Ahondando en la
noticia de la semana (el Informe PISA) y partiendo de que dicho Informe es solo
un indicador, uno más, a tener en cuenta si queremos valorar el nivel de
formación de nuestros alumnos (el indicador más fiable es lo que el profesor
constata durante la práctica docente), no podemos negar que Navarra es una de
las comunidades con mejores resultados, algo, de entrada, positivo.
Ahora bien, lo
primero que hay que tener en cuenta es que esta es una prueba que se lleva a cabo
cada tres años y que, en tan corto plazo y sin que se hayan producido cambios
significativos en el sistema, sería razonable tomar los resultados de los
alumnos navarros con cautela, en su contexto y sin triunfalismos.
Los
datos son estos: en matemáticas,
Navarra estaba en 2009
a 30 puntos
de distancia con el país europeo con mejor resultado (Finlandia) y en 2012 la
diferencia es de 14 puntos (con Suiza), 16 menos. En lectura, se ha pasado de
39 puntos a 15 de diferencia (referencia Finlandia), 24 menos. Y en ciencias,
de 45
a 31, 14
menos (también con Finlandia). La
mejoría es tan evidente como el hecho de que Navarra sigue estando lejos de
esos países. Afirmar, como ha hecho el Consejero, que el Informe PISA ha puesto
de manifiesto la “excelencia” del sistema educativo navarro no solo es una
insensatez sino que muestra con qué poco se conforma el principal responsable
de la enseñanza en nuestra comunidad. Porque, seamos, claros: las preguntas del
Informe son muy elementales. Obtener un mal resultado en PISA puede ser
desmoralizador, pero que este sea bueno tampoco nos puede llevar a pensar que
estamos instalados en la excelencia, cuando nuestro sistema adolece de una falta
de exigencia más que evidente. Por otro lado, hay algo que no resiste apenas
discusión y es que el nivel cultural del ciudadano medio no es como para echar
cohetes. Ante esto, podemos adoptar dos posturas. Podemos resignarnos y pensar
que, mientras los resultados de PISA sean más o menos dignos (al menos, en
Navarra, este año lo son) y sigamos ganando mundiales y eurocopas (en nuestro
caso sería que Osasuna siguiera en primera), todo está bien. Pero también
podemos ser ambiciosos y aspirar a construir una sociedad mejor, más justa,
meritocrática, con ciudadanos formados y con criterio. Es cierto que un buen
sistema educativo, por sí mismo, no bastaría para alcanzar una meta tan noble,
pero una enseñanza pública exigente y rigurosa seguro que en algo ayudaría.
En cuanto al
Informe, me gustaría destacar dos cuestiones:
1ª.- La
variabilidad de resultados no se da tanto entre centros como dentro de un mismo
centro y no se explica tanto a nivel sociocultural sino más bien teniendo en
cuenta factores propios de cada alumno como el grado de interés, la motivación
o sus capacidades. Este dato es importante, pues pone el foco de atención (y
falta que hace) en el esfuerzo y la perseverancia del alumno como factor
fundamental en el rendimiento académico. Que un alumno decida seguir adelante
pese a las dificultades, la frustración o incluso el aburrimiento, es algo que
sin duda redunda en su propio beneficio y en el éxito escolar. En cualquier
caso, en Navarra se da una variabilidad de un 7,1% entre los diferentes centros
y este, desde luego, es también un dato positivo.
2ª. La
irrelevancia de la educación en
centro público o privado para la obtención de los resultados. Así lo constata
el Catedrático de Análisis Económico Antonio Villar quien, junto a este hecho,
destaca la diferente participación en la educación privada de los hijos de
familias con diferente estatus socio‐económico y
cultural. De ambos elementos puede deducirse que la financiación del estado a
la educación privada favorece principalmente a los grupos sociales
con mayores recursos. Antonio Villar también resalta que el esfuerzo es una
variable importante en la explicación de los resultados. Por su parte, Andreas Schleicher,
subdirector de la OCDE para temas educativos, concluía en un artículo
publicado ayer en el País lo siguiente: “El hecho de que los estudiantes de
algunos países piensen que los logros educativos son, en su mayor parte,
producto del trabajo y el esfuerzo, más que de una capacidad intelectual
heredada, sugiere que la educación, dentro de su contexto social, puede suponer
un hecho diferencial, puesto que inculca los valores que promueven el éxito
educativo”.
Schelicher
afirmaba en ese mismo artículo: “España ha logrado una distribución
razonablemente equitativa en lo que afecta a oportunidades de aprendizaje, pero
está pagando un alto precio por la falta de excelencia en el sistema educativo”. Y una última consideración del subdirector de la OCDE: “En los sistemas educativos más burocráticos, se
abandona a los docentes a su suerte y se les sobrecarga de normas y reglamentos
sobre cómo enseñar. Los sistemas educativos de alto rendimiento establecen
objetivos ambiciosos, tienen claro lo que los estudiantes son capaces de
realizar y permiten a los centros y a los docentes hacerse una idea de lo que
necesitan enseñar”.
En definitiva, más valdría
dejarnos de celebraciones (oyendo al Consejero no deja uno de acordarse de la
célebre frase del Señor Lobo en Pulp Fiction cuando acude en auxilio de
Vincent, Jules y Jimmie para ayudarles a deshacerse de un cadáver -no
transcribo la frase, que los tarantinianos seguro recordarán-) y
ejercer la reflexión. Nos jugamos mucho. Y parece que hay quien no se da
cuenta.
Estupendo análisis, Alberto. Lo suscribo por completo. Y la viñeta es fabulosa. Enhorabuena por la entrada (y por lo que te toque del éxito navarro en PISA).
ResponderEliminarMuchas gracias, Manuel. Oroz (autor de la viñeta), como Forges, da casi siempre en el clavo.
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