jueves, 31 de octubre de 2013

La educación y el reverso tenebroso (VI). “rEDUvolution”: algo “super-serio”, o sea.




El lado oscuro continúa moviendo sus tentáculos, captando siervos y extendiendo el mal. Como casi siempre, el campo de la enseñanza es el escogido para sus perversas maniobras. La editorial Paidós acaba de publicar el libro “rEDUvolutioN”, cuya autora es María Acaso, quien acaso (disculpen el chiste fácil) no tenga la experiencia suficiente (o directamente no tenga la experiencia) de haber impartido clase en un aula de Secundaria, pues aparece como profesora de Educación Artística de la Universidad Complutense de Madrid (también miembro del colectivoPedagogías Invisibles” y Directora de la Escuela de Educación Disruptiva -EED- de la Fundación Telefónica) y demuestra un absoluto desconocimiento de la realidad educativa.

En una entrevista reciente publicada en la edición digital del diario ABC, expone la firmante del libro unas cuantas consideraciones que transcribo y comento a continuación, pues no tienen desperdicio. Tratemos de abordarlas con sosiego.

1ª.- Sin entrar a valorar la idea que la Sra Acaso tiene de cómo ejercemos los docentes nuestra profesión (una educación bulímica en la que te atracas de información que vomitas el día del examen y a los tres segundos, cuando has salido por la puerta, has olvidado todo -gracias por la confianza, “colega”-) y obviando tesis tan alegremente formuladas como la de que mientras que en otras disciplinas está super-aceptado que el inconsciente lo que hace es modificar todo el proceso de absorción de datos, en pedagogía no, debo reconocer mi perplejidad ante las afirmaciones de la “rEDUvolutionaria escritora” según las cuales los profesores hemos de aceptar que enseñamos unas cosas y los alumnos aprenden otras (que es como decir que yo les enseño a distinguir el contrapunto de la homofonía y ellos aprenden las diferencias entre el sistema de juego del Barcelona y el del Madrid) o admitir que cada uno (cada alumno) va a elaborar según su propia biografía, su creatividad, sus conocimientos... un discurso diferente (esto, francamente, no sé qué demonios significa. Seguramente sea una cuestión de fe pedagógica).

 

 
2ª.- La Sra Acaso desaconseja programar por objetivos, porque no se van a cumplir (lo que, como justificación, no está nada mal) y aconseja elaborar, en lugar de pequeños objetivos, grandes metas, abiertas y flexibles. Se me ocurren unas cuantas: ¿Qué les parece, como gran meta, conseguir la paz mundial? Y, ya en la modalidad de “objetivo abierto y flexible”, podríamos dedicar un trimestre (o el curso entero, si nos venimos arriba) a ser felices, querernos y abrazarnos todos: padres, madres, alumnos, alumnas, profesores, profesoras, conserjes, conserjas (no se extrañen, muchos de mis alumnos dicen “conserjas” -es lo que tienen estos tiempos políticamente correctos-)…

3ª. El profesor debe ser, nos dice Acaso, un artista (ele, mi Acaso). Debe saber coger conceptos y remixearlos, entendiendo como remixear el sistema de producción contemporánea. Eso no es copiar. Es relacionar. Y crear tu «playlist» de la clase. Puestos a hacer el primo, quizás (acaso, me veo obligado a decir de nuevo) deberíamos caracterizarnos para interiorizar mejor nuestro papel: visera, zapatillas deportivas, pantalones anchos y cadenas al cuello. Y ya tenemos al Profesor-“Príncipe de Bel Air”, que perfectamente podría entrar en clase rapeando para motivar a los muchachos.
 
 
4ª.- La experta en rEDUvolution denuncia que los profesores niegan los intereses de los alumnos. Y yo me pregunto, ¿quién niega los intereses de los alumnos? Es evidente que los alumnos tienen sus propios intereses (como los profesores y como cualquier hijo de vecino), pero una cosa es lo que a un alumno le interesa y otra, habitualmente distinta y en ocasiones coincidente, lo que debe aprender en la escuela. Si les interesa el fútbol, dice nuestra guía espritual en rEDUvolution, a lo mejor puedo incorporar este deporte como recurso para explicar las matemáticas. Pero vamos a ver, señora mía, ¿con cuántos profesores ha hablado usted para documentarse antes de escribir el libro? ¿Nos está vendiendo como innovación pedagógica el empleo de ejemplos cercanos al alumno para afrontar el aprendizaje de determinados conceptos? Que yo sepa, esto ya se hace desde los griegos si no antes y no es necesario para ello anteponer el interés del alumno a los contenidos que este debe asimilar ni comparar el uso de un recurso tan elemental con un cambio de paradigma educativo o con el descubrimiento de la penicilina.

5ª.- Un docente novel, supertemeroso, se mete en un aula de Secundaria con cuarenta adolescentes y no sabe qué hacer y se hace el duro, sin darse cuenta de que lo que tiene que hacer es lo contrario, afirma Acaso con aparente convencimiento. ¿Y qué actitud debe tomar, según la experta, el docente novel, ante su clase de cuarenta adolescentes? ¿Debe simular fragilidad, delicadeza, docilidad …? ¿Debe tratar “de usted” a sus alumnos? ¿Debe preguntarles si les parece adecuado que les mande tarea para casa?

