Estos días la noticia educativa pasa por la propuesta estrella del filósofo José Antonio Marina, aplaudida rápidamente por políticos,
expertos y ciudadanos con fobia funcionarial.
En relación con la enseñanza, tenemos tres problemas
serios y uno menos importante, pero que está ahí y es precisamente el que atañe
al profesor. Los problemas más graves, de los que pocas veces se habla, son: primero,
el desprecio generalizado al conocimiento, la cultura y el mérito, en todos los ámbitos; el segundo, un sistema educativo que no funciona; y el tercero, unos alumnos que no se esfuerzan porque no se les hace ver la importancia del estudio y porque ni se les reconoce a los que sí
lo hacen ni se les exige a los que no. Pero dejemos a los chicos tranquilos, no los molestemos. Y dejemos
también al sistema, que al fin y al cabo, con sus respectivos matices
doctrinales, es aceptado y defendido por todos los partidos sin excepción (sí,
sin excepción; es mentira que no estén de acuerdo. Discrepan solo en cuestiones
menores). Y no entremos ahora a hablar de nuestra antimeritocrática sociedad
porque no acabaríamos. Quedémonos con el cuarto problema, el recurrente, el de
siempre, el que sirve para justificar todo lo demás y a todos los demás. Carguemos pues las tintas en el profesor, que
no se queja y admite casi todo. Y comenzaré dando la razón a Marina en algo: el
docente debería estar formándose siempre. Es totalmente cierto. Imprescindible.
Me temo, sin embargo, que la formación que ambiciona Marina para nosotros, como
todo experto que se precie, no es la que a mí me parece que redundaría en un
mejor ejercicio de nuestra labor docente, no es la que fortalecería nuestra capacidad
para enseñar, la que incrementaría nuestros conocimientos sobre la materia que
impartimos, no. Basta analizar los planes de formación del profesorado de casi
cualquier comunidad autónoma para averiguar en qué sentido se dice que debemos
actualizarnos: en coaching educativo, en educación emocional, en emprendimiento
o en didáctica de la didáctica de la didáctica. O sea, que no nos vengan con eso de que el
profesor no quiere formarse porque, admitiendo que haya vagos en esta como en
toda profesión, insisto, el problema fundamental es que la formación que la
administración nos ofrece no es que no sea seria, es que es grotesca, por no
hablar de cómo se valora la que nosotros nos procuramos en los distintos baremos de méritos (el uso de esta palabra en los baremos es sencillamente un
timo).
Vayamos ahora a la recomendación de quien popularizó
aquello del niño y la tribu, la tribu y el niño, los niños de la tribu, las tribus de niños o como
fuera. Según Marina, "los buenos profesores no pueden cobrar lo mismo que
los malos". Así a bote pronto, no es fácil posicionarse en contra de que
quien hace bien su trabajo reciba un mayor reconocimiento (salarial, en este
caso) que quien no lo hace. Seguro que Marina imaginaba cerradas ovaciones
mientras escribía esto en su reciente libro. Estamos ante una sugerencia que
parece (PARECE) meritocrática. Pero tal demostración de clarividencia (el
bueno, más; el malo, menos) queda en brindis al sol, en trampa, en argucia...
o, peor, en andanada contra el docente (y van...), al que se culpa (sí, otra vez) de todo. Porque la ocurrencia de pagar a unos más que a otros encierra la intención de siempre: sembrar la duda respecto a un colectivo en el que, insisto, hay buenos y malos profesionales, como es natural. Escarbemos un poco y
pensemos cómo podría cumplirse esta, a priori, justa proposición. Me surgen enseguida algunas preguntas:
¿Podemos ponernos de acuerdo en qué es ser
buen profesor?
¿Quién decide si un docente es bueno o malo?
¿Es bueno el docente en el momento en que supera una
oposición y se vuelve malo después, por desidia, por desmotivación? ¿Es malo
porque el sistema de selección ha fallado? ¿Es malo pero con la experiencia puede
llegar a ser un buen docente?
