martes, 1 de diciembre de 2015

Tradición y posmodernidad. La nueva pedagogía o el efecto placebo

[Texto de la conferencia impartida durante las IV Jornadas de Secundària "Modes i tendencias educativas". Barcelona. 27 de noviembre de 2015]


Bona tarda. Buenas tardes.

No puedo comenzar de otro modo que agradeciendo a la asociación ASPEPC-SPS su invitación a participar en estas Jornadas. Es un placer poder compartir con compañeros y colegas algunas de mis reflexiones sobre las modas y tendencias pedagógicas. Estas modas y tendencias, en realidad, no dejan de ser un síntoma (o así al menos lo percibo yo) de lo que está ocurriendo de un tiempo a esta parte en la enseñanza. Las valoraciones que van a escuchar son personales y, como tales, no tienen por qué ser compartidas por todos ni por supuesto han de ser más atinadas que otras. Sencillamente, puesto que Xavier (Massó) tuvo la amabilidad de pedirme que las expusiera y a mí me cuesta mucho esfuerzo quedarme callado, voy a darles mi punto de vista sobre un tema tan atractivo como inquietante.

INTRODUCCIÓN Y TESIS CENTRAL
(Disolución por medio de la innovación)

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Creo que lo más honesto es fijar mi posición desde el principio. La tesis central que defiendo y que intentaré argumentar durante los próximos minutos es que todas estas metodologías, tendencias o modas pedagógicas son, en el fondo, una forma de diluir los contenidos disciplinares con el propósito de desvirtuar la misión del profesor y hacer más apacible y placentera la ignorancia, amparándose en el atajo y persiguiendo la inmediatez, la comodidad, la elusión de los obstáculos y el rechazo al esfuerzo personal, lo cual va claramente en detrimento, pienso yo, del auténtico aprendizaje. Esta es una de las dos ideas que intentaré desarrollar esta tarde: la disolución de los contenidos hasta que de ellos apenas queda nada sustancioso.

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La segunda idea, complementaria a la primera (aunque también pudiera ser la idea principal que ha generado la anterior) es la confrontación, un tanto tramposa, entre tradición y modernidad, un enfrentamiento que hace pasar por bueno lo nuevo sin otro mérito que esta supuesta modernidad y que desprecia lo tradicional por supuestamente anticuado. De ahí que haya titulado esta ponencia, reuniendo estas dos ideas: “Tradición y posmodernidad. La nueva pedagogía o el efecto placebo”.

PRIMERA PARTE. TRADICIÓN VS MODERNIDAD

Me voy a centrar en primer lugar en la controversia, que considero, insisto, artificial e interesada, que suscita la contraposición entre lo tradicional y lo moderno. Quiero citar al magnífico historiador Enrique Moradiellos, quien en su ensayo "Clío y las aulas" recurría al Evangelio según San Juan cuando en este se decía: “al principio, existía la Palabra”. De esta manera, Moradiellos defendía la educación como una actividad “antropológicamente innata” que se institucionaliza a partir del descubrimiento de la lectura y la escritura. Y es que la palabra, la oratoria como arte de hablar con elocuencia, de utilizar las palabras adecuadas para comunicar, transmitir, enseñar o persuadir, sigue siendo, por más que algunos se empeñen en negarlo, la herramienta esencial para el desarrollo de una actividad como la enseñanza que es indiscutiblemente tradicional. Por otra parte, la “tradición”, como conjunto de hechos,  bienes históricos y elementos socioculturales que se transmiten de generación en generación porque la sociedad los considera lo suficientemente valiosos como para que las nuevas generaciones los asimilen, no merece el desaire de tantos innovadores y pedagogos excéntricos como abundan en los alrededores del ámbito educativo (y dentro de este), prestos a tachar de trasnochado todo aquello que no haya sido puesto en marcha recientemente, olvidando dos hechos perfectamente demostrables: el primero, que no es posible innovar sin partir de lo que otros han creado y perfeccionado; y el segundo, que innovar sin que la innovación aporte una mejora real de lo que tenemos no es innovación sino majadería.
            



Abundando en este asunto de lo moderno y lo tradicional, lo innovador y lo clásico, lo moderno y lo antiguo, lo actual y lo anticuado, lo vigente y lo obsoleto, en este afán obsesivo por ejercer la innovación pedagógica, me gustaría poner un ejemplo recurriendo a alguien que está considerado en su campo, más que un innovador, un auténtico revolucionario: Ferrán Adriá. Adriá, antes de ser el gran renovador de la gastronomía, aprendió los fundamentos de la cocina tradicional. ¿Cómo si no iba a ser capaz de transformar el mundo de la restauración? ¿O es que alguien piensa que empezó trabajando directamente con el nitrógeno líquido? Probablemente lo primero que hizo fue aprender las distintas maneras de elaboración culinaria (hervir, saltear, freír, escalfar), los tipos y tiempos de cocción más adecuados, las formas de preparar las carnes y los pescados… y casi seguro que antes de inventar las croquetas líquidas debió cocinar muchas croquetas tradicionales. Lo que quiero decir con esto es que innovar no puede consistir en borrar de un plumazo la tradición sino precisamente en conocerla a fondo para, una vez dominada, poderla trascender y aportar, entonces sí, novedades que supongan una mejora o una evolución. Esto lo observamos con nitidez en la historia de la música. Johann Sebastian Bach partió de Vivaldi (incluso copió sus conciertos cuando, ya mayor, comenzó a estudiar música), para terminar superando al maestro veneciano. No creó el contrapunto, es cierto, pero lo llevó a la perfección. Y su modelo de fuga rezuma originalidad. Suele hablarse de Bach como “síntesis del barroco” de forma injusta y reduccionista porque la verdad es que su fantasía era extraordinaria. Y su creatividad. Una creatividad basada en la tradición. Tanto que hoy, todo compositor que quiera escribir contrapunto forzosamente deberá estudiar a Bach. Rectifico: todo compositor que quiera escribir música, todo aquel que quiera ser músico, deberá estudiar a Bach. Con razón diría Brahms: “estudien a Bach; en él se encuentra todo”. Si algo sabemos hoy de los grandes compositores del pasado es que tan importantes son los que abrieron nuevos caminos como los que depuraron estas nuevas aportaciones y que los renovadores trabajaban a partir de un profundo conocimiento de todo lo anterior. De hecho, a lo largo de los tiempos hemos ido viendo cómo los ciclos históricos evolutivos han tenido su fase de búsqueda y experimentación, su fase de sedimentación de las novedades, su fase de clarificación de patrones y su fase de perfección y complejidad, que suele transformarse en complicaciones que provocan nuevos avances. Este proceso suele abarcar varias generaciones. Muy pocos son los auténticamente rompedores, los Mozart, Beethoven o Debussy; pocos los verdaderos evolucionadores, los Monteverdi, Wagner, Falla,  Stravinsky o Schönberg; y menos aún son capaces de producir las obras más acabadas y perfectas, los Bach, Mahler o Shostakovich. Pero unos no habrían sido lo que son sin los otros. Y tampoco se puede analizar a unos sin haber analizado a los otros. El mencionado Bach es excepcional en sí mismo, pero conocer a Schütz o a Frescobaldi ayuda a comprenderlo mejor. Haber escuchado las sinfonías de Beethoven explica la inseguridad de Brahms a la hora de abordar este género. Por eso se hace necesario reivindicar el pasado, como decía el historiador Javier Tusell en un artículo titulado "El ocaso de la desmemoria"para comprender el presente y construir el futuro".

