Siento mucho tener que citar a mi admirada Isabel
Coixet en un artículo sobre parlamentarios, pero sirva la licencia para
acicalar mínimamente un asunto tan poco atractivo como este. Pensé (extrañísima
asociación, lo reconozco) en el título de la bellísima primera película de
Coixet al salir de una comparecencia parlamentaria cuyo teórico propósito era
analizar la situación en cuanto a infraestructuras de los centros educativos
navarros. Mi intervención se puede resumir en la exigencia al Gobierno de
Navarra de:
1.- Invertir
lo que sea necesario en infraestructuras educativas y de forma preferente en la
red pública y comprometerse públicamente a priorizar esta inversión, ya que tiene
una incidencia determinante en la calidad del servicio público que se ofrece (si
es necesario ajustar el presupuesto, suprímanse aquellos gastos que unas veces
son inútiles y, otras, tienen como única finalidad dar imagen).
2.-
Elaborar un estudio exhaustivo y transparente que muestre la situación real de
los centros y que atienda a las necesidades que se vienen trasladando al
Gobierno desde los mismos.
3.- Racionalizar los recursos
existentes.
4.- Canalizar su obsesión frívola
por la imagen, obsesión que no es exclusiva de esta Administración sino
generalizada a todas las administraciones educativas, y entender que lo que da
prestigio a un centro no es un sello de calidad o un programa de emprendimiento
y que en nada ayuda a su imagen tener que colocar cubos por todas partes cuando
hay goteras o inutilizar una escalera al no haber dinero para arreglarla, limitando,
al contrario de lo que debería hacer, las condiciones para el ejercicio de la
docencia y para el aprendizaje.
Primera: ¿Por qué parlamentarios de la oposición, "paladines
de lo público", sonríen con tanta complicidad y afecto a los representantes
del Gobierno que "quieren hundir lo público y favorecer lo privado"?
Segunda: ¿Por qué, dada la trascendental importancia que
los políticos dicen otorgar a la educación, algunos faltaron a la cita y otros
se ausentaron durante la misma sin excusarse e incluso sin ser sustituidos por
un compañero de partido?
Tercera: ¿Por qué, siendo no más de veinte personas
reunidas y entendiendo todas perfectamente el castellano (habiendo intervenido,
además, solo cuatro personas en euskera) era necesaria la traducción simultánea
y el uso de auriculares?
Cuarta: ¿Por qué un político, técnico informático de
profesión, ex-presidente de una Asociación de Padres, se considera capacitado
para juzgar la formación de los profesores? ¿se atrevería este señor a valorar la
formación de los médicos, por ejemplo? Como paciente o padre de paciente,
quiero decir. Luego vuelvo sobre esta cuestión.
Quinta: ¿Cómo es posible que nuestros políticos
consideren tan "fundamental" tener pizarras digitales como garantizar
unas mínimas condiciones de trabajo para los profesores (y para los alumnos)?
Sexta: ¿Cómo es
posible que digan que las infraestructuras no influyen en el rendimiento
académico?
Para terminar, retomando la cuarta pregunta, el señor
parlamentario defensor a ultranza de las pizarras digitales manifestó su
perplejidad cuando afirmé mi preferencia por un espacio de trabajo adecuado
antes que las susodichas pizarras digitales y, como era de esperar, me acusó de
trasnochado. "Hay que sacar", me dijo envalentonado, "la
educación de los siglos XIX y XX" porque "estamos en el siglo
XXI". Después de valorar la importancia de las pizarras digitales al mismo
nivel que, ojo, "la calefacción", dejó bien claro que, para que esto
sea posible (lo de la educación "modenna"), es imprescindible... "mejorar la formación del
profesorado". En mi réplica le dije que si los profesores tenemos que
escoger entre arreglar las persianas del aula o solucionar un problema de
goteras y tener pizarra digital, la elección está clara y que precisamente el
sistema público de enseñanza resiste gracias a su profesorado. Lo que me faltó decir fue: y a pesar de ustedes.
Fin de la cita.
Joder con el Ustarroz ese, Alberto. Mal está que no tenga vergüenza, pero lo de no tener ética, aunque es otra de las cosas que se estilan entre los políticos de hoy, ya es muy fuerte. ¿Por qué no le citas un día para un debate en el café ese de Pamplona donde iba Hemingway? Él que vaya con sus expertos, y tú ve con un "puñao" de profesores de esos que no saben de qué va. Si le convences, estoy a tu disposición. A ver si por fin conseguimos, una de dos, o que nos transmita su sapiencia, o que lo pongamos en su sitio, que yo creo que no es otro que el de impostor.
ResponderEliminarNo, Pablo, Uztarroz no es parlamentario. Este es otro. Si es que salen como setas...Mira, si pasas por aquí, a ti si te llevo a ese café al que iba Hemingway: el "Café Roch", un lugar con mucha historia que fundó, en 1898, un catalán de Tortosa que fue cornetín en la guerra carlista, se casó con una chica del caserío de Ubiría en Lesaka y terminó en Méjico. Solo se servía ron y café.
ResponderEliminarAhora se pueden tomar más cosas. Hace unos pimientos rellenos riquísimos.
ResponderEliminarNo, si con el ron y el café yo ya me apañaba.
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