En cuanto a la primera objeción, el concepto
"buen profesor" seguramente no sea el mismo para Wert, para
Pérez-Reverte, para Ken Robinson o para Moreno Castillo, por poner solo algunos ejemplos. Por lo tanto, antes de
hacer el casting, habría que conocer los requisitos que se piden.
Respecto a la segunda, miedo da a quién se elija como
tasador de las virtudes profesionales de los docentes. Más miedo da, si cabe, pensar
que sea, como insinúa el propio Marina, "el centro" el que evalúe (de
nuevo hay que preguntarse: ¿en función de qué? ¿la adaptabilidad al centro? ¿la
disponibilidad para las actividades extraescolares? ¿la predisposición a
participar en los proyectos del centro? ¿el número de aprobados? ¿el de
suspensos? ¿el conocimiento de la asignatura que hayan logrado sus alumnos y
el esfuerzo y dedicación del profesor? ¿la popularidad del docente, su
simpatía, su empatía, su buen rollito?
La tercera objeción me permite dirigir mis reflexiones
a un asunto sobre el que se esbozan críticas pero no se desarrollan propuestas:
el acceso a la función pública, algo clave, esto sí, en la calidad de la
enseñanza. Porque nadie puede discutir que la preparación del profesor es
crucial. Ahora bien, si lo que queremos es que accedan a la enseñanza los mejores
de cada campo, hagámoslo, primero, seduciendo a los buenos profesionales, a los
más sabios, a los más capacitados, para que decidan encaminar sus pasos hacia
la docencia (no lo voy a decir, pero hay un motivo prosaico pero eficaz, que se
contabiliza numéricamente y suele atraer a toda actividad -y la decisión contrario ahuyentar-); segundo,
estableciendo un filtro exigente y riguroso a la hora de escoger a los profesores,
con unos criterios claros, elaborados y sensatos, que nunca podrá garantizar
la presencia de los más competentes, porque esto es imposible, pero sí reducirá el margen de error en la selección. No quiero recordar (o sí, no hay por qué
ocultarlo) la polémica suscitada en aquellas oposiciones a maestros en la
comunidad de Madrid cuyos resultados fueron filtrados con mala intención pero
sin manipulación alguna (fallos de ortografía
como “veverlo”, “adsequible”, “incapie”, “aprendizage” o “gerarquia”;
definiciones como “escrúpulo: salida del sol” o “disertación: dividir una cosa
en partes más pequeñas”; etc). Los sindicatos se rasgaron las vestiduras, tanto
o más que algunos de los opositores afectados. Todos estamos expuestos a
cometer un error de bulto en un momento determinado, sobre todo en una situación de nervios y tensión
como un examen de oposición, pero, puestos a contemplar posibilidades, se me
ocurre la implantación de un examen
previo de cultura general para todo aquel que quiera dedicarse a la enseñanza.
Como sucede ahora, seguirá ocurriendo que buenos profesionales quedarán fuera
de la función pública, ya que una oposición no deja de ser una manera de tantas
de valorar la capacidad y condiciones del aspirante, pero estoy seguro de que
algo se habría mejorado.
Por otra parte, dice Marina
que a cualquiera le parecería "criminal" que los médicos "no actualizaran
sus conocimientos". Y tiene razón. Pero, si hablamos de médicos,
comparémoslo todo. Los médicos tiene muy claro que su objetivo es que el
paciente sane (también lo tiene claro, al menos es lo frecuente, el paciente),
no que se lleve bien con los demás pacientes o que empatice con su doctor. Los
médicos se basan en la tradición, en la ciencia, no en las pseudociencias ni en
innovaciones extravagantes. Los médicos no reciben consejos, ni pautas, ni
metodologías impuestas, de quienes no han estudiado y ejercido la medicina. Los
médicos no hacen cursos de risoterapia o coaching médico para estar al día en
su profesión. Creo que son más las diferencias que las semejanzas.
