miércoles, 27 de abril de 2016

Contra la nueva educación se presenta en Pamplona


Pasado mañana, viernes 29, a las siete de la tarde, le toca el turno a Pamplona. La Sala Ámbito Cultural de El Corte Inglés acogerá la presentación de Contra la nueva educación, que correrá a cargo de Tomás Yerro, Catedrático de Lengua y Literatura Española.

martes, 26 de abril de 2016

Algunas reflexiones tras el periplo sevillano. Y unas pocas instantáneas

En la imagen, con Abel Díaz-Tamargo, moderador y miembro de la Asociación de Profesores de Andalucía, y Pedro Molino, pedagogo y colaborador de José Antonio Marina en la Escuela de Padres.

De regreso a casa, las no pocas horas transcurridas en el tren me permitieron (afortunadamente, no hubo despedida de soltera en mi vagón como en la ida), además de releer a Zeldin, que cada día me interesa más, meditar acerca de lo que hablamos y discutimos en dos días que fueron bien aprovechados.

A nivel educativo, estas son algunas de mis conclusiones:

Primera: Si tantos profesores rechazamos la Pedagogía (que no la pedagogía -con minúscula- o la didáctica) es porque no encontramos en ella herramientas útiles para nuestra labor de enseñar. Los profesores somos muy autocríticos, pues cada día, cada clase, analizamos si nuestra forma de enseñar está funcionando; constantemente modificamos una metodología que está siempre en continua evolución y transformación. Esta capacidad de autocrítica no la encuentro en muchos pedagogos aferrados a unas teorías vaporosas que no han puesto jamás a prueba.

Segunda: Muchos de los ejemplos que los pedagogos ponen para tratar de demostrar que están en lo cierto cuando reclaman innovación, motivación y revolución metodológica están basados en situaciones muy concretas que de ninguna manera pueden generalizarse. La mayoría de los alumnos, pertenecen a la categoría poco atractiva de "normal" y necesitan metodologías mucho menos originales de lo que algunos quieren hacernos creer.

Tercera: Todos (o casi todos) coincidimos en la aspiración a una escuela pública de calidad. El problema es que no todos entendemos de igual manera qué es una escuela de calidad. Hay un problema mayor: no estamos de acuerdo en cuál ha de ser el objetivo de la educación pública y cuál la misión del profesor: ¿transmitir conocimientos, además de proporcionar la formación en valores (universales) que corresponde, ejercitar y reforzar los hábitos indispensables para el aprendizaje (que deben inculcarse en casa) y despertar la curiosidad por saber? ¿Educar para ser buenas personas y felices sin que el conocimiento sea algo prioritario, seleccionando aquellos saberes más contemporáneos y que, según pensamos hoy, pueden ser más adecuados para el día de mañana (aunque no sabemos si lo seguirán siendo para el de pasado mañana) y más atractivos para nuestros alumnos? En definitiva: ¿creemos que el conocimiento es lo suficientemente importante como para colocarlo en lugar preferente o no?

Cuarta: Suele decirse que la escuela tiene que estar abierta a la sociedad. Cada vez estoy más convencido de que tiene que ser al contrario. Ya sabemos lo que hay fuera. Aislemos la escuela como un refugio en el que el saber y la cultura se encuentren protegidos de la superficialidad, de la vulgaridad. Que sea un lugar impermeable a la estupidez y a las modas, en el que los saberes permanentes, tan importantes en estos tiempos variables e inconsistentes, sean tratados con el respeto que merecen.

Por lo demás, la charla fue cordial e interesante. Y puso de manifiesto la enorme distancia que sigue existiendo entre pedagogos y profesores, pese a que Pedro Molino es persona tolerante y abierta. Más de tres horas creo recordar que estuvimos debatiendo y con numerosas intervenciones de los asistentes (alguna magistral en referencia al ambiente Disney psicotrópico de algunos institutos cuyas paredes se encuentran llenas de murales).

Al día siguiente, en Librería Beta, se presentó "Contra la nueva educación". Menos gente que el día anterior, pero muy interesada y participativa. Me hizo ilusión, además de saludar personalmente a algunos amigos, como ocurrió el viernes tras el el debate, y que entre los concurrentes se encontraran varias maestras y también tres muchachos jóvenes dispuestos a enseñar que no comulgaban con las milongas neopedagógicas, lo que debe hacernos pensar que todavía hay esperanza.

En Librería Beta

Dejando a un lado lo educativo, Sevilla está preciosa. 

Patio en el barrio de Santa Cruz

¿La Hostería El Laurel? ¡En ella estáis Caballero!

Debido a mi poca pericia como fotógrafo parece la Torre de Pisa, pero es La Giralda.

Vista de la iglesia renacentista de La Anunciación y, al fondo, La Giralda. Fotografía tomada desde el mirador del Metropol Parasol, conocido popularmente como "Las setas", una polémica estructura de dudoso gusto pero que te compensa con un panorama de lujo desde lo alto.

Emblema central del mosaico Ninfa Amynome. Siglo II. Alto Imperio Romano. Antiquarium de Sevilla.

