Ya
que me comprometí a comentar las cinco “falsas creencias” de la que Sebastián
Barajas habla en “su libro” y no quiero faltar a mi palabra, aquí están algunas
valoraciones más sobre las mismas, con las que doy por concluido un asunto que, al
menos a mí, no me genera beneficio material ni intelectual. Vamos allá:
Tercera creencia. Las
asignaturas son la base para organizar el conocimiento (…) La vida profesional real no se organiza en
asignaturas, ni en repetir teorías en abstracto, sino en resolver problemas mediante la aplicación de complejos
procesos de razonamiento (…) Organizar
el sistema mediante asignaturas teóricas es un trabajo inútil de cara al futuro
profesional de los alumnos y, por lo tanto, de la sociedad.
Reducir la
enseñanza a sus aspectos estrictamente técnicos demuestra el escaso
conocimiento y rigor de quien lo hace. Digo “aspectos técnicos” porque el
término profesional al que alude el Sr Barajas, ligado al de “profesión”, esto
es, “empleo,
facultad u oficio que alguien ejerce y por el que percibe una retribución”, no
parece muy atinado (quizás es por lo que en otro momento sostenía el empresario
en relación con cómo utilizamos cada uno las palabras, “con “significados
diferentes” -o sea, al más puro estilo Humpty-Dumpty-).
Pues bien, según la argumentación
del Sr Barajas, mi profesión de músico y mi desempeño docente en relación con
este oficio son claramente (¿”empíricamente”?) “inútiles de cara al futuro de
la sociedad”, al cual, sospecho, solamente sí contribuyen los contenidos
impartidos en su universidad privada (negocios on-line, desarrollo de software,
programación de aplicaciones para móviles, técnicas de planificación
financiera, etc). Debo decir, ante semejante sandez que, desconociendo por
completo las técnicas de planificación financiera y el desarrollo de software,
he sido capaz de ganarme la vida sin haber tenido necesidad de pasar por su
negocio para licenciados en paro. Durante mis estudios he dedicado (y dedico)
mis esfuerzos tanto a cuestiones teóricas como prácticas y ambas han resultado
importantes para mi formación, organizados, por cierto, estos contenidos, en
asignaturas, sin que ello haya supuesto el menor problema.
Cuarta creencia. Los
exámenes miden el aprendizaje. La evidencia empírica nos dice que nadie sería
capaz de aprobar el mismo examen, dos meses después, sin estudiar (…) Si el
examen es importante y su contenido también, ¿no debería ser algo que cualquier
adulto supiera hacer, de forma natural? La evidencia empírica nos dice que la
memorización tiene un efecto muy limitado en nuestra mente. Nuestro cerebro no
está preparado para retener grandes cantidades de información. Y realmente no
lo necesitamos. La conclusión es
que la memorización es un esfuerzo inútil, y los exámenes también.
No hace falta
recurrir a la “evidencia empírica” para afirmar que, sin estudiar, es difícil
aprobar un examen. Para llegar a esta conclusión bastan dos dedos de frente. Un
primer estudio del tema que sea no basta para fijar unos contenidos de forma
permanente, pues para ello es necesario trabajar la consolidación de esos
contenidos, que deberán repasarse, actualizarse, refrescarse…y todo ello
contando con la ayuda inestimable de una herramienta denominada memoria que
requiere ser ejercitada y cultivada. Pero, si después de un estudio riguroso,
no se ha asimilado absolutamente nada de lo estudiado, esto ya es un problema
del estudiante y no de la “inutilidad” del saber. Los exámenes, yendo al tema,
son imprescindibles hasta que alguien me demuestre que hay otra manera de
comprobar el nivel alcanzado por un alumno (hablo de evaluar conocimientos, no de competencias). Claro que si no
consideramos importante que un alumno adquiera conocimientos y lo que queremos
conseguir es otra cosa (qué se yo, que sean felices o, mejor, que sean
“emprendedores” como el Sr Barajas), entonces es evidente que nos sobran. Es
curiosa la mala prensa de los exámenes, que viene de atrás. Porque pedir la
eliminación de los exámenes, Sr Barajas, no es nada moderno. Álvaro Marchesi,
uno de los padres de la LOGSE, ya decía que eran “de derechas”. En cualquier,
es legítimo que quien tiene como objetivo vender un producto lo haga
recurriendo a las técnicas publicitarias del “adelgace diez kilos en dos
semanas” o “aprenda inglés sin esfuerzo en un mes”. Pero una cosa es la
publicidad y otra la realidad. Y una tercera la honestidad intelectual. Y una
cuarta la ética.