De todas formas, lo
llamativo es que un colega, un catedrático de instituto, que debería tener
información relevante y de primera mano sobre la profesión y que, además,
defiende algo tan defendible como que "la docencia tiene que ser una
profesión de élite", apueste por medidas tan dudosas, tan inciertas, tan oscuras,
como la de que los centros evalúen a los profesores para determinar quién ha de cobrar más y quién menos, demostrando, en el mejor
de los casos, un extraordinario desconocimiento de lo que está pasando en la
educación. Lo dicho: cuando despertó, no sé el dinosaurio, pero Marina, desde
luego, todavía estaba allí.
Sin desperdicio. Una reflexión para guardar y leer de vez en cuando. Gracias.
ResponderEliminarGracias a usted, amigo Anónimo.
EliminarYo el asunto lo veo ya en la premisa: "los buenos maestros y los malos maestros". Los judíos buenos y patriotas y los judíos traicioneros... Si uno se pone a disertar del "rey de Francia que es calvo" llegará con labia a cualquier sitio... verbal. Solo que ese rey no existe. ¿Quién expide el título de "buen maestro"? Me temo que tanto experto ignora el 101 % de lo que pasa en un centro. Tanto experto y tanto filósofo a sueldo.
ResponderEliminarExcelente comentario. Espero que no sea el último. Bienvenido.
EliminarExcelente reflexión sobre un tema tan crucial como complicado. Gracias también por el título: me ha servido para unas buenas carcajadas.
ResponderEliminarY yo que me alegro, amigo Pablo. Un abrazo
EliminarPaso por encima de los detalles, para ir al meollo de la cuestión: ¿qué hace suponer que lo que sea bueno para un alumno, deba ser bueno para un profesor?
ResponderEliminarAnticipo una hipótesis: no es lo mismo educación y formación.
Planteo también que los destinatarios de ambos procesos (educativo y formativo) son diferentes: alumnos y formandos.
También son (o deberían ser) distintos los propósitos que se persiguen en los dos ámbitos.
La conclusión es, al menos para mí, bastante evidente: son procesos distintos, que atienden a propósitos diferentes, con públicos dispares; el método no puede ser el mismo.
De forma escueta: la educación atiende al desarrollo de las capacidades individuales de los alumnos. Cuanto más se avanza en el desarrollo madurativo, más se especializan los contenidos, pero, en las etapas iniciales, los contenidos son genéricos y comunes para todos. Hay unas cosas que los alumnos deben aprender mientras se educan.
La formación es otro asunto diferente: comparte con la educación la necesidad de modular el aprendizaje. Pero, orientada como está al trabajo, los contenidos no son el único aspecto relevante. En el caso de la formación del profesorado, la adquisición de conocimientos es una de las partes de las que se compone; también está el aprendizaje del uso de instrumentos necesarios para su labor como profesor y el desarrollo de ciertas habilidades sociales que puedan ser relevantes a la hora de mostrar su sabiduría (sus conocimientos) a los alumnos que tiene en clase.
*****
Sé que sonará raro (en este blog), pero las razones por las que César Bona es un mal profesor, son las que harían que podría ser un buen formador.
Y conozco a unos cuantos formadores que, empeñados en transmitir contenidos, han convertido su tarea en algo tan rutinario como inútil.
Gracias.
PD - Escribo esto del tirón, sin correcciones. Espero poder aclarar algunos aspectos de esta particular visión en la serie del "Pentateuco Educativo", que tengo parada (de momento).
No entiendo nada. La distinción aquí me parece irrelevante. La palabra "educar" me chirría, y la de "formación" supongo que vendrá referida a algo meramente "técnico". Instrumentos, habilidades... O sea, basurilla de andar por casa en manos de sindicatos y pedagogos. Pero no sé qué tiene esto que ver con la crítica que expone Alberto.
EliminarBueno, Alberto se explicará, seguro. Me parece entender el matiz que hace al diferenciar formación de educación, aunque no termino de ver que realmente se pueda diferenciar. Lo que no entiendo es la pregunta que plantea al comienzo.
