sábado, 24 de diciembre de 2016
Hasta la vuelta
A los lectores de este blog, favorables o detractores, Feliz Navidad. O feliz solsticio. O felices vacaciones. Y hasta la vuelta.
miércoles, 21 de diciembre de 2016
Acerca del debate sobre los deberes
Ayer se celebró el debate
sobre las tareas escolares al que
me había invitado Jesús Arana, en la magnífica Biblioteca
de Navarra de Mendebaldea. Hablar de deberes resulta un tanto aburrido, por
reiterativo, pero la actualidad manda y el planteamiento del debate era serio
(seguramente porque lo planteaban profesionales de la educación y no asociaciones de padres) y se
moderó de manera elegante y rigurosa, como era de esperar, siendo el catedrático de Lengua y Literatura Tomás Yerro el encargado
de tal cometido. Además, los deberes fueron más bien una excusa para hablar de la educación en profundidad.
Pese a que acudí a la cita con algo de fiebre,
pasé un rato agradable, de civilizada y cordial conversación, junto a Tomás, como moderador, y a los maestros y
directores de centro Miguel Cosme, Maite Echeverría y María José Oraa. Creo que
coincidimos todos en el compromiso por la enseñanza y también en la
preocupación por mejorar la educación. No es poco. Y pienso que las
discrepancias tuvieron más que ver con las peculiaridades de cada etapa
educativa que con nuestra diferente visión de la situación. Pero también en esto
hubo una desavenencia que me parece interesante resaltar de entrada: parece que
para los maestros la Primaria se está “secundarizando”. Curiosamente, los
profesores de Secundaria consideramos que la Secundaria se está “primarizando”.
Así que me pregunto: ¿Creemos los profesores de instituto que nuestros alumnos
están siendo infantilizados y los maestros que se acelera la madurez de los que
cursan estudios en la etapa anterior? Diría que uno de los dos, el maestro o el
profesor, está equivocado. Una cosa tengo clara: si a los alumnos, desde
pequeños, no se les permite madurar, todo se complica. Si se retrasa su proceso
de maduración (lo que no significa que haya que forzarlo), las consecuencias
son nefastas.
A
continuación dejo algunas de las ideas generales que expuse (en la imagen
anterior, mis "papeles pre-debate, pues no sería consecuente ir a hablar a
favor de los deberes sin haberlos hecho).
Sobre los deberes y la campaña de CEAPA:
1ª.- La campaña de CEAPA es injusta y
ofensiva hacia los profesores, pero sobre todo es un error, porque no solo no
motivará a los alumnos sino que reforzará la confusión entre esfuerzo y sufrimiento. Y desde luego no es precisamente una muestra de apoyo a los profesores (lean).
2ª.- Los alumnos y los profesores son muy
distintos. Los casos particulares han de tratarse de forma particular. Eliminar
los deberes para todos los alumnos o pretender que todos los profesores coincidamos en nuestra manera de trabajar, es absurdo. Hay alumnos que necesitan más que otros los
deberes. Eliminarlos perjudicará a los pobres y a los que más dificultades
tienen, que son precisamente los que menos museos visitan. En cuanto al
profesor que desempeña mal su trabajo, hay mecanismos para exigirle que lo haga bien.
3ª.- Es urgente solucionar la
falta de conciliación familiar y laboral. Pero, sin deberes, el problema
seguiría existiendo.
4ª.- La evidencia respalda que los
deberes mejoran en general el rendimiento académico.
5ª.- Los deberes deben hacerlos losalumnos (no los padres) y en un tiempo razonable y nunca ser sustitutivos de lo que no se ha
visto en clase.
6ª.- Las causas de la desmotivación,
irritabilidad o ansiedad de los alumnos no deben buscar solo en las tareas
escolares, sino en los hábitos que tienen , la sobre-estimulación, el exceso de
extraescolares o los valores que les estamos transmitiendo todos, en casa y en
la sociedad. Nada desmotiva más que no aprender, pero nadie parece haber reparado en que
lo más importante para que un alumno aprende es que quiera hacerlo y se esfuerce.
7ª.- Padres, y profesores estamos en el
mismo barco, cada uno en nuestro ámbito. La confianza es vital. Poner deberes
es colocar al alumno ante su propia responsabilidad individual.
Sobre PISA:
Las conclusiones más relevantes del
último Informe PISA son:
1ª.- España lleva una tendencia descendente desde 1990, año de implantación de la LOGSE. Navarra y Casilla
León, por motivos que pudieran tener que ver con el menor fervor a la hora de
aplicar la LOGSE o con la actitud de las familias, se encuentran mejor que
otras comunidades, dentro de la mediocridad.
2ª.- Los países que mejor nota han sacado
en contenidos, también lo han hecho en procedimientos.
3ª.- Los países que apuestan más por la
instrucción directa que por el aprendizaje por descubrimiento, han obtenido
mejor nota.
Sobre el pacto de estado por la educación:
1ª.- Un pacto educativo debería rechazar la idea
de que el alumno es el objeto del sistema, en lugar de serlo el conocimiento. Si el objeto es el propio alumno, el saber es
algo que ha de comercializarse y rentabilizarse, no para
procurar cultura sino para propocionar "bienestar".
2ª.- Sería preciso: eliminar la promoción
automática; recuperar, pero bien diseñadas y bien resueltas, las pruebas
externas; implantar itinerarios tempranos que atendieran de forma
efectiva a la diversidad; ampliar el Bachillerato a tres años; recuperar la
importancia de las Humanidades, la Filosofía, la Música, las enseñanzas
artísticas…; revisar el sistema de acceso a la función pública y la formación
del profesorado en otorgando mucha mayor importancia a los contenidos disciplinares y mucha menos a la didáctica; establecer una auténtica carrera
profesional, etc.
