Parece seguro, como en otros sitios, que habrá cambio en el Gobierno de Navarra. Es cierto que la
política suele deparar sorpresas y todavía deben ponerse de acuerdo partidos
que están mucho menos próximos de lo que algunos creen (piensen que para llegar
a ese acuerdo hay que conciliar la indefinición de Podemos, el nacionalismo
conservador del PNV combinado con el "progresismo vasquista" de Atarrabia
Taldea y el "nacionalismo incluyente" (¿oxímoron?) de Zabaltzen
-lo que hoy es Geroa Bai-, además del "independentismo de izquierdas"
(¿otro oxímoron?) de EH BILDU, organizaciones
que coinciden, eso sí, en su (legítima) ambición de gobernar Navarra. Sin
embargo, la posibilidad de un gobierno en solitario de Geroa Bai con "acuerdos
puntuales" está también dentro de lo probable. De forma puntual o
permanente, no está nada mal que sea ineludible la búsqueda del acuerdo (aunque
pequemos a menudo de calificar como pacto
necesario el que nos gusta o nos conviene y como pacto antinatura el que no), acostumbrados como estamos a la falta
de diálogo real de político a político y de político a ciudadano.
No tengo
claro, lo reconozco, que "la sociedad", "el pueblo" o
"la ciudadanía" navarra (con qué facilidad hablan algunos en nombre
de todos) quieran un "cambio" o hayan virado a la izquierda, todos en
tropel, pues sigue habiendo un partido conservador con un respaldo mucho mayor
que el resto: UPN, con nada menos que quince escaños (seis más que Geroa Bai).
Sí parece que de los resultados se infiere que les toca a otros intentar hacer
las cosas bien. Habrá quien, habiéndose aferrado ya antes de las elecciones al refranero
popular ("virgencita, virgencita, que me quede como estoy"), se muestre
preocupado (más bien alarmado) ante el "negro" futuro y también quien
apele a eso de "otro vendrá que bueno te hará". Habrá, por otro lado,
quien, como Churchill, sostenga que "mejorar es cambiar". Y habrá,
por fin, quien vea en este cambio connotaciones lampedusianas ("cambiar algo para que nada cambie"). Sea
como fuere, me gustaría pedir (a unos, a
otros y a los de más allá) un cierto margen para el próximo Gobierno. Con todas
las imperfecciones del sistema, votamos (o declinamos hacerlo) en total libertad.
Dentro de cuatro años se podrá decidir, otra vez, en función de los aciertos y
desaciertos cometidos por quienes han asumido la responsabilidad de regir los
asuntos públicos.
Mientras se ponen de
acuerdo los distintos partidos o se dilucida la fórmula que le permita gobernar a alguno
de ellos, me gustaría exponer algunas ideas que me parecen imprescindibles.
1.- No hay nada más perjudicial para el noble arte de la política que los malos políticos.
Solo haciendo buena política se puede recuperar la confianza de los ciudadanos.
2.- Los políticos han de ser honrados, capaces, justos, prudentes, moderados,
demostrar criterio y principios (nada hay más peligroso que la ausencia de estos o su disimulo por supeditación a la estrategia), además de ejemplaridad y coherencia. Deben anteponer el interés común al propio, trabajar
para reducir las desigualdades y mejorar la vida de las personas. Deben gobernar
tanto para quienes les han votado como para quienes no.
3.- Ninguna sociedad que renuncie a ser meritocrática podrá llegar a ser
una sociedad digna. Solo quien no está dispuesto a esforzarse rechaza que se
reconozca el esfuerzo. Solo el inmoral desprecia al virtuoso. Es hora de
desmontar falacias como la de que apreciar el mérito de alguien es elitista y discriminatorio,
la de que valorar al que hace bien las cosas implica desmotivar a quien no, la
de que la igualdad de oportunidades se logra equiparando las consecuencias.
Aquel que se conduce de forma honrada, sacrificada y concienzuda, aquel que se
preocupa por hacer las cosas lo mejor que puede, debe servir de estímulo para
los demás. No se trata de que ganen los mejores. Se trata de que ganen los que
más lo merezcan.
Pido a nuestros
gobernantes que defiendan estos planteamientos sobre los que no deberían
existir discrepancias. Que piloten el barco, pues de ahí procede la
palabra "gobernar" (gubernare en latín) y nos permitan volver a ilusionarnos con la política, que no pierdan de
vista lo que dijo José Martí: "pues no
tiene la capacidad de gobernar con justicia, y no debe gobernar, el que no
tiene la capacidad de convencer".
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