Después de la mesa redonda celebrada ayer en el Auditorio CIVICAN de Pamplona, dejo un texto que refleja aproximadamente en qué consistió mi intervención, a partir de las tres preguntas que se nos plantearon.
1. ¿Cuáles son las bases pedagógicas del modelo educativo que
defendéis?
Desde el punto de vista de las ideas, entiendo la enseñanza, en
función de mi responsabilidad como profesor de instituto, como una
parte fundamental de la educación del individuo, consistente en la
transmisión de una serie de conocimientos que, por complejos y
específicos, solo pueden ser transmitidos por un especialista y en
el ámbito académico. Esta tarea tiene unas evidentes connotaciones
sociales, por el valor intrínseco del conocimiento y por la propia
concepción de la escuela como vehículo de ascenso social. Desde el
punto de vista de la didáctica, considero que el fin de la escuela
es trabajar para lograr la mejor versión de cada alumno, o lo que es
lo mismo: garantizar (o hacer lo posible por garantizar) que cada
alumno será capaz de llegar al máximo de lo que su capacidad y
actitud le permitan, garantizando igualmente el apoyo necesario al
que tenga mayores dificultades. Para lograr esta aspiración,
defiendo la libertad de cátedra y la libertad metodológica, porque
entiendo que es el profesional de la enseñanza el que mejor sabe qué
estrategia es la más adecuada para conseguir sus objetivos,
adaptándose siempre a cada circunstancia, en un proceso continuo de
reflexión, actualización y revisión. Y reivindico una cierta
normalidad a la hora de explicar lo que los profesores hacemos, que
no tiene por qué ser espectacular o asombroso sino que más bien es
artesanal, modesto y pasuado y requiere sobre todo conocimientos,
mano izquierda, compromiso, entusiasmo e ideas claras.
2. ¿Cuáles creéis que son los principales retos educativos de
los próximos años?
No creo que los retos de la educación del futuro sean distintos de
los que afrontaba la educación del pasado. Pienso que hoy, igual que
ayer, una persona formada siempre será menos manipulable que una
persona ignorante. Pienso también que el espíritu crítico está
estrechamente relacionado con una formación académica solvente,
como lo está la creatividad o las habilidades sociales. Es más
fácil que un ciudadano culto sea empático, solidario o imaginativo
que alguien que no tiene una base sólida de conocimientos. Por todo
esto, me parece un error pensar que los retos educativos dependen de
la época, de las tendencias o de las modas. La enseñanza ha de ser
atemporal, como los clásicos. Precisamente, ante el exceso de
inmediatez y superficialidad de nuestro tiempo, la escuela debe ser
capaz de mantenerse como una institución sólida y de algún modo
impermeable, no para cerrarse a la sociedad sino para dejar pasar
solo lo más valioso de esta. En mi opinión, el principal problema
que nos encontramos hoy en la enseñanza es la confusión. Pondré
algunos ejemplos:
a.-
Esforzarse y sufrir no son lo mismo. Nadie busca el sufrimiento de
nadie, pero es imposible aprender sin esfuerzo. La exigencia, en este
sentido, es irreemplazable.
b.-
Educar las emociones es una redundancia, puesto que el conocimiento
ya es en sí mismo emocionante.
c.-
Aprender, saber, puede contribuir a la felicidad, pero el fin de la
escuela no puede ser proporcionar felicidad sino conocimientos.
d.-
Si convertimos la institución escolar en un centro de terapia, o si
pretendemos que la labor del profesor deje de ser docente y pase a
ser asistencial, estaremos abandonando a quienes realmente necesitan
terapia y ayudas específicas y dejando de atender profesionalmente a
los que buscan conocimiento.
e.-
De manera similar, si apostamos por entretener en lugar de formar,
solo aquellos que dispongan en su entorno de cierto nivel cultural,
podrán acceder a él. El entretenimiento está casi en cualquier
parte; el conocimiento y la cultura, no.
f.-
Solo aquel que ha enseñado puede considerarse experto en educación.
g.-
Es urgente apelar a la naturalidad y a la confianza en la educación.
Naturalidad para asumir de qué forma uno aprende. Confianza para
encomendar a los profesores la formación de nuestros hijos.
h.-
Innovar no es bueno ni malo. Depende. Lo sensato es conservar aquello
que es valioso y que funciona razonablemente bien y modificar lo que
se ha demostrado ineficaz.
i.-
La educación no puede ser un banco de pruebas ni los alumnos y
profesores conejillos de indias. Toda propuesta pedagógica seria ha
de estar avalada por la experiencia y respaldada por la evidencia. Da
igual que hablemos de los estilos de aprendizaje, de las
inteligencias múltiples o del brain-gym.
j.-
No hay nada más estimulante para un alumno que comprobar que
progresa, que aprende, que evoluciona. La motivación está, pues, en
el mismo conocimiento. Aprender es, en cierta manera, adictivo.
h.-
Ni el conocimiento ni la inteligencia son democráticos. No todos
tenemos la misma capacidad ni necesitamos las mismas dosis de
esfuerzo. El más capaz, con menos, aprende enseguida; el menos
capaz, tendrá que esforzarse más. Pero en todo esto hay algo de
justicia: alguien menos capaz pero más perserverante que otro, podrá
alcanzarle e incluso llegar más lejos que él.
i.