Fragmento de jambas de edificio religioso o funerario con relieves de candelabro. Alto Imperio Romano. Antiquarium de Sevilla.

Plato con decoración de tipo califal, geométrica y vegetal en vidriado verde y negro. Siglo X. Igualmente en el Antiquarium.

Y termino con el gran Julian Bream y su maravillosa versión de Sevilla de Albéniz. Atención a partir del minuto 01:09 aproximadamente. Si no se levantan, como Bream, con la vuelta al tema (minuto 01:23), tiene ustedes un serio problema.

lunes, 25 de abril de 2016

Entrevista en ABC Sevilla



María Jesús Pereira me entrevistó el viernes para la edición de Sevilla de ABC, recién llegado a la ciudad. La entrevista se publicó el domingo y ABC tuvo además la amabilidad de situarme como uno de los protagonistas del día con el siguiente comentario:

El autor del libro «Contra la nueva educación» reflexiona en una entrevista sobre los errores de la enseñanza actual y defiende que los niños van al colegio «para que aprendan, no para que sean felices». En ese sentido, apuesta por la disciplina y el esfuerzo como fórmula, «salvo que se sea un genio»

Agradezco a María Jesús y al diario ABC su atención y me alegra que una de las frases destacadas en la entrevista sea: "No hay profesores innovadores y tradicionales. Hay docentes buenos y malos".


La entrevista puede leerse en la edición digital, aquí.



En educaweb, mi recomendación literaria: Un mundo feliz, de Aldous Huxley


El portal educaweb me pidió hace cosa de una semana una recomendación para los jóvenes de cara al Día del Libro. Copio aquí mi sugerencia:

"He escogido un libro que se encuentra plenamente vigente y nos habla de una sociedad manipulada mediante el ocio, el consumismo y el placer, sometida a una droga que bien podríamos comparar con la tan ansiada felicidad de que la que hablan hoy los escritores de autoayuda y los gurús de la educación-placebo. Es un libro que puede servir para que los jóvenes tomen conciencia de la necesidad de poder elegir libremente, para lo cual es imprescindible tener espíritu crítico y capacidad de discernimiento, algo que no es posible sin una buena formación. Es un libro que exige atención y lectura pausada y que fomenta la reflexión. Un clásico, no solo de la ciencia-ficción."

Y aquí el reportaje con el resto de recomendaciones.

lunes, 18 de abril de 2016

En La noche en vela, de Radio Nacional


Ayer domingo, entre las doce de la noche y la una de la madrugada de hoy, tuve el placer de pasar un rato muy agradable compartiendo tertulia, a propósito de Contra la nueva educación, con Alicia Mariño,  Carmen Guaita, Nieves Herrero, Javier Urra y Pilar Tabares, directora del programa de RNE La noche en vela. Resulta un poco difícil charlar cuando te encuentras en otro lugar, pues intervine desde los estudios de Radio Nacional en Pamplona. En estas circunstancias uno echa mucho de menos el lenguaje no verbal e intenta no tomar la palabra de manera inoportuna, lo que provoca que, a veces, cuando tiene algo que decir, la discusión haya tomado un giro y deba esperar a mejor ocasión. En cualquier caso, la conversación fue muy interesante y en un tono sosegado y amable, que es el idóneo para contrastar pareceres. No puedo dejar de mencionar el detalle impagable del programa cuando introdujo la tertulia con la banda sonora de John Williams y la escena de la saga La guerra de las galaxias que cito en el libro, aquella en la que el Maestro Yoda explica al joven Luke Skywalker por qué el reverso tenebroso no es más fuerte pero sí más rápido, más fácil, más seductor

Me gustó mucho también el poema escogido por Alicia Mariño ("La avería", Roger Wolfe), que transcribo a continuación:

Dar amor, lo sé.
Pero no funciona.

Mostrar piedad, lo sé.
Pero no funciona.

Eliminar el Yo, lo sé.
Pero no funciona.

Acabar con el deseo,
lo sé.
Pero no funciona.

Poner
la otra mejilla,
lo sé.
Pero no funciona.

Vivir el hoy (y no el mañana
ni el ayer), lo sé.
Pero no funciona.

¿Qué hacer, entonces?
No lo sé.
Y no funciona.

En definitiva, la de ayer fue una bonita experiencia y una conversación muy grata sobre un tema tan complejo y tan sustancial como la educación.  En este enlace puede escucharse la tertulia.


domingo, 17 de abril de 2016

Reseña de Luis Alberto de Cuenca en el Cultural de ABC


"El papanatismo educativo, en la picota. Desde la lógica y el sentido del humor, mordaz análisis de la enseñanza en la España de los últimos tiempos." Así titula Luis Alberto de Cuenca su reseña de Contra la nueva educación en el Cultural de ABC. Dice el Premio Nacional de Poesía: "La intención de Alberto Royo es (...) alzar la voz por encima de todos esos alardes de ignorancia, pero sin aspavientos ni gritos, razonando desde la lógica y el sentido del humor y analizando festivamente todas las sandeces que se inventan y proponen y que atentan contra el más elemental sentido común (...)". 

miércoles, 13 de abril de 2016

Contra la nueva educación en el blog de Cavalcanti


Donna mi prega es el título de una canción que Guido Cavalcanti compuso polemizando con Dante, cuando este creó el mito de Beatriz en su Vida Nueva. Al amor idealizado de Dante contraponía Cavalcanti el amor melancólico. Donna mi prega es también la frase que encabeza un fantástico blog cuyo autor, que firma como Guido Cavalcanti, ha tenido la amabilidad de reseñar de forma espléndida Contra la nueva educación. Coincidiendo en lo esencial con mis tesis, es de agradecer la brillante argumentación de las discrepancias.

