No me
reconozco como representante de la antipedagogía y me remito al argumentario del capítulo séptimo
de mi libro, titulado "Análisis de la pedagogía", en concreto al
apartado "Acuerdos y desacuerdos".
El Mundo publica hoy, en su edición nacional, un reportaje, cuyo enfoque, desde luego respetable, no termino de compartir, porque enfrenta dos concepciones de la enseñanza que podrían (no de esta manera, claro) buscar algunos puntos de concordia. Tampoco comparto, mucho menos que la óptica del reportaje, declaraciones como
las de Enrique
Javier Díez, profesor titular de la Facultad de
Educación en la Universidad de León, quien afirma
que existen dos
modelos de educación (el roussoniano, que asocia con una visión más
optimista, que confía más en el ser humano, y la hobbesiana, que
parte de la idea de que el hombre es un lobo para el hombre y de que el
estudiante va a ir a engañar. Habría resultado preferible, ya
puestos, haber distinguido entre un modelo bueno y otro malo. Igual
de burdo, pero mucho más directo y eficaz.
Carmen Rodríguez, profesora
titular de Didáctica y Organización Escolar en la Universidad de Málaga y
experta en Psicología Clínica, vincula el mérito con
la competitividad y el elitismo (nada nuevo, nada
bueno) y pone en boca de Antonio Muñoz Molina algo que este jamás ha defendido: la supuesta pretensión de que solo los buenos
alumnos tengan derecho a la educación (¡!) Cualquiera que conozca a
Antonio o haya leído y/o escuchado sus numerosas manifestaciones públicas, sabe
que esta sospecha no tiene ningún fundamento; es más, su compromiso con la educación pública ha sido siempre contundente e inequívoco. La que fuera directora
general de Innovación Educativa en la Junta de Andalucía entre 2004 y 2008 e impulsora del Foro de Sevilla "Por Otra Política Educativa",
asegura también en la información de El Mundo que los que no comulgamos con ruedas de molino, planteamos modelos
de pura transmisión del conocimiento, de pura memoria, una manipulación ciertamente tosca de la defensa del conocimiento como base de un buen sistema educativo que algunos propugnamos. Pero no crean que la Sra Rodríguez critica que algunos
reivindiquemos la memoria como algo necesario para el aprendizaje porque piense
que no lo es o porque conozca una fórmula más acertada para la adquisición de conocimientos, no. Lo hace porque eso a muchos niños no les interesa. Los
alumnos fracasan porque se aburren. ¿Qué podemos decir? Que el aprendizaje puede ser apasionante pero no "debe ser apasionante". O no puede serlo en todo momento. Que el aburrimiento o entretenimiento no ha de condicionar el conocimiento provechoso. Que el alumno no fracasa porque se aburre sino porque no se esfuerza. En fin...
Sigo, pues,
aunque ya he dicho que no me identifico con la antipedagogía, temo
que muchos me incluirían en ella. De hecho, la autora de este artículo cita dos libros de
carácter antipedagógico (así los denomina) que saldrán a la venta en los
próximos días (el mío, en realidad, está a la venta desde el 17 de
febrero) y, advierte: van a avivar las llamas de esta polémica (sic). Son: La conjura de los ignorantes. De cómo los pedagogos han destruido la enseñanza, de Ricardo Moreno
Castillo, prologado Arcadi
Espada (Pasos Perdidos) y Contra la nueva educación. Por una enseñanza
basada en el conocimiento (Plataforma), que escribí yo y lleva prólogo del Antonio Muñoz Molina. Pues bien, José Luis Bernal Aguado, profesor de Ciencias de la Educación de la
Universidad de Zaragoza, tiene claro que ellos (¿nosotros?) enseñan,
mientras nosotros (¿ellos?) intentamos que los
alumnos aprendan.
Es fantástico. A nosotros no nos importa si los alumnos aprenden o no. Solo a
ellos. Pero pregunto: si desprecian el conocimiento, si arrinconan la memoria, si optan
por la felicidad antes que por la cultura, ¿qué es lo que quieren que aprendan?
Rafael Feito, profesor de Sociología de la Universidad
Complutense de Madrid, opina que los antipedagogos son esa vieja
guardia de profesores de BUP que entraron
en 1977 en la escuela y que, cuando se
encontraron con la Logse, se negaron a entender que se aprendiera mejor en
grupo, lo cual, sintiéndolo por los demás, me sirve para salir de ese "grupo salvaje" de los antipedagogos, aunque sea por una cuestión generacional. Pero Feito da lo
mejor de sí mismo en esta frase. Lean: La
autoridad es una palabra polisémica. Antes de convertir al profesor en una
autoridad pública, es más importante convertirlo en
alguien querido. Hay que conquistar el corazón de los alumnos, eso entiendo yo que es la autoridad.
No comentaré nada. Bueno, sí: ni la
palabra autoridad es "polisémica" ni yo la entiendo como el Sr Feito.
Menos
mal que todavía hay quien pelea por restablecer la racionalidad en el discurso
pedagógico. Javier Orrico aclara por qué internet no es fuente de conocimiento
y José Sánchez Tortosa da en la diana cuando explica que la transmisión de conocimiento ha quedado subordinada a
todo lo pedagógico y psicológico.
No
puedo resistirme a transcribir esta reflexión de Enrique Javier Díez: si
un marciano viniera de Marte, vería que la escuela, en muchas cosas, sigue
anclada en el modelo de la era
industrial. En mi
facultad hemos cambiado la distribución de la clase y la hemos convertido en un
círculo para que todo el mundo pueda actuar. No podemos seguir con
ese modelo de bancos puestos en fila en
el que el alumno sólo ve la nuca del de delante. La creatividad y la
innovación son lo que permiten avanzar al ser
humano. Y el esfuerzo es necesario, claro, pero estamos en contra de obligar a
los estudiantes a hacer un esfuerzo inútil. En mi época memorizábamos un montón
de cosas, las vomitábamos en los exámenes y las olvidábamos.
Y
luego dicen que caricaturizamos...
Termino haciendo
referencia al según mi punto de vista poco atinado titular del artículo:
Guerra en la escuela: autoridad y conocimientos frente a
creatividad y habilidades.
El titular que me habría gustado leer es este:
Discutamos sobre educación. No es
posible el fomento de la creatividad ni el desarrollo de habilidades sin
autoridad y conocimientos.
Por lo demás, no puedo sino alegrarme por tres motivos:
Primero, se discute sobre educación desde perspectivas diferentes.
Segundo, El Mundo, en su portada y en el reportaje, hace referencia a dos libros escritos desde la disidencia: el de mi admirado Ricardo Moreno Castillo y el mío.
Tercero, el editorial del periódico expresa con rotundidad que el modelo educativo debe fundamentarse el esfuerzo y los conocimientos, además de hablar de disciplina, exigencia y autoridad.
En la ristra de sabios sedicentes echo de menos a don Mariano Fernández Enguita, gran inquisidor en la materia, que nos proporcionó las mejores subidas de tensión a los masoquistas que incluso leímos sus libros incendiarios y sus columnas vitriólicas. Dicho con cariño.
ResponderEliminarCon cariño se ha entendido,desde luego.
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