Ayer se publicó una larga conversación que mantuve hace unas
semanas con Daniel Sánchez para el periódico Escuela.
La transcribo a continuación:
Cuando Alberto Royo (Zaragoza,
1973), profesor de Secundaria y músico profesional, escribió su libro Contra la nueva educación (Editorial Plataforma) era
consciente de lo que iba a pasar. Adhesiones cerradas y críticas furibundas se
han mezclado por igual en la acogida de un texto que reivindica el esfuerzo
como método para llegar al conocimiento en la escuela frente a lo que él llama
"la obsesión por la innovación", una corriente por la que la
educación ha ido cambiando sus valores hacia la felicidad del alumno en
detrimento de su aprendizaje. Lo que quizá no esperaba es verse etiquetado como
supuesto líder de una confrontación que rechaza.
¿Qué es la "nueva
educación" a la que alude en el título de su libro?
La "nueva educación" ni es
nueva ni siempre es buena. El título trata de alertar contra la obsesión con la
innovación. Pienso que un buen profesor puede serlo independientemente de si su
método es tradicional o innovador. Percibo que hoy en día se está presionando
al profesor de tal manera que ya no se trata de saber si enseña bien o mal,
sino de si innova o no, y esto es peligroso porque se está confundiendo lo
nuevo con lo bueno. Yo pretendo defender la libertad de cátedra del profesor,
que pueda enseñar como a mejor le funcione. Y tener claro que el principal
objetivo de la enseñanza pública ha de ser transmitir conocimiento.
¿Transmitir conocimiento frente
a...?
Hoy en día parece que está en
cuestión que en la escuela se tenga que aprender. Se habla de conceptos muy
vagos como la felicidad o la empatía. El objetivo de la escuela ha de ser
transmitir los conocimientos que fuera de ella los alumnos no van a encontrar.
Es una confrontación que no debería darse en realidad, porque se obliga a los
padres a escoger entre dos opciones, que sus hijos sean felices o que aprendan.
Y no son incompatibles. Hoy en día muchas de las metodologías que se intentan
imponer buscan más el bienestar del alumno que el aprendizaje. Eso es lo que
encuentro peligroso. Y no solo eso, sino que cuando se defiende una educación
basada en el conocimiento, que es lo que hago en el libro, se hace una lectura
superficial y se piensa que los profesores que defendemos el conocimiento no
nos preocupamos por los alumnos, no defendemos el oficio. Esto no es así porque
el fin es extraer de cada alumno el máximo posible, en función de la capacidad
de cada uno.
¿Esperaba la polémica que
generó con el libro?
Sí, esperaba el revuelo porque es un
libro pedagógicamente incorrecto. No va a favor de corriente. Pienso que hay un
discurso oficial a nivel educativo, un discurso único que no es mayoritario
entre el profesorado, pero sí hegemónico, que es el que ese impone. Y es
peligroso porque está relegando la parte más importante de la enseñanza, que es
el conocimiento. Esperaba revuelo porque hay muchos intereses en todo lo que
tiene que ver con la enseñanza. Pero así como ha habido opiniones negativas ha
habido respaldos importantísimos, desde el prólogo de Antonio Muñoz Molina a
las opiniones que han podido tener Fernando Savater o Luis Antonio de Cuenca,
gente de mucho prestigio que a mí me reconforta. No ha habido opiniones tibias,
digamos. Muchas veces las opiniones negativas son superficiales, tratando de
confrontar cosas que yo no confronto. Yo no estoy en contra de que los alumnos
puedan alcanzar la felicidad, lo que cuestiono es que la responsabilidad del
profesor deba ser proporciona esa felicidad. Además, un alumno va a tener más
posibilidades de realizarse siendo una persona culta que un ignorante. Lo mismo
ocurre con asuntos muy de moda hoy como la creatividad o el espíritu crítico.
Es muy difícil que una persona que no tiene conocimientos sea auténticamente
creativa. Y mucho más difícil todavía que tenga espíritu crítico. El espíritu crítico
procede del conocimiento.
¿Está reñido aprender con
disfrutar?