Dice Cavalanti, entre otras cosas: "Royo comenta con solvencia y humor -que es la manera de atemperar el horror- no pocas de esas vomitonas verborrágicas en forma de papers, informes, coloquios, presentaciones, etc, que no cesand e expeler los charlatanes neopedagógicos con indudable éxito comercial".

Aquí, el texto completo.

martes, 12 de abril de 2016

Entrevista en Heraldo de Aragón. "Aprender de memoria determinadas cosas es esencial"


Heraldo de Aragón publica hoy la entrevista que me hizo Chema R. Morais en relación con mi libro Contra la nueva educación. Hablamos un buen rato a mi paso por Zaragoza para presentar el ensayo, en una terraza, con tiempo primaveral y una cerveza (al menos, yo, que no estaba "de servicio"). La conversación fue muy agradable. Chema pregunta y escucha con interés y ha recogido francamente bien nuestra charla. Me gusta el titular («Aprender de memoria determinadas cosas es esencial») porque pienso que es imprescindible defender la memoria como parte fundamental de cualquier aprendizaje. Y me quedo con una frase que de alguna forma resume lo que según mi criterio debería ambicionar la educación pública: no hay nada más reaccionario que igualar en la mediocridad.

La entrevista en pdf, aquí.

lunes, 11 de abril de 2016

Por alusiones. La "aburrición emocional"


Salvador Rodríguez Ojaos es "pedagogo, blogger, formador y asesor en innovación educativa, creatividad, educación emocional y educación en valores".

Ayer publicaba una entrada en su blog titulada De una educación aburrida a una educación emocionante en la que interpretaba (mal) mi opinión acerca de la motivación y la meritocracia en la enseñanza. Decía Salvador que hay quienes, "como Alberto Royo, afirman que los alumnos deben venir motivados de casa y que deben buscar la motivación en la consecución de unos méritos personales que les sitúen en un lugar predominante ante sus rivales/compañeros de clase para optar a mejores universidades o mejores empleos...". "Desafortunadamente", explicaba el pedagogo, "la meritocracia acaba llevando a la educación a una simple búsqueda de resultados, de mejores calificaciones, de un expediente académico brillante, donde lo importante no es saber sino ser el mejor".

Que los alumnos deben venir motivados de casa es algo que de lo que estoy convencido. Somos los padres los primeros responsables de inculcar en nuestros hijos la predisposición adecuada para aprender en la escuela. Y, si no esto no es posible, porque no siempre lo conseguimos, tenemos la obligación de explicarles los beneficios que les procurará el conocimiento a medio o largo plazo, aunque les cueste, aunque les suponga un esfuerzo y aunque a priori no les entusiasme. Como profesores, hemos de hacer lo posible por presentar los contenidos de nuestra asignatura, siempre que se pueda, que tampoco siempre se puede, de la forma más atractiva y sugerente. Padres y docentes tenemos que asumir nuestra responsabilidad, pero sin que esto libere de la suya a nuestros hijos y nuestros alumnos. Al fin y al cabo, por mucho que lo intentemos, si ellos no ponen de su parte, nuestro empeño será estéril. En cuanto a la búsqueda del predominio que Rodríguez Ojaos cree intuir en mi posición, tengo que decir que se encuentra un tanto despistado. Creo que el alumno ha de encontrar estimulante el aprendizaje, no para imponerse a nadie sino para afrontar y vencer los obstáculos, para ejercitarse, para progresar, para adquirir el gusto por la cultura, para desarrollar el pensamiento crítico, para que esa formación le permita en un futuro actuar con independencia y criterio y, por supuesto, comportarse con honradez... nadie habla de fomentar la competitividad sino de afán de superación. Y desde luego no soy fan de la "empleabilidad" (remito al capítulo 5 -Echinonoccus multilocularis. La empleabilidad, página 121 y siguientes- de Contra la nueva educación). La meritocracia no tiene que ver con la "simple búsqueda de resultados, de mejores calificaciones, de un expediente académico brillante, donde lo importante no es saber sino ser el mejor". Tiene que ver con el reconocimiento de los méritos personales, que es la única manera de que una persona no se sienta estafada después de haberse esforzado más que otra. No defiendo que un alumno intente pasar por encima de otro. Defiendo que los menos capaces (a los que debemos prestar una ayuda solo condicionada a que demuestren voluntad e interés por aprender) se fijen en los mejores, pero también que los mejores ayuden y respeten a los peores. Que todos ellos sepan que aprender enriquece su formación y que hay que admirar a quien persevera, se aplica y se cultiva y que nadie llame imbécil a quien tiene dificultades ni empollón a quien mejores capacidades manifiesta. Claro que lo importante es "saber" y no "ser el mejor". Lo realmente importante es ser hoy mejor que ayer, aspirar a alcanzar la mejor versión de uno mismo. Una cosa es el elitismo y otra muy diferente el clasismo.