6ª.- Como colofón, la Sra Acaso rubrica una entrevista impagable de la siguiente forma: (Hay que) crear en clase una «comunidad», en lugar de la antagonía «profesor y estudiante», que además en este momento en que el estudiante tiene muchos conocimientos por ejemplo de tecnología, ¿que vas a hacer? En la idea de la comunidad, entra el profesor como coacher, como acompañante, pero es que ni siquiera es un acompañante, los profesores y estudiantes como coachers unos de otros. Si tú tratas al alumno más como un igual, y le das más poder, sus problemas se reducen. Esos problemas aumentan cuanto más autoritario es el sistema. Si tu a un alumno le das responsabilidad, todo mejora. Si le obligas y le das disciplina solamente, al final surge el miedo. Hay que recuperar los afectos en el aula, son muy importantes. En primer lugar, el antagonismo (supongo que era esa la palabra que Acaso quería emplear) entre docente y discente no es tal, pues no hay, a priori, rivalidad o contrariedad entre ambos (ni siquiera interpretando la acepción de la RAE en su sentido biológico –“interacción entre organismos o sustancias que causa la pérdida de actividad de uno de ellos, como la acción de los antibióticos frente a las bacterias”- podemos encontrar nada agraviante hacia al alumno, a quien el profesor no solo no pretende anular o imponer nada sino todo lo contrario: instruir y formar). Lo que existe entre alumno y profesor es un binomio en el que ambos se encuentran estrechamente relacionados, aunque nunca en un plano de igualdad, como principales protagonistas del proceso de enseñanza, el primero, y aprendizaje, el segundo. Por otro lado, la idea de que el alumno sabe mucho de tecnología y por eso el profesor no tiene nada que enseñarle (otro guiño solidario de nuestra colega, esta vez dedicado a los compañeros de Tecnología) es, sencillamente, una idiotez, como resulta estúpido sugerir que nuestro papel deba ser el de coach (ojo, coach el profesor para el alumno y coach el alumno para el profesor -tanto da, que da lo mismo-), confundir la responsabilidad con el poder o la disciplina con la intimidación. Por último, nadie duda que los afectos, las emociones, la felicidad, son asuntos importantes (no en el aula, en la vida de las personas), pero esa no es la labor del profesor. En la música barroca, el propósito del compositor (como del intérprete)  era conmover (“mover los afectos del alma”, decía Caccini en 1601). Incluso es aceptable pensar, como Cicerón, que “el buen orador es el que tiene la habilidad de mover los afectos de quien lo escucha” (el delectare, docere y movere del buen discurso). Ahora bien, ni se puede pedir a un profesor (aunque, desde luego, sería utópicamente deseable) que consiga conmover a sus alumnos al transmitirle sus conocimientos (quien no quiere conmoverse, como quien no quiere aprender, no lo hará -tampoco sucedía así en la época barroca-) ni es coherente abominar de la oratoria y la clase magistral y al mismo tiempo exigir al docente que sea capaz de emocionar a sus alumnos. Porque, muchas veces, bastante tiene con que se le permita, en unas condiciones mínimamente dignas, impartir su asignatura. 

 
Farinelli conmoviendo al auditorio con Rinaldo.

7 comentarios:

  1. Interesantísimo. ¡Vaya bazofia!
    ¿Sabes? me recuerda lo de las Catilinarias de Cicerón: quousque tandem Pedagogus abutere patientia nostra
    Un abrazo

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  2. Según crece la necedad en ciertos bandos así se incrementa nuestra resistencia a sentirnos asombrados. Por desgracia, querido Alberto, mentiría si dijera que esto me sorprende. O tempora, o mores (que al lado de lo que acaba de decir Xaver no es más que una birria, pero hace honor a la portadita del libro de marras). Me ha gustado mucho el análisis.

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  3. Excelente disección, Alberto / Atticus. He de reconocer que, además, has tenido una paciencia colosal, porque yo también me encontré casualmente con la entrevista de ABC y, ante tal catarata de tópicos del pedagogismo (esos tópicos que se han cargado la enseñanza, como el colegueo, las tecnologías guay o la condena de los contenidos), me despaché la propuesta rEDUvolucionaria con menos contemplaciones. Un saludo.

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  4. Gracias a los tres. Guachimán, acabo de visitar tu (interesantísimo) blog, que prometo visitar. Un saludo

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  5. Serás siempre bienvenido y la promesa es mutua. Un saludo.

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  6. Genial, Alberto. No lo había leído hasta ver el enlace de la Vanguardia en FB. Creo que ambos merecen ir de la mano, la entrevista y a continuación tu exégesis.

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  7. Gracias, Eduardo, hay una versión light de este artículo aquí: http://profesoratticus.blogspot.com.es/2013/11/reduvolution-revisited-apacibles.html. Y aquí, ABC recoge mi opinión y algunas otras: http://profesoratticus.blogspot.com.es/2013/11/reduvolution-la-secuela.html

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