Existe en la red un blog llamado La isla de Lola cuya
autora se define en Twitter como "feminista" y "consultora de
igualdad" y dice ponerse "gafas violeta desde que se levanta"
(sic). En una entrada de
hace cosa de dos meses, Lola (o
Dolores, pues no tengo el gusto), se manifestaba incómoda, a
disgusto, como compungida, tras haber leído un artículo (era una entrevista, en realidad) que
consideraba "provocador" y "de los que sirven para vender
libros". La frase que causaba tanta aflicción a Lola (o Dolores) es la misma que tanto ha dado que hablar en la redes, pese a que yo pensaba que, lejos de la intención provocadora que ella sospechaba, no tenía por qué generar polémica. Era esta:
Queda claro que afirmar algo tan obvio como que el objetivo de la escuela no puede ser la búsqueda de la felicidad sino el aprendizaje lo convierte a uno en un tipo poco recomendable. Decía Lola (o Dolores) que mi artículo (entrevista...) era "largo" (en fin...) pero que podía resumirse (pásmense) de esta forma:
De verdad que uno ya no sabe si se explica rematadamente mal o si es que algunos ponen muy poco interés cuando leen. Seguía Lola (o Dolores) interpretando mi ("largo") artículo (insisto, entrevista - lo pone en el pie de foto, Lola o Dolores: "Entrevista a Alberto Royo, profesor y autor de 'Contra la nueva educación'"-) y haciéndolo, por cierto, bastante mal. Así: "La educación", dice que yo dije, "tiene que servir para adquirir muchos conocimientos que nos permitan aspirar a lo que se entiende por un buen trabajo en el que, por supuesto, no nos quejaremos de nada porque para eso nos habrán educado en el respeto a la autoridad". Y yo le pregunto a Lola (o a Dolores): ¿ha leído usted la entrevista o por ser demasiado "larga" solo le ha echado un vistazo así por encima? La verdad, si la ha leído, repito que no ha prestado atención. Vuelva a intentarlo con sosiego, ande, porque resulta difícil defender los argumentos de uno ante alguien que los ha entendido tan defectuosamente. En cualquier caso, le explico: que la educación debe servir para adquirir conocimientos es de perogrullo. Ahora bien, que este conocimiento esté enfocado exclusivamente a "encontrar un buen trabajo" es algo que ha dicho usted, no yo. Precisamente defiendo que el conocimiento es un valor en sí mismo y que aporta un enriquecimiento personal que no depende de remuneración económica alguna. Y en cuanto a sus suspicacias respecto a la importancia de la autoridad (autoridad intelectual, Lola -o Dolores-), que según augura, hará que nuestros alumnos "no se quejen de nada", debo decirle que respetar a quien sabe más no lo hace a uno sumiso sino humilde, que sin humildad difícilmente se acede al conocimiento y que sin conocimiento no hay espíritu crítico que valga: un ignorante será siempre más fácilmente manipulable que alguien formado. ¿Pero qué le voy a contar a usted, Lola (o Dolores), que cuando lee la palabra esfuerzo, pregunta casi ofendida: "pero, ¿de qué esfuerzo hablamos?" Pues oiga, del esfuerzo que es indispensable para todo aprendizaje, del que nos iguala a todos y no depende solo de las diferentes aptitudes (con "p") o de las condiciones socioeconómicas, ese que es verdaderamente democrático (no como la inteligencia, el talento o la capacidad, que no se repartieron nunca de forma equitativa -lo siento-).
“A la escuela se va a
aprender, no a buscar la felicidad”.
Queda claro que afirmar algo tan obvio como que el objetivo de la escuela no puede ser la búsqueda de la felicidad sino el aprendizaje lo convierte a uno en un tipo poco recomendable. Decía Lola (o Dolores) que mi artículo (entrevista...) era "largo" (en fin...) pero que podía resumirse (pásmense) de esta forma:
"Vivir no tiene nada que ver con ser
feliz".
De verdad que uno ya no sabe si se explica rematadamente mal o si es que algunos ponen muy poco interés cuando leen. Seguía Lola (o Dolores) interpretando mi ("largo") artículo (insisto, entrevista - lo pone en el pie de foto, Lola o Dolores: "Entrevista a Alberto Royo, profesor y autor de 'Contra la nueva educación'"-) y haciéndolo, por cierto, bastante mal. Así: "La educación", dice que yo dije, "tiene que servir para adquirir muchos conocimientos que nos permitan aspirar a lo que se entiende por un buen trabajo en el que, por supuesto, no nos quejaremos de nada porque para eso nos habrán educado en el respeto a la autoridad". Y yo le pregunto a Lola (o a Dolores): ¿ha leído usted la entrevista o por ser demasiado "larga" solo le ha echado un vistazo así por encima? La verdad, si la ha leído, repito que no ha prestado atención. Vuelva a intentarlo con sosiego, ande, porque resulta difícil defender los argumentos de uno ante alguien que los ha entendido tan defectuosamente. En cualquier caso, le explico: que la educación debe servir para adquirir conocimientos es de perogrullo. Ahora bien, que este conocimiento esté enfocado exclusivamente a "encontrar un buen trabajo" es algo que ha dicho usted, no yo. Precisamente defiendo que el conocimiento es un valor en sí mismo y que aporta un enriquecimiento personal que no depende de remuneración económica alguna. Y en cuanto a sus suspicacias respecto a la importancia de la autoridad (autoridad intelectual, Lola -o Dolores-), que según augura, hará que nuestros alumnos "no se quejen de nada", debo decirle que respetar a quien sabe más no lo hace a uno sumiso sino humilde, que sin humildad difícilmente se acede al conocimiento y que sin conocimiento no hay espíritu crítico que valga: un ignorante será siempre más fácilmente manipulable que alguien formado. ¿Pero qué le voy a contar a usted, Lola (o Dolores), que cuando lee la palabra esfuerzo, pregunta casi ofendida: "pero, ¿de qué esfuerzo hablamos?" Pues oiga, del esfuerzo que es indispensable para todo aprendizaje, del que nos iguala a todos y no depende solo de las diferentes aptitudes (con "p") o de las condiciones socioeconómicas, ese que es verdaderamente democrático (no como la inteligencia, el talento o la capacidad, que no se repartieron nunca de forma equitativa -lo siento-).