Aseguraba también Salvador que "la educación es otra cosa". Y la definía como "guiar, retar, desafiar, provocar". Y aprender "como conocer, comprender, aplicar y crear". ¿Quién lo discute? Todas esas ideas (y unas cuantas más) encajan a la perfección en el concepto "educación". "Los estudiantes", dice, "deben explorar las ideas, comprender los conceptos y saber explicarlos y aplicarlos más allá de la memorización a corto plazo, tan efectiva para aprobar los exámenes con los que se suele evaluar en muchos de nuestros centros educativos". No discutiré tampoco esto, pero dudo que haya profesores tan cenutrios como para desear que sus alumnos memoricen a lo ganso solo para pasar un examen. Los habrá, seguro, porque malos profesionales hay en todos los oficios. Pero el buen profesor enseña con la intención de que sus alumnos aprendan y sepan. Por eso el buen profesor sufre en una situación de anti-intelectualismo y superficialidad pedagógica como la que padecemos. Porque quiere y no puede. O quiere y otros no quieren. O quiere y no le dejan. Y por mucho que quiera, nadie se lo reconoce. Al contrario. Se le recrimina que un alumno no quiera motivarse, como si la desgana del discípulo fuera culpa del maestro. Así, para Salvador, "es la escuela la que debe motivar a los alumnos adaptando su manera de transmitir los conocimientos a sus intereses y a sus necesidades reales, mostrándoles la utilidad y el sentido de aquello que están aprendiendo". Los profesores ya adaptamos nuestra forma de transmitir los conocimientos. ¿Pero en qué mundo viven los pedagogos? ¿Alguien cree que cuando explico el bajo continuo lo hago como si me dirigiera a musicólogos o especialistas en música antigua? Pues no, utilizo un blues o una canción de Bob Marley, junto con un ejemplo de bajo continuo barroco. Esto puede hacerse sin claudicar ante los "intereses y motivaciones de los alumnos" y, por cierto, no garantiza nada. Por otro lado, ¿cuáles son las necesidades reales" de mis alumnos en relación con el bajo continuo? ¿Qué utilidad tengo que decirles que tiene conocerlo para su futuro? Ninguna. La utilidad real y concreta de conocer qué es un bajo continuo barroco para mis alumnos es, por regla general, ninguna. Porque la cultura y el conocimiento no entienden de utilidad, como no entienden de rentabilidad. Su valor va mucho más allá de estas cuestiones. Si ha de tener alguna (utilidad), que sea la que sugirió Leonardo Da Vinci: "saber descartar lo malo y conservar lo bueno".

Paradójicamente, el pedagogo considera que los alumnos no solo deben aprender "lo que les apetece", no. "Todo lo contrario", dice, porque "el nivel de exigencia a la hora trabajar los contenidos propios de las diferentes materias debe ser alto, muy alto". A ver si lo entiendo: el nivel de exigencia es altísimo, tan alto que si un alumno no se motiva la culpa es del profesor. Brillante.

No le termina de gustar a Salvador esto de discutir los dogmas pedagógicos posmodernos y lo deja claro: "Ya está bien de potenciar el falso debate de que si personalizamos la enseñanza, de que si introducimos en las aulas la educación emocional, el desarrollo de competencias y habilidades no cognitivas, la consecuencia es un descenso en el nivel de exigencia en cuanto al aprendizaje de conceptos y contenidos, en la disciplina y en la capacidad de esfuerzo de los alumnos. La propuesta de incorporar todos estos aspectos en nuestras escuelas tiene como objetivo que nuestros alumnos aprendan más y mejor. La escuela no es solo un lugar de adquisición de conocimiento, es también un espacio de preparación para la vida". Estamos de acuerdo en el objetivo ("que nuestros alumnos aprendan más y mejor" -lo de la preparación para la vida sería más discutible porque habría que preguntarse si aprender los prepara para otra cosa distinta-) . Precisamente por eso hay quienes objetamos cuando se nos viene con cantos de sirena emocionales o  competenciales y se nos pretende convencer de que esto no tendrá repercusión en la ya de por sí escasita exigencia de nuestro sistema educativo.

