Como ser humano soy una especie de
antología de contradicciones, pero tengo sentido ético. Esto no quiere decir
que yo obre mejor que otros, sino simplemente que trato de obrar bien y no
espero castigo ni recompensa. Que soy, digamos, insignificante, es decir,
indigno de dos cosas; el cielo y el infierno me quedan muy grandes.
Jorge Luis
Borges.
Con el paso del tiempo, uno va
reforzando algunos principios, al tiempo que se replantea otros que parecían
asentados y resultan ser más bien estáticos e incluso escasamente permeables a
la influencia, siempre provechosa, de otros pareceres.
Durante mucho tiempo he pensado
que tener convicciones firmes te saca de forma inevitable del terreno neutral para
arrojarte de un empujón al campo de batalla dialéctico, asumiendo que tener
enemigos (mejor, contrincantes) por discrepancias de pensamiento era no solo un
daño colateral sino incluso muestra de la consistencia de mi ideario personal. Pasada
esa primera etapa, quise creer que la indispensable mesura y flexibilidad que
cualquiera debe cultivar para encajar la crítica, la divergencia y la
inferioridad intelectual frente a los más doctos, que al fin y al cabo, es lo
que te permite aprender y evolucionar, era sin duda prioritario. Hoy, aceptando la contradicción (si Borges la
aceptaba, qué objeciones voy a poner yo) de querer conservar algunas certezas pero estar abierto a que estas sean puestas en cuestión, me limito a tratar de ser
coherente con aquello de lo que en cada circunstancia estoy convencido,
sabiendo que pocas cosas hay indiscutibles pero intentando, al menos, ser fiel
a mi propio código ético.
Inmerso en estas
contradicciones, me veo defendiendo a mis compañeros de oficio al tiempo que
sospecho que, en ocasiones, tenemos al enemigo en casa. Digo esto porque no es la primera vez que me
llevo una desagradable sorpresa al comprobar cómo algo que no debería generar
controversia desde mi modesto punto de vista termina dando lugar a una
disparidad entre mi postura y la de colegas cuyo criterio, a priori, es (o eso parecía) tan razonable
como el que más. Y resulta desconcertante encontrar posturas y actitudes que atormentan
viniendo de quien comparte contigo profesión. No me estoy refiriendo a los
intereses personales o laborales que a menudo domestican a profesores
aparentemente reivindicativos sino a verdaderos antagonismos que te llevan a
reflexionar si no sería más conveniente hablar en nombre propio que en el de
otros, que hacen mella en tu corporativismo de profesor de instituto: defiendes
el uso de la palabra y descubres que la profesora de inglés no hace más que
tirar de powerpoint, muda y perezosa a la hora de explicar su materia; hablas
de autoridad y ves cómo el de Lengua compadrea con los alumnos como un colega más.;
reivindicas la transmisión de contenidos y te topas con el de Plástica
elogiando la evaluación por competencias; criticas la LOGSE y la LOMCE y entonces ya eres un
ser incalificable. Raro. Pesado. Inoportuno. Molesto. Insolidario con mareas y
sindicatos. De esos que todo lo critican y no están nunca conformes. En fin,
que ya no sabes si estás del lado de la sensatez o eres como el de aquel
chiste, el que conducía en dirección contraria y pensaba que eran los demás los
equivocados. Mientras tanto, seguiremos cabalgando, al galope o a trote cochinero,
dependiendo del momento y las circunstancias.
Profunda reflexión, sin duda, que a saber de qué indignante experiencia habrá surgido. Persevera en la cabalgadura, amigo Alberto, que nada hay tan valioso como la convicción de uno mismo en sus propias ideas, ni tan indigno como sucumbir a la necedad ajena que porfía por alejarnos de las mismas. Y aunque yo soy de Inglés y en ocasiones utilizo el Powerpoint, no sólo me atrevo a comprenderte, sino también a solicitar, con el debido respeto, cobijo en las filas de tu ejército reivindicativo. Indignos hay en todas partes y nuestra obligación es no permitirles que nos hagan dudar. ¡Ánimo!
ResponderEliminarSi el enemigo no hubiera estado dentro desde un buen principio, la mayoría de despropósitos que se han producido en educación no se hubieran materializado.
ResponderEliminarUn abrazo.