Sobre los nueve años comencé a estudiar guitarra. Desde
crío me acostumbré a tocar en público, en audiciones que se organizaban desde
el propio conservatorio o en cursos de verano. La inconsciencia de cuando eres
niño hacía que no pasara por mi cabeza la posibilidad de tropezarme, dar una nota falsa, romperme una uña
u olvidar algún pasaje. Con el tiempo, fui siendo más consciente y la
responsabilidad hizo que apareciera cierta preocupación natural (y necesaria para no bajar la guardia),
pero el hecho de haberme habituado a interpretar música para los demás me permitió
aprender a sobreponerme a la inseguridad, a controlar la situación y disfrutar
de algo tan hermoso como tocar música. Incluso he llegado a tocar mejor con
público que sin él, pues el reto es mayor que cuando uno practica en casa.
Cuando leo que un señor llamado Sugata Mitra dice en
El País que los exámenes "ya no sirven" porque los muchachos los perciben "como una
amenaza" recuerdo a algunos de mis compañeros en el conservatorio que también percibían como una
amenaza las audiciones de final de curso (no era mi caso, como ya he dicho). No
todos los alumnos con los que coincidí han conseguido curtirse lo suficiente
como para superar el miedo escénico. Algunos dejaron la música, otros se
dedicaron a facetas con menor exposición (o, más bien, diferente exposición). Incluso hay quien lo
pasó mal (aunque estoy seguro de que no le han quedado secuelas). Esto es lógico, pues todos tenemos diferentes personalidades y estamos más o
menos predispuestos a según qué
actividades. Hasta me atrevería a contravenir a la oficialidad y afirmar que no todos tenemos talento ni lo tenemos para lo mismo. A lo que iba: si se hubieran suprimido esas audiciones, tampoco quienes
hemos desarrollado después actividad concertística habríamos podido hacerlo porque se nos
habría hurtado el derecho a afrontar la exigencia y superar los obstáculos. Y
no creo que haya sido injusto para nadie. Según Sugata Mitra, si los alumnos perciben como una amenaza los
exámenes, la solución no pasa por hacerles ver que un examen es un desafío, un
acto de superación, que sirve para que uno compruebe si ha aprendido lo que
debería haber aprendido, para sentirse
satisfecho o redoblar esfuerzos, como los deportistas que compiten en los
Juegos Olímpicos aunque no todos se llevan medalla, por el hecho de enfrentarse a uno
mismo, de calibrar sus posibilidades. No, para Sugata Mitra la solución es
eliminar los exámenes. Si un alumno no se atreve a superar un obstáculo, quitemos el
obstáculo. Retiremos las vallas en el salto de vallas, que abandonen los porteros
las porterías para no intimidar a los jugadores y que no haya red en el tenis ni público en los conciertos.
Eso sí, los profesores tenemos que educar. ¿¿Cómo, si evitamos que los alumnos
tropiecen??
Estoy preocupado. Cada vez más, los medios de
comunicación se hacen eco de propuestas a cual más insensata (y lo que es peor: las tratan como si fueran serias). Se acumulan de
tal manera que no es posible dar la réplica a todas. Los deberes,
los exámenes, el esfuerzo, el trabajo individual, la voluntad... todo lo que
uno cree imprescindible para aprender es denostado. Estamos ante la razón de la
sinrazón. Pero no podemos claudicar. Los cuerdos somos nosotros. Podrán seguir difundiendo disparates, pero nadie aprende
si no se equivoca. Y para equivocarse ha de ponerse a prueba a sí mismo, sobre todo si tiene dificultades, sobre todo si tiene inseguridad. Es una cuestión de exigencia (ex -hacia fuera- agere -mover, actuar-) y de responsabilidad: si un alumno no ha alcanzado aún el nivel
de madurez que le lleve a este convencimiento, es el adulto (en este caso, el
docente) el que debe hacérselo ver. Lo contrario,
eludir las dificultades para evitar que el alumno "no se sienta amenazado" no es enseñar. Yo a eso lo llamo estafar.
Muy de acuerdo. De hecho, entender que educar es "preparar a los niños para desenvolverse en un mundo adulto", es, también, prepararles para superar los obstáculos (alcanzables, a su medida) que se vayan encontrando y desarrollar así un grado creciente de autonomía.
ResponderEliminarLa estafa de allanar las dificultades les llevará a no madurar nunca.
Gracias.
A ti por el comentario. Me alegra que estemos de acuerdo.
EliminarGracias por tu artículo.
ResponderEliminar¡Más claro, agua!
Hace más de 30 años que doy clase en secundaria y bachillerato y creo que no hay que olvidar que mucho profesorado se siente más cómodo en un ambiente mediocre y poco exigente..., y si puede disfraz sus carencias de virtud,¡Bingo!
Hay mucho jeta disfrazado de innovador superguay...
José
Gracias a ti, José. Un saludo.
EliminarCompletamente de acuerdo con lo que habéis mencionado. Se trata de convertir a la escuela en un nuevo espacio de ocio y felicidad. Pero ¿con qué fin? Ninguno bueno se me ocurre
ResponderEliminarCreo que es una mezcla de incompetencia y caradura.
EliminarI por ese orden...
EliminarJosé
Muy interesante el artículo, Alberto. Los 'gurús' como Sugata Mitra se multiplican cada vez más...
ResponderEliminarYa lo creo. Estamos rodeados.
EliminarCreo amigo Arroyo, q no has entendido nada o muy poco de S Mitra. Lee o relee a Freire o Illich
EliminarEstimado lector anónimo:
EliminarNo sé si lo de "Arroyo" (arroyo claro, fuente serena) es un guiño a Lorca o me ha cambiado el apellido por algún motivo... Gracias, en cualquier caso, por su inestimable aportación.