"Se trata de enseñar a pensar, de que además de solucionar problemas, aprendan a plantearlos; de que entiendan que lo que están aprendiendo tiene un sentido... Los niños que aprenden a pensar son adultos críticos y participativos". Sr Rodríguez, si se trata de que aprendan a pensar, que me parece fantástico, podríamos empezar por decirles que sin conocimiento no van a pensar un carajo, no van a tener capacidad alguna de discernimiento, van a ser más fácilmente manipulables. Claro que también podemos decirles que no se preocupen, que les vamos a enseñar a gestionar sus emociones, que si no están motivados no sufran ni se incomoden porque es culpa nuestra por no haber sabido estimular su interés (y que lo sentimos mogollón), que no pasa nada si suspenden un examen porque no deja de ser un número sin importancia y ellos, claro, no son números sino personas, personas humanas y además la competitividad es muy fea, que escojan y seleccionen ellos los contenidos que encuentren más atractivos y "útiles para la vida". Verá  qué capacidad de pensamiento crítico tienen en cuatro días.

Nos pide Salvador que pasemos "de una educación aburrida y sin sentido a una educación emocionante y significativa", algo que, seguro, ningún profesor ha pensado ni intentado antes pues, como todo el mundo sabe, un profesor se levanta cada mañana con el firme propósito de aburrir, ser un petardo y conseguir que sus alumnos odien su asignatura. 

Sin compromiso y esfuerzo no habrá buena educación. Contra la nueva educación en El quinto Poder


El Quinto Poder es una plataforma digital chilena que surgió por iniciativa de la Fundación Democracia y Desarrollo y dedica una columna a temas educativos. La última hacía referencia a Contra la nueva educación y defendía la importancia del esfuerzo y el compromiso, rescatando además una magnífica reflexión de Fernando Savater. El texto se puede leer aquí, aunque lo transcribo también a continuación. Lo firma Carlos Vásquez Órdenes, Magíster en Educación Universidad de Chile. Profesor de Estado de Matemáticas Universidad Católica de Valparaíso. Ex Vicepresidente Nacional del Colegio de Profesores. Ex Consejero Nacional de la Central Unitaria de Trabajadores. Fundador de la Asociación Gremial de Educadores de Chile (AGECH).

El proceso de enseñanza – aprendizaje – contenidos se ve afectado hoy en día por las más variadas modas pedagógicas que los gobiernos imponen a los profesores, para que hagan clases más atractivas, entretenidas y así puedan competir con los medios tecnológicos. Ser parte del convencimiento que en el proceso de aprendizaje el esfuerzo principal es responsabilidad del profesor y no del alumno o alumna.

Sin embargo Fernando Savater en el libro ”El valor de educar”, investigación realizada para los maestros mejicanos, afirma que: “La enseñanza siempre implica algo de coacción, ningún niño quiere aprender algo que le cuesta asimilar y que le quita su tiempo de juego y eso es actuar con tiranía; tiranía porque se ordena a alguien que haga o deje de hacer algo en contra de su voluntad”.
Por otra parte, las escuelas atractivas, eficaces o donde los niños adquieren aprendizajes significativos no son aquellas que viven innovando para no quedar desactualizadas en los métodos de enseñanza sino donde la escuela logra involucrar a la comunidad en algo básico: disponer de alumnos comprometidos con el aprender.
Ello indica que sólo un sistema educativo riguroso y que exija esfuerzo garantizará mejores aprendizajes y producirá la movilidad social. Un sistema educativo que no apueste al conocimiento perjudica al que carece de capital cultural, a aquel que en su entorno familiar no puede escuchar un vocabulario más rico y no tiene acceso a los productos culturales.
Por tanto, se equivocan aquellos que atribuyen la falta de motivación por el estudio a los maestros y pretenden convertir la sala de clases en un set de televisión. Solo invito a considerar que la escuela, sus cursos, sectores de aprendizajes, niveles y modalidades de enseñanza no son un centro de entretención, ni el profesor un agente circense que para tratar sus contenidos deba disfrazarse y actuar ante un público infantil embelesado con sus gracias. La escuela no debe competir con los parques infantiles porque éstos si tienen como misión la diversión y el entretenimiento.
La escuela es una imposición de la sociedad moderna, asistir a ella es una obligación ciudadana y ésta junto con preocuparse del desarrollo social, afectivo y cognitivo debe transitar con el niño a través de valores como el trabajo, la sana convivencia y la solidaridad.
Debe concebirse a sí misma como la antesala del trabajo y ello implica esfuerzo, dedicación y una elevada motivación por aprender aún al costo de sacrificar la distracción o los compromisos sociales. Durante nuestra época universitaria recordemos cuantos paseos en familia, fiestas de amigos o matrimonios no pudimos asistir y todo ello por un bien superior: nuestra carrera profesional.
Lo cierto es que esa tensión debe sentirla el estudiante desde sus primeros días como alumno, nadie va a frustrarse de por vida o amargarse porque le impongan esfuerzo, superación y compromiso nada menos que con su futuro y el de su familia.
Significa que la formación preescolar, el prepararse anímicamente para asumir las exigencias de la escuela no es una responsabilidad solo del estado a través de sus gobiernos. Es la familia quien debe motivar a sus hijos, poner las reglas del juego para que combinen la diversión con el estudio, son los padres quienes deben poner metas desde que el niño comienza el aprendizaje de la lectura y hacer un seguimiento permanente de sus resultados.
Si no entendemos donde reside nuestra responsabilidad como padres seguiremos con la ilusión que escuelas más equipadas, con talleres diversos para que nuestros niños y niñas no se aburran garantizarán mejores aprendizajes y una educación de mejor calidad. Lo que se necesita es: profesores bien preparados, una familia que se comunique y un niño dispuesto a abrazar el sacrificio como norte de su éxito en la vida.
De manera más descarnada, abriendo un interesante debate al cual debieran plegarse los maestros en Chile, lo expresa el profesor de instituto Alberto Royo quien en su libro “Contra la nueva educación” afirma que los niños y niñas deben venir motivados desde sus casas” y que “cualquier aprendizaje necesita disciplina y tenacidad” y agrega que es errado anteponer “el sentido lúdico al esfuerzo que conlleva cualquier aprendizaje”, confundiendo a los niños al crearles la ilusión que "el éxito es fácil" y que lo importante es una felicidad del tipo de un  "libro de autoayuda".