EliminarIntentaré enfocarlo de otra forma:
Eliminar¿Qué hace que un profesor sea bueno?
He creído entender que Alberto afirma que es mejor profesor el que más sabe y, por eso, en su proceso formativo es importante que adquiera más conocimientos.
Ese rasero (medir al profesor por sus conocimientos) es el mismo que se reivindica que deba aplicarse al alumno, entendiendo que, mientras se está formando, el profesor se convierte a su vez en alumno.
*****
¿Y el alumno? En las perspectivas de la nueva pedagogía (que tan criticadas son aquí) se entiende que se debe primar otras competencias que no sean el conocimiento, al que se relega a un segundo plano. Desde aquí se defiende la relevancia de los conocimientos (y no otras cosas) como el factor determinante en la educación.
*****
Ahora intentaré explicar mi perspectiva:
La formación del profesorado (como la formación para cualquier profesión) transciende el ámbito de los contenidos que, siendo importantes, no son el único aspecto al que se debe prestar atención. En determinadas profesiones, el desarrollo de habilidades (instrumentales y/o sociales) puede ser más relevante en determinado tipo de formación.
Para los profesores (una noble profesión) lo importante no es cuánto sabe el profesor, sino cuánto consigue que sus alumnos aprendan.
Ése es el factor esencial para determinar, a mi juicio, si un profesor es bueno. Aquellos profesores que recordamos, y que nos marcaron, a los que otorgamos el título de "maestros" no son aquellos que más sabían, sino los que consiguieron que nosotros entendiéramos, o que nos esforzáramos, o que encontráramos sentido a algo en nuestra vida (contenidos, virtudes, valores, habilidades, ...). Nos dejaron huella y su lección marcó nuestra vida.
No sé si he conseguido explicarme mejor.
Mucho mejor. Te respondo:
EliminarSi se ha entendido que pienso que "el mejor profesor es el que más sabe", no me he explicado con la exactitud que querría haberlo hecho. Pienso, eso sí, que para ser un buen profesor lo prioritario es saber. Sin conocimiento, no hay posibilidad de enseñar bien. Solo con conocimiento, puede no bastar. La nueva pedagogía no solo relega a un segundo plano el conocimiento; lo desprecia, lo considera casi molesto. Esto es lo que no admito. Y es compatible con admitir que hay otras capacidades (por no llamarlas competencias) que deben ser desarrolladas también en la escuela. Y sigo defendiendo la relevancia de los conocimientos (lo que no excluye, insisto, "otras cosas") como "factor determinante" en la educación.
Comparto que la formación trasciende los contenidos, pero se fundamenta en estos. Mi postura no es: "contenidos y nada más", como no es: "exposición oral del profesor y nada más" o: "teoría y nada más". La teoría es la base para la aplicación práctica, la exposición de un profesor debe ser persuasiva, entusiasta incluso, os contenidos llevan implícitos valores, ejemplos, modelos de conducta, hábitos... y no creo que se deba elegir entre lo que un docente sabe y lo que sus alumnos aprendan porque lo uno repercute en lo otro. Si yo sé mucho y mis alumnos nada, algo falla, a no ser que tenga la mala suerte de que ni uno solo de ellos quiere o es capaz de aprender lo que yo les intento enseñar. Decir que lo importante "no es cuánto sabe el profesor" lo encuentro desacertado porque sí lo es. Vaya si lo es. Un profesor que no sabe no puede enseñar. Un profesor que no domina su materia no va a ser capaz de transmitir nada. Respecto a los profesores de los que nos acordamos... podemos acordarnos de ellos por muchos motivos, pero seguro que si recordamos a alguien porque consiguió que entendiéramos, que nos esforzáramos o nos dejaron huella, seguro que lo hicieron desde el conocimiento y, por supuesto, "algo más". Pero nunca desde la ignorancia.
He escrito rápido ahora yo. Espero que se entienda.
EliminarEntendido por mi parte.