"Los niños disfrutan aprendiendo",
dice usted. Sí, casi siempre. El problema lo tenemos con el "casi", que se produce cuando los adultos consideramos que deben de aprender algo
que les va a resultar provechoso pero que no es tan divertido (atarse los cordones de
los zapatos, por ejemplo, no es especialmente apasionante, pero tienen que
aprenderlo para evitar pisárselos y romperse la crisma o depender siempre de alguien que se los ate). ¿Debemos renunciar a
que lo hagan si no les entusiasma? Dice también que "las niñas" (¿solo
las "niñas?") "se esfuerzan por conseguir lo que quieren, ya sea
leer por sí mismas un cuento que les llama la atención o construir una cabaña
de madera". Definitivamente, usted no ha leído mi entrevista. Le transcribo un fragmento (es corto, no se preocupe): "Aprender es
apasionante. Mi hijo mayor tiene cinco años y la primera vez que se consiguió leer
un cartel tenía los ojos hasta vidriosos. Lo que yo
quiero transmitir es que lo lúdico no tiene por qué ser lo motivador, que
aprender siempre lo ha sido. Lo de la motivación es delicado porque no todo nos
atrae, de entrada. En la vida, hacemos cosas que no nos apetecen, que no parecen
sugerentes y luego nos gustan". Pero es que confunde usted todo. Confunde la
educación en hábitos como la perserverancia o la responsabilidad con la
aceptación de roles impuestos, roles, según usted, que repetiremos "de por
vida" porque acataremos "la autoridad de un jefe inepto, de una
pareja maltratadora y, en última instancia, de un sistema desigual y opresivo".
¿Pero de qué me está hablando usted, señora mía? Lo que usted ha entendido no
tiene nada que ver con lo que yo digo. Si quiere que los alumnos "cuestionen",
rebatan y se planteen preguntas, primero tendrán que saber. Y tendrán que
aceptar que hay alguien (el docente, por ejemplo) que sabe más que ellos y que
les puede enseñar para que en el futuro estén en condiciones de pensar por sí
mismos. ¿Qué criterio va a tener alguien que no sabe nada? Ese es el que
terminará acatando lo que se le diga o, si le va "bien", imponiéndolo a los
demás. Pero no podrá razonar ni argumentar nada. Será oprimido u opresor. Y desde luego no estará en
disposición de "cambiar las cosas".
En fin, Lola (o Dolores), aquí le envío mi
respuesta. Espero que llegue a su isla y que la lea. Y espero que esta vez no
le parezca demasiado larga y lo haga con más atención que mi artículo (digo entrevista, que ya me estoy liando).
Cordialmente,
Alberto Royo
Quizá es que esas gafas violeta que Dolores/Lola lleva no han sido graduadas adecuadamente, Alberto.
ResponderEliminarY claro, luego pasa lo que pasa. Que lees, pero no te enteras de lo que lees...
A ver si va a ser eso...
EliminarAnda, que te metes tú en unos líos que pa qué...
ResponderEliminar¿Te parece?
EliminarD. Alberto, cuando uno enuncia alguna de las ideas clave que han decretado que es tabú, como, por ejemplo, que aprender requiere esfuerzo, todo lo demás ya no importa. Se ha salido usted de lo que consideran correcto y lo demás no lo leen. La respuesta ya no intenta entender, argumentar ni persuadir, se trata de descalificar, para lo cual le pondrán etiquetas, crearán hombres de paja, pondrán en su boca lo que no ha dicho, etc.
ResponderEliminarParadójicamente, los que lo hacen, en asuntos de educación se consideran paladines del sentido crítico.
Toda la razón, D. Bacon. Pero uno es obstinado y se empeña en tratar de entender los argumentos del contrario, aunque estos sean vaporosos, en el mejor de los casos. Gracias por la visita. Un saludo.
EliminarBrillante, y sobre todo, absolutamente necesario para regenerar el sistema educativo español, podrido por la cultura medioambiental del siglo XXI, el selfismo.
ResponderEliminarUn cordial saludo.
Manolo Marcos
Muy amable. Me apunto, con su permiso, lo del selfismo como cultura medioambiental del siglo XXI. Un saludo.
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