Aprovecho para transcribir las indicaciones que se trasladaron a
las familias, a comienzo de curso, por parte del equipo directivo del colegio
de mis hijos, porque me parecen impecables y me permiten, pese a todo, mantener
el convencimiento de que mis hijos van a estar mejor en la enseñanza pública
que la privada. Dice así:
En educación primaria se considera conveniente enviar deberes o tareas escolares para que el alumnado las realice fuera del horario lectivo. El profesorado determinará las actividades a realizar y los criterios para su corrección en función de las necesidades de cada grupo. Las familias deben responsabilizarse de que el alumnado realice las tareas en las condiciones adecuadas.
La finalidad de las tareas escolares es: Desarrollar la autonomía y crear el hábito de trabajo y estudio. Reforzar el aprendizaje que tiene lugar en el aula. Consolidar y ampliar conocimientos adquiridos en clase. Iniciar en el aprendizaje o anticipar contenidos que se trabajarán en el aula.
Contenido de las tareas escolares: Las actividades que se proponen son actividades que el alumnado sabe hacer por sí mismo. Por tanto, es conveniente que las haga solo y en caso de alguna dificultad, que consulte al día siguiente al profesor.
Duración de las tareas escolares: El tiempo destinado para la realización de tareas y a la lectura dependerá de cada alumno, pero dentro de unos parámetros lógicos y razonables.
Para el curso en el que está mi hijo, que es 1º Primara (mi hija está todavía en Infantil y no tiene deberes), el centro ha sugerido entre diez y quince minutos diarios. ¿Les parece un exceso? Desde luego, a mí no.
En educación primaria se considera conveniente enviar deberes o tareas escolares para que el alumnado las realice fuera del horario lectivo. El profesorado determinará las actividades a realizar y los criterios para su corrección en función de las necesidades de cada grupo. Las familias deben responsabilizarse de que el alumnado realice las tareas en las condiciones adecuadas.
La finalidad de las tareas escolares es: Desarrollar la autonomía y crear el hábito de trabajo y estudio. Reforzar el aprendizaje que tiene lugar en el aula. Consolidar y ampliar conocimientos adquiridos en clase. Iniciar en el aprendizaje o anticipar contenidos que se trabajarán en el aula.
Contenido de las tareas escolares: Las actividades que se proponen son actividades que el alumnado sabe hacer por sí mismo. Por tanto, es conveniente que las haga solo y en caso de alguna dificultad, que consulte al día siguiente al profesor.
Duración de las tareas escolares: El tiempo destinado para la realización de tareas y a la lectura dependerá de cada alumno, pero dentro de unos parámetros lógicos y razonables.
Para el curso en el que está mi hijo, que es 1º Primara (mi hija está todavía en Infantil y no tiene deberes), el centro ha sugerido entre diez y quince minutos diarios. ¿Les parece un exceso? Desde luego, a mí no.
miércoles, 14 de diciembre de 2016
Debate: Mitos y realidad de los deberes escolares
Hace cosa de un mes me invitaron desde la Biblioteca de Navarra a participar en un debate sobre los deberes escolares. Acepté encantado porque la Biblioteca está haciendo una extraordinaria labor a través de clubs de lectura, ciclos de conferencias... y me sugerían formar parte de una mesa redonda para analizar los aspectos a favor o en contra de las tareas escolares. Creo que es una buena ocasión para abordar con el sosiego que merece un asunto que se ha convertido en polémico, cuando no debería serlo.
El debate tendrá lugar el próximo martes 20 de diciembre a las 18:00. Estaré encantado de charlar con Maite Etxebarria (directora del Colegio Público Doña Mayor de Pamplona), Miguel Cosme (director del Colegio Público García Galdeano, también de Pamplona) y María José Oraa (directora del Colegio Público Erreniega, en Zizur Mayor). Me hace especial ilusión que modere el debate Tomas Yerro (Catedrático de Lengua y Literatura), quien presentó en Pamplona Contra la nueva educación.
Quedan todos invitados.
viernes, 9 de diciembre de 2016
"Contra la nueva educación", en el blog "Ideas disruptivas y más"
Rafael Rico, profesor universitario, comenta Contra la nueva educación en su interesantísimo blog . Dice Rafael:
Habíamos quedado en que iba a contar aquí mis opiniones sobre educación. Pues bien, a modo de declaración de intenciones, voy a recomendar el libro de Alberto Royo titulado Contra la nueva educación.
Alberto es músico y profesor de secundaria y, además, es joven y muy divertido. Su libro aboga por una enseñanza basada en el conocimiento y, esto que podría parecer una evidencia, se ha convertido hoy en día en una idea totalmente disruptiva. Hoy se educa en valores, se motiva, se promociona la creatividad y el afán de emprendimiento, se rinde culto a las “nuevas tecnologías”... pero se enseña poquito, ¡poquito!... no sea que alguien vaya a quejarse.
Leyendo el libro del profesor Royo me viene a la cabeza la fábula de Hans Christian Andersen conocida como El rey desnudo. Ante tanto gurú de la educación proponiendo chorradas, este libro nos grita como el niño de la fábula: “¡Pero si el rey va desnudo!”.
Mi enhorabuena Alberto por el libro y por tu valentía al publicarlo y que sepas que en la universidad te leemos.
El enlace al blog De Rafael Rico, aquí.
viernes, 2 de diciembre de 2016
Desconcierto en el Parlamento
Agotado de pensar, intentar
razonar y convencer a los parlamentarios forales de la conveniencia de disponer
de una ley propia de protección al profesorado. Me encuentro agotado, pero no más que decepcionado, desconcertado y preocupado. Mi estado de ánimo ya viene de ayer, aciago día en
el que el ministro de Educación se comprometía a
“actualizar” nuestras metodologías didácticas (como todos sabemos, la
principal misión de un ministro de educación
es decirnos a los profesores cómo tenemos que enseñar). No se le ha ocurrido a
Méndez de Vigo actualizar instalaciones o recursos, no. Tampoco ha
pensado en actualizarnos el sueldo y devolvernos las mensualidades sustraídas.
