global Teacher Prize y autor de un libro que probablemente venda más que el de Jorge Javier (y seguro que más que el mío) titulado "La
nueva educación" (porque, amigos, la otra, no lo duden, es la vieja).
Comprenderán que no escribo estas líneas para desahogarme y evitar ir llorando por las esquinas ante semejante valoración por parte de una madre que está en
su derecho de reverenciar la capacidad profesional de César tanto como de aborrecer (intuitivamente, como los teléfonos inteligentes) la mía, sino para avisar, papás y mamás sensatos,
colegas y chiquillos despistados, de la que nos viene. Este es el futuro,
señoras y señores. César Bona extractaba, de una entrevista que le habían hecho en el periódico "El
Norte de Castilla", lo siguiente:
-Hay
que desterrar el "la letra con sangre entra" y abrir el gusto por la
escuela.
-Yo
recortaría contenidos para ver con mayor profundidad otros que quiero enseñar y
poder estimular su curiosidad.
-¿La
lectura? Sin darnos cuenta la convertimos en una obligación cuando debería ser
un placer. Cuando se habla de incidir en la comprensión lectora dejamos algo
que hay que hacer antes de comprender, y es amar lo que se lee.
¡Nos
vemos hoy en el Museo de la Ciencia, Valladolid, a las 20:00 horas!
Como algunos supondrán,
no había un solo comentario crítico a las frases del Maestro hasta que llegó el aguafiestas del Profesor
Atticus, ni siquiera escéptico o templadamente dubitativo acerca de las
palabras de Bona. Todo eran loas y alabanzas, arrobamientos pedagógicos e
imploraciones de que el nominado a los Nobel educativos asistiera a predicar a
uno y otro lugar, de una parte a otra de España o del Mundo..."¿cuándo
vienes a Andalucía?", "vente a Nicaragua", "Asturias te
necesita", "fiera", "crack"... el elogio a lo que
César representa (repito, representa) iba acompañado de un desprecio muy
llamativo a todo aquel profesor que no profesara la misma fe. Quienes no vemos
las cosas como Él somos "cobardes". Él es, sin embargo, "extraordinario". Y "la pena es que no haya más como Él. Porque Él "ama su
profesión" (luego nosotros, no).
Es curioso lo escurridizos que son algunos. En el momento en que uno intenta argumentar para armar
un debate racional (como diría el gran Bunge), pronto encuentra una excusa
("no quiero entrar en bucle", me decía César) para abandonar la discusión (uno no deja a medias un debate si tiene argumentos para entablarlo). Y lo peor no es esto. Lo inquietante es que César Bona parece más cabal que sus seguidores, más cauteloso al menos. En décimas de segundo, justo después de mi apreciación, saltó un hincha solidario (del sector ultra, ya saben, el Fondo Sur Pedagógico) en defensa de la supuestamente agraviada estrella para
soltar un mamporro y trata de zanjar el tema (pues no sabe con quién está tratando.
Soy de Zaragoza. Con acento en todas las sílabas). Y verán, puede que mis razonamientos
no sean los mejores. Pero les aseguro que los suyos son pura
homeopatía pedagógica. Mis objeciones eran
(copio literal) estas:
Primero. ¿Dónde sigue funcionando aquello de la letra con
sangre entra?
Segundo. Para estimular la curiosidad no es necesario
recortar contenidos sino dominarlos y transmitirlos con entusiasmo.
Tercero. Aforismo: No se puede amar lo que se lee sin antes haber
aprendido a leer.
Un cordial saludo.
Respuesta de César Bona:
Alberto, primero:
eres inteligente para saber que esa frase no has de llevarla literalmente y que
su estela es la que sigue empañando el concepto de escuela-trabajo-sufrimiento.
Segundo: enhorabuena si das todos los contenidos dominándolos y con entusiasmo.
Yo valoro más atender a lo que me cuentan los niños y lo que tienen en su
entorno para invitarles a participar en la sociedad y sí, confieso que no doy
todos los contenidos y que sí, lo que doy lo hago con entusiasmo; y sí, los
niños vienen con entusiasmo porque se sienten parte de esto más que recipientes
que uno llena de datos. Tercero: Cuando dices "aforismo" (sentencia
breve y doctrinal que se propone como regla en alguna ciencia o arte), ¿te
refieres a tu propia frase?. Confirmo a tu pesar: se puede amar lo que se lee aprendiendo
a leer y también con noventa años. Y se puede odiar la lectura desde la
infancia hasta la vejez. Un cordial saludo para ti también.
MI RÉPLICA:
Estimado César:
Primero: la frase de "la letra "la letra con
sangre entra", lo que significa, su "estela"... todo ello hace
años que no existe en la educación. Muchos años. De hecho, lo hegemónico es hoy
que todo gire en torno a lo que el alumno prefiere,
que se divierta, que esté cómodo, que disfrute... Tal y como yo lo veo (pero es
que yo soy muy raro), hacer pensar a los niños o adolescentes que se puede
aprender sin trabajar o asociar trabajo con sufrimiento es muy peligroso.