En El viaje de la tortuga. La eterna y malintencionada confusión de niveles


Sigue Borja su serie dedicada al debate educativo, con la tercera entrega, que titula La eterna y malintencionada confusión de niveles. Así comienza: 

Una de las cosas que hizo Cintora en el programa mencionado en el último artículo fue omitir en la edición de la entrevista que los profesores participantes, Bona y Royo, dan clase en niveles radicalmente distintos, tienen una profesión distinta y una formación diferente. Mientras que uno es maestro de primaria, el otro es licenciado universitario y profesor de secundaria. Esto es algo que se suele obviar, como si no hubiera diferencia entre ambas cosas. Y la hay, y es bastante grande. Y además ignorarlo tiene consecuencias.

El texto completo, aquí.

viernes, 8 de abril de 2016

Cada maestrillo tiene su librillo


He leído con atención la entrevista que César Bona, maestro y paisano, concedió al Diario ABC hace ya algunos meses. Tengo que decir que algunas de sus opiniones me parecen prudentes y juiciosas. Hay otras que de ninguna forma comparto, pero debemos tener en cuenta que César es maestro y yo soy profesor. Y tanto él como yo consideramos, seguro, que lo que pudiera ser razonable en una etapa no tendría por qué serlo en la otra. Sin embargo, todo es educación y a Secundaria se llega pasando por Primaria e Infantil, luego podemos y debemos discutir sobre el conjunto, maestros y profesores, siempre que tengamos claro que son contextos que deben examinarse sin dejar de lado sus características intrínsecas.

No dudo de que haya "muchos maestros españoles" con "proyectos muy interesantes", sino de la seguridad con la que César Bona dice que "si a ellos les sirven, también serán útiles para otros profesores".  O no.  Lo que a uno le funciona no tiene por qué funcionarle a otro. No me parece que una estrategia didáctica sea fácilmente trasladable de una situación a otra. La cantidad de factores que inciden en la eficacia o ineficacia pedagógica no creo que avalen esta afirmación.

La Administración, según César, "debería apoyar la innovación educativa, al igual que en la empresa privada es lo primero en lo que se invierte". En mi opinión, la Administración debería apoyar al docente, sea este tradicional o innovador. Se puede ser un buen profesor con metodologías tradicionales y muy malo con metodologías innovadoras. Al contrario, también. Aquel que imparta clase de forma excelente es el que debe servir de ejemplo, no aquel que lo haga de forma novedosa si esta novedad no supone un beneficio en el ejercicio de la docencia. Creo que este es un punto de partida peligroso porque puede dar a entender que solo desde la novedad se puede ser un buen profesor. Y no es así. 

Tiene razón César en que debería "contarse más con la opinión de los profesores e incentivar los proyectos que funcionen" (los que funcionen, no los que podrían funcionar o los que alguno ha imaginado que lo harán desde las teorías gaseosas y las fantasías pedagógicas de turno), así como "pedirles consejo y construir a partir de las necesidades de alguien que está diariamente con los niños". Ya lo creo que tiene razón. Pero, aunque podría coincidir con él (y de hecho coincido) en la crítica a la "formación del profesorado" (César se refiere a las facultades de Magisterio), no puedo hacerlo cuando explica que el problema es que hay "un cuatrimestre de sintaxis". Según él, en lugar de sintaxis, debería enseñarse a los futuros maestros "a hablar en público, estimular la creatividad o saber gestionar emociones". Cuando uno defiende el conocimiento, como es mi caso, es catalogado de inmediato como una persona insensible que no tiene en cuenta la estabilidad emocional de los pequeñuelos, alguien dispuesto a hacer todo lo posible por convertirles en unos seres desgraciados e incapaces de expresar emociones. Quienes lo tachan a uno de esto suelen colocarse a sí mismos en el centrismo pedagógico porque, sugieren, no es incompatible la felicidad (ja, ja, ja, ja, de sentir amor, jo ,jo, jo, jo) con la instrucción. Pero, en primer lugar, jamás he dicho que sean incompatibles la felicidad y el conocimiento, pues yo mismo disfruto mucho estudiando y aprendiendo (ahora que soy adulto; de pequeño me fastidiaba como a cualquier hijo de vecino); en segundo lugar, un maestro debe saber hablar en público, sin duda, pero más importante aún es que sepa (cuanto más, mejor) sobre aquello que va a enseñar; y, en tercer lugar, lo que se desprende de esta entrevista no es una propuesta de conciliación entre lo emocional y lo académico sino la sustitución de lo segundo por lo primero. Eso es lo que se reclama: que la sintaxis deje paso a la gestión de las emociones. Y esto me parece mucho menos comedido que defender, como yo hago, que el conocimiento y la cultura contribuyen a la formación integral del alumno y que, aunque la satisfacción que producen no siempre es inmediata, sí se da cuando se muestra interés y se tiene voluntad. El conocimiento no estorba a la hora de educar en los afectos. Ayuda. 