Nada de eso. El ministro nos va a actualizar las metodologías. Y lo va a hacer
porque, dice, esta es “una de las
reivindicaciones más insistentes de los profesores” (¡toma ya!), que llevan
“años” diciendo que la metodología “se ha quedado anticuada”. O sea, que nos va
a dejar como nuevos. Como cualquier fan del flipped learning, el ministro
quiere “darle una vuelta a todo esto”. A ver
si ahora le va a dar al PP por cumplir sus compromisos, “contar con los
docentes” (nadie dijo con qué tipo de docentes se pensaba contar pero ya lo
vamos viendo) y afrontar una “actualización metodológica”. Lo del Bachillerato
de tres años o las reválidas, dos aciertos potenciales, se han quedado por el camino; más vale que se les
olvide esto también.
Paradójicamente, el
Partido Popular de Navarra es el único grupo político favorable a una ley de autoridad
del profesor. Hay que decir que el Partido Socialista de Navarra se ha mostrado dispuesto a llegar a un acuerdo si el PP sustituyera la palabra “autoridad” por “protección” (cosa que este partido ya había hecho, en realidad) y ha tenido una postura bastante sensata al respecto.
El resto de partidos, todos ellos sin excepción (UPN, Izquierda-Ezquerra,
Podemos, Geroa Bai y Bildu) han rechazado la propuesta del PP.
A continuación dejo
el texto de mi comparecencia, a petición del Partido Popular, conocedor de mi
postura favorable en esta cuestión.
COMPARECENCIA PARLAMENTARIA
PARA
TRATAR LA PROPUESTA DE LEY DE PROTECCIÓN DEL PROFESORADO PROPUESTA POR EL
PARTIDO POPULAR DE NAVARRA
2 DE
DICIEMBRE DE 2016
Hoy, hace diez minutos, ha venido mi hija, y a la pregunta “¿qué tal?”,
ha empezado a hablar con lágrimas en los ojos: su tutor, una persona a la que
conozco, encantadora, ha sido objeto de mofa por parte de un alumno, y casi
todo el resto de la clase le ha reído la gracia, y la clase ha seguido ya en el
mismo tono, con risas y burlas hacia el profesor-tutor. El “voceras” ha
llegado a decir: votemos para que este 'puto profesor' se vaya a la calle. El
voceras había sacado un 1 en Filosofía, la asignatura que daba el tutor. Mi
hija es repetidora -por tanto, no es ejemplo-, pero tiene educación, y se pronunció
en contra. El profesor ha estado de baja, una semana -porque se le había roto
la muñeca (mentira piadosa para enmascarar que no se tenía en pie, que le
superaba el clima de la clase, que los alumnos como el voceras buscaban sólo el
aprobado y unas cuantas 'emociones', lo que se lleva ahora: sociabilidad,
amiguismo, y cero conocimientos). Mi hija sigue hablándome con lágrimas en los
ojos. O callamos a los voceras, o nos comen de pies a cabeza. Imposible hacerse
oír en una reunión de padres: todos van a lo mismo: Mi hijo, mi hija, mi hijo,
mi hija...
Esto
que acabo de leerles me lo contaba un amigo hace solo dos días. He querido
comenzar así mi intervención porque cuesta comprender que no haya absoluta
unanimidad a la hora de aprobar una ley de protección del profesor como la que
el Partido Popular de Navarra presentó en esta cámara el pasado 15 de
septiembre.
Suele decirse, con razón, que la política educativa no ha de estar condicionada por la ideología. Esto no es nada sencillo, puesto que todos tenemos ideología y es imposible que nuestros posicionamientos políticos, políticos en el sentido de preocupación por lo público, no se encuentren contaminados por nuestros propios prejuicios. Pero, si bien es imposible opinar y decidir de manera aséptica, sería deseable encontrar aquellos asuntos en los que no debería caber discrepancia alguna, más aún en esta atmósfera pre-pacto educativo en la que nos encontramos y que a algunos nos da más miedo que otra cosa, sobre todo después de que el ministro Méndez de Vigo Méndez de Vigo se haya comprometido a “actualizar” (nos) a los profesores nuestras “anticuadas metodologías”. En relación con estos asuntos respecto a los que, pienso, se debería poder alcanzar ese ideal tan de moda llamado “consenso”, hemos de dar por hecho que todos los grupos parlamentarios considerarán la educación como un pilar básico de nuestra sociedad. Tampoco sería sensato dudar de que el clima de trabajo y de convivencia en un centro educativo tiene una gran influencia en la calidad de este servicio público tan importante. Dicho esto, les hago una pregunta: Estando de acuerdo en la importancia que para toda sociedad avanzada tiene el disponer de un buen sistema de enseñanza y en que no se puede disociar el aprendizaje de la generación de un ambiente propicio para este: ¿Cómo no ha salido adelante una propuesta cuyo único objetivo es amparar el derecho de todo profesional, en este caso docente, a ejercer su labor en unas condiciones adecuadas?
La
Proposición de Ley Foral que fue rechazada no pretende otra cosa que “reforzar
la autoridad” del profesor y “establecer herramientas disciplinarias en casos
de conductas contrarias a la convivencia”, garantizando “la debida protección y
asistencia jurídica”. Su finalidad es “fomentar la consideración y el respeto”
hacia los profesores. En las siguientes líneas se explica perfectamente su
razón de ser: “es preciso transmitir que, además de la autoridad que le
confiere su saber” (lo que conocemos como “autoridad intelectual”), [el
docente] está investido de una autoridad institucional por ejercer la función
primordial de la docencia y ser, con ello, garante inmediato del derecho
constitucional a la educación”.
Hay,
por lo tanto, una doble necesidad de aprobar una Ley de Protección del
Profesorado: por un lado, la necesidad inexcusable de apoyar, cuidar, amparar y
prestigiar la figura y la tarea del maestro. Por otro, la obligación moral de
inculcar en nuestros alumnos el sentido de la responsabilidad, en un momento en
el que incluso la palabra “deberes” resulta políticamente incorrecta y hasta
escandaliza, olvidando que no es buen ciudadano aquel que reivindica sus
derechos sin ejercer sus deberes, es decir, sin cumplir con sus obligaciones.
Me
gustaría manifestarles mi perplejidad ante los argumentos esgrimidos por los
grupos parlamentarios para justificar su oposición a una ley propia navarra
sobre autoridad del profesor. Comentaré a continuación algunos de estos
argumentos.
