El mes de
julio está siendo tiempo de descanso antes de comenzar la relectura del libro,
que tendrá lugar entrado el mes de agosto y que abrirá el período de edición
propiamente dicho. Será entonces cuando toque darle unas vueltas más a la
estructura y los capítulos, revisar, actualizar, quizás añadir, suprimir o
recortar…y decidir el título final.
Creo que un
texto requiere un reposo posterior a su primera redacción que permita leerlo
nuevamente con cierta distancia, sobre todo si uno ya no va a poder modificarlo
cuando llegue el momento de darlo por definitivo y listo para su publicación.
De un concierto le quedan al espectador impresiones y una percepción global,
pero en un libro, como en un disco, un cuadro o una escultura, los defectos
quedan expuestos sin compasión. Nada mejor para tomar esa necesaria distancia y
refrescar las ideas que cambiar de ambiente, escapar de lo cotidiano y olvidar
de alguna forma lo escrito para volver después sobre ello con aliento renovado.
El bello y bravo Cantábrico es perfecto para desconectar de la rutina, así que
allí nos fuimos, a la preciosa Playa de Isla, en el municipio de Arnuero, en
busca de los aires de la Cantabria de la que nos habló Gerardo Diego, el
ilustre santanderino:
(…) Es el viento que encrespa sus bisontes,
que en bravo alarde de torsión y ultraje
lomos restalla de olas y de montes.
El viento que me empapa de paisaje.
Sur, viento sur, enrólame en tu viaje
y ráptame en tus brazos de horizontes (...)
Estoy
convencido de que las incertidumbres ante la edición de un libro no serán
mayores que las que experimenté durante la grabación de Mistúra.
Se amontonarán las dudas y las decisiones se dilatarán, pero me siento confiado
porque, como entonces, cuento con el apoyo de grandes profesionales (y
entusiastas, cualidad a revalorizar) que me ayudarán a llevar a buen puerto
este proyecto. Cuando grabé mi disco tuve la suerte de trabajar con un técnico
de sonido magnífico y, sobre todo, abierto a sugerencias. Pasamos juntos muchas
horas escogiendo tomas, reflexionando sobre aspectos como la reverberación
adecuada (la mínima, en realidad, con el propósito de no perder más naturalidad
de la indispensable cuando se registra una interpretación), etc. Recuerdo
bien (¡cómo olvidarlo!) mis sensaciones tras la primera sesión de grabación.
Volví a casa con varias (bastantes) tomas de una de las evocaciones de Antón
García Abril, la
segunda (de
inspiración lorquiana). Las escuché para elegir, anotar, reservar y pasar a
grabar la siguiente evocación... y me resultó imposible decidirme por ninguna
de ellas, tan terribles me parecían todas. Ni el fraseo, ni el sonido, ni el
concepto interpretativo me parecían acertados y me vi obligado a llamar al
estudio y volver a grabar por completo la pieza. Lo curioso de todo esto es que
en la edición final, la grabación definitiva salió...de aquella primera sesión.
El tiempo me permitió encontrar lo que entonces fui incapaz de reconocer. Por
eso digo que es beneficiosa la distancia y por eso me parece adecuado dejar
reposar, como entonces la música, ahora un texto que espero abordar otra vez,
pronto, con la calma oportuna y el ánimo apropiado.
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