Estoy de acuerdo con César en que las etapas educativas son diferentes. Infantil, Primaria y Secundaria "parecen mundos distintos", dice. Cierto. También lo estoy en que "muchos profesores que dan clases en la universidad para preparar a los docentes deberían pasar también un tiempo en los colegios y analizar el día a día" (esto es algo que he defendido siempre y que me parece esencial, pero no solo que pasen un tiempo en el aula; que sean docentes). Por lo demás, ese "salto" que César percibe tan acertadamente entre Infantil, Primaria y Secundaria ("en Infantil", nos dice, "los niños aprenden jugando, se mueven, hacen las asambleas, cantan. En Primaria están todos sentados, tienen que aprender a escribir, leer... En Secundaria deben saber los pronombres, análisis de oraciones) se suavizaría si existiera una progresividad desde Infantil, si no se aplazara el conocimiento y se dejara en tareas pendientes (para la Secundaria), si se fueran abordando los contenidos con adecuación a la edad y las características del alumnado de manera natural y paulatina, si no se pensara siempre en lo lúdico, lo motivador y lo chupiguay sin entender que un niño de cinco años y un adolescente no pueden ser tratados de forma similar.

"El libro de texto es una herramienta clave, pero durante años ha sido la única. Podemos utilizarlo, pero no es la guía a seguir en exclusiva", asegura César. Pues claro. ¿Quién discutiría esto? Yo, que pocas uso libro de texto, no pienso hacerlo.

El profesor,  para César Bona, "debe ser oreja" (¿no sería mejor oído?) para saber escuchar a los alumnos y a los padres". "Es importante", continúa, "que conecte con los niños para saber cómo se sienten y viven en cada momento". Es importante, en efecto, tratar de saber cómo están tus alumnos, estar al tanto de los problemas que puedan surgir. Pero ojo a lo siguiente: "También debe hacer de la escuela un lugar donde les apetezca ir porque si a un adulto no le gusta su trabajo se cambia a otro, pero los niños no tienen esa opción por ellos mismos". Vamos a ver: un adulto puede cambiar de trabajo porque es adulto. El adulto puede tomar decisiones porque le corresponde tomarlas, justamente porque ya no es un niño. El niño, como no es adulto todavía (y a este paso no lo será jamás), ha de hacer lo que el adulto le explica que debe hacer, de la forma más cercana, razonada y afectiva, claro está, con paciencia, cariño, respeto y todo aquello que no hace falta explicar porque cualquier padre normal, cualquier docente sensato, lo sabe. Pero si damos a los niños la "opción" de ir o no ir a la escuela... ¿¿de verdad alguien piensa que escogerán ir?? Hoy mismo lo he intentado, preocupado por si estaría comportándome como un padre autoritario. Les he preguntado a mus hijos si preferían ir al colegio o que nos fuéramos a la playa. En décimas de segundo habían preparado la maleta. Debe ser que en mi casa somos un poco raros.

En cuanto a la evaluación, para César no es útil "si no nos permite saber si el alumno mejora o no". Obvio. Por lo tanto, lo es cuando sí nos proporciona esa información. En cuanto a la "competitividad" que, como a mí, le parece a César poco edificante (si se entiende mal o se lleva al extremo, añado), pienso que afrontar un examen no tiene por qué fomentarla sino servir de incentivo y redundar en un afán de superación que sin duda será positivo para el alumno. Dicho de otra forma: el examen no es un fin sino un medio. Y también un entrenamiento.

Pero hay una idea de César con la que estoy especialmente en desacuerdo, la de que la escuela no puede ser "una burbuja apartada de la vida real". Por supuesto que debe serlo, en mi opinión. El niño puede encontrar sociabilización, ocio y entretenimiento fuera de la escuela. Pero el conocimiento solo lo encontrará dentro. Esto es lo que hace de la escuela un ámbito específico cuyo ambiente no puede ser el mismo que el de un centro cívico, un parque o una sala de cine. Cada lugar ha de tener la atmósfera apropiada a la función que le corresponde. ¿Por qué el patio de recreo está separado de las aulas? ¿Por qué en una sala de cine la pantalla es grande y nos encontramos a oscuras?