1º.- Argüir que la LOMCE ya habla de autoridad
y que hacerlo también en Navarra “podría crear confusión” resulta muy poco
convincente como razonamiento. En otras comunidades se han aprobado leyes
similares, para satisfacción de sus docentes. Y no parece que lo que en otros sitios
no ha generado “confusión”, pudiera generarla en Navarra. Descartado entonces
que una ley foral sobre esta cuestión pudiera haber provocado aquí el caos, no
se entiende qué daño habría hecho su aprobación.
2º.- Deducir, como se ha hecho, del texto
presentado, que se está apostando por una “respuesta solamente represiva” y
contraponer la autoridad a la “actitud dialogante” no tiene el menor sentido.
El lenguaje es, además, desafortunado, pues hablar de “respuesta represiva”
podría hacer pensar a alguien que los profesores queremos someter e incluso humillar
a nuestros alumnos, cuando lo único que pedimos es moderar, contener, apaciguar
aquellas actitudes que nos impiden a nosotros enseñar y a sus compañeros (y a
ellos mismos) aprender. No es necesario, por otra parte, insinuar que el
docente ha de ser dialogante. Evidentemente que ha de serlo. Y ha de ser
democrático. Y ha de ser respetuoso. Pero nada de esto es incompatible con la
consideración de autoridad. Ustedes mismos funcionan en los partidos y en las
instituciones con unas normas jerárquicas que no ponen en duda porque facilitan
el normal desarrollo de su actividad.
3º.- Ha habido también
quien ha asegurado que esta
propuesta “encierra un espíritu conservador y autoritario”. No puedo
compartirlo. No se trata de una Ley de Autoritarismo sino de Autoridad, ni se
quiere otorgar al docente el poder para ejercer la tiranía en el aula. Y no
puede ser conservadora una propuesta que aspira a mejorar las condiciones de
trabajo de los profesores porque esta es precisamente uno de los factores-
clave para que la escuela pública pueda llegar a ser una herramienta de ascenso
social.
4º.- Se
ha dicho también que “reforzar la autoridad no es solución si no va acompañada
de otras medidas”. Podría entender que no es la solución definitiva, y estaría
de acuerdo porque hay mucho más por hacer, pero no es un razonamiento sólido
para rechazar la propuesta. Si esta propuesta ayuda, aunque solo sea a
concienciar de la necesidad de respetar al profesor, de comportarse
adecuadamente y, por consiguiente, valorar el privilegio que supone el acceso
al conocimiento, debe ser aprobada.
5º-
Solicitar a la Inspección y a la Sección de Convivencia “una mayor
involucración es”, desde luego, muy atinado. Como lo es pedir una mayor “agilidad”
en la activación de protocolos. Sin embargo, afirmar que “la solución pasa por
la democratización”, como he leído, me lleva a preguntarme qué hay que
“democratizar” en un ámbito plenamente democrático como es la escuela, pero
necesitado de normas como cualquier otro ámbito democrático. Y no sé tampoco
qué parte de esta proposición de ley puede ir en contra de ese sentido
democrático.
6º.- Se
ha afirmado que la autoridad se consigue “mejorando la interacción” y “educando
para la paz y la convivencia”. ¿No es esta una buena oportunidad para mejorar
la interacción y educar para la paz y la convivencia, aprobando una ley que
apuesta por la responsabilidad, la tolerancia y el respeto? ¿Qué tipo de
“interacción” estamos padeciendo ahora mismo en las aulas?
La
sociedad actual está dando síntomas claros de desorientación. No solo precisamos
de ustedes capacidad de acuerdo sino convicciones. Si no las tienen, o si no
las muestran, como representantes públicos que son, difícilmente los profesores
podremos cumplir con nuestro cometido. Es difícil enseñar si los referentes
sociales van en dirección contraria a los valores que propugnamos y a las
actitudes que favorecen el aprendizaje. Es difícil enseñar si las familias no
confían en nuestra capacidad para completar, en la parcela que nos corresponde,
la educación de sus hijos. Y es difícil, muy difícil, si ustedes no se atreven
a llamar a las cosas por su nombre, si tienen miedo a hablar de autoridad,
disciplina, esfuerzo, conocimiento… porque ninguna de estas palabras está
reñida con el respeto y el compromiso que los profesores tenemos hacia nuestros
alumnos, ni tampoco con el cariño con que unos padres han de encauzar a sus
hijos. Precisamente el amor incondicional que los padres sentimos hacia
nuestros hijos es el que impide que exista la distancia afectiva adecuada para
tomar siempre las decisiones más adecuadas. Los padres siempre pensamos, antes
que en ninguna otra cosa, en el bienestar y la felicidad de nuestros hijos. Los
profesores, sin embargo, hemos de pensar en su formación. Y ustedes, los políticos,
han de facilitar nuestro trabajo y contribuir a que nuestros hijos, nuestros
alumnos, sean en el futuro unos ciudadanos integrados en la sociedad en las
mejores condiciones, como personas cultas, formadas, responsables, tolerantes, libres
y con espíritu crítico. Kant lo expresó de forma impecable cuando dijo que “tan
solo por la educación puede el hombre llegar a ser hombre”. Dicho de otra
forma: es la cultura la que nos humaniza.
En
definitiva, familias, profesores y políticos debemos cumplir con la
responsabilidad que a cada uno nos compete. Si una de estas tres piezas falla,
el conjunto se debilita y la confianza se pierde. Por eso les pido que decidan pensando
en mejorar la educación, sea esta decisión más o menos popular, más o menos atractiva,
más o menos novedosa. Ya conocen el dicho: “De buenas intenciones está
empedrado el infierno”. No necesitamos buenas intenciones. Necesitamos buenas
decisiones.
Muchas gracias.
Alberto Royo .
