Decía Schiller que "contra la estupidez, los propios dioses luchan en vano", antecediendo a lo que tiempo después se conocería como el principio de Hanlon: "Nunca atribuyas a la maldad lo que puede ser explicado por la
estupidez", una especie de Navaja de Ockham actualizada. En el
mundo educativo, o mejor dicho, en el submundo educativo (el Hades pedagógico,
la sala de máquinas donde se pergeñan todas las maldades que posteriormente se
exige poner en práctica a los docentes) cada vez está más claro que el
porcentaje de maldad en los experimentos es mucho menos relevante que la
proporción de estupidez. En todo caso podríamos hablar de un cierto
equilibrio entre esta y el espíritu emprendedor de quienes quieren hacer
negocio a costa de la educación. En esta vertiente de altruismo remunerado
podemos incluir a la Fundación Botín, que defiende la enseñanza de las
emociones al mismo nivel que las asignaturas tradicionales porque, asegura, reduce la violencia en los centros escolares.
Da una cierta pereza tener que salir y una y otra vez al paso de tanta
superchería interesada, pero uno ha decidido ejercer la militancia activa en
contra del anti-intelectualismo emocional y la majadería new-age y esto no tiene vuelta atrás. A
continuación formularé algunas objeciones a lo que distintos "expertos"
de la Fundación Botín sostienen en un reportaje publicado en el diario ABC.
Primera. Los resultados, dice Fátima Sánchez, de la Fundación
Botín, se notan desde los primeros días (...) [La educación emocional] ayuda a los alumnos a conocerse y confiar en sí mismos, a comprender a
sus compañeros, a reconocer y expresar emociones e ideas, a desarrollar el
autocontrol, a aprender a tomar decisiones responsables (...)
¿De verdad hace falta que "los alumnos confíen más" (¿¿más aún??)
"en sí mismos"? Precisamente lo urgente es evitar el narcisismo en el
que hemos sumido a muchos de ellos con tanta sobreprotección, con tanta burbuja
y con tanta confusión de roles (cada vez menos confusión de roles, pues la falsa lucha de poder
entre docente y discente se ha resuelto ya en favor de este último).
¿Es posible "desarrollar el autocontrol" sin que alguien ejerza el control sobre quien debe aprender a desarollarlo? ¿Es compatible este autocontrol con la obsesión por la espontaneidad, la creatividad y
la innovación?
¿Cómo van a aprender los alumnos a tomar decisiones responsables si se
saben impunes, si conocen perfectamente que no habrá consecuencias a sus actos?
Segunda. Lo que es una realidad es que la
educación de hoy,
continua la experta, no puede limitarse a
los conocimientos. Hay que unir también la emoción. (...) En un mundo con una
tecnología en creciente sofisticación, las habilidades emocionales y sociales que requeriremos
serán cada vez más la empatía, la atención, la tolerancia, la responsabilidad, la
creatividad y la imaginación.
¿Por qué para fomentar los emociones debemos prescindir del conocimiento?
¿Hay algo más emocionante que aprender, formarse, enriquecerse culturalmente,
progresar, superar retos?
¿Qué tiene que ver la "tecnología en creciente sofisticación"
con la consideración de que el conocimiento ya no es importante?
Tercera. Estos valores, corrobora Christopher Clouder, uno de
los autores del informe de la Fundación y director ejecutivo del Comité Europeo
Educativo Steiner Waldorf, están presentes en los niños por naturaleza.
¿Cómo puede haber quien insista todavía en que "la empatía, la atención, la tolerancia, la
responsabilidad, la creatividad y la imaginación están presentes en todos los
niños por naturaleza"? Hay niños imaginativos y niños que no; niños más
creativos y niños menos creativos; pero desde luego pocos niños son empáticos,
tolerantes y responsables, pocos capaces de mantener la atención, si no les
educa para ello, si no se les obliga a ejercitar esos hábitos, si no se le
encamina por donde el adulto considera que se les debe encaminar y no por dónde
el niño decide orientar sus pasos de manera voluntaria.
Cuarta. Ser feliz, mantiene Sonsoles Castellano,
de la Fundación San Patricio,
potencia la
motivación (...) y predispone para el
aprendizaje: una persona feliz no tendrá problemas para aprender todo lo nuevo
que pueda surgir y lo hará en menor tiempo que alguien que no lo es.