El aprendizaje cooperativo puede ser útil, siempre que no sustituya
al imprescindible trabajo individual.
j.-
Internet es una fuente de información provechosa para quien tiene
una base de conocimientos. Para quien no, es una magnífica manera de
desorientarse.
h.-
Ningún profesor que sabe poco, puede enseñar bien.
i.-
Lo rápido y lo cómodo no siempre son lo mejor. El reto del
aprendizaje es que lleva tiempo y esfuerzo.
j.-
El ejercicio intelectual nunca es pasivo.
h.-
Los hábitos son indispensables para poder aprender. Cuando antes se
tengan, menos traumático resultará.
i.-
La enseñanza es una labor discreta y de resultados tardíos. Uno
siembra curiosidad y gusto por aprender, trata de contagiar
entusiasmo y de generar expectativas, con la intención de que en la
mayoría de los alumnos cale y suponga una influencia positiva para
ellos.
j.-
Para madurar, es el alumno el que ha de ir adaptándose al entorno y
no al contrario. Acomodar todo al estudiante es, en mi opinión, un
grave error.
k.-
Preocuparnos por nuestros hijos no es hacerlo solo por su bienestar.
l.-
Las buenas intenciones no tienen por qué dar buenos resultados.
3. ¿Qué consideráis que es prioritario cambiar del actual
modelo educativo?
Aludiendo al título de esta mesa redonda, creo que la enseñanza no
debe apostar por la ruptura sino por la evolución, pues toda
renovación ha de basarse en lo conocido, bien como inspiración,
bien como diferenciación. Solo desde el profundo conocimiento de lo
que uno se trae entre manos es posible trascenderlo para mejorarlo.
Así que si, sin entrar en detalles, pues ya he ido dejando
pinceladas de mi planteamiento, me parece urgente reclamar que el
debate educativo esté guiado por la racionalidad y que se apueste
más por lo sensato que por lo mediático. Solo con esto, habríamos
ganado mucho. En cuanto al modelo educativo actual, lo primero que
hay que aclarar es que desde el año 90, con la implantación de la
LOGSE, apenas ha habido cambios. Podríamos decir que seguimos con
aquella ley, aunque matizada en sucesivas normativas que en ningún
caso han modificado el espíritu de aquello. Luego criticar la LOGSE
sin hacer lo propio con la LOMCE, o viceversa, en un ejercicio de
maniqueísmo. Dicho esto, creo que algunas ideas que podrían mejorar
nuestro modelo educativo son:
-
Situar al conocimiento y no al alumno como centro del sistema.
-
Eliminar la promoción automática y reconocer el mérito del buen
estudiante.
-
Considerar la igualdad como punto partida y no de llegada,
proporcionando los medios necesarios para que los alumnos con
dificultades puedan progresar sin tener que bajar el nivel de todos.
-
Entender que es absurdo asignar el papel de experto a personas sin
experiencia en el aula y decidir en función de las opiniones de los
únicos expertos en la enseñanza, que somos aquellos que la
ejercemos.
-
Recuperar la confianza de algunas familias en el compromiso y buen
hacer del profesor.
-
Prestigiar el saber y la cultura a nivel social.
-
Tratar la enseñanza de manera seria y responsable, sin frivolidades
ni ocurrencias que le confieren más un cariz de espectáculo que del
servicio público tan importante que es.
De
manera más concreta y desde mi experiencia, día a día, en el aula,
puedo explicar de qué manera estoy seguro de que mi trabajo
mejoraría:
1º.-
Con un número de alumnos mucho más reducido. Piensen que tengo
aproximadamente treinta alumnos adolescentes en cada grupo.
2º.-
Con una adecuada consideración social del docente, y un mayor
respeto al maestro como autoridad intelectual y profesional, que sin
duda redundaría en una mejor actitud generalizada en los alumnos.
3º.-
Con un nivel de exigencia apropiado que no permitiera a ningún
alumno tener la sensación de que con poco esfuerzo terminará
titulando.
4º.-
Con una reducción de tareas burocráticas que restan tiempo al
profesor para preparar bien sus clases.
5º.-
Con una concienciación de todos respecto a la imprescindible
generación de hábitos de trabajo desde las primeras etapas
educativas, que no obliguen a un profesor de Secundaria a exigir unos
hábitos que el alumno debería haber adquirido tiempo atrás.
Alberto, totalmente de acuerdo con los puntos que has defendido en la mesa redonda. Proximamente asistiré en Pontevedra a unas jornadas de educación para profesores, llevan por título: "A educación a debate". Con tu permiso, trataré de exponer y defender esos principios educativos.
ResponderEliminarGracias por tu lucha, llena de racionalidad y sensatez.
Unha aperta dende Galicia.
Gracias a ti, Manuel. No dejes de contarme sobre esas jornadas.
EliminarNo puedo estar más de acuerdo con Alberto. Ojalá se oigan más voces en contra de la nueva educación y de los desmanes de gobernantes, esnobistas y charlatanes de despacho.
ResponderEliminarDesde ahora soy fiel seguidora de Alberto Royo y de aquellos que se atreven a denunciar el deplorable estado de nuestro sistema educativo. Gracias por darme la satisfacción de leer todas tus publicaciones.
Muy amable, Mari Valle. Un saludo. Alberto.
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