No. Pero no siempre se puede
disfrutar aprendiendo. Lo que ocurre es que el premio es a medio o largo plazo,
no inmediato. Y no siempre que uno aprende disfruta, es imposible. Piense en un
músico. Disfruta mucho durante el concierto. Pero antes de eso no todo es
agradable. Practicar escalas es aburrido. Pero si quiero disfrutar y dar un
concierto, ser expresivo y transmitir, necesito antes un trabajo
imprescindible. No todo lo que se aprende en la escuela es divertido, pero no
pasa nada porque no lo sea. No es que el aprendizaje esté reñido con el
disfrute, sino que no lo puede condicionar. Pasa lo mismo con la motivación.
¿Es importante para aprender? Por supuesto, pero no puede ser lo primero
siempre. No siempre algo que afrontamos nos motiva de entrada. La motivación la
podemos encontrar por el camino. El motor ha de ser el conocimiento y no la
propia motivación.
¿Se han perdido los valores de
esfuerzo, sacrificio...?
Sí, porque se consideran de otra
época y son valores atemporales. Se confunden muchas cosas. Se suele decir que
todos los alumnos tenemos las mismas capacidades o que todos somos igual de
inteligentes. La realidad indica que no todos tenemos la misma capacidad. En aquellas
cuestiones en las que no tenga tanta capacidad tendré que esforzarme más. Y en
las que tenga más, requeriré menos esfuerzo. Puede ser injusto, pero es así.
¿Incluimos a las familias en
estas ideas de felicidad y de no fomentar el esfuerzo?
Creo que las familias son
fundamentales. La educación es un término global y muy amplio. Tenemos que
tener claro que los padres tenemos una parcela y los profesores otra. Es verdad
que están conectadas, pero cada uno debe asumir su parte. Un padre quiere que
sus hijos sean felices. Mi responsabilidad con mis hijos es hacer lo posible
para que sean felices y mi responsabilidad como profesor es que mis alumnos
aprendan. Si yo me dedico a intentar que mis alumnos sean felices, ¿quién les
va a enseñar? Hay una cuestión fundamental que tiene que ver con las familias:
los hábitos. La exigencia, la disciplina, la capacidad de atención... Son
hábitos que si se inculcan desde pequeños, desde el amor de los padres a sus
hijos, luego no resulta traumático exigirlos cuando son mayores. En la
secundaria muchas veces encontramos alumnos con una falta de hábitos alarmante.
Y es muy difícil, si nadie se lo ha inculcado, que nosotros consigamos que
atiendan.
Mucha gente últimamente comenta
que los padres andan muy perdidos con la educación de sus hijos. No ya que
tengan ideas erróneas, si es que se puede decir que las hay mejores o peores,
sino que ni siquiera saben lo que quieren.
Creo que en general hay una
sobreprotección con los hijos. Creo que sí. Tiene mucho que ver también con la
situación de falta de conciliación. Se ve en la polémica de los deberes. Se
está achacando a algo como la tarea escolar —que, bien planteado, es positivo—
la responsabilidad de impedir la conciliación laboral y familiar. Parece que
por culpa de los deberes los padres no pueden conciliar.
¿Usted pone deberes?
Curiosamente, pongo pocos. Los
profesores que defendemos la disciplina somos los más cercanos luego con los
alumnos. Los que decimos que los exámenes son útiles ponemos menos exámenes y
los que decimos que la tarea escolar sirve para ejercitar una serie de hábitos
necesarios para aprender somos los que menos deberes ponemos. Es curioso, pero
es así, lo he comprobado con muchos compañeros. Ahora bien, a veces conviene
que algo que has visto en clase se repase, poner una tarea, que también sirve
para que a los alumnos les surjan dudas y las planteen luego. Además, unos
deberes que estén ajustados a la edad y la etapa pueden ser útiles para ir
desarrollando estos hábitos: pasar un rato concentrado, atender, cierta
disciplina. A partir de Primaria se pueden ir poniendo tareas.
Usted dice: "Debe hablar
de educación el que enseña y ahora los gurús de la educación no son
docentes". ¿Se opina demasiado alegremente de educación?