Hoy se habla con demasiada alegría de innovación, creatividad, talento… lo dicen los gurús de la pedagogía chill out… y muchos aplauden. Así, Sir Ken Robinson considera “supremacista” evaluar la inteligencia y asegura que no se trata de "cuán inteligente" es uno sino del "modo" en que lo es, que todo el mundo tiene talento y que es la escuela, vaya por Dios, la que “mata la creatividad”. De ahí al “todos somos excepcionales” que proclamaba un estrafalario psicopedagogo en lo que él mismo llamó “partyconferencia”, en el marco de un "Congreso Internacional de Inteligencia Emocional y Bienestar", no hay más que un paso. Y en otro paso más estamos en la absoluta estupidez. ¿Realmente tiene sentido, teniendo en cuenta el nivel de conocimientos que tienen nuestros alumnos en la Secundaria, pretender fomentar la creatividad y ser innovadores? Esa abundancia del talento que pregona nuestro querido Sir la desmentía el citado Ferrán Adriá hace bien poco, en la Universidad de Navarra, en el Día de la Creatividad. Cuando le preguntaron qué factor marcaba la diferencia entre los "buenos” y los “muy buenos”, no contestó nada especialmente original y sí muy poco posmoderno. “La diferencia”, dijo, “es el esfuerzo”. Hace también cosa de dos semanas me llegó un revelador vídeo de uno de los mejores guitarristas clásicos de los últimos tiempos, el escocés, aunque afincado en España hace años, David Russell. Se trataba de una grabación en la que facilitaba algunos consejos a los jóvenes guitarristas. Escuchen antes a David Russell interpretando Cataluña, de Isaac Albéniz.


Entre las observaciones que hacía el guitarrista, voy a destacar solamente algunas: “No hay ningún atajo. Algunos tienen más talento y otros menos pero si no trabajas y te esfuerzas por mejorar tu técnica no te acercarás a tu potencial (…) La diversión es algo secundario. Hagas lo que hagas, hazlo con implicación total (…) Sin exigirse el máximo sin olvidar aquello que nos llevó originalmente a la guitarra, es imposible. No conozco a nadie que toque muy bien que no haya trabajado mucho (…).

Supongo que nadie considera la actividad musical algo rutinario y poco creativo. Sin embargo, llegar a ser un gran intérprete requiere de mucha rutina, mucha perseverancia y mucho esfuerzo. A la creatividad se llega mucho más adelante y a la innovación, solo algunas veces. Cuando en la actualidad se defiende la innovación, no se hace desde la defensa del conocimiento, el estudio o el compromiso, sino desde la sobrevaloración de lo intuitivo, lo creativo y lo espontáneo y desde el desprecio a una tradición sin la cual la innovación no puede pasar  nuncade extravagancia, aplicando un idiota sentido lúdico que lo condiciona todo, elevando a los altares la sacrosanta motivación, que se pretende anteponer al inevitable sacrificio que conlleva el auténtico aprendizaje, como si este mismo sacrificio no pudiera ser en sí mismo placentero y apasionante, como si no fuera posible disfrutar del proceso a través del cual uno va tomando interés en algo que a priori no le resultaba especialmente sugerente y, poco a poco, con tesón y entusiasmo creciente, va venciendo la pereza inicial y descubriendo el deleite de la adquisición de conocimientos. Y es que todo, dicen, ha de ser de divertido, todo ha de entusiasmar a la primera, ser impactante, vulgarmente asequible, cuando lo excitante de la búsqueda de un tesoro es que este suele encontrarse en lugares recónditos y aparentemente inaccesibles. Y, por supuesto, todo ha de sonar nuevo y nada puede sonar viejo. Y si es inevitablemente viejo... lo llamamos de otra forma y lo hacemos pasar por nuevo. Hay que descubrir lo que sea, aunque ya esté descubierto.

¿Nuevos métodos?
            

Esta ofuscación con lo novedoso me recuerda mucho a un pasaje de la “Cantata del adelantado don Rodrigo Díaz de Carreras, de sus hazañas en tierras de Indias, de los singulares acontecimientos en que se vio envuelto y de cómo se desenvolvió” del grupo argentino les Luthiers. Me refiero al momento en que don Rodrigo funda Caracas. “Acerté a fundarla en tan hermoso valle…”, relataba don Rodrigo, a lo que alguien le respondía: “Acertó a fundarla... Y tanto acertó que la fundó en pleno centro de Caracas”. Pues algo así nos pasa ahora con la innovación. Inventamos la tertulia dialógica, cuando toda la vida se ha trabajado en clase el debate como herramienta didáctica (por cierto, no imagino una tertulia no dialógica); inventamos el trabajo cooperativo como si nunca un profesor hubiera hecho grupos en clase para el desarrollo de alguna actividad; inventamos el aprendizaje por proyectos, como si a ninguno se nos hubiera ocurrido acercarnos a los intereses de nuestros alumnos para enseñarles algo tratando de que lo vean desde su propia perspectiva; inventamos el flipped learning para buscar un enfoque centrado en el alumno, que no deja de ser el fracasado constructivismo de siempre; inventamos el mindfulness para trabajar la atención que hemos dispersado con el uso de tablets, smartphones y pizarras digitales… hacemos como el burgués de Molière  que deseaba instruirse como los aristócratas y seducir a una dama. Leo la escena por su genialidad:

Molière. El burgués gentilhombre. Acto II, escena VI.