Quinta creencia. El sistema
educativo enseña a entender el mundo. Estoy participando en un foro de discusión sobre
educación, preparando unas jornadas de reflexión que patrocina el Consell Escolar de
Catalunya. La
mayoría de los participantes son profesores, y cuando propongo que la educación
debe preparar a los chicos y chicas para la vida profesional, responden,
sistemáticamente, que su labor fundamental es prepararlos para la vida, para
entender el mundo. Esta creencia es sumamente curiosa, y se da mucho más en los
profesores de humanidades, que habitualmente creen que “entender la vida” es
tener una capa superficial de “cultura general”.
Este sistema educativo no,
por razones que no vienen al caso, pero el conocimiento, sin ninguna duda que
ayuda a entender el mundo. Es más, dejando a un lado la propia riqueza del
saber, de la que hablaremos en otro momento, incluso desde el punto de vista de
quienes tienen más en cuenta lo emocional que lo racional, podemos hablar de
estudios, como el de la Nueva Escuela de
Investigación Social de Nueva York, que demuestran (“evidencia empírica”,
Sr Barajas), que “la alta literatura” estimula un conjunto de capacidades y
procesos de pensamiento fundamentales para las relaciones sociales complejas, y
para las sociedades funcionales” y “recluta las áreas cerebrales implicadas en
la emoción social”, cosa que no ocurre con la ficción popular o la ficción. “A diferencia
de la ficción popular”, afirmaban los autores de este estudio, “la ficción
literaria requiere una implicación intelectual y un pensamiento creativo de sus
lectores”. También podemos citar a los psicólogos canadienses Raymond Mar y
Keith Oatley, de las Universidades de York y Toronto, respectivamente, quienes
aseguran que la mejor manera de desarrollar la inteligencia emocional es leer
buena literatura porque, de esta forma, se puede comprender mejor a los demás y
se es capaz de contemplar el mundo desde diferentes perspectivas. Me gustaría
destacar, por último, otro estudio que tiene que ver con una de las asignaturas
que para el Sr Barajas seguro es prescindible en su estrecha visión de lo que
debe proporcionar a nuestros alumnos la educación pública, en este caso
procedente del Basque Center on Cognition, Brain and Language, un centro
internacional de investigación interdisciplinar para el estudio de la
cognición, el cerebro y el lenguaje, situado en San Sebastián, que prueba la
influencia de la lectura en las conexiones cerebrales. Según el estudio, el
cerebro humano reacciona de manera diferente ante expresiones como monstruo
geográfico, monstruo solitario, monstruo hermoso y
monstruo horrible. La primera es incorrecta, la segunda es neutra, la tercera
es un oxímoron y la última es un
pleonasmo (vocablo innecesario que añade expresividad). El investigador Nicola
Molinaro escogió para sus experimentos la tercera, el monstruo hermoso,
el oxímoron, una combinación de dos palabras o expresiones de significado
opuesto que originan un nuevo sentido, como noche blanca o muerto
viviente. Y esta figura retórica genera una intensa actividad en el área
frontal izquierda del cerebro, actividad que no se produce ante una expresión
neutra o una incorrecta. El éxito de estos resultados, que demuestran
empíricamente la eficacia de las figuras retóricas y su poder de sugestión en
la imaginación humana, en la medida que captan la atención de quien percibe
esas figuras y estimulan el pensamiento abstracto y simbólico en la utilización
y comprensión del lenguaje, llevó a Molinaro a repetirlo utilizando la
resonancia magnética, con el propósito de obtener imágenes de la actividad
cerebral durante el procesamiento de las figuras retóricas y, con los
resultados de esta nueva técnica, analizar las conexiones entre las dos partes
del cerebro directamente implicadas en el procesamiento del significado, el
área frontal izquierda y el hipocampo, un área en la que están estrechamente
relacionados la memoria, el aprendizaje y las emociones. Son solo algunos
ejemplos, pues la lista de “evidencias empíricas” de la importancia del
conocimiento sería interminable.