En una entrada anterior, a raíz de un debate al que me invito este mismo partido, me
preguntaba: Con todas las diferencias, que son muchas, que encuentro entre
lo que yo defiendo y las políticas educativas (y no educativas) del Partido
Popular, ¿qué está ocurriendo en este país para que, al menos en la teoría, sea
un partido conservador el único que entienda que la exigencia, el mérito, el
esfuerzo... son fundamentales en la escuela? Especialmente llamativa es la
decisión de la izquierda de sacudirse de encima la idea de responsabilidad
individual, precisamente porque el pobre (pobre cultural, social o económicamente)
necesita más que nadie que se respete el derecho al ascenso social de todos y
cada uno de los ciudadanos, que se proteja su legítima aspiración a llegar tan
lejos como su voluntad y su capacidad se lo permitan. A esto debo añadir hoy: ¿Qué está ocurriendo para que solo
uno de los seis grupos parlamentarios defienda una ley de autoridad docente?
¿Qué está pasando para que uno reclame autoridad y se le diga que “los tiempos
del autoritarismo ya pasaron”? ¿Qué nivel de empatía tiene un político en
relación con los profesores si es capaz de decir que necesitamos “más formación”
para resolver el problema de las agresiones? ¿Cómo puede decir alguien con
responsabilidades institucionales que “para educar no es necesaria una ley”?
¿Qué nos hace distintos a los profesores para no merecer el mismo respeto que otros
profesionales? ¿Es admisible que se apunte como solución, cuando se está
tratando un asunto tan grave, la oferta
de “talleres de educación emocional” y más educación “en valores”? ¿Acaso el
respeto a un docente no forma parte de la “educación en valores”? ¿Es aceptable
que exponga durante mi intervención un caso real de acoso y desprecio hacia un
profesor y alguien lo considere “poco afortunado”? ¿Y que se minimice la
situación porque de los “pocos casos”, algunos hechos le habían ocurrido “a la
misma persona”? ¿Es serio que, en este contexto,
se reclame la necesidad de hablar también del “desprecio a las cuidadoras” o se
me afee no haber abordado la cuestión “desde la perspectiva de género”? No desvelo
nada que no sea público y, además, algunas de estas respuestas las han recogido
los medios que han asistido a la sesión (aquí, Diario de Noticias; aquí, Navarra.com).
La situación es esta: los profesores tenemos que ganarnos la autoridad (que es lo mismo que decir que debemos demostrar que la merecemos); los profesores no necesitamos ninguna ley que nos proteja sino cursillos de educación emocional, gestión del aula y resolución de conflictos; los profesores tenemos que dejar atrás metodologías trasnochadas y ponernos de una vez a innovar. Suelo ser una persona templada, más aún cuando estoy en un lugar como el Parlamento. Pero hoy no solo estoy cansado. Estoy enfadado. Mucho.
Aprovecho para dejar aquí mi intervención, a partir del minuto 27, en el programa Toma la palabra, de Navarra Televisión. Parece que algunos medios entienden la situación mejor que algunos políticos.
lunes, 28 de noviembre de 2016
César Bona o el “zangolotinismo neopedagógico”
-Pero dilo con más
galanura, hombre. No con esa mirada de besugo y ese aire de... de
zangolotino... Más galanura.
-¿Más qué? (preguntó con absoluta ignorancia)
-Galanura.
-¿Y eso qué es?
¿Recuerdan este diálogo
de la estupenda película “El viaje a ninguna parte” de Fernando Fernán Gómez?
Carlos Galván (Pepe Sacristán) y Carlitos (Gabino Diego) ensayaban en la posada
una obra de teatro y Sacristán le decía a Gabino Diego, que no estaba nada convincente en su papel, aquello de "zangolotino".
Entonces escuché por primera vez esta palabra tan poco utilizada que está hoy de plena actualidad. La RAE define "zangolotino"
como una expresión coloquial que sirve para describir a quien se comporta de forma
infantil o demuestra tal mentalidad. Si seguimos así, dentro de poco los
zangolotinos dominarán la tierra. Al menos en España.
Esta mañana me desayunaba con una entrevista en La Vanguardia a César Bona, considerado por la tendencia dominante en educación, por la administración educativa, y también por Ikea, el mejor profesor de España (aunque, para ser rigurosos, César es maestro de Primaria). Ya en la introducción (minutos publicitarios) leemos que en estos "centros pioneros" que promociona Bona en su segundo libro "lo más importante no es que los alumnos aprueben, sino escucharlos, motivarlos y formarlos para que sean personas socialmente responsables". Antes de entrar en detalles, ¿podría alguien explicarme por qué un examen es perjudicial para conseguir que un alumno se convierta en un ciudadano socialmente responsable? ¿Podría alguien explicarme, de paso, qué es una persona "socialmente responsable"? ¿Podría alguien, abusando un poco, decirme si cuando estos niños tan motivados quieran sacarse el carnet de conducir, se concederá importancia a que lo aprueben o se pedirá que se les conceda en función de su motivación? ¿Animaría a alguien a conducir a un sujeto que no hubiera aprobado el examen? ¿No es también segregador el examen de conducir, puesto que quien no lo supera se queda sin carnet? La argumentación es tan pobre, tan pobre, TAN, TAN, TAN POBRE, que vamos a tener que explicar que aprobar significa que el profesor verifica que un alumno ha aprendido lo que el profesional ha considerado que debía aprender, y suspender no es otra cosa que la advertencia de lo contrario. Pero no hay manera. Los exámenes son malos. Los deberes son malos. La exigencia es mala. El esfuerzo es malo. Los contenidos son malos. Es todo tan idiota que temo que acabemos extinguiéndonos...
Sobre César he hablado en mi
libro, de forma, tengo que decir, muy educada. También lo hice a raíz del
programa Cintora
en la calle, en el que no coincidimos, pues Cintora decidió pasear con
Bona por el parque mientras a mí me recluía en un aula antigua, para adecuar,
imagino, la atmósfera a lo que tenía previsto consumar durante la grabación (y,
sobre todo durante la edición). Comenté otra entrevista suya, en ABC, aquí.