[Un burgués, hijo de un trapero y repentinamente enriquecido, desea refinarse e instruirse como los aristócratas que frecuentan la corte, para lo cual encarga un traje más apropiado para su nueva condición de gentilhombre y decide aprender todo lo necesario: el manejo de las armas, danza, música, filosofía… Enamorado de una dama de la nobleza, contrata a un maestro para que le ayude a escribirle una nota]:

- Debo haceros una confidencia. Estoy enamorado de una persona de alta condición y os agradecería que me ayudaseis a escribir algunas cosillas en una notita que quiero dejar caer a sus pies. 
- Muy bien. 
- Será cosa galante… ya me entendéis. 
- Indudablemente. Supongo que querréis escribirle unos versos.
- No, versos no. 
- ¿En prosa, entonces? 
- No quiero ni prosa ni versos. 
- Ha de ser una de las dos cosas.
- ¿Por qué? 
- Por la razón, señor, de que para expresarse no hay más que prosa y verso. 
- ¿Solo existen la prosa y el verso?
- Sí, señor. Todo lo que no es prosa es verso y todo lo que no es verso es prosa.
- Y cuando se habla, ¿cómo se habla? 
- En prosa.
- Entonces, cuando digo: «Nicolasa, tráeme las zapatillas y el gorro de dormir»... ¿estoy hablando en prosa?
- Sí, señor.
- ¡A fe mía! Más de cuarenta años hace que me expreso en prosa sin saberlo. Os estoy agradecidísimo por habérmelo enseñado.

Dejando a un lado la poca originalidad de muchas de las propuestas que se promocionan como originales o renovadoras, la confusión entre innovación y mejora de la enseñanza es a día de hoy absoluta. Veamos otro ejemplo: en el espacio “Más deuno” de Onda Cero, se promocionaba hace poco un programa de “Empleabilidad Joven” de la Fundación Telefónica cuyo nombre es: “Todos Unidos”. La emisora dedicó nada menos que seis horas y media de radio en directo al asunto de la empleabilidad con protagonistas de “acción social” (así lo llaman) de la Fundación. Entre estos protagonistas estaba, cómo no, José Antonio Marina, y también Peridis, el dibujante de El País, que durante el programa demostró que no sabe (o que no quiere) distinguir entre innovar y mejorar la educación y que llegó a afirmar que el resultado (académico, se entiende) “depende” (no “guarda relación” o “tiene alguna influencia en” sino “depende”) de la innovación.

SEGUNDA PARTE. LA HOMEOPATÍA PEDAGÓGICA


A continuación explicaré por qué hablo de “efecto placebo” en relación con la llamada “nueva pedagogía” y qué entiendo por “homeopatía pedagógica”.

Seguro que todos ustedes han utilizado la innovadora y revolucionaria metodología que consiste en cantar aquello de cura cura sana, culito de rana, si no se te cura hoy se te curará mañana. Yo la he empleado incontables veces con mis hijos, casi cada día. Y tengo que reconocer que funciona. Parece un milagro. Da igual la trascendencia de lo ocurrido. ¿Que se ha caído mi hija del tobogán? Cura cura sana, culito de rana. ¿Que le ha tirado del pelo a su hermano? Cura cura sana, culito de rana. ¿Le ha empujado él y ella se ha llevado un buen coscorrón? Cura cura sana, culito de rana.  Magulladuras, heridas o tragedias capilares, da igual: la recuperación es inmediata. Claro que hay que im-ple-men-tar-la correctamente: mientras se canta la cancioncilla, debe acariciarse la zona dolorida y antes de que la criatura diga “¡Mañanaaaa!” se debe dar un beso en la región afectada. No falla.

El “principio activo” de esta estrategia didáctica es lo que todos conocemos como “efecto placebo”, cuya consecuencia es la mejora de los síntomas de un paciente mediante un tratamiento con una sustancia inocua, es decir, una sustancia sin efectos directamente relacionados con el tratamiento de su enfermedad. La explicación a este fenómeno es sencilla: el propio paciente se autosugestiona por la sensación de ser tratado o por la esperanza de curación. Cuando un tratamiento no funciona significativamente mejor que el placebo se considera ineficaz e inadecuado y no puede recetarse. En España, como somos más “listos”, la legislación permite que los tratamientos homeopáticos no tengan la obligación de demostrar ninguna eficacia y puedan funcionar exclusivamente como placebos.
RESILIENCIA Y EXPLOTACIÓN INFANTIL


