viernes, 26 de febrero de 2016

¿Guerra en la escuela?


No me reconozco como representante de la antipedagogía y me remito al argumentario del capítulo séptimo de mi libro, titulado "Análisis de la pedagogía", en concreto al apartado "Acuerdos y desacuerdos". 

El Mundo publica hoy, en su edición nacional, un reportaje, cuyo enfoque, desde luego respetable, no termino de compartir, porque enfrenta dos concepciones de la enseñanza que podrían (no de esta manera, claro) buscar algunos puntos de concordia. Tampoco comparto, mucho menos que la óptica del reportaje,  declaraciones como las de Enrique Javier Díez, profesor titular de la Facultad de Educación en la Universidad de León, quien afirma que existen dos modelos de educación (el roussoniano, que asocia con una visión más optimista, que confía más en el ser humano, y la hobbesiana, que parte de la idea de que el hombre es un lobo para el hombre y de que el estudiante va a ir a engañar. Habría resultado preferible, ya puestos, haber distinguido entre un modelo bueno y otro malo. Igual de burdo, pero mucho más directo y eficaz. 

Carmen Rodríguez, profesora titular de Didáctica y Organización Escolar en la Universidad de Málaga y experta en Psicología Clínica, vincula el mérito con la competitividad y el elitismo (nada nuevo, nada bueno) y pone en boca de Antonio Muñoz Molina algo que este jamás ha defendido: la supuesta pretensión de que solo los buenos alumnos tengan derecho a la educación (¡!) Cualquiera que conozca a Antonio o haya leído y/o escuchado sus numerosas manifestaciones públicas, sabe que esta sospecha no tiene ningún fundamento; es más, su compromiso con la educación pública ha sido siempre contundente e inequívoco. La que fuera directora general de Innovación Educativa en la Junta de Andalucía entre 2004 y 2008 e impulsora del Foro de Sevilla "Por Otra Política Educativa", asegura también en la información de El Mundo que los que no comulgamos con ruedas de molino, planteamos modelos de pura transmisión del conocimiento, de pura memoria, una manipulación ciertamente tosca de la defensa del conocimiento como base de un buen sistema educativo que algunos propugnamos. Pero no crean que la Sra Rodríguez critica que algunos reivindiquemos la memoria como algo necesario para el aprendizaje porque piense que no lo es o porque conozca una fórmula más acertada para la adquisición de conocimientos, no. Lo hace porque eso a muchos niños no les interesa. Los alumnos fracasan porque se aburren. ¿Qué podemos decir? Que el aprendizaje puede ser apasionante pero no "debe ser apasionante". O no puede serlo en todo momento. Que el aburrimiento o entretenimiento no ha de condicionar el conocimiento provechoso. Que el alumno no fracasa porque se aburre sino porque no se esfuerza. En fin...

Sigo, pues, aunque ya he dicho que no me identifico con la antipedagogía, temo que muchos me incluirían en ella. De hecho, la autora de este artículo cita dos libros de carácter antipedagógico (así los denomina) que saldrán a la venta en los próximos días (el mío, en realidad, está a la venta desde el 17 de febrero) y, advierte: van a avivar las llamas de esta polémica (sic). Son: La conjura de los ignorantes. De cómo los pedagogos han destruido la enseñanza, de Ricardo Moreno Castillo, prologado Arcadi Espada (Pasos Perdidos) y Contra la nueva educación. Por una enseñanza basada en el conocimiento (Plataforma), que escribí yo y lleva prólogo del Antonio Muñoz Molina. Pues bien, José Luis Bernal Aguado, profesor de Ciencias de la Educación de la Universidad de Zaragoza, tiene claro que ellos (¿nosotros?) enseñan, mientras nosotros (¿ellos?) intentamos que los alumnos aprendan. Es fantástico. A nosotros no nos importa si los alumnos aprenden o no. Solo a ellos. Pero pregunto: si desprecian el conocimiento, si arrinconan la memoria, si optan por la felicidad antes que por la cultura, ¿qué es lo que quieren que aprendan?

Rafael Feito, profesor de Sociología de la Universidad Complutense de Madrid, opina que los antipedagogos son esa vieja guardia de profesores de BUP que entraron en 1977 en la escuela y que, cuando se encontraron con la Logse, se negaron a entender que se aprendiera mejor en grupo, lo cual, sintiéndolo