Qué sopor produce leer determinadas opiniones. Como
en las composiciones ramplonas o las historias previsibles, basta leer dos
frases para conocer el resto. Vaya por delante que todos los que, con más o
menos acierto, acostumbramos a poner por escrito nuestros pensamientos, estamos
expuestos a la crítica y podemos caer en aquello que reprochamos. No me siento
inmune a estos riesgos y estoy seguro de haber caído en ellos más de una vez
y más de dos. Pero, puesto que la equidistancia no es una capacidad sino una
aspiración, voy a poner dos ejemplos de cómo defender una postura desde el
fanatismo y la absoluta falta de moderación, que otros ya se encargarán de
reprobarme cuando sea yo quien yo desbarre. No se trata de ambicionar una
objetividad imposible sino de, al menos, no renunciar a ella de antemano.
Nuestro Consejero de Educación (el del Gobierno de
Navarra, "tierra de diversidad") es, como ya habrá podido comprobar
quien haya tenido la amabilidad (o la paciencia) de leer de cuando en cuando
este blog, un firme defensor de lo que he solido denominar la "triada posmoderna de la pedagogía oficial": el plurilingüismo, la educación
emocional y las nuevas tecnologías al servicio del Mercado y del Consumo. No es
momento de insistir en estas cuestiones sino de constatar algo que hace tiempo tengo
muy claro: nada alimenta más a un extremista que otro extremista. Veamos.
Desde el Gobierno de esta histórica y foral Comunidad
se ha negado, una y otra vez, cualquier intención política en la implantación "por
el decreto 33" de los programas bilingües. La negación es poco creíble,
primero, por insistente y sobreactuada y, segundo, por cínica, pues la propia Presidenta
del Gobierno de Navarra, Yolanda Barcina, cediendo a la euforia de sentirse jaleada en 13 TV, enseñó la
patita y hasta la pantorrilla con la saya remangada, como si en lugar de haber
ido de Pamplona a Madrid, se hubiera desplazado de Santurce a Bilbao, al
afirmar que estos programas "frenarían la matriculación en el modelo
D" (modelo de enseñanza íntegramente en euskera).
El Consejero, siguiendo la estela de tan
desafortunada actuación, bordó su monólogo en el Parlamento, emulando al
protagonista de "Ocho apellidos vascos" al asegurar que todo el
que critica estos programas lo hace "desde el prejuicio sectarioideológico". Según José Iribas, todo esto no es más que una campaña del
"mundo abertzale" para construir Euskal Herria y conseguir que
"los alumnos vayan con el pelo cortado a hacha" (sic y snif).
Como
diría Ansar, hoy "no toca" comentar otros disparates escuchados en
sede parlamentaria, como la invitación del Consejero (abogado de profesión) a
los sindicatos a dejar lo "pedagógico"
para su Departamento (sí nos permitía, y es un detalle, tratar cuestiones
laborales) o las frases "tranquilizadoras" sobre el futuro de quienes no tenemos
perfil bilingüe (se nos dará "salida", todos tendremos "nuestra
función"), porque de lo que se trata hoy es de abordar la intolerancia de
unos y otros y la manipulación de un servicio público tan esencial como la
educación con fines políticos y electorales. Para completar la función, el
Consejero aprovechó una entrevista en la prensa para preguntar a los docentes
"monolingües" dónde iban a ir, criaturas, si BILDU ganaba las
elecciones e imponía el euskera (no dijo nada entonces del pelo "cortado a
hacha"). La pregunta guardaba innegables similitudes con aquel anuncio de
atún en el que un médico preguntaba a un alicaído atún: "¿pero tú tienes estudios, piltrafilla?" Sustituyan "estudios" por
"C1".