Antes de continuar, les relataré una anécdota que guarda relación con esta idea de la homeopatía pedagógica. Durante las vacaciones de verano, en una de esas discusiones bizantinas que de cuando en cuando se producen en la red, me encontré sin comerlo ni beberlo discutiendo con una persona preocupadísima por las secuelas que los espantosos exámenes pueden dejar en la estabilidad emocional de los alumnos. Imagino que conocerán la campaña por la “racionalización de los deberes”  cuyo vídeo ha sido ampliamente difundido en internet y de la que se han hecho eco periodistas de la talla de Mariló Montero, entre otros. Este vídeo, que simulaba un experimento sociológico para denunciar el exceso de tareas que llevan los chicos a casa, concluía con la siguiente pregunta: “¿no crees que deberíamos devolverles su infancia?”. La postura de aquel señor tan preocupado del que les estaba hablando iba en esta misma línea de denuncia de la explotación infantil del anuncio sobre la racionalización de los deberes y no sé cómo ni por qué me vi defendiendo el examen como “estrategia pedagógica para aprender a gestionar la frustración”. Dicho en “moderno”: me postulé como maestro de “resiliencia” (para los no iniciados en las artes oscuras, la psicología define "resiliencia" como "la capacidad de los seres vivos para sobreponerse a períodos de dolor emocional y situaciones adversas"). Pues bien, lo que traté de argumentar fue, por un lado, que un mal resultado no tiene por qué generar frustración; al contrario, puede y debe servir de estímulo para que uno redoble esfuerzos y se supere; y por otro, que el “estrés” ante cualquier prueba ha de ser asumido como algo natural e inherente a la superación de los obstáculos que uno se va encontrando en la vida y que no se trata de eliminarlo o negar su existencia sino de aprender a controlarlo. Y todo ello, decía yo, debería ir unido a algo tan elemental como el establecimiento de consecuencias positivas y negativas a nuestros actos: reconocimiento a quien hace las cosas bien y reprobación a quien las hace mal, no para glorificar o denigrar a nadie, sino para alentar a unos y azuzar a los otros. Y terminaba exponiendo mi sospecha de que, en una sociedad como la nuestra en la que se descalifica como “empollón” al que es aplicado, se llama pedante al culto, arrogante al erudito y campechano al ignorante, terminarán siendo los aplicados, los cultos y los eruditos y no los vagos y los iletrados los necesitados de apoyo psicológico. Mi contrincante dialéctico me replicaba, con cierta afectación, que “un alumno es más complejo que el perro de Pavlov”. Y tenía razón, desde luego. Por eso hay que tener muy en cuenta la edad del educando. Por eso a un adolescente ya no se le canta el “cura sana, culito de rana” cuando se hace daño. Por eso a un niño de cuatro años se le cuenta que los niños vienen de París o que los Reyes Magos son los que traen los regalos en Navidad. Pero mantener esta bienintencionada farsa cuando el niño ya se afeita no parece lo más sensato (sobre todo lo de que los niños vienen de París). Y esto es básicamente  lo que creo que estamos haciendo en casa y en la escuela: alargar la infancia, seguir con el curasana, aplicar la homeopatía pedagógica, edulcorar la realidad y licuar los contenidos para que nuestros alumnos y nuestros hijos estén cómodos, sosegados y serenos emocionalmente. Esto de licuar los contenidos no es algo que diga yo, movido por mis prejuicios y mi mala uva, sino algo que dejó bien claro un experto educativo muy innovador de cuyo nombre querría acordarme pero, francamente, no me acuerdo, que participó en una jornada sobre educación organizada por una institución de cuyo nombre sí me acuerdo pero prefiero hacer como que no, cuando dijo que “la educación por proyectos no es que no tenga que ver con los contenidos. Las disciplinas están ahí, pero diluidas”.

¿Por qué, entonces, esta necesidad de ayuda y autoayuda, de protección, autoprotección y sobreprotección? O lo que es lo mismo: ¿por qué la pseudociencia?


¿POR QUÉ LA PSEUDOCIENCIA?



Para José Miguel Mulet, Químico y Doctor en Bioquímica y Biología Molecular,  “la homeopatía no tiene más eficacia que la fe que pongas en ella”. Así lo afirma en su libro "Medicina sin engaños", en el que denuncia las opciones "al margen de la medicina tradicional" (opciones marginales, podríamos decir) como la aromaterapia, la acupuntura o la homeopatía y muestra cómo ciertas prácticas constituyen sencillamente "un negocio a costa de la salud y el dinero de las personas que acuden a ellas". Lo preocupante del asunto no es tanto, aunque también, que haya quien se aproveche de la ingenuidad de algunas personas o de que estas personas no se den cuenta de que alguien se está aprovechando de ellas. Lo que a mí me inquieta es la respuesta a la pregunta que ya he expuesto: ¿por qué se recurre a las pseudociencias? Alguien podría responder: porque desconfiamos de la ciencia. Y es cierto que la ciencia puede equivocarse y que en la medicina, como en la enseñanza, como en toda profesión, hay buenos y malos profesionales. Pero sí podemos asegurar que, en general, la medicina es un campo respetado. Mucho más, no hace falta decirlo, que el nuestro. Luego debe de haber algo más. Y ese algo más tiene que ver, pienso, con lo que he apuntado al comienzo de esta charla: la necesidad de buscar la resolución fácil, el atajo, la inmediatez, la comodidad.  Por eso seguimos encontrándonos carteles publicitarios que nos prometen adelgazar o dejar de fumar en una sesión de hipnosis (¡"clínica"!), porque nos resulta más confortable que comer menos y hacer ejercicio. Y muchísimo más que ejercitar la voluntad para dejar el tabaco.

REALIDAD O PARODIA: DEL ESPERPENTO AL EXPERT-PENTO


Encuentro muchas similitudes entre todo esto que les estoy contando y las distintas modas y tendencias educativas. Es más, a veces me paro a pensar si la parodia va por delante o por detrás de la moda educativa. Basta seguir algunos medios de tinte humorístico como El Jueves o El Mundo Today para darse cuenta de lo desconcertante que es encontrar dificultades para diferenciar la realidad de la sátira. Voy a poner tres ejemplos que considero paradigmáticos. Sirva como modelo inicial una escena de la obra "VIP" del grupo Els Joglars (vayan al minuto 1:35) por su lúcida reflexión acerca de la postración del adulto ante el niño (el maestro ante el alumno, el padre ante el hijo), sobre la caducidad de los conocimientos y sobre la condescendencia posmoderna ante la trivialidad y la bufonada.

Vamos ahora con los tres ejemplos que mencionaba, pertenecientes, el segundo, a la revista El Jueves; los otros dos, al medio digital El Mundo Today.


I


Un estudio sobre psicología infantil encargado por el Ministerio de Educación habla de una “transferencia de amor propio del profesor hacia el alumnado, quedando el primero psicológicamente hundido en favor de los más pequeños”.“Ver a una figura de autoridad implorando clemencia mejora la autopercepción del alumno y sirve para liberar endorfinas”, concluye la investigación. El informe destaca los efectos positivos que tiene el contacto físico entre profesores y alumnos, siempre que los profesores “no teatralicen en exceso” y quede claro que están siendo “realmente agredidos”. Asimismo, imponerse frente al maestro físicamente “contribuye a que el niño tome conciencia de su propio cuerpo y descubra su potencial, promoviendo una actitud asertiva”. Atendiendo a todos estos datos, el Ministerio de Educación se plantea seriamente aumentar las horas de música en el currículo escolar”.