Tengo aún otra pregunta: ¿Por qué lamenta César que "se siga diciendo que hay que estudiar los determinantes" mientras "sigue sin estimularse la expresión oral"? ¿No es compatible? Es respetable y probablemente interesante que haya quien opine que en clase se trabaja poco la expresión oral. Es posible que podamos darle mayor importancia y encuentro atinada la advertencia, pero no entiendo que pueda vincularse con la crítica al indispensable aprendizaje de la lengua. ¿Cómo estimular la expresión oral sin conocerla?

La educación es una actividad compleja que requiere cordura y reflexión. La discusión y la confrontación de planteamientos siempre es provechosa. El debate debe generar acuerdos y discrepancias que nos permitan probar, contrastar, descartar. Pero tenemos que tener claro qué queremos conseguir para poder ocuparnos de cómo conseguirlo. ¿Queremos innovar o enseñar? ¿Queremos que nuestros alumnos, nuestros hijos, maduren o que sean siempre niños, que se enfrenten a dificultades o que dependan de que les resolvamos los problemas, que se emocionen de forma superficial o que termine despertando  en ellos tarde o temprano el amor por el conocimiento, que se eduquen en el ejercicio de la responsabilidad individual o se acostumbren a imponer sus apetencias? Mucho tenemos que resolver todavía.

De nuevo en El viaje de la tortuga


Borja prosigue sus consideraciones sobre el debate educativo con la segunda entrega, titulada El enemigo imaginario. Dice: 

(...) En el programa de Cintora titulado "Malditos deberes" (...) siguiendo las normas de lo que podríamos llamar "Nuevo Periodismo", decidió dar prioridad a su opinión antes que a la información y situó al único participante del programa crítica con la pedagogía mediática y molona -Alberto Royo, autor de "Contra la nueva educación", en un aula antigua, como de principios de siglo, decididio a provocar en el espectador la identificación de quien hablaba con ese "enemigo imaginario". Tal vez sea al periodismo lo que la "nueva educación" es la educación (...)

El artículo completo, aquí.

jueves, 7 de abril de 2016

A Sevilla


A Sevilla le echo los requiebros
que te echo a ti. Se ríen,
mirándola, estos ojos que se ríen
cuando te miran.

Me parece
que, como tú, llena ella el mundo,
tan pequeño y tan mágico con ella, digo,
contigo, ¡tan inmenso,
tan vacío sin ti, digo, sin ella!
¡Sevilla, ciudad tuya,
ciudad mía!

(Juan Ramón Jiménez. Diario de un poeta recién casado, 1917)

En poco más de dos semanas visitaré Sevilla. El día 22 de abril, invitado por la Asociación de Profesores de Instituto de Andalucía, participaré en una conversación con Pedro Molino, pedagogo y docente en la Universidad de Padres de José Antonio Marina. El título de esta jornada de debate es: La necesidad de una nueva ley. ¿Educar o enseñar?, un asunto sobre el que, seguro, tendremos mucho que discutir. Será en el histórico Instituto San Isidoro (en la Calle Amor de Dios), el que durante años y hasta 1933 fuera el único de la ciudad de Sevilla, un centro en el que estudiaron ilustres como Luis Cernuda o Severo Ochoa.



Al día siguiente, el 23, Día del Libro, a la siete de la tarde, tendrá lugar la puesta de largo en Sevilla de Contra la nueva educación. El lugar, Librería Beta, una tienda-café ubicada en un edificio singular situado en los números 26 y 28 de la calle Sierpes. Tendrá la amabilidad de presentar el libro Margarita González Ortiz, Catedrática de Física y Química y persona comprometida como pocas con la educación pública.

Volvamos a Juan Ramón. Quién mejor que él para hacer boca ante un viaje que promete. Uno piensa en Sevilla y en esta época del año y se acuerda de las Baladas de Primavera del poeta, como la bellísima Balada triste del pájaro lejano:

Canta, pájaro lejano...

(¿En qué jardín, en qué campo?)

Yo, mientras ¿no me levante?
En la penumbra del cuarto
brilla el piano cerrado,
Sueñan los pálidos cuadros…

Por mí, pájaro lejano.

Sobre el río habrá un ocaso
de espejos de mil encantos,
saltará un alegre barco
entre la luz de los álamos…

Canta, pájaro lejano.

En el huerto, los naranjos
se dilatarán de pájaros,
el azul irá cantando
en el agua del regato…
Por mí, pájaro lejano.

Tú, pinar, hondo palacio,
detendrás el viento plácido,
el mar entrará oleando
entre los adelfos blancos…

Canta, pájaro lejano.

Yo no me decido. Vago
por la penumbra del cuarto.
Zumba el piano cerrado,
viven los pálidos cuadros…

Por mí, pájaro lejano…

(¿En qué rosal, en qué árbol?)






Y, puesto que hablamos de requiebros, no dejemos de recordar a mi compatriota Francisco de Goya, cuyas pendencias, amores y requiebros inspiraron a Granados (de cuya muerte se cumple el primer centenario) la jota que este incluyó en Goyescas y cuya fantasía y colorido, sus trinos y arabescos, nos evocan a Scarlatti, al Padre Soler y, por qué no, a la propia Sevilla.