Y aquí relaté
los pormenores de la única vez en la que he podido debatir con él (hasta que se
enfadó y zanjó la charla de forma abrupta) pues en todas las ocasiones en que
se ha podido dar la circunstancia (tres, que yo recuerde), César declinó la
invitación. Sin embargo, aunque no ha habido suerte a la hora de buscar una
discusión civilizada, César sí se ha referido a mí en varias ocasiones, incluso
sin citarme y tergiversando unas declaraciones que yo había hecho (aquí se
puede leer una crónica de lo sucedido en La Sexta Noche). Hasta sor Lucía
Caram, la monja más mediática a este lado del Mississippi, me hizo el favor de
desaconsejar mi libro (bueno, es largo de explicar, primero recomendó y luego,
ya en la tele, disuadió de su lectura -léanlo, si les apetece, aquí-), al tiempo que invitaba a los espectadores a leer el de
Bona que, como diría Coelho, está más mejor.
La cosa es que hoy, una periodista de La Vanguardia, Raquel
Quelart, firmaba un reportaje (al que pueden acceder desde
este enlace) a la estrella mediática con el siguiente titular:
Si tu hijo te dice que no
quiere ir al colegio, ¡escúchale!
Como titular es, sin
duda, tendencioso (y todavía no han leído nada), pues presupone que quienes
entendemos como natural que nuestros hijos prefieran hacer otras actividades
que ir a la escuela debemos ser personas de una enorme crueldad. Porque, con
sinceridad, yo a mis hijos les escucho, pero que quieran ir o no al cole no me
hace cuestionar la conveniencia de que vayan.
Tampoco es muy equitativa la autora de la entrevista al cotejar
el pensamiento boniano con el mío. Escribe Raquel
Quelart:
Los
planteamientos del docente también han levantado ampollas entre algunos de sus
colegas de profesión con una visión más convencional de la educación. Muestra
de ello es el libro de Alberto Royo Contra la nueva educación.
Pero a pesar de las críticas, César se mantiene firme en su compromiso por una
educación mejor y más humana.
Sra
Quelart, "levantado ampollas" es una apreciación un tanto subjetiva.
Y, si se trata de ampollas, más bien parece que soy yo el que las ha levantado
por haber "osado" criticar las propuestas de moda. Basta ver las loas
que usted dedica a Bona y cómo me trata a mí. Porque verá, decir que "a
pesar de las críticas", él continúa "firme en su compromiso por una
educación mejor y más humana", justo después de haber hablado de mi libro,
supone sugerir que quienes no compartimos sus planteamientos, tampoco
compartimos sus buenas intenciones (unas buenas intenciones de las que, por
cierto, está empedrado el infierno). ¿O supone usted, Sra Quelart, que yo
apuesto por una educación peor e inhumana? ¿Quizás extraterrestre? No es que me
moleste que César le sulibeye y yo le resulte tan
"convencional" y, por lo tanto, aburrido. Lo que ocurre es que la
ética periodística debería infundirle cierto afán, si no de objetividad, que es
imposible, sí de rigor, imparcialidad y honestidad profesional. Si tiene
intención de comparar dos visiones distintas de la educación a través de los
planteamientos de un maestro que se dice innovador (Bona) y un profesor que NO se
considera "convencional" (yo), pregunte a ambos o al menos no nos trate de
forma tan desigual.
Pero
vayamos a lo importante, no sin antes pedir a César que lea con más atención mis declaraciones si
quiere citarme porque, de hacerlo mal (y ya van unas cuantas), cualquiera podría
interpretar que lo que pienso es lo que César dice que pienso y no lo que
pienso de verdad, que suele estar bastante cerca de lo que yo digo que pienso. Lo
importante es, pues, rebatir algunas ideas,
no por quien las dice sino por su contenido y repercusión ("todas las personas
son respetables, pero no todas las opiniones", dijo Fernando Savater). Combato estos
planteamientos porque los considero dañinos y porque no los quiero ni para mis
alumnos ni para mis hijos. Y lo voy a hacer cuestionando algunas de las
afirmaciones que aparecen en el reportaje. En azul, las preguntas de la periodista; en rojo y cursiva, las
respuestas de César Bona. En negro
y en redonda, mis comentarios.
¿Qué recuerdos guarda de su
etapa como alumno?
Supongo que los mismos que tienen los lectores que
nos leerán: el ir a la escuela, tener que leer un libro de texto y, luego,
soltarlo en un examen, olvidarte e ir al siguiente tema; lo que sigue
sucediendo ahora años después. Y, claro, las cosas van cambiando en todos los
ámbitos de la vida y la educación no debería ser diferente.
Los recuerdos de la escuela de cada uno son muy
diferentes. Pretender que la experiencia personal condicione las decisiones en
materia educativa es mucho pretender. Por otra parte, ningún profesor quiere que
sus alumnos aprendan algo y lo olviden de inmediato. Si uno olvida enseguida lo
que ha estudiado, normalmente es porque lo ha estudiado muy mal o porque no lo ha repasado. Emplear como excusa eso de que "las cosas
han cambiado en todos los ámbitos de la vida" para despreciar
aquello que funciona es tan ridículo como recurrir al "esto se ha hecho toda la
vida" para eludir la modificación de lo que es necesario alterar.
¿Cuál es el fallo de la educación convencional?
Nos tenemos que dar cuenta de que somos seres sociales, pero
seguimos educando a seres individuales. Es necesario que el conocimiento ya no
parta solo del maestro, sino que sea un factor compartido y no sea usado
exclusivamente de forma individual.
Esta frase no tiene ni pies ni cabeza. El
conocimiento no puede partir sino de quien lo atesora. Pensar que es algo
"compartido" no tiene el menor sentido. Precisamente porque somos
seres sociales necesitamos del conocimiento, para saber comprendernos, para
saber tratarnos y para saber convivir.
¿Qué carencias educativas arrastramos la
generación EGB?
Sobre todo sociales. Si echas la vista atrás, ¿qué
importancia se le daba a las relaciones humanas en la escuela en la que
nosotros vivimos? ¿O qué cultura ecológica se nos inculcó?¿Cuántas veces
escuchamos cuando éramos niños que las diferencias entre nosotros enriquecen?