II


El pacto de Estado por la educación establecerá sueldos variables entre el profesorado. Según ha propuesto el filósofo y pedagogo español, José Antonio Marina, los profesores españoles deben modernizarse. Por este motivo, los docentes dejarán de cobrar todos lo mismo y, en breve, el importe de su remuneración se establecerá en función de objetivos concretos. Así, los profesores de secundaria que más cobrarán serán aquellos cuyos alumnos consigan mejores resultados en los concursos de coro. Por supuesto, este no será el único asunto a tener en cuenta. También recibirán puntos extra si los alumnos ganan concursos de baile, si demuestran que saben rapear las leyes de la termodinámica o si son capaces de aplicar lo aprendido en clase en su día a día en el barrio, por ejemplo, elaborando metanfetamina de alta calidad. Se valorará positivamente a aquellos maestros que utilicen frases como “Sé que lo llevas dentro, puedo sentirlo, ¡sácalo!”, “muéstrale al mundo que eres una estrella” o “Dame tu mierda, negrata”. La reforma educativa será amplia y contemplará la diversidad de perfiles educacionales de los docentes. No todos los profesores deberán ajustarse al estilo anterior, ya que también se premiará a los docentes que opten por un procedimiento más clásico, siempre en la línea de la motivación creativa del alumnado. Así, verán incrementado considerablemente su sueldo los profesores que sean capaces de dar “charlitas motivacionales de profesor intensito, en plan Robin Williams”, así como aquéllos que, a causa de complicaciones probablemente derivadas de su adicción al alcohol, “se salten el programa de estudios y lo sustituyan por discursitos sobre la vida, siempre que estos contengan la expresión carpe diem.”

III

El nuevo Kinder Spoiler llevará la sorpresa fuera del huevo. Es un dulce pensado para niños que no pueden esperar.

Los cambios experimentados por la sociedad estos últimos años han llevado a la empresa Ferrero, fabricante de los conocidos huevos de chocolate Kinder Sorpresa, a presentar un nuevo producto que ya no esconde ningún obsequio en su interior. Ahora, la supuesta sorpresa se verá a simple vista para que los niños puedan satisfacer su curiosidad sin tener que esperar. “Yo no tengo tiempo para comerme un huevo de chocolate, abrir un plástico amarillo con los dientes y luego montar cuatro piezas minúsculas que se supone que me tienen que sorprender. La vida no es una puta yincana”, confirma Alvarito Bosch, alumno de Primaria. “Si tienen algo realmente interesante, que sea lo primero que enseñen. Parece mentira que haya que recordarles los principios básicos del marketing a estos paletos”, añade el niño. Así pues, el nuevo Kinder Spoiler no se andará con rodeos: los niños podrán ver el juguete sorpresa antes de adquirir el producto y tendrán la oportunidad de comparar las distintas ofertas para quedarse con la mejor. “Mira esto: una puta rana de plástico. Una rana dentro de un huevo. ¿Alguien se ha parado a pensar en lo desagradable que resulta esta imagen? Esto a mí me produce asco, no sorpresa. Otro, enséñeme otro y que no sea ninguna de estas mierdas porque cojo y me voy”, exigía Bosch al dependiente de una tienda de chucherías.

   Cualquiera que desconozca el mundo de la educación pensaría que estas noticias son puro esperpento. Cualquiera que conozca el mundo de la educación coincidirá conmigo en que el esperpento está en la misma educación, sostenido por los expertos educativos y soportado a duras penas por los profesores. En la noticia sobre las agresiones al profesor de música encontramos la tan deseada por parte de nuestros expertos sumisión del docente al alumno, la habitual falta de respeto y el cuestionamiento de la autoridad del profesor,  la rendición a la autoestima o el ensalzamiento de la motivación… En la noticia sobre la diferente remuneración de los docentes identificamos perfectamente los nuevos requisitos que constituyen lo que hoy conocemos como “el perfil del docente del siglo XXI”, un perfil polivalente en el que cabe todo. Bueno, todo excepto la transmisión de conocimientos. El profesor ha de hacer de payaso, cuidador,  psicólogo, coach, terapeuta... Por fin, en la noticia sobre el nuevo Kinder Spoiler se refleja la obsesión posmoderna por la inmediatez, la infantilización y sobreprotección del menor y el sometimiento a sus gustos y apetencias.

Mi conclusión, en definitiva, es que todas estas modas y tendencias pedagógicas convergen en una intención muy mal disimulada de convertir lo que en su día debió ser un oficio hermoso y también prestigioso en algo menos noble y mucho menos admirable, en sintonía con el espíritu frívolo, superficial, mercantilista y anti-ilustrado de nuestro tiempo, un espíritu que invade todos los ámbitos de nuestra sociedad pero que está especialmente arraigado en la educación por medio de las soflamas de los "expertos". Hoy tenemos expertos en todo: en educación, en creatividad, en innovación, en economía, en sostenibilidad, en responsabilidad social... expertos que marcan las directrices, la mayoría de las veces con ninguna experiencia y escasos conocimientos del asunto sobre el que pontifican pero sí con evidente intención de sacar partido, económico o de otro tipo. Psicopedagogos, facilitadores de aprendizaje, coaches, emprendedores, consultores... conforman un panorama, si se me permite la expresión, "expert-péntico"que nos lleva a recorrer, pero esta vez en sentido inverso, el trayecto entre el mito y el logos, haciendo pasar por racional explicaciones que no tienen nada de científicas.

 NEUROMITOS


Para apoyar esta conclusión, quiero mencionar y comentar brevemente un artículo del Dr Prateek Buch titulado "Neuromitos y porqué persisten en el aula", publicado por Sense About Science, una iniciativa dedicada a defender la evidencia científica a distintos niveles (sanitario, educativo...) y a la que accedí a través del blog "El McGuffin educativo", que se define como "un blog que aboga por una pedagogía basada en evidencias" y que divulga y traduce textos como este del que voy a hablarles. El artículo al que me refiero critica los métodos pedagógicos que supuestamente se basan en "cómo funciona el cerebro" y asegura que la mayoría de ellos se fundamentan en "malentendidos" o en una "tergiversación de la neurociencia". Veamos algunos de ellos.

Brain Gym.

El "Brain Gym" es un programa de ejercicios físicos que dice impulsar las capacidades de aprendizaje y que se acompaña de explicaciones pseudocientíficas. Según una escuela de Secundaria de Yorkshire, están consiguiendo "algunos resultados interesantes", pues, afirman, este método "desarrolla las vías nerviosas del cerebro a través del movimiento, tal y como la naturaleza lo tiene planteado". El "Brain Gym", que fue desacreditado por Sense About Science, fue también calificado de "poco científico" por el Gobierno, lo que no ha supuesto ningún freno para este programa, que persiste en al menos ciento ochenta escuelas del Reino Unido.

Método VAK.

