En la imagen, con Abel Díaz-Tamargo, moderador y miembro de la Asociación de Profesores de Andalucía, y Pedro Molino, pedagogo y colaborador de José Antonio Marina en la Escuela de Padres.
De regreso a casa, las no pocas horas transcurridas en el tren me permitieron (afortunadamente, no hubo despedida de soltera en mi vagón como en la ida), además de releer a Zeldin, que cada día me interesa más, meditar acerca de lo que hablamos y discutimos en dos días que fueron bien aprovechados.
A nivel educativo, estas son algunas de mis conclusiones:
Primera: Si tantos profesores rechazamos la Pedagogía (que no la pedagogía -con minúscula- o la didáctica) es porque no encontramos en ella herramientas útiles para nuestra labor de enseñar. Los profesores somos muy autocríticos, pues cada día, cada clase, analizamos si nuestra forma de enseñar está funcionando; constantemente modificamos una metodología que está siempre en continua evolución y transformación. Esta capacidad de autocrítica no la encuentro en muchos pedagogos aferrados a unas teorías vaporosas que no han puesto jamás a prueba.
Segunda: Muchos de los ejemplos que los pedagogos ponen para tratar de demostrar que están en lo cierto cuando reclaman innovación, motivación y revolución metodológica están basados en situaciones muy concretas que de ninguna manera pueden generalizarse. La mayoría de los alumnos, pertenecen a la categoría poco atractiva de "normal" y necesitan metodologías mucho menos originales de lo que algunos quieren hacernos creer.
Tercera: Todos (o casi todos) coincidimos en la aspiración a una escuela pública de calidad. El problema es que no todos entendemos de igual manera qué es una escuela de calidad. Hay un problema mayor: no estamos de acuerdo en cuál ha de ser el objetivo de la educación pública y cuál la misión del profesor: ¿transmitir conocimientos, además de proporcionar la formación en valores (universales) que corresponde, ejercitar y reforzar los hábitos indispensables para el aprendizaje (que deben inculcarse en casa) y despertar la curiosidad por saber? ¿Educar para ser buenas personas y felices sin que el conocimiento sea algo prioritario, seleccionando aquellos saberes más contemporáneos y que, según pensamos hoy, pueden ser más adecuados para el día de mañana (aunque no sabemos si lo seguirán siendo para el de pasado mañana) y más atractivos para nuestros alumnos? En definitiva: ¿creemos que el conocimiento es lo suficientemente importante como para colocarlo en lugar preferente o no?
Cuarta: Suele decirse que la escuela tiene que estar abierta a la sociedad. Cada vez estoy más convencido de que tiene que ser al contrario. Ya sabemos lo que hay fuera. Aislemos la escuela como un refugio en el que el saber y la cultura se encuentren protegidos de la superficialidad, de la vulgaridad. Que sea un lugar impermeable a la estupidez y a las modas, en el que los saberes permanentes, tan importantes en estos tiempos variables e inconsistentes, sean tratados con el respeto que merecen.
Por lo demás, la charla fue cordial e interesante. Y puso de manifiesto la enorme distancia que sigue existiendo entre pedagogos y profesores, pese a que Pedro Molino es persona tolerante y abierta. Más de tres horas creo recordar que estuvimos debatiendo y con numerosas intervenciones de los asistentes (alguna magistral en referencia al ambiente Disney psicotrópico de algunos institutos cuyas paredes se encuentran llenas de murales).
Al día siguiente, en Librería Beta, se presentó "Contra la nueva educación". Menos gente que el día anterior, pero muy interesada y participativa. Me hizo ilusión, además de saludar personalmente a algunos amigos, como ocurrió el viernes tras el el debate, y que entre los concurrentes se encontraran varias maestras y también tres muchachos jóvenes dispuestos a enseñar que no comulgaban con las milongas neopedagógicas, lo que debe hacernos pensar que todavía hay esperanza.
En Librería Beta
Dejando a un lado lo educativo, Sevilla está preciosa.
Patio en el barrio de Santa Cruz
¿La Hostería El Laurel? ¡En ella estáis Caballero!
Debido a mi poca pericia como fotógrafo parece la Torre de Pisa, pero es La Giralda.
Vista de la iglesia renacentista de La Anunciación y, al fondo, La Giralda. Fotografía tomada desde el mirador del Metropol Parasol, conocido popularmente como "Las setas", una polémica estructura de dudoso gusto pero que te compensa con un panorama de lujo desde lo alto.
Emblema central del mosaico Ninfa Amynome. Siglo II. Alto Imperio Romano. Antiquarium de Sevilla.
Fragmento de jambas de edificio religioso o funerario con relieves de candelabro. Alto Imperio Romano. Antiquarium de Sevilla.
Plato con decoración de tipo califal, geométrica y vegetal en vidriado verde y negro. Siglo X. Igualmente en el Antiquarium.
Y termino con el gran Julian Bream y su maravillosa versión de Sevilla de Albéniz. Atención a partir del minuto 01:09 aproximadamente. Si no se levantan, como Bream, con la vuelta al tema (minuto 01:23), tiene ustedes un serio problema.
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