Vida y Escuela han de ser indisolubles.
Ahora resulta que los de la EGB tenemos una tara. Vaya por Dios. Por lo demás, ¿"vida y escuela han de ser
indisolubles"? ¿Qué demonios significa eso? Es como decir "oxígeno y
escuela han de ser indisolubles". La escuela forma parte de la vida. No
puede ser de otra forma. Si por "vida" se quiere referir César Bona a
lo que no es la escuela, debo decir que el ámbito académico y el social son distintos, lo que
no significa que no estén relacionados. Pero el objeto de la escuela, por
definición, no es sociabilizar sino conocer, lo cual, además, contribuye de
forma determinante a la sociabilización.
¿En qué consiste el proyecto
‘changemarker’ al que están adscritas las escuelas en las que se basa su nuevo
libro?
En escuchar a los niños, porque tienen mucho que
aportar, invitarles a mirar a la sociedad donde viven e intentar mejorarla. Se
trata de convertirles en agentes de cambio. Los alumnos de estos centros
celebran asambleas, deciden qué colegio quieren. Y esto no significa que se
suban a las barbas, sino que están más a gusto en un lugar donde pueden tomar
decisiones, algo que nos sucede también a los adultos.
¿Qué profesor no escucha a sus alumnos? ¿Qué
profesor considera que no tienen nada que aportar? Ahora bien, delegar la
responsabilidad del adulto en el menor de forma que les toque a ellos decidir
qué quieren, me parece, cuando menos, poco profesional.
Usted critica que en el sistema
imperante se escucha poco a los alumnos.
En realidad no es una crítica, es un hecho. Los
niños y niñas en la escuela siguen recibiendo información que luego van a tener
que repetir. La educación tiene que evolucionar: lo más importante para educar
o enseñar es escuchar.
Este razonamiento me parece tan simple, tan
tosco, que no sé ni cómo abordarlo. Para aprender hay que repetir,
razonar, repasar, escuchar... todo ello forma parte del proceso. Reducirlo a la
escucha es tan pueril que no resiste el menor análisis.
¿Qué diferencias hay entre los
siete centros ‘changemarker’ de España?
(...) En el instituto de Sils (Gironès) y en la escuela Sadako (Barcelona) tienen muy en cuenta el compromiso
social. En el colegio O Pelouro, de
Galicia, conviven niños de distintas capacidades y no se tienen en cuenta las
etiquetas. En el centro Padre Piquer, en Madrid,
los chavales de secundaria, bachillerato y FP evalúan a los profesores -también
su nivel de empatía-.
No es momento de tratar el "compromiso
social de la Fundación Ashoka, aunque de ello hablo también en Contra la nueva educación, pero
permítanme que sonría cuando leo que son ellos los "socialmente comprometidos" y
no los que defendemos un sistema público de enseñanza que ampare el derecho al
ascenso social.
¿Qué piensa sobre las críticas que ha recibido su propuesta
educativa, como la que plantea Alberto Royo en su libro ‘Contra la nueva
educación’, donde acusa a su modelo de despreciar el conocimiento y la cultura
y apostar por la felicidad ignorante?
Primero, le felicito por la tipografía de su libro
porque es copia exacta del nuestro; segundo, decir que se desprecia la cultura
y el conocimiento es no tener ni idea de educación, es tener los ojos cerrados,
es querer vivir en una educación de hace 30 o 40 años; tercero, decir que a la
escuela se va a aprender y no a ser feliz es un error; y cuarto, estar en
contra de la evolución es una equivocación.
Primero, te agradezco, César, la felicitación,
porque sé que es sincera, pero tengo que decirte que mi trabajo en Contra la nueva educación no fue más allá de la escritura del
ensayo. La portada es cosa de la editorial, pero tú no te preocupes, César que yo les
transmito la felicitación. Aprovecho para preguntarte de quién tomaste
prestado el título "La nueva educación: ¿Fichte? ¿Dewey? En segundo lugar, tengo que
decirte que tienes toda la razón cuando dices que no tengo "ni idea de
educación" por afirmar que "se desprecia la cultura y el conocimiento". Como
todos sabemos, en este país, como dirían en Amanece que no es poco, es verdadera devoción lo que hay por la cultura y el
conocimiento. Prueba de ello es que a ti te han nombrado mejor maestro de España (un defensor del conocimiento) y que Gran Hermano lleva diecisiete ediciones.
Voy a decirte algo más (no me siento capaz de replicarte cuando me acusas de estar "en contra de la evolución"... ¿contra Darwin?): no solo no tengo los ojos cerrados, salvo cuando
duermo, sino que vivo en este mundo y no en los mundos de Yupi como tú, no en los años
setenta sino en estos. Y en 2016 es, si cabe, más importante que antes, tener
una sólida formación, una base cultural y conocimientos, precisamente para
evitar que ningún embaucador nos pueda convencer de lo contrario con el
pretexto de que nos va a hacer felices. Me niego a dispensar soma a mis
alumnos, César. Me niego y haré lo posible por evitar que sea suministrada a
los alumnos de los demás. No quiero ciudadanos felices en su incultura, encantados de conocerse y acostumbrados a exigir sin exigirse a sí mismos. No quiero zangolotinos. No quiero niñatos que no saben siquiera que no saben y cuya ineptitud, de la que de ningún modo tienen toda la culpa, les llevará a ser esclavos o tiranos. Quiero
ciudadanos que sean capaces de procurarse su propia felicidad, ciudadanos libres que se labren su propio futuro. Y a ello pienso entregarme. Los elogios y los premios, te los dejo para ti.