Vayamos ahora a la poco hábil (o quizás todo lo
contrario) estrategia del "cómo defenderse del sectarismo con más sectarismo". En
un artículo reciente, alguien que firmaba como "antiguo alumno de AEK * y padre
del Modelo D en la Escuela Bernat Etxepare **, el Sr Sergio Iribarren, comparaba
al Consejero con Manolo el del Bombo ("Iribas el del bombo", titulaba
Iribarren con poco ingenio). También rozaba la xenofobia cuando decía: "algo
esconde el de Tafalla" (como si ser de Tafalla fuera motivo de sospecha
-cualquiera encontraría tendenciosa una noticia como: "Un magrebí roba en
unos grandes almacenes", pues poco, salvo un cierto tufillo racista,
añadiría resaltar el origen del ladrón al relato del suceso), insistiendo más
tarde en la maniobra ("el de Tafalla se echa el bombo a la espalda") y
terminando por llegar, desde el otro extremo, al mismo punto de partida desde
el que salía "el de Tafalla": "Veo a dónde quiere llevar la
educación pública en Navarra, y a eso no estoy dispuesto. Mi apuesta es por un auzolan
(en euskera, "trabajo comunal") a favor de una nueva escuela pública para el país del euskara; una escuela
plurilingüe, con el euskara como lengua vehicular, basada en la solidaridad y
la diversidad. Queremos dejar atrás todos los miedos de los que usted, señor
consejero, esperemos que por poco tiempo, nos habla. En la Euskal Eskola
Publiko Berria, el único miedo que se sienta será a que se nos caiga el cielo
encima. José, aparque el bombo y súbase al tren de la euskaldunización, ahora
está a tiempo de matricularse en algún euskaltegi cercano a su vivienda o a su
centro de trabajo. Sí, esos euskaltegis que usted ahoga negándoles todo tipo de
subvención". La alternativa al bombo es, pues,
la txalaparta. Las opciones son solamente dos: o nos euskaldunizamos o nos "britanizamos".
O nos vamos de txiquitos o tomamos el té de las cinco. ¿Que quiere usted una
caña? No tenemos caña. Txiquito o té. Agur. Bye bye.
Así están las cosa en esta Navarra plural. Y no creo
que sea una situación excepcional. No hay interés por convencer ni dejarse
convencer, por razonar, por argumentar, por defender una tesis o intentar rebatirla. Convencidos
todos de sus planteamientos, solo les queda la confrontación política, dogmática,
intransigente. Y ¡ay de aquel que no quiera posicionarse en ninguno de los
extremos!. Pero los que unos y otros olvidan
(o probablemente se hagan los suecos) es que la batalla política en este ámbito
de la educación es artificial, interesada e improductiva. Y, lo más importante: no interesa a
casi nadie, excepto a quienes la engendran y la fomentan y a sus respectivos
hooligans. Intentar convencer a la sociedad de que esto es una lucha entre
españolismo y nacionalismo es tratar a los ciudadanos de (más) imbéciles.
Ocurre aquí, en Cataluña y en toda España, me atrevería a aventurar. Con pelo
cortado a hacha o con polo de Lacoste, lo relevante es si esta es la manera de
potenciar el aprendizaje de los idiomas, si es admisible lesionar derechos
laborales por una cuestión de imagen, si la inmediata rentabilidad electoral
que la clase política precisa es compatible con la imprescindible reflexión que
debe anteceder a la puesta en marcha de cualquier programa educativo. Si, en definitiva, podemos
permitirnos el lujo de hacer política con la educación.
* Colegio público de modelo D"
* * Red de "euskaltegis" (centros de
aprendizaje del euskera).
El lujo de hacer política con la educación nos lo estamos permitiendo desde hace siglos, Alberto, aunque no podamos, con los resultados a la vista. Otro lujo excesivo que nos estamos permitiendo y está haciendo estragos es el de hacer política con las lenguas, también con los resultados a la vista. Los nacionalistas son temibles; el Iribarren ese al que citas, propone con entusiasmo y hasta con expresiones parecidas un plan exactamente igual al que se ha impuesto en Cataluña con el resultado de una represión cultural, una fractura social y una atmósfera de beligerancia que está haciendo polvo a aquella comunidad, pero estos señores están fijos como asnos con anteojeras en sus ensoñaciones y no paran mientes en nada más. Hoy, Curri Valenzuela, una persona que para nada es santo de mi devoción, decía en televisión algo que piense lo que yo piense de ella es acertado por completo: lo que los independentistas catalanes (que no Cataluña) están planteando es un reto al Estado, no al Gobierno, y es lo que está llegando a su final y no puede acabar más que con una derrota. Mas le está dando muchos votos a Rajoy, y todo aquel insensato que no entienda esto y les de aire a Mas y compañía por cálculo político lo pagará en las urnas, como debe ser. A los fanáticos nacionalistas hay que frenarlos, basta con mirar a lo que dicen, lo que hacen y lo que han hecho para saber por qué. ¡No quiero ni pensar en lo que harían si pudieran!
ResponderEliminarGracias por el comentario, Pablo. En efecto, política con la educación y política con la lengua. Navarra es paradigmática en este sentido. El euskera, lingua navarrorum para unos; vascuence para otros. Unos quieren combatirlo y otros imponerlo. Un ambientazo. Y espera, espera, que la cosa aquí antes de las elecciones pinta más compleja que en Cataluña
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