Otro de los métodos pseudocientíficos es el conocido como "Método VAK", que permite a los alumnos escoger el estilo de aprendizaje que les resulta más atractivo: visual, auditivo o cinestésico (de ahí el nombre de VAK, que son las iniciales de visual, auditory, and kinesthetic). Este método consiste en clasificar a los estudiantes y adaptar las lecciones a cada estilo. El Profesor John Geake, de la Universidad de Oxford, quien en 2008 llevó a cabo un estudio sobre los "neuromitos",  afirmó que, si bien diferentes partes del cerebro interpretan distintos tipos de información sensorial, los maestros no deben categorizar a los alumnos según estilos visuales, auditivos o cinestésicos porque las personas aprenden utilizando diferentes vías de distintas maneras y en momentos diversos. Para Geake, "centrarse en un solo estilo de aprendizaje se opone abiertamente a la interconectividad natural del cerebro", por lo que el VAK podría, no ya no tener ningún efecto positivo, sino deteriorar las perspectivas académicas de los niños". La opinión del científico contrasta, tristemente, con la del 93% de los profesores del Reino Unido, que son favorables a esta metodología.

Las Inteligencias Múltiples.


El "neuromito" más persistente seguramente sea el de la Inteligencias Múltiples ideado por Howard Gardner en 1983, que sostiene que todos tenemos inteligencias separadas y específicas. Gardner, al que poco le habría costado hablar de habilidades en lugar de inteligencias, aunque seguro que habría vendido menos libros, es el autor de las siguientes: lógico-matemática, lingüística, interpersonal, visual-espacial, musical, corporal-cinestésica e intrapersonal, a las que él mismo añadió, años más tarde,  la inteligencia naturalista. Después sugirió la inteligencia existencial y es de esperar que lleguen algunas más. Esta teoría, que los neurocientíficos han desacreditado una y otra vez, mantiene un prestigio o una popularidad (hoy es difícil distinguir ambos conceptos) asombrosos. Dice John Geake al respecto que "los estudios de neuroimagen no son compatibles  con las inteligencias múltiples" sino "todo lo contrario". Para Geake, la inteligencia es "una propiedad general que se deriva de una parte del cerebro llamada corteza frontal" y esta inteligencia "la aplicamos a diferentes tareas como la música, el lenguaje, la lógica...", negando con rotundidad que nuestro cerebro tenga múltiples inteligencias específicas. Más de seiscientas escuelas del Reino Unido, sin embargo, anuncian en sus páginas web la atención a las inteligencias múltiples de Gardner.

Teoría de la parte izquierda y derecha del cerebro.

Otra de las teorías desautorizadas por la ciencia es la que mantiene que determinados tipos de actividad dependen de uno de los dos lados del cerebro. Los científicos se han cansado de rechazar esta idea. Según la neurociencia, casi todas las tareas implican ambos lados del cerebro en un trabajo conjunto y sin un espacio único dominante

Retomemos ahora una pregunta que nos hacíamos más arriba: ¿por qué se recurre a la pseudociencia? ¿Por qué en la educación se admiten, incluso se impulsan, metodologías sin base científica, teorías desautorizadas por los científicos? ¿Por qué las distintas administraciones educativas las incluyen en sus planes de formación? ¿Por qué son divulgadas en las Facultades de Magisterio? ¿Por qué muchos profesores las acogen con entusiasmo o, en el mejor de los casos, las consienten? El Profesor Geake también se preguntó sobre cuestiones parecidas y, atendiendo a una encuesta entre el profesorado del Reino Unido, exponía que casi siempre los docentes llegan a estas metodologías a través de las instituciones, de colegas o de proveedores de información habitualmente vinculados a los "neuromitos" que promueven. Geake lamentaba que el auténtico potencial de la neurociencia para la mejora del aprendizaje estuviera en riesgo ante tanta propuesta sin base científica. Por su parte, la Ofsted (Office for Standards in Education, Children´s Services and Skills) es la encargada de buscar la evidencia detrás de los métodos pedagógicos ingleses. Sin embargo, su misión es descrita por la propia Ofsted así: "elevar los niveles, mejorar la vida". Y esto me lleva al título de este discurso: "Tradición y posmodernidad. La nueva pedagogía o el efecto placebo". Repito el fin de la Ofsted: "elevar los niveles, mejorar la vida". ¿Qué pretendemos en la educación? ¿Queremos ser modernos o ser eficaces? ¿Queremos fundamentar la praxis educativa en la ciencia o en la pseudociencia? ¿Queremos "elevar los niveles" o queremos "mejorar la vida"? ¿Puede conseguirse lo segundo sin atender a lo primero? ¿Es incompatible el conocimiento con el bienestar? ¿Contribuye el conocimiento a la felicidad? Y, sobre todo, ¿hacia dónde vamos en las circunstancias actuales y hacia dónde queremos ir? Una noticia en el diario El Mundo publicada el pasado 13 de noviembre entronizaba la labor de un colegio privado en cuyas aulas, según el periódico, "conviven los ordenadores y las tabletas con el cuidado de la educación emocional", mientras los alumnos "escriben en libretas, cultivan sus plantas en el huerto escolar e interrumpen la clase para reunirse en asamblea y hablar sobre los sentimientos de cada uno". La compañía Microsoft ha elegido al centro como "uno de los catorce más innovadores de Europa". A través de la tecnología, "se profundiza en el trabajo cooperativo, la productividad y el autoaprendizaje", con las mismas herramientas (sigo leyendo literalmente) "que las principales empresas del Ibex 35". Se motiva al alumno, según la directora del centro, "para que sea competente en las habilidades del siglo XXI". El Maestro Luri decía hace unos días en su blog: "Que las grandes empresas de nuevas tecnologías tienen intereses comerciales en la educación, es obvio. Pero eso no significa que tengan intereses educativos. Otra cosa es que hayan conseguido convencernos de que sus intereses comerciales son nuestros intereses educativos. En uno de los comentarios, añadía: "Hay que ser moderno, neomoderno, hipermoderno, porque si no es así, por lo visto, no se es nada. Lo más divertido es que, mientras tanto, los cerebros de Silicon Valley llevan a sus hijos a escuelas tradicionales".

LA EDUCACIÓN EMOCIONAL.
PREMIO DE HONOR AL MEJOR DOGMA POSMODERNO


De todos los dogmas pedagógicos posmodernos, quizás sea la educación emocional uno de los más en boga. Y por eso merece una mención especial. Aunque podremos hablar de ello con algo más de detenimiento en la mesa de debate, quiero por lo menos apuntar algunas de mis objeciones, dada la profusión de proyectos y métodos que se basan en lo afectivo.