EliminarDejo una pregunta: un profesor que asiste a un curso de capacitación (o como se llame) para el ejercicio de su labor docente ¿es idéntico a los alumnos de sus clases de educación reglada?
Ya sé que se son similares en muchos aspectos, pero yo quería hacer hincapié en las diferencias. Una de ellas estriba en que la educación no debe orientarse hacia el ejercicio de una profesión (emplear el criterio de "empleabilidad" en la educación ha sido una decisión nefasta). En formación, es incuestionable que debe hacerse.
En ese aspecto trataba de detenerme.
Gracias.
En esto estamos de acuerdo. A ti por los comentarios.
EliminarNo debería comentar, porque mis puntos de vista parten de otras perspectivas desde las que los temas que aborda Marina caben, aunque no quepa Marina.
ResponderEliminarNo acepto el victimismo del profesorado. Es real que sólo es un elemento, pero también que es decisivo en el proceso educativo y formativo (no suelo diferenciarlos por cuestiones meramente de asepsia ideológica) Pero también es verdad que es el elemento más fácil sobre el que proyectar en todos los fracasos y problemas del sistema.Las administraciones se lavan las manos, (o se las empuercan tomando malas medidas a sabiendas de que lo son) y descargan su furia en el estamento docente. Evaluemos. Sí, es preciso evaluar al docente; pero evaluemos desde un sistema saneado en la formación inicial y permanente del profesorado; y evaluemos dentro de una sabia carrera docente que establezca como principio la estima y el estímulo (también económico) y permanente también, del pensamiento y la acción del profesorado. Seguramente todos manejamos razones plausibles; el problema es de sintonía general y grado de interés en los distintos elementos del proceso educativo. Todos son importantes, pero comencemos por sanear el conjunto y "desde arriba".
Estoy de acuerdo con usted.
EliminarMarina, otro hijo de puta neonaziliberal. Joder, los que hay y no se acaban, oye!
ResponderEliminarEl autor del blog no se responsabiliza de las opiniones de sus visitantes (aunque pueda estar de acuerdo con ellas en parte e incluso compartirlas en su totalidad).
EliminarPues qué decepción.
Eliminar¿Qué no me responsabilice o que esté de acuerdo con ellas en parte o en su totalidad? En cualquier caso, era una broma.
EliminarLo de profesores buenos y manos me suena a maniqueísmo necesariamente. Resultaría mas clarificador hacer un análisis crítico del sistema educativo en cuyas estructuras se encuentran los factores determinantes de su buen o mal funcionamiento.
ResponderEliminarPor otra parte hacer hincapié en una mala práctica docente transmite una idea desafortunada del ejercicio de la profesión docente, que sólo contribuye a ningunear las buenas prácticas que constituyen el quehacer cotidiano en muchos centros en los que lo caracterizador es la afluencia de alumnado con problemáticas socioeconómicas y culturales desfavorables para avanzar en sus aprendizajes en un sistema competitivo y memorístico, con un currículum totalmente extraño en ese entorno privado de estímulos adecuados.
¿Qué le voy a decir? Que tiene usted razón. Gracias por el comentario.
EliminarEl señor Marina me recuerda cada vez más a una noche hace muchos años. Pilar Hermida y Paco Umbral, además de otras personas, hasta que el Paco Umbral se cansó y dijo que el venía a hablar de su libro. Marina es ahora Paco Umbral, el ha venido a hablar de su libro, a vender su libro. Su pose, su gestos, el bla bla bla.
ResponderEliminarNo sería más sencillo y a la vez más difícil, intentar ponerse de acuerdo que se pretende con la enseñanza, educación o como se le quiera llamar en la escuela por parte de la sociedad.¿guardería, conocimiento, medio para obtener un mejor trabajo...?
Mientras sigamos con vendehumos y picos de oro, es lo que ha gustado tanto en este país.
En realidad, más sencillo no sería porque no todos entendemos este oficio de la misma forma. Pero sí sería lo deseable. Un saludo y gracias por el comentario.