Cualquiera habla de educación,
excepto los profesores. La opinión de casi cualquier persona ajena al mundo
académico tiene más importancia, parece, que la de los expertos, que son los
que ejercen la enseñanza y tienen años de experiencia. El fútbol y la educación
son los únicos temas en los que cualquiera puede opinar como si fuera voz autorizada.
Se argumenta que todos hemos sido usuarios de la educación porque hemos ido a
la escuela o tenemos hijos en la escuela. Suelo poner un ejemplo: casi todos
hemos pasado por el médico y no nos ponemos a opinar sobre cómo debe ser la
salud o la sanidad.
¿Esto es nuevo o ha pasado
siempre?
Más que nunca se opina de educación
sin saber de qué se habla. Opina gente que no se enseña, muchas veces basándose
en teorías que la ciencia ha descartado. Hay un debate, que se ha dado siempre,
que es aquel que tiene que ver con la confrontación entre conceptos y
procedimientos. Entre el qué enseñar y el cómo enseñar. Cada poco tiempo vuelve
a surgir esta polémica. Hoy en día parece que los contenidos no importan, que
son obsoletos. Se dice que los tiempos son cambiantes y no se sabe qué
conocimientos importan. Es absurdo, si no sabemos qué conocimientos van a ser
los útiles, vamos a intentar asirnos a algo, a lo que durante mucho tiempo se
ha considerado un conocimiento relevante.
Pero también por eso se dice que
los conocimientos están en internet y ya no hace tanta falta enseñarlos.
Pero no es verdad. Por la misma
argumentación, antes teníamos bibliotecas, pero la gente entraba ahí y no salía
sabia. Internet es una fuente estupenda y puede ser una fuente de conocimiento
para el alumno formado. Para el que no tiene ninguna base, internet le
proporciona unas oportunidades de desorientación impresionante. No va a
encontrar nada, no va a ser capaz de discernir si la información que encuentra
es relevante o no. Y no debemos confundir el conocimiento con la información.
¿Hay un debate entre saber o
saber hacer?
Existe el debate, pero no tiene
sentido. Son compatibles. La segunda sin la primera es incompatible. Como
músico lo veo claro. Tengo que saber y tengo que saber hacer. Si yo doy un
concierto tengo que tener unos conocimientos y luego ponerlos en práctica. Pero
no puedo salir al escenario, dejar la guitarra y que toque sola. O tocar la
guitarra sin saber la partitura. Uno puede hacer aquello que previamente ha
asimilado. Se confrontan modelos inexistentes. Que a estas alturas estemos
hablando de que la clase magistral no debería seguir vigente es desconocer la
realidad. Hoy es casi imposible ver una clase magistral. Los niveles han
bajado, la exigencia ha bajado, si uno diera una clase magistral muy pocos
alumnos le seguirían. No entiendo la asociación que se hace entre clase
magistral y aburrida. Si una clase magistral es aburrida no es magistral. En el
ámbito de la música, que alguien vaya a una master class está
muy bien visto. Pero parece que los alumnos de Secundaria no merecen buenas
clases.
Leyes educativas. ¿Cree que
realmente influyen en lo que se hace en clase? Siempre se dice que son un
desastre, pero si uno se va a PISA hay regiones que funcionan muy bien con la
misma ley que otras que van mal.
Lo primero es decir que la ley ha
sido siempre la misma. Entre la LOGSE, LOE y LOMCE el fundamento
pedagógico es muy similar. Lo que hace es colocar en el centro de todo al
alumno, lo cual para mí es un error. El objeto del sistema no ha de ser el
alumno, ha de ser el conocimiento. Y el alumno el beneficiario. Las leyes
influyen. En el 90 cuando entró la LOGSE lo que se hizo fue reducir los
contenidos. Esto lo explica muy bien José Manuel Lacasa. Dice que cuando el
currículo era uno y se sabía la mitad se tenía un cinco. Al reducir esos
contenidos, el 10 pasaba a ser la mitad de lo que era antes y el 5 pasa a ser
lo que era un 2,5. Si vas reduciendo los contenidos y vas bajando el nivel de
exigencia, nos encontramos lo que nos encontramos. PISA, sin ser perfecto,
sirve para diagnosticar qué ritmo lleva cada país. Y, por mucho que digan, el
de España ha ido bajando desde entonces. En PISA también vemos que los países
que mejor nota sacan son aquellos donde prima más la transmisión directa que lo
que hoy llaman aprendizaje por descubrimiento.