-Primera objeción: Soy una persona respetuosa con las emociones ajenas y exijo para mí,  el mismo respeto. Esto implica cierta medida a la hora de hacer partícipes de mis emociones a los demás, prudencia que también espero sea correspondida, sin que ello quiera decir que soy un ser insensible o incapaz de expresar emociones sino que entiendo que tan importante como saber exteriorizarles es saber contenerlas. Probablemente más importante y sin ninguna duda más considerado.

- Segunda objeción: Cuando decidí preparar las oposiciones para ejercer como profesor de instituto nadie me dijo que debería enseñar Empatía. De haber sido así, casi seguro habría descartado la idea.

-Tercera objeción: Mediante los contenidos de mi asignatura se puede desarrollar perfectamente la sensibilidad estética, el paladar musical, la curiosidad artística, la empatía o la expresividad, sin necesidad de inventar asignaturas extravagantes o pseudodisciplinas excéntricas.

CUATRO RÁPIDAS CONSIDERACIONES

            Para ir concluyendo haré cuatro rápidas consideraciones:



Primera: No me parece posible innovar sin conocer la tradición y sin dominar la materia en relación con la cual se quiere aportar algo que, además de novedad, suponga un perfeccionamiento que redunde en una mejoría del aprendizaje del alumno.

Segunda: No se puede mejorar la educación si lo que queremos conseguir es algo diferente a lo que tradicionalmente ha sido su fin: enseñar, transmitir conocimiento. Conseguiremos reconvertirla en otra cosa, pero no mejorarla. Como explicaba Heinrich Neuhaus, maestro, entre otros, del gran pianista Sviatoslav Richter, en su magistral libro "El arte del piano", "el qué determina el cómo", aunque finalmente "el cómo determina el qué" y "cuanto más claramente aparece el fin" (que él relaciona con el contenido y con la perfección), "tanto más fácilmente se impone el medio para alcanzarlo".

Tercera: Todas las modas pasan. Lo que hoy esmoderno, mañana dejará de serlo. El citado Neuhaus aseguraba que la música "pasada de moda" y la "música contemporánea" no son más que "la tesis y la antítesis" y que "su síntesis es la música mediocre". Añadía que "si percibimos una gran obra del pasado como envejecida es que nos falta simplemente perspectiva histórica, es decir, cultura. Es un hecho de nuestra triste biografía y no de la biografía de la obra". Llevándolo a nuestro campo, desechar un método tradicional que funciona por considerarlo de otra época es, de la misma manera, una muestra de ignorancia que no desmerece al método sino a nosotros mismos. Y condicionar algo tan importante como la educación de nuestros alumnos, de nuestros hijos, a lo que en cada momento está en boga, me parece una enorme frivolidad, un lujo que no nos podemos permitir.

Cuarta: Como adultos tenemos la responsabilidad de tomar decisiones con sensatez y racionalidad. A nosotros nos corresponde determinar si queremos una sociedad culta, formada, capaz de hacer valer sus derechos al tiempo que cumple con sus obligaciones, o una sociedad ignorante, cómoda, acomodada y acomodaticia, expuesta a la manipulación, a la sumisión... y a los libros de autoayuda.

Cada uno es libre de optar por la alternativa que considere más oportuna. Yo la tengo clara, pensando en mis alumnos pero, sobre todo, pensando en mis hijos. Y desde luego estoy dispuesto a defender mi posición siempre que, como hoy, tenga la oportunidad.

EPÍLOGO


No quiero finalizar esta charla sin recordar a un ilustre profesor de instituto como fue don Antonio Machado, quien ponía en boca de Juan de Mairena las siguientes advertencias dirigidas "a los arbitristas y reformadores de oficio".


Primero. Muchas cosas que están mal por fuera están bien por dentro.

Segundo. Lo contrario es también frecuente.

Tercero. No basta mover para renovar.

Cuarto. No basta renovar para mejorar.

Quinto. No hay nada que sea absolutamente inempeorable.



 Muchas gracias.

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Para acceder al texto sin imágenes, pinche aquí.



17 comentarios:

  1. Espectacular, Alberto.

    Descorazonador, también. Eso de predicar en el desierto, aparte de ser un ejercicio agotador, te deja los ojos llenos de arena. Pero precisamente por eso es de agradecer que lo hagas. Remar y remar, para tratar de demostrar (con hechos y argumentos sólidos) que la mayor parte de la "pedagogía new age" no es más que un montón de frases vacías es duro, pero alguien tiene que hacerlo.

    Y es meritorio, aunque sólo sirva (que no es poco) para mantener la esperanza en que toda esa palabrería fútil termine en el sitio que le corresponde, que es en el cajón de las supercherías.

    Saludos.

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    1. Te agradezco mucho el comentario, José Mari. Ayuda a continuar dando la batalla. Por cierto, también es meritorio leer entera esta entrada...

      Un saludo.

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  2. Estupenda reflexión, señor Royo. La he leído con interés, humor y un poco de tristeza. Sus meditaciones (y más al ser públicas y llegar a un público más allá) nos sirven como herramientas de resistencia para enfrentarnos a los vendehumos; y teniendo, como tenemos, razón, acabarán forzados no sólo a oírnos, sino a tener que escucharnos.

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    1. Pues es usted muy amable, FraVernero. El humor es un recurso, una válvula de escape. Pero el asunto es, como sabe, muy serio. Y por eso, aunque tratemos de tomarlo a broma, siempre hay un poso de tristeza. Pero me gusta que hable de resistencia. Venderemos cara la derrota. Un saludo.

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  3. Gracias, Alberto, por compartir la exposición que ha sido muy interesante.
    Antes que nada, aplicando tu mismo criterio de honestidad (que comparto), expreso ahora mi valoración: me ha gustado; estoy de acuerdo en la tesis de fondo en cuanto al posible enfrentamiento entre tradición y modernidad y, de tener que elegir entre ambas (que no debería ser necesario), el platillo de la balanza por el que me decanto es el mismo que tú.
    Ahondando un poco más diré que me ha gustado el texto, pero me han satisfecho más las texturas (imágenes, vídeos, enlaces) que dotan de un contexto más rico a la exposición y que sustituyen la posibilidad de disfrutarla en directo.
    Así que mi enhorabuena por la forma en que has defendido tus tesis y quedo a la espera de la publicación de tu libro, que estoy deseoso de poder estudiar a fondo.