EliminarTengo la sospecha de que interesa hablar de oídas, más que ir a buscar información (resulta más preocupante cuanto ésta es abundante y pública).
EliminarA mí. mientras estudiaba, me enseñaron en la Universidad que había que ir a las fuentes, y no conformarse con comentarios de intermediarios.
Viene esto a cuento porque:
1 - A Marina le encargan la elaboración de un Libro Blanco para la Educación, con carácter de urgencia, para que se entregara de cara a las elecciones. La pertinencia, o no, de ese encargo es caso aparte.
2 - Marina decide hacer público todo el proceso, en el que participa junto a su equipo y en el que solicita la aportación de cualquiera que sienta que tiene algo que decir.
3 - Marina escribe libros. Desde hace mucho. La coincidencia de la publicación del último con la elaboración del Libro Blanco es coincidencia.
4 - Las interpretaciones y críticas se realizan desde el reducccionismo que supone la lectura de titulares; un método bastante criticable.
TODO lo que interesa saber sobre el Libro Blanco está en el mismo stio (http://www.joseantoniomarina.net/proyecto/libroblancodocente/). Quedarse en la lectura de la interpretación que haga un periodista que elabora la información para entresacar un titular llamativo resulta una forma precaria de establecer una crítica consistente.
Y no parece una actitud adecuada para fomentar un debate constructivo.
Gracias.
PD - Convertir a Mercedes Milá en hija bastarda Jesús Hermida y Pilar Cernuda es una muestra de la solvencia y precipitación del comentarista anónimo precedente (a quien estoy contestando).
EliminarHay que decir que con Marina no es fácil interpretar desde el reduccionismo de la lectura de titulares, pues es de todos conocido su gusto por la exposición pública (o así lo parece, desde luego). Por lo que a mí respecta, analizo lo que leo en su página, que visito de cuando en cuando, lo que escucho en los medios (sus declaraciones en RNE del domingo, por ejemplo) y en general lo que defiende en las numerosas ocasiones en que se presta a ello. Es posible que mi crítica fuera (seguro) más rigurosa de haber leído su libro. Admito no haberlo hecho, pero creo que hay muestras suficientes de lo que piensa respecto a la educación como para poder ejercer una crítica razonada.
ResponderEliminarCreo que es un argumento "ad hominem".
EliminarEn todo caso, si has visitado su página (y sabedor de que era un proyecto de interés público), es posible que aquél fuera el foro para exponer argumentos críticos.
Lo que tengo bastante claro es que la exposición pública (o la publicación de libros) nunca debería ser considerado un demérito.
Gracias.
Bueno, en todo caso, cada uno es libre de exponer sus argumentos donde considere. Y no he valorado como demérito que Marina exponga lo que quiera exponer. Solo he dicho que se está sometiendo a crítica lo que el propio Marina ha venido manifestando. Si algo de lo que yo he criticado procede de una fuente fraudulenta o está basado en declaraciones falsas o tergiversadas, te ruego me lo digas y, si es pertinente, haré las matizaciones o rectificaciones que sean necesarias. Gracias a ti.
EliminarUna cosa más: después de la entrevista en El País, Marina concedió otra al diario El Mundo. Y habló en RNE, en el programa "No es un día cualquiera". Puedo admitir que mis críticas te parezcan poco sólidas o desacertadas, pero creo que son legítimas y se basan, no en titulares, sino es los razonamientos de Marina. Puede sacarse de contexto un titular, pero cuando las ideas se repiten es que están. Y si además podemos escucharlas de viva voz, parece que podemos dar por hecho que eso es lo que piensa. Y sobre lo que piensa, opino. Un saludo.
EliminarCreo que el diálogo y la argumentación se prostituyen cuando reformulamos las posturas contrarias en nuestros propios términos por medio del sarcasmo o la sátira, y algo de eso percibo aquí.
ResponderEliminarNo me quite el sarcasmo, que ya me he quitado el vino y la cerveza...
Eliminar