Ayer
por la tarde me llamaron del programa de Ana Rosa Quintana. Me proponían viajar a Madrid para intervenir en la tertulia política, en la que tenían
previsto hablar de educación. Decliné la invitación, pero acepté participar “entre
las nueve y las nueve y pico”, a distancia, desde Pamplona.
Aunque
no es la primera vez que me toca, se me hace difícil, incómodo, hablar con
personas a las que no veo y solo escucho. En cualquier caso, la charla ha girado
en torno a la necesidad de innovar en la enseñanza (que la dirección del
programa parecía tener más clara que yo) los deberes, la motivación (¡cómo no!)…
Aquí y aquí dejo dos fragmentos de la grabación para que cada uno pueda comprobar lo que dije y
luego respaldarlo o criticarlo. Pero véanlo antes de hacerlo porque si se dejan
guiar por los titulares de la web del programa es más que posible que se me despisten.
Por dos motivos:
Primero:
Cuando Ana Rosa Quintana me preguntaba esta mañana “quién debe motivar al alumno”, le he respondido “todos”, incluyendo a los profesores; es más, he destacado la importancia de que los profesores presentemos los contenidos de forma atractiva y tratemos de contagiar entusiasmo
e incluso he señalado la necesidad de que amemos la asignatura que impartimos. Sin embargo, las
declaraciones recogidas en la página del programa no es que hayan sido poco
atinadas; es que son inventadas. Este es el titular: “El profesor enseña; pero la
motivación es de los padres”, algo que no he sostenido en ningún momento. Lo
que sí he afirmado es que me parece indispensable la colaboración de las familias a la hora de
inculcar en los alumnos la responsabilidad y el gusto por aprender.
Segundo. Sin llegar al extremo de grosería del programa de Cintora en el que me vi envuelto, la introducción de los dos docentes convidados al debate ha sido un tanto
desequilibrada. Cualquiera puede entender que si a un telespectador se le invita a escuchar al “profesor que puso en pie a un auditorio entero con sus
innovadoras propuestas para el fomento de la educación”, este estará más
receptivo que si se escribe “también hablamos con Alberto Royo, profesor de
música con una visión opuesta a la que ofrece Alfredo Corell” (lo que a uno le coloca de inmediato en el bando de los malos) y se le
pregunta, ya de entrada, si lo que defiende es que “aquí no se va uno a
divertir sino a aprender”. Por cierto, mi visión no es opuesta a la de Alfredo
Corell; es discordante en algunos aspectos (en unos muy discordante), pero concordante en otros, lo cual ha quedado de manifiesto durante la conversación. Si a
esto añadimos que en pantalla aparece mi supuesto "contrincante" echando unas lagrimillas
en una charla TED, la igualdad de oportunidades (tan importante en la
educación) brilla por su ausencia. Si confrontamos, confrontemos sin condicionar al espectador, digo yo. Y que este saque sus propias conclusiones.
Nota para el Departamento de Documentación del
Programa de Ana Rosa: se puede acceder fácilmente a mi charla TED (aunque el auditorio, en mi caso, no se puso en pie, culpa mía, seguro, que no supe epatar al público); pueden verla aquí. O, ya
puestos, podrían haber mostrado ustedes un vídeo mío para constatar que la
sensibilidad y la emoción no están reñidas con la defensa del conocimiento sino
todo lo contrario (dejo a continuación una grabación de una pieza de Johann Kaspar Mertz -siglo XIX-, para que no se diga que no tengo sentimientos). Y es que la emoción se encuentra precisamente en el conocimiento. Es este el que nos produce
emoción y es a través de esta emoción como aprendemos a apreciar la belleza.
Lo dramático es que las televisiones, que es un medio que informa o desinforma a mucha gente, en el 95% de los programas o más solo hablan de la educación con superficialidad, en el mejor de los casos. Ha llegado más la condena de los deberes hecha por el anuncio de IKEA que la defensa de ellos que hizo el propio ministro.
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo, Pablo.
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