viernes, 26 de agosto de 2016

Cosas que no habría que tener que aclarar...



A quienes confunden las cosas y a quienes no lo tienen claro quiero decirles lo siguiente:

Me preocupan mis alumnos. Por eso defiendo el conocimiento.

Igualmente defiendo la cultura porque creo que mis alumnos merecen algo más que “felicidad”.

Reivindico su derecho a encontrar en la escuela lo que no todos podrán encontrar fuera.

Estoy convencido de que tenemos una responsabilidad como docentes.

Idiotas, charlatanes y sinvergüenzas están al acecho.

Aprovecharse de un sistema educativo fraudulento es una tentación para muchos.

Y es un hecho que van ganando. Porque se les da aliento. Y porque lo permitimos.

Me siento en la obligación moral de desenmascarar a los estafadores.

Es el futuro de nuestra sociedad lo que está en juego.

Les dejo con Weiss y con su música refinada, elegante, clásica y “trasnochada”.


martes, 23 de agosto de 2016

Gregorio Luri en La Vanguardia. Todos estamos a favor de lo bueno


Todos estamos a favor de lo bueno.

Gregorio Luri recoge en su blog, El Café de Ocata, el artículo que publicó el pasado 27 de agosto en el Suplemento "Culturas" de La Vanguardia, en el  menciona (y yo se lo agradezco) Contra la nueva educación, junto con algunos otros textos sobre cuestiones educativas. Lo dejo aquí, en imágenes y en texto.

En educación todos estamos a favor de lo bueno y en contra de lo malo. Y eso es lo que nos separa radicalmente, porque cada posición pedagógica se ve a sí misma de manera inevitable, como una posición moral. Por eso tendemos a priorizar las metodologías que nos hacen sentir mejores a los profesores. Cuando César Bona les dice a los docentes que tienen que imitar al maestro que les gustaría tener para sus hijos, no estoy seguro de que entienda lo que está diciendo.

Lo bueno, además, ya no es lo que era. La escuela se está transformando en un fenomenal mercado de nuevas tecnologías (no hay empresa tecnológica o institución  financiera solvente que no tenga su propia estrategia educativa destinada a satisfacer –y a incentivar- nuevas necesidades) al mismo tiempo que va reduciendo su protagonismo en la formación de las personas. Por eso las familias completan la formación escolar de sus hijos con actividades extraescolares diversas, como idiomas, música, deportes… y, cada vez más, matemáticas, porque sospechan, con razón, que el futuro es STEM (acrónimo de science, technology, engineering y mathematics). 

No puede sorprender, pues, que se publiquen tantos libros sobre cuestiones educativas. Nos centraremos en cuatro que considero representativos del conjunto. El primero es un libro descriptivo, Cuestión de educación. Un viaje por la enseñanza española, de la periodista Inés García-Albi; el segundo, es propositivo, Aprender en tiempos revueltos. La nueva ciencia del aprendizaje, del catedrático de psicología básica de la UAM, Juan Ignacio Pozo; al tercero y al cuarto algunos los califican de pataletas, pero me parece más adecuado verlos como ejercicios terapéuticos. Son Contra la nueva educación. Por una enseñanza basada en el conocimiento, del profesor de música Alberto Royo (con prólogo de Muñoz Molina) y La conjura de los ignorantes. De cómo los pedagogos han destruido la enseñanza, del catedrático de matemáticas Ricardo Moreno Castillo (prologado por Arcadi Espada).

“El tema educativo en España da para mucho”, reconoce García-Albi. Tanto es así que ni siquiera está claro de qué hablamos cuando hablamos del sistema educativo español. Esta periodista es consciente de que los resultados de matemáticas de Navarra son similares a los de Finlandia y de que en el País Vasco apenas existe el abandono escolar prematuro, mientras que algunas comunidades vegetan en el furgón de cola de Europa. Sin embargo, todas han conocido el mismo baile legislativo. Dada esta situación, ¿no convendría desconfiar de las recetas homogéneas? ¿No hemos de ser precavidos, por ejemplo, a la hora de promover nuevas leyes o la sustitución generalizada de la “vieja educación” por una supuesta “nueva educación”, como nos propone Juan Ignacio Pozo, en línea con la ortodoxia pedagógica? 

Según Pozo, hoy disponemos de las “nuevas ciencias del aprendizaje” que permiten suplir “lo que la naturaleza no da.” Para este psicólogo no parece existir ni lo dado por naturaleza, ni la objetividad del conocimiento, ni el cociente intelectual. “Los tests de inteligencia”, nos asegura con una seriedad asombrosa, “no miden si usted es o no inteligente (…) sino si es más o menos inteligente que otros”. “Hoy”, añade, “es necesario hablar de inteligencias múltiples”, excepto que uno crea “en el misterio de la Santísima Trinidad”. La verdad es que no hay ningún neurólogo competente en el mundo que crea en las llamadas “inteligencias múltiples”. No creen en ellas ni en el departamento de psicología diferencial de la UAM, donde trabaja Pozo. 