    *****

    Dicho lo cual, me siento en la obligación de plantear un par de objeciones; me quedaría con la sensación de estar haciendo una crítica huera si me las guardara:

    La primera tiene que ver con la disciplina que he estudiado, que ejerzo, y de la que me siento orgulloso de la reciente creación de su propia Academia, este verano; hecho que se ha visto refrendado el pasado 26 de noviembre con la celebración de una Junta General Extraordinaria en la que, a los nueve académicos que formaban la Junta de Gobierno, se las han unido quince nuevos miembros, según nota del Colegio Oficial de Psicólogos incluida en el enlace adjunto:

    http://www.infocop.es/view_article.asp?id=5948

    A algunos de ellos los conozco en persona; a otros les sigo en su trayectoria profesional; todos son merecedores de mi respeto. Han dedicado su esfuerzo al ejercicio de los distintos ámbitos de una disciplina que puede considerarse ya clásica, con suficiente recorrido histórico como para tener sus propias tradiciones y que no es merecedora del trato despectivo que le dispensas en el escrito. Es cierto que, “como en toda profesión, hay buenos y malos profesionales”; los que más sufrimos las consecuencias de la mala praxis (o del intrusismo) somos los propios psicólogos; la más lacerante de todas es la de que, aunque sea con buenas intenciones, confunde el todo con la parte y rechaza, “a priori”, la posibilidad del rigor y la solvencia en un campo que cuenta con suficientes muestras de la eficacia que se requiere (como alternativa a la modernidad).

    La segunda de las objeciones tiene que ver con uso equivocado del placebo, al que se confunde con la homeopatía.

    El placebo existe y es eficaz; de ahí su nombre. Se le llama “efecto” por su efectividad; la que no ha mostrado ninguna es la homeopatía. No son las mismas cosas y en el escrito se intercambian, como si lo fueran.

    En la revista del COP se hacía una revisión, en el curso de una entrevista a Irving Kirsch, de la mayor eficacia del placebo y la psicoterapia en el tratamiento de la depresión que los antidepresivos, incluida el pasado 13 de noviembre. Se adjunta enlace.

    http://www.infocop.es/view_article.asp?id=4270&cat=38

    El placebo existe y es efectivo. Otra cosa distinta es cuáles son los mecanismos que hacen que funcione. Hay demasiada literatura para que pueda incluir aquí referencias.

    En todo caso, lo que se tiene en cuenta, como línea base, a la hora de comprobar la eficacia de un tratamiento, no es el placebo, sino la ”remisión espontánea”, la mejora que se produce sin ningún tipo de intervención y que debe ser tenida en cuenta. Las intervenciones, al menos en la psicología clínica, deben mejorar los resultados que se producen de forma espontánea. El efecto placebo se usa de forma intencional atendiendo a su probada eficacia.

    *****

    Por lo demás, no resulta conveniente dispersar el tiro y dejo ya el cometario en un punto en el que ya se ha hecho demasiado extenso.

    Gracias.

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    1. Estimado tocayo: Agradezco mucho tu comentario, especialmente las objeciones, que son las que hacen a uno avanzar. Es posible que tengas razón y el uso de la idea del placebo no haya sido del todo rigurosa. Creo, no obstante, que se entiende el sentido que le doy, pero admito la puntualización y tomo nota. En cuanto a la otra objeción (la primera), intuyo que he podido dar la sensación de meter en el mismo saco a todos los psicólogos. Si ha sido así, lo lamento, porque trato de no caer en generalizaciones. Evidentemente, no siempre lo consigo. Sirva pues esta nota para aclarar que, si bien he podido ser injusto en mis apreciaciones, estoy convencido de que no "todos" los psicólogos son como "algunos". Como no lo son todos los pedagogos, a los que intento diferenciar de los pedabobos y también de los pedagogós (término de mi amigo Manolo que, con su permiso, uso de cuando en cuando). Un saludo.

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    2. Con toda sinceridad, Alberto (Secades), no encuentro en el artículo ningún tratro despectivo a la psicología o a los psicólogos en general. Hay una crítica a personas, corrientes o prácticas particulares, bastantes de las cuales ni siquiera tienen que ver con la psicología. Aunque tal vez no importe demasiado, te diré que yo también le tengo el mayor de los respetos a esa disciplina y a quienes la ejercen seria y profesionalmente. Saludos para ambos y, si algún día os decidís a quedar para tomar un cafelito, no se os ocurra poneros gabardina, no vaya a ser que os confundan con ciertos míticos personajes de hace algunos años.

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    3. Me hace gracia que menciones la gabardina, que fue mi uniforme "oficial" en mis años de estudiante en la Facultad de Psicología, en el pasado milenio.

      Acabo de darme cuenta que no acepté la enmienda que Royo presentó con anterioridad, lo que aprovecho para hacer ahora.

      Gracias a ambos.

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  4. Lo de los "pedagogós" acaba de grabarse a fuego en mi cerebro, y con todo entusiasmo lo utilizaré de vez en cuando.

    Todos mis créditos para D. Manolo, a quien no tengo el gusto de conocer, pero le alabo el ingenio.

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    1. Amigo José Mari, te presento al amigo Manolo. Su nombre oficial: don Manuel Mullor. Su nombre de "guerra": Un Cántabro en la Corte del Rey Ordoño: http://lolojun.blogspot.com.es/ (vale la pena seguir su cuaderno virtual, uno de los favoritos del autor de este blog y reseñado al margen como uno de los lugares de obligada visita).

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  5. Mil gracias por el enlace al blog. Apúntomelo para los restos.

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  6. Muy bien, Alberto, te felicito, y ya sabes que me parece extraordinario que este tipo de posturas se mantengan en unas jornadas sobre educación, dado que lo que arrasa en las que se celebran normalmente son mercancías tipo inteligencia emocional, evaluparty y demás. Espero que esto signifique que avanzamos. Un abrazo.

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  7. Digo lo mismo,enhorabuena,mi felicitación y me felicito a mi también por haber tenido la suerte de leerte. Un abrazo.
    Ah y que sepas que lo utilizaré en el master que imparto,donde naturalmente,tal como los alumnos me dicen, no soy ni seré políticamente CORRECTA.

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    1. Muy amable, Margarita. Un placer y bienvenida a este cuaderno. Estás en tu casa.

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  8. Gracias por expresar tan bien y de forma tan simpática estas ideas. Y con tu permiso, las compartiré con afines, y con no afines.

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