Muy bien rebatido y muy bien razonado, Alberto, una muestra de la superioridad del saber que tú defiendes frente a la limitación del conocimiento que propugna el señor Barajas, cuyos disparates se descalifican solos. No alcanzo a entender cómo alguien que desconoce y desprecia de tal modo el valor del saber y la cultura y los anchos horizontes del ser humano se atreve a presentarse como experto en educación; no alcanzo a entender cómo se atreve a llamar propuesta educativa a un engendro cuya principal idea es que las enseñanzas deben limitarse. Insisto en lo que ya he dicho alguna vez: las ideas de este señor son pobres y empobrecedoras, consisten básicamente en condenar amplias parcelas de la educación y el conocimiento solo porque lo dice él. Que tenga predicamento entre los políticos y en los medios de comunicación es una prueba más del despropósito a que han llegado la política y la información en España. Le aviso, señor Barajas: como sé que va a venir a fisgar por aquí, ya le comunico que no se moleste en dedicarme una de sus retahílas de incongruencias, insultos y sandeces, ya le puse suficientemente en su sitio en el artículo de este blog titulado "Experiencias paranormales en televisión". ¿Le escuece todavía?
ResponderEliminarEstoy de acuerdo, Pablo. La única razón que puedo adivinar es que la notoriedad que se le está dando en los medios le venga bien para conseguir clientes para su escuela privada. Supongo que cuenta con que habrá gente que pueda no reconocer lo vacío de su argumentación y picar. Desde luego, yo a mis hijos jamás los llevaría a aprender a un lugar con unas premisas tan lamentables.
EliminarDespués de leer estas cinco "creencias" (como el Sr. Barajas las llama), no dejo de asombrarme el país en el que vivimos.
ResponderEliminarA este señor, con estas ideas que algunos neopsicopedagogos las califican de innovadoras, se le da un poder de comunicación descomunal. Cuando lo que predica es de lo más reaccionario que se puede publicar en el mundo educativo. Su mensaje es básicamente el siguiente: "La cultura es inútil, el saber ocupa lugar, el conocimiento llena un tiempo que se debe utilizar en producir, en crear algo útil para la sociedad capitalista (que es en la que este Sr. se mueve). Necesitamos gente acrítica pero con un alto nivel práctico."
Un mensaje repetido infinidad de veces a lo largo de la Historia (por eso le decía a este Sr. en otro mensaje, la utilidad de la Historia, pero claro, él, con su afán de ignorarla, lo ínterpretó como le vino en gana, hablándome de sus padres). Se disfraza (el mensaje) con múltiples patochadas, e incluso se intenta colar como "progresista", pero es el mismo de siempre: ¡La cultura es peligrosa, sobre todo en manos extrañas!
En fin, no merece la pena, como dice Alberto, dedicar mucho más tiempo a estas "ideas revolucionarias". Lo penoso, y en esto coincido con El guachaman, es el despropósito de la información que hay en este país cuando este tipo de argumentos tienen prioridad en los principales medios de comunicación.
Juan, ese es el motivo por el que vale la pena salir al paso de tanta palabrería. Coincido totalmente contigo. Creo que en algún momento ya dije que el Sr Barajas me recordaba a Wert en ese afán de limitar el conocimiento a aquello que sea "productivo" y genere un beneficio económico. Desde luego, un punto de vista leloliberal con el toque barajiano (que no barojiano) del learningbydoing (que, además, no es propio sino del tal Robert Shank).
EliminarQué raquitismo intelectual el del Barajas. Ha debido escribir el libro asesorado por el Luisma. Qué barbaridad, qué ignorancia.
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