Pacto entre mortífagos
Llevo tiempo oponiéndome al pacto educativo. Lo he dicho aquí, aquí o aquí. He llegado a hablar de Pacto entre mortífagos, convencido como estoy de que la promesa de Rajoy de "contar con los docentes" se refiere a los docentes de "la nueva educación", los "maestros del corazón", los "innovadores", los "bilingües", los "emprendedores", los "TIC", los "inteligentes múltiples" y "empoderados"... Por eso, el peligro del pacto educativo es que va a consagrar esa "nueva educación", la de "los contenidos no son importantes", la de "el alumno ha de ser feliz", la de "no pongas deberes que hay que ir al museo", la de "no hagas exámenes porque son segregadores" ni hables de excelencia, "maldito elitista". El acuerdo tácito por la destrucción de la enseñanza pública se oficializará en los próximos meses."Uníos a nosotros o moriréis", decía Lord Voldemort. No hace mucho, en una entrevista, un director de instituto poder seleccionar al profesorado según su disposición a asumir los proyectos educativos del centro. "Uníos a nosotros o moriréis".
Queda cada vez más claro que lo que se busca desde los poderes político-pedagocráticos no es mejorar la enseñanza. Desgasta denunciar la gran estafa y batallar contra la epidemia de estupidez y caradura. Pero cuando expertos a los que uno admira, expertos de los de verdad, como José Manuel Lacasa, coinciden en el diagnóstico, anima y reconforta. "Estamos en el peor momento social para un Pacto por la Educación", aseguraba en una conferencia reciente en Barcelona. Y lo respaldaba con datos, afirmando algo que vengo repitiendo una y otra vez: "el debilitamiento del currículo (...) no incluye a más alumnos -los expulsa de la escuela bajo fórmulas más sutiles-, y además, perjudica especialmente a los alumnos que provienen de entornos desfavorecidos". En efecto, la falta de exigencia, la reducción de los contenidos y el buenismo (Lacasa habla de "trilerismo de las buenas intenciones") han acabado con la idea de la enseñanza como ascensor social.
Lean la excelente entrevista de Eva Serra en Catalunya Vanguardista (aquí). No tiene desperdicio. Vale la pena leerla entera, pero vean lo que dice José Manuel Lacasa sobre un posible pacto educatvo.
Ojalá no se firme porque estamos en el peor momento social para hacerlo. Fijar un mal modelo para los próximos treinta años es mucho peor, es un suicidio. Hemos cambiado un poco el modelo LOGSE y ya no hemos vuelto a hacer nada más. En estos momentos un pacto por la Educación es un pacto por los intereses de las empresas educativas, de los partidos, de los sindicatos de profesores y de las patronales de educación. Nadie está hablando de verdad de Educación, hablan de sus intereses. Lo que hay en el ambiente y lo que se está implantando es técnicamente tan malo que si fijamos esas medidas y no podemos tocarlas en treinta años estamos muertos.
jueves, 24 de noviembre de 2016
"Disfruten del espectáculo", en el blog de Nacho Camino
Nacho Camino, que se
prodiga menos de lo que nos gustaría a quienes hemos sido asiduos a sus lúcidos
escritos, habla en su blog de los últimos acontecimientos en el ámbito
mediático-educativo, con referencias a algunas de mis vicisitudes, como las
acaecidas en Cuarto
Milenio o en el programa de Mercedes
Milá.
Así comienza el artículo:
Si las entradas de esta bitácora se han espaciado
tanto en los últimos tiempos es porque a quien esto escribe le parecía
redundante seguir levantando acta del lento pero imparable hundimiento de la
enseñanza española. Como, además, las propuestas que podían surgir de este
espacio se oponían frontalmente al pensamiento hegemónico, tras cada
publicación quedaba flotando en el aire un incómodo olor a catacumba: la
sospecha de que este incienso subterráneo sólo iban a olerlo, una vez más, los
convencidos, las mismas y cada vez menos numerosas narices que asoman por aquí
tras haber constatado el hedor que desprende aquello que convenimos en llamar
“escuela”.
Durante este tiempo, no es que las cosas hayan
cambiado mucho. La nueva ley educativa se ha demostrado tan chapucera e
ineficaz como cualquiera de sus predecesoras de los últimos veinticinco años.
El fracaso escolar apenas se ha reducido, y, si lo ha hecho, obedece más a un
maquillaje estadístico que a la imperturbable realidad. Las, así llamadas,
nuevas pedagogías siguen bombardeando a los profesores en ejercicio con teorías
de antiguo y de moderno cuño, la mayoría de ellas sin mayor fundamento
científico que una baraja del tarot. Los políticos siguen hablando de pacto, y
las nuevas tecnologías son el flamante becerro de oro.
Sin embargo, hay algo que sí ha cambiado. Algo
que se veía venir, pero que nunca imaginamos que pudiera estallar como lo ha
hecho. Estas discusiones pedagógicas, que antes se restringían al ámbito
académico, se han convertido, como cualquier otro objeto de consumo, en un
espectáculo para las masas. Lo que antes se reservaba para el debate
especializado ahora es motivo de tertulia, concurso o telerrealidad en horarios
de máxima audiencia. No hay cadena que no emita algún programa dedicado al
asunto educativo, casi siempre a partir de un análisis superficial y
profundamente sesgado de los problemas que padece eso que aún acordamos
denominar “escuela”. Hasta Cuarto Milenio ha
enfocado su objetivo parapsicológico para mejor iluminar las bondades de la
neopedagogía, lo que quizá sea comprensible, después de todo: las
pseudociencias se reconocen mutuamente sin dificultad alguna. Han proliferado
tertulias, documentales, hasta concursos como “Poder Canijo”, un adefesio pagado con dinero público
que la audiencia, por fortuna, ha castigado como merece. Por tener, tenemos
hasta estrellas mediáticas como César Bona, con cuya invocación parecen solucionarse
todos los males de la enseñanza, aunque no sepamos con certeza cuál es su
método, ni siquiera si tiene uno. Y puesto que hay un héroe, y si queremos que
el espectáculo continúe, los popes del entretenimiento televisivo nos
proporcionan, cómo no, un villano. Ese papel le ha tocado en suerte al profesor Alberto Royo, el único en esos platós de la España
cainita y bullanguera que se ha atrevido a señalar la impudicia del rey: A la escuela, ha dicho, se va, en primera
instancia, para formarse, y no para ser felices. Semejante
máxima le ha costado la reprobación, más o menos explícita, de presentadores,
colegas, padres y hasta de monjas nada recatadas como la apelesiana Lucía Caram.
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