Habla de la caída de los
conocimientos, pero sin embargo se dice que esta es la generación más formada.
Es cierto que esto se dice y tampoco
quiero ser excesivamente pesimista, pero creo que no es así. Siempre va a haber
buenos alumnos, pero creo que tenemos muy pocos alumnos excelentes. No creo que
esta sea la generación mejor preparada de la historia.
¿Tiene alguna esperanza en el
pacto educativo que se va a negociar?
Muy pocas. Leyendo las propuestas de
los partidos de antes, de los de ahora... No hay partidos que de verdad se
atrevan a apostar por el conocimiento y que haga propuestas serias. De hecho,
dependiendo de cómo sea el pacto, casi prefiero que no haya porque de alguna
manera se va a consolidar todo esto.
¿Debería evaluarse al
profesorado?
Depende. Si se evalúa de forma
objetiva sobre aspectos que realmente tienen incidencia en cómo enseño, no
tengo mayor problema. Pero me tendrá que evaluar alguien que realmente sepa y
sobre los conocimientos que yo tengo de mi asignatura.
¿Entonces no evaluamos cómo se
enseña?
Hay que evaluar los conocimientos
que uno tiene. El primer factor en la eficacia a la hora de enseñar, y hay
estudios que corroboran esto que digo, es dominar la materia que uno imparte.
Hay tres requisitos que un profesor debe tener. El primero es el dominio de la
materia. Los otros dos son más difíciles de evaluar. El segundo sería el
compromiso por enseñar y el tercero el entusiasmo. Un profesor no puede
limitarse a enseñar la lección, ha de tratar de persuadir a los alumnos,
convencerles y trasladarles el entusiasmo que él siente por su materia.
Dominio de la materia,
compromiso y entusiasmo. ¿La didáctica no cuenta?
No hablo de la didáctica porque,
aunque es imprescindible, tiene mucho que ver con la forma de trabajar de cada
profesor. No hay una metodología que se pueda compartir por todos los docentes.
Un buen profesor que tenga conocimientos, que domine la materia, que está
comprometido, aprenderá enseñando. Yo cuestiono eso de que se pueda enseñar a
enseñar. Un profesor con experiencia puede compartir sus experiencias,
aconsejar a profesores más jóvenes... pero a enseñar no. El buen profesor
innova constantemente, no da dos clases iguales ni un grupo es igual que otro.
No se trata de innovar como hoy se entiende la innovación, sino de tener una
metodología flexible y la capacidad que te da la experiencia de irte adaptando
a las situaciones que vayan surgiendo.
Por los recortes,
la LOMCE, etc. ¿Cree que es el peor momento desde que usted da clase para
ejercer de maestro?
No sé si es el peor momento,
prefiero casi no pensar así, pero sí es verdad que no es un momento en el que
el oficio de enseñar esté reconocido. Prueba de ello es que se culpa al
profesor de muchas cosas. Y prueba de ello es que cualquiera, aunque no enseñe,
es capaz de pontificar sobre la enseñanza y no sólo eso sino que se le
considera un experto educativo. Si realmente hubiera un respeto por la labor
del profesor, tan importante a nivel social, todas estas propuestas
extravagantes se rechazarían inmediatamente. Sin embargo, tenemos un montón de
excentricidades pedagógicas que se van instalando y no pasa nada. No sé si es
el peor momento, pero me preocupa el futuro.
La entrevista, en su formato original, puede leerse aquí.
Excelente entrevista. ¡Cuanto sentido común!
ResponderEliminarQue no cunda el desánimo.
Muchas gracias.
José
Muchas gracias a ti, Josep Lluís.
ResponderEliminarMuy bien, Profesor.
ResponderEliminarMuchas gracias.
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