Hace ya diez años, Jaap Dronkers, criticaba “los métodos suaves” postulados por los socialdemócratas por considerar que no reducían las desigualdades sociales y alejaban a los docentes de las filas de la socialdemocracia. Royo y Moreno son dos ejemplos de este alejamiento. Podemos criticarlos, pero sería poco sensato ignorarlos o despreciarlos, porque estaríamos ignorando o despreciando a una buena parte de nuestro profesorado. ¿Es verdad o no que, como asegura Royo, “si hay una palabra que suscita polémica entre el profesorado, esa es pedagogía?” 

Royo y Moreno repasan el vocabulario pedagógico actual con una mirada que quiere ser tan afilada como la navaja de Ockham. Por eso podemos considerar que sus libros son terapéuticos, en el sentido en que la filosofía analítica se consideraba terapéutica frente a la metafísica. Y reconozcamos que la asombrosa ambigüedad del lenguaje pedagógico y las reticencias de muchos innovadores a comprometerse con evidencias que puedan evaluar sus buenas intenciones, les ofrece a ambos abundante munición dialéctica. La confusión es tanta, que el psicólogo Alfredo Hernando en su Viaje a la escuela del siglo XXI, editado por Telefónica, tanto considera innovadoras las escuelas que creen en las inteligencias múltiples, como las escuelas KIPP de los Estados Unidos. Hay quien se considera innovador por querer devolvernos a mayo del 68 y quien para innovar no tiene reparos conceptuales en mezclar a Piaget con Vigotsky y Skinner. En la ideología pedagógica hay pseudociencias que parecen tener más poder de convicción que la psicología cognitiva. 

La escuela vive en una anarquía metodológica porque la administración ya no puede imponer lo bueno. Pero entonces, ¿la progresiva heterogeneidad de los centros no debería corresponderse con una efectiva libertad de elección por parte de las familias?

No es la enseñanza lo más sagrado de la escuela, sino el aprendizaje, pero no todo lo aprendido tiene el mismo valor. Para justipreciar lo aprendido, un buen maestro es imprescindible. Especialmente en estos tiempos en que la pedagogía parece haber olvidado su tradicional dimensión política (que es siempre pedagogía de una cultura) para atender a las diferencias individuales (es decir, al liberalismo pedagógico) y a la futurología (porque, por lo visto, sólo los pedagogos saben exactamente cómo será y no será el futuro). 

miércoles, 10 de agosto de 2016

Sobre la necesidad de ser precisos con el lenguaje. Breve reflexión tras la tertulia en Noches de Radio de Onda Cero


El 4 de agosto, de madrugada, participé en el programa Noches de Radio de Onda Cero. Pese a que el espacio dedicado a la educación comenzó conmigo, me quedé sin posibilidad de replicar (y esto es siempre lo más interesante) tras la segunda intervención, pues era muy poco el tiempo y tres personas las invitadas (María Luisa Ferrerós -psicóloga y educadora infantil-, que sin duda posee el don de la locuacidad, dicho esto con todo respeto-, y Ricardo Moreno Castillo, catedrático de matemáticas-). Volvió a ocurrirme lo que ya me ha ocurrido alguna que otra vez: que no pude o no supe pedir "la vez" y me quedé con las ganas de mencionar algunas cuestiones, especialmente una que me parece esencial: la importancia de ser precisos con el lenguaje ("el andamiaje del pensamiento", para Lázaro Carreter).

Si hay algo que me gusta de las redes sociales, sobre todo de Facebook, es que resulta muy fácil que se te malinterprete. Lo que en una conversación real se entendería a la perfección, en las redes puede provocar un malentendido tras otro. Y son estos malentendidos tan habituales (que a algunos seres extremadamente sensibles -o extremadamente intolerantes- les lleva a enojarse con excesiva frecuencia) lo más interesante de este medio porque le exigen a uno ser cuidadoso a la hora de escoger las palabras para reflejar su pensamiento de la forma más exacta posible, para evitar equívocos y, sobre todo, para conseguir, como se supone que queremos, que los demás entiendan nuestra postura y puedan discutirla (o corroborarla, si es el caso).

En un momento de la referida charla, María Luisa Ferrerós incurrió (a mi modesto entender) en esta falta de precisión del lenguaje en la que todos incurrimos más de una vez, pero que debería hacernos estar en guardia. Dijo que el aprendizaje "es estimulante y divertido". Y no puedo compartirlo en su totalidad. El aprendizaje es, desde luego, estimulante. Pero no siempre es divertido. Creo que esta puntualización, que, lo reconozco, puede ser más impertinente que pertinente, es sin embargo primordial. A nuestros alumnos (a nuestros hijos) debemos de inculcarles que aprender es un reto pero también tenemos la obligación moral de no engañarles. No es posible aprender siempre divirtiéndose y no es posible aprender sin esfuerzo. El desafío es hermoso porque, aunque no todos tenemos la misma capacidad intelectual, a nadie niega la naturaleza la capacidad de perseverar para tratar de alcanzar sus metas.

Aquí, enlace al programa.

Contra la nueva educación en "La mamá oca"


Giuliana Caccia valora Contra la nueva educación en su blog La Mamá Oca
"No hay nada más gratificante que, sospechando uno que algo raro está sucediendo, venga alguien y confirme tus suspicacias, categorizando de manera clara y sin pelos en la lengua lo que hasta ese momento para ti olía a superchería. Y es mucho mejor cuando te ofrece doscientas páginas de argumentos sensatos.
Esto es lo que pasó cuando me encontré con el libro “Contra la nueva educación” de Alberto Royo, español, músico y profesor de colegio, quien harto de escuchar a “charlatanes de la pedagogía moderna” (como él mismo los llama) decide escribir estas páginas donde de manera ágil y directa desbarata todos esos argumentos que ponen la “espontaneidad” educativa por sobre el esfuerzo, la disciplina, la memorización (sí, ¡la memorización!) y demás condiciones necesarias para lograr un aprendizaje eficaz.
Es un libro necesario para padres y educadores porque da criterios para aprender a discernir sobre lo que realmente se debe esperar de la educación escolar. Hoy la pedagogía es víctima de experimentos que suenan muy bonito pero, bien analizados, revelan la fragilidad de sus argumentos llenos de palabrería que, ante una ignorancia natural en asuntos que no son nuestra especialidad, calan sin filtro en nuestros anhelos paternales de tener hijos superdotados. Al final, cuando nos damos cuenta que nuestro hijo es eso, un hijo y un ser humano como el 99.9% de los mortales, que si no juega fútbol como Messi no es culpa del sistema sino que solo Messi juega como Messi, el tiempo perdido en probar fórmulas pedagógicas se manifiesta luego en jóvenes frustrados y padres que buscan culpables fuera de su hogar.
Y digo que fue muy gratificante leerlo porque, ante mi escaso conocimiento pedagógico, me estaba ya cruzando frecuentemente con entrevistas en televisión o artículos que exponían sistemas escolares basados en ideas fuerza del tipo “el alumno es el gestor de su propio aprendizaje” o “el profesor es un guía que se adapta a los requerimientos del alumno”. Claro, respiraba yo ante estas frases con nariz de ratón, como quien huele un poco de comida guardada para comprobar si está malograda, y algo en mí me decía que estas propuestas se veían complicadas porque si, por ejemplo, aplicáramos el mismo principio a la educación familiar, no me veía yo cocinando lo que a mis hijos ese día les provocara experimentar, mientras en una sesión culinaria tiraban la harina por los aires y chorreaban el yogur en el piso para reconocer de primera mano las texturas del universo. Creo que ante una situación tan “pedagógicamente moderna” la siguiente textura que reconocerían sería la de un estropajo en la cara para que se pongan a limpiar. No sé, soy de esas mamás que ponen el plato en la mesa que se ve horroroso a los ojos de cualquier niño y se lo tienen que comer porque eso es lo que hay y ya está. Espero, sinceramente, que con este tradicional sistema educativo no esté matando en ellos el Picasso en potencia que, supuestamente, llevan dentro todos los niños del mundo.
Y eso que tengo dos hijos. No me imagino “cocinando” tantas maravillas para veinte alumnos o más en una clase llena de seres que en su individualidad exigen ser atendidos en sus requerimientos de experimentación personal, tirando por la borda la currícula armada luego de años de experimento y error. No sé, pero sinceramente no veo a mi hijo Andrés, de tres años, diciéndole a la profesora del nido que hoy reconocer el círculo o el color rojo no llena sus expectativas creativas así que mejor se dedican a otra cosa, como a tomar helados o a arrancar las plantas del jardín.
Podría seguir hablando infinitamente de este tema porque, para qué negarlo, me encanta. Pero mejor dejemos en manos de Alberto Royo la explicación sobre lo que trata esta nueva educación y sus “cebos de culebra” para que, como padres, no nos dejemos engatusar y tomemos decisiones acertadas cuando hablamos de formar a nuestros hijos.
El libro ha sido editado por Plataforma Actual. Habría que ver en qué países lo distribuyen de manera física. Seguro que si entran a la página de Facebook Contra la nueva educación el mismo autor podrá guiarlos. En todo caso, pueden comprarlo digitalmente en varias librerías online. Aquí les dejo el link de Amazon. Muy recomendable".