Segundo: No he dicho que yo siempre imparta clase con pleno
entusiasmo (ya me gustaría) y dando todos los contenidos; he dicho que la
solución no pasa por recortarlos sino por dominarlos y transmitirlos con
entusiasmo, que no es lo mismo. Me parece muy bonito lo de "atender a lo
que cuenten los niños" (y no es incompatible con lo que yo sostengo) pero
no son ellos sino nosotros los que debemos tomar las decisiones (estoy seguro
de que no estaremos de acuerdo en esto -tampoco-). Tener en cuenta su opinión
no implica cambiar la jerarquía (sí, quiero decir jerarquía) o que sean ellos
los que guíen un proceso que debemos guiar nosotros. En cuanto a venir con
entusiasmo o no a clase, es que no creo que sea imprescindible que lo hagan.
Claro que sería fantástico que todos estuvieran deseando pasar todas las horas
del día en la escuela aprendiendo sin parar, pero los niños (excepto, quizás,
tus alumnos) suelen preferir jugar a ir a la escuela (a no ser que vayan a la
escuela a jugar, que ese es otro tema).
Tercero: insisto, no se puede amar lo que se lee si no se
sabe leer; añado, aprender a leer cuesta e incluso uno puede sufrir un poco
(hasta ahora, eso sí, nadie se ha traumatizado) hasta que lo consigue, pero....
cuando lo consigue es maravilloso. Lástima que no nos acordemos de cuando
aprendimos nosotros. Y claro que se puede odiar la lectura (si te dan un sopapo
a cada error, por ejemplo, aunque convendrás conmigo, espero, en que no es una
metodología muy extendida) pero lo que tú afirmabas era que "se debe amar
antes de comprender", lo cual me parece difícil y, además, invierte la
lógica: es cuando uno aprende y comprende cuando puede llegar a amar lo que ha
aprendido y comprendido. Antes, se trataría más bien bien de una cuestión de
fe.
Un cordial saludo.
DE NUEVO CÉSAR:
No entraré en un bucle. Pero no. Actualmente no gira todo
en torno a lo que el alumno prefiere o le interesa. Pregúntale a miles y miles
de padres y madres. Hay niños (no solo los míos) que sí desean ir a la escuela,
y eso no es incompatible con el deseo
innato de jugar de cada niño y niña (y no, ir a la escuela no es ir a jugar
pero sí puede ser divertido). Y sí, para que algo cale en ti, mejor y más fácil
si estás predispuesto a abrirle la puerta que si lo haces a disgusto.
Comprensión lectora se pide en Primaria, en Secundaria... a esas alturas miles
de niños y adolescentes o bien no han alcanzado el gusto por la lectura o poco
a poco se lo hemos hecho abandonar. Ofrecerles el entorno y las herramientas
para que amen lo que hacen y lo que leen (como supongo que tú amas lo que
haces) también depende de nosotros, los adultos.
No se trata de entrar en bucle. Puedes dejar la discusión
cuanto te parezca. Pero seguro que, puesto que todos los comentarios que te
hacen son tan elogiosos, te vendrá bien uno crítico para poner a prueba tus
planteamientos (a mí me suele venir de perlas).
Sobre lo que dices ahora (que cada vez se parece menos a lo que decías al
principio), verás si todo gira en torno al niño: aprendizaje cooperativo,
proyectos, flipped learning, tablets, tertulias dialógicas...y ¡claro que hay
niños que desean ir a la escuela! Pero no es la norma. El niño prefiere jugar.
Es lógico. Va a la escuela porque le decimos que debe ir. Ese es nuestro papel
y el suyo no querer. Estoy de acuerdo en algo que acabas de decir (para que
veas que no voy a plantearte objeciones a todo): ir a la escuela puede ser
divertido; pero matizo: aprender es lo que puede ser divertido. No digo
"es" divertido". Puede serlo pero no "ha de serlo". Y
sobre todo es apasionante por el reto que supone, por su influencia en el
crecimiento personal de cada uno. Pero hay que poner las cosas en su sitio: que
sea divertido no es el objetivo. Otra cosa es que debamos hacer lo posible por
plantear este reto de la manera más atractiva. Cuando se pueda. Cuando no,
habrá que aceptarlo y esforzarse, se divierta uno o no se divierta. Lo que
quiero decir es que el hecho de que algo deba aprenderse y no resulte una
experiencia placentera no resta interés al aprendizaje ni disminuye sus
beneficios. Por supuesto que es más fácil aprender algo si estás predispuesto.
Pero, ¿y si no lo estás? Entonces, ¿lo olvidamos? No te discuto que debamos
hacer lo posible por transmitir entusiasmo y tratar de contagiarlo a nuestros
alumnos, lo que estoy diciendo es que eso no nos puede condicionar porque
entonces les estamos diciendo que aprendan lo que les resulte atractivo. Y solo
eso.
Respecto a la comprensión lectora...¿dices que se trabaja? Por mi experiencia, cada vez se
trabaja menos. Como "estamos en la era digital"... Y es verdad
(estamos de acuerdo otra vez) que depende de los adultos "ofrecerles el
entorno y las herramientas para que amen lo que hacen" pero debo volver a
matizar: también es nuestra obligación exigirles y también es nuestra
obligación decirles la verdad: que no siempre podremos hacer solo aquello que "amamos".
Un saludo.
FAN INCONDICIONAL:
Alberto Royo Me
alegro de que no sea profesor de mis hijos. Un saludo.
RESPUESTA A LA FAN:
Muy amable, Nitos Mari. No era necesario entrar en lo
personal, pero usted misma. Le aseguro que me tomo muy en serio la educación.
Precisamente por eso sostengo lo que sostengo. Suerte con sus hijos. Espero que
aprendan mucho. O que sean muy felices. Y se lo deseo sinceramente. Un saludo
cordial.
CÉSAR BONA:
¿Comentarios
elogiosos? No me alimentan, gracias a dios. Tengo una visión de la educación
más positiva que tú, es todo
YO:
Eso está bien. Positivismo al poder. Un saludo.
EPÍLOGO
Iba a terminar de forma pesimista porque no es fácil mantener las convicciones en situaciones tan adversas (ni siquiera es sencillo mantener la cordura). Cuando en uno de los últimos comentarios, otra madre preocupada por la ¿educación? de sus hijos y (o pero)
muy fan de Bona y de sus "teorías"
afirmaba deprimirse "cada vez más" cuando le escuchaba, estuve a punto de decir: lo mismo me
ocurre a mí. Pero callé (de cuando en cuando sufro
ataques de prudencia). Pero, a punto de tomar la decisión de irme con mis
catastrofismos y malos augurios a otra parte, encontré dos motivos para no arrojar la toalla, que relataré a continuación:
Primer motivo para "seguir en la lucha":
Un nuevo comentario de César, al que no se le puede negar corrección y buen tono pero sí se le podría pedir algo más de argumentación (o sea, como a Pablo y Albert), en el que, despidiéndose de la discusión ante la entrada (qué malos somos los aguafiestas) de dos nuevos elementos discordantes y reticentes a la conversión *(no crean, de los casi quinientos comentarios, solo los de los tres cenizos que incordiamos eran disidentes), me decía que su fin es "el nuestro", que compartimos la intención de "sacar lo mejor de cada niño" (de lo cual no dudo y lo cual comparto) y que "muchas gracias por los comentarios". A esto le respondía yo que, sin recelar de sus buenas intenciones (aunque mira que son peligrosas las buenas intenciones), considero sus ideas perjudiciales para la enseñanza. Por eso las discuto, como haría si en lugar de profesores fuéramos médicos y viera que el tratamiento que ha aplicado a un paciente no solo no lo va a curar sino que puede empeorar su salud. Debo decir que en este caso creo que es erróneo incluso el diagnóstico.
* ¡El esfuerzo, el sacrificio = la letra con sangre entra!. ¡¡Y no lo ven", decía un hooligan bonanoviano. ¿¿Ves, César, como muchos pasaron por la pedagogía y la universidad pero la universidad y la pedagogía no pasó por ellos?? (NOTA he corregido las faltas para facilitar la comprensión de la soflama. Triste oír hablar así a "docentes" (nótense las comillas). Aviso desde ya que no voy a contestar a nada. La experiencia me dice que no sirve de nada. Solo pediría que se leyera a Sir Ken Robinson, a Ilich, a Montesori... En fin, a los que han pensado, sentido u actuado mucho en este tema pensando en el objeto de la Educación: ¡¡¡el niño!!! (puesto que de la experiencia están aprendiendo bien poco). Me gustaría tener esa actitud conciliadora tuya, César, pero todavía no estoy tan evoucionada.
Segundo motivo para "seguir en la lucha":
Otro comentario, esta vez de alguien que amenaza, perdón, arenga a los
demás en la ambiciosa tarea Matrixrevolutions
de "convencer a los padres" e ir "abriendo mentes poco a
poco". Es ahí cuando, sacando fuerzas de flaqueza, me he venido arriba, he
recordado a Unamuno y su "venceréis pero no convenceréis" de aquel 12
de octubre de 1936 en el Paraninfo de la Universidad de Salamanca y me he
dicho: resistiremos.
Va por usted, don Miguel.