Ser
feliz no puede ser el objetivo de un
chico desde el punto de vista de la educación institucionalizada. Puede serlo
en su vida personal, pero no es esa la misión de la escuela. Por otra parte, afirmar
que "una persona feliz no tendrá problemas para aprender todo lo nuevo que
pueda surgir y lo hará en menor tiempo que alguien que no lo es" es una
falsedad porque omite la indiscutible incidencia en el aprendizaje de factores como la capacidad del alumno o el
esfuerzo que este haga por aprender. Esta máxima es tan falaz como la que establece
una relación directa entre la motivación y el rendimiento. En el recomendable
blog de Roberto Colom encontramos la referencia a un informe
que demuestra que, controlando las diferencias en la capacidad intelectual, no podemos deducir de la
mayor o menor motivación un mejor o peor rendimiento, También
se cita el informe del Brookings
Institute que,
entre otras, ofrece las siguientes conclusiones: "el
nivel de interés por las
materias es irrelevante; disfrutar leyendo no se asocia a mejores puntuaciones en
tests de lectura; aunque los niveles de motivación por aprender con números
aumenten, el rendimiento en matemáticas declina". Un
par de ejemplos: "los estudiantes de Indonesia, Tailandia o Túnez expresan
una altísima motivación por aprender matemáticas, pero su rendimiento es
lamentable. Los chavales de Corea del Sur, Finlandia o Japón expresan una
mediocre motivación, pero arrasan en matemáticas".
Quinta.
Todos los expertos consultados aseguran
que para que este desarrollo personal del alumno sea una realidad resulta
imprescindible facilitar la formación de
los docentes en su propia competencia emocional. Y en algunas universidades
ya se trabajan las emociones como materias obligatorias en sus planes de
estudios, como en la Facultad de Ciencias Sociales y de la Educación de la
Universidad Camilo José Cela, donde se ha creado "un
proyecto innovador que forma en educación emocional a los alumnos de las
titulaciones de Magisterio de forma transversal".
Ya saben, es aquello
del "perfil del profesor del siglo XXI".
Noveno. Aviso para
navegantes: La iniciativa privada
está muy bien, reconoce el presidente del comité científico del II Congreso Internacional de Inteligencia Emocional y
Bienestar (CIIEB)-, pero desde
aquí instamos también a las administraciones públicas a que incluyan las
referencias a la inteligencia emocional en la normativa educativa, pues deben ser conscientes de que el desarrollo
de los sentimientos va a constituir en los próximos años la verdadera
revolución educativa, tanto en las aulas como en la formación del profesorado.
Sí señor, sí señor, esto es la revolución, que decían
los de Ska-P. Y mientras jugamos a la revolución, tres
menores han sido detenidos por insultar y
vejar a una compañera de clase en Pinto (Madrid). La víctima (me refiero a la
chica que recibió las humillaciones, no a los acosadores, mejor aclarémoslo por si acaso) había abandonado el instituto
incapaz de soportar la situación. Se acusa a las criaturas de "delito contra la
integridad moral". Otro gallo habría cantado de haber pedido asesoramiento a la
Fundación Botín. Seguro.
Me huele a caldero de bruja.
ResponderEliminarEs lo que tiene haberse pasado casi doce horas en la universidad de vigilante o perro pastor.
Sí huele a caldero, sí...
EliminarOs remito a mi artículo en mi blog, que surge de lo leído en este, gracias una vez más, Alberto. En cuanto a lo del antídoto contra la violencia, hay un par de cosas llamadas vergüenza y consideración que me temos que ciertos colectivos desconocen: no parecen tenerlas quienes sin pudor alguno se presentan como antídoto contra la violencia cuando hablan de casos muy trágicos, como he visto hacer a psicólogos, pedagogos y orientadores ante lo ocurrido con Abel Martínez y con la niña del Ciudad de Jaén. Sacar tajada de las tragedias es un acto muy miserable al que parece que también se apuntan los emocionalistas de la Fundación Botín. Se retratan.
ResponderEliminarNo tengo nada que añadir, Pablo. Ahora te leo en La Garita.
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