Leo en la prensa que
Podemos ha decidido dar "un giro a su estrategia" y pasar "del
ceño fruncido a la sonrisa" con el propósito de "reforzar
la cercanía, la frescura y la audacia de sus orígenes". Contrasto esta
información publicada en El Mundo con la nueva página web de
Iglesias y con la misma noticia recogida por un medio con distinta valoración
de Podemos, eldiario.es, para comprobar que, en efecto, más
que ceño fruncido en sonrisa, la verdadera transmutación ha sido la de Pablo en
Paulo. Así, en este segundo medio se dice que la intención es "ofrecer una
imagen más próxima de su líder" y abrir "puertas y ventanas". Pero hay
más elementos que nos hacen pensar en tan singular metamorfosis. Uno de ellos es la continua apelación de Podemos a las emociones. Hablan de "seducir", de ser
"protagonistas de nuestra historia", de que "las elecciones las
gana la gente", de que ellos son "la voz de todos", el
"instrumento de la gente de abajo", de "desbordar los formatos habituales
de los mítines", de "tutearse en las instituciones" y llamarse
"por el nombre de pila", con frases míticas como "podemos
vencer porque podemos soñar" o "el derecho a sonreír no se
vende", por no hablar de la nueva Concejalía del Ciclo de la Vida creada
por Ada Colau o los huertos urbanos comunitarios como experiencias asociativas y multifuncionales en el barrio de Salamanca, todo muy Feng Shui, que promete Manuela Carmena. A modo de colofón, las propuestas educativas de Podemos terminan por cerrar el círculo (nunca mejor dicho) y constatar que Iglesias es (un Bachillerato que despierte la pasión y el deseo de ser un experto y tener un objetivo vital con compromiso personal y competencia; que cada alumno se reconozca como una persona valiosa y competente en lo que ame)... Paulo Coelho disfrazado. Y todo ello con más merchandaisin que Jurassic
Park. O que el propio Coelho: nueva web, nuevo blog, nuevos vídeos, nuevos mensajes de
"el equipo", nuevas entrevistas en La Tuerka...
Ya sé, ya sé que hoy
solo puede uno insultar a la Monarquía, al PP, al PSOE... o a Albert Rivera, por listo. Ya sé que Podemos lleva poco tiempo en esto
y que hay cosas más importantes de las que hablar que de patinazos twiteros; debates
más interesantes que abordar que el medio de transporte que utilizan los políticos para trasladarse a su lugar de trabajo; que los políticos viejunos lo
han hecho requetemal y que la política necesita nuevos aires. Todo
eso lo sé y no creo que nadie en su sano juicio defienda ya lo indefendible
(bueno, alguno queda, pero son muy pocos). Y ya sé también que criticar a
Podemos me convierte de inmediato en un defensor de las oligarquías, de la
Troika y hasta del Opus Dei (ni se me ocurriría sacar el tema de la libre y pacífica entrada en
la capilla de la Complutense para mostrar una razonada y razonable discrepancia
respecto a los postulados del clero en materia moral y su presencia en una
universidad pública), pero qué quieren, Podemos está de moda, a mí me va la
marcha y me apetece hablar de este tema en estos momentos.
En ocasiones anteriores ya he explicado mis reticencias ante lo que considero una operación de marketing
bien pensada y peor elaborada. Lo he expuesto en anteriores entradas, aquí y aquí. Al mismo tiempo me
he mostrado sinceramente satisfecho por la aparición de este nuevo partido,
fundamentalmente porque puede suponer un revulsivo (ya lo ha supuesto) y porque, no nos engañemos,
pone muy nerviosos a "los otros". Y eso mola. Pero, claro, una cosa
es que mole y otra muy distinta que les compre el producto. Y
yo no se lo compro. No lo hago por la insistencia en recurrir a la exaltación
de la turba, a las bajas pasiones, a la confrontación, al conmigo o contra mí
(que sí, que los demás también. Pues precisamente por eso). Y no lo hago porque me sigue
dando un tufo a técnicas de mercado que echa para atrás (iba a decir a
cosmética pero no está el horno para bollos),
a coaching, a Coelho y a la piel de Floriano (pobre,
¿qué será de él sin su Vicesecretaría de Organización?) o a la niña de Pdro Schez (Juana. ¿O era Valeria?) pasados por un barniz perroflautístico en versión anarkopija, asamblearia y autogestionada. Y no se pierdan
el vídeo promocional. Sí,
tienen vídeo promocional porque están preparando la gira ("Ruta por el
cambio"). O sea, que el principal problema que tengo yo con Podemos es que
NO ME LO CREO.
Vale. Tranquilidad. No se apresuren a lapidarme. A los otros, tampoco me los creo. Bastante pena llevo con tanto descreimiento. Ahora solo queda
esperar a ver si, como a veces ocurre (tengamos algo de fe), la abundante parafernalia esconde ideas mejores de lo que a primera vista parecen, si la
autoproclamada pureza de Podemos, Ganemos, Se puede, Somos, Ahora o como se llamen las diferentes franquicias, es tal y, sobre todo, si de verdad consiguen (o lo intentan) cambiar las cosas (a mejor, se entiende). Veremos. Y, si es así, nos alegraremos. Al menos yo. Que sí, ya está bien de suspicacias...
Ya sé, ya sé que hoy solo puede uno insultar a la Monarquía, al PP, al PSOE... o a Albert Rivera, por listo. Ya sé que Podemos lleva poco tiempo en esto y que hay cosas más importantes de las que hablar que de patinazos twiteros; debates más interesantes que abordar que el medio de transporte que utilizan los políticos para trasladarse a su lugar de trabajo; que los políticos viejunos lo han hecho requetemal y que la política necesita nuevos aires. Todo eso lo sé y no creo que nadie en su sano juicio defienda ya lo indefendible (bueno, alguno queda, pero son muy pocos). Y ya sé también que criticar a Podemos me convierte de inmediato en un defensor de las oligarquías, de la Troika y hasta del Opus Dei (ni se me ocurriría sacar el tema de la libre y pacífica entrada en la capilla de la Complutense para mostrar una razonada y razonable discrepancia respecto a los postulados del clero en materia moral y su presencia en una universidad pública), pero qué quieren, Podemos está de moda, a mí me va la marcha y me apetece hablar de este tema en estos momentos.
En ocasiones anteriores ya he explicado mis reticencias ante lo que considero una operación de marketing bien pensada y peor elaborada. Lo he expuesto en anteriores entradas, aquí y aquí. Al mismo tiempo me he mostrado sinceramente satisfecho por la aparición de este nuevo partido, fundamentalmente porque puede suponer un revulsivo (ya lo ha supuesto) y porque, no nos engañemos, pone muy nerviosos a "los otros". Y eso mola. Pero, claro, una cosa es que mole y otra muy distinta que les compre el producto. Y yo no se lo compro. No lo hago por la insistencia en recurrir a la exaltación de la turba, a las bajas pasiones, a la confrontación, al conmigo o contra mí (que sí, que los demás también. Pues precisamente por eso). Y no lo hago porque me sigue dando un tufo a técnicas de mercado que echa para atrás (iba a decir a cosmética pero no está el horno para bollos), a coaching, a Coelho y a la piel de Floriano (pobre, ¿qué será de él sin su Vicesecretaría de Organización?) o a la niña de Pdro Schez (Juana. ¿O era Valeria?) pasados por un barniz perroflautístico en versión anarkopija, asamblearia y autogestionada. Y no se pierdan el vídeo promocional. Sí, tienen vídeo promocional porque están preparando la gira ("Ruta por el cambio"). O sea, que el principal problema que tengo yo con Podemos es que NO ME LO CREO.
Vale. Tranquilidad. No se apresuren a lapidarme. A los otros, tampoco me los creo. Bastante pena llevo con tanto descreimiento. Ahora solo queda esperar a ver si, como a veces ocurre (tengamos algo de fe), la abundante parafernalia esconde ideas mejores de lo que a primera vista parecen, si la autoproclamada pureza de Podemos, Ganemos, Se puede, Somos, Ahora o como se llamen las diferentes franquicias, es tal y, sobre todo, si de verdad consiguen (o lo intentan) cambiar las cosas (a mejor, se entiende). Veremos. Y, si es así, nos alegraremos. Al menos yo. Que sí, ya está bien de suspicacias...
Muy bueno, Alberto. La lástima es que el horno no esté para bollos, sino para tortas. Y siempre que hay bollos y tortas a repartir, está muy claro quién se queda con los bollos y a quién le dan las tortas, la suyas y las del pulpo.
ResponderEliminarComo decía Schopenhauer, alguien que hubiera vivido cuatro o cinco generaciones, tendría al final la misma sensación que el tipo que se pasara la tarde entera en un teatro de guiñol, a sesión continua, de media hora la función. Siempre lo mismo y con una regularidad implacable. Eso sí, las voces que hablan por los muñecos, van cambiando... Las voces, no lo que dicen.
Pues no añado nada, ni a lo que dices tú ni a lo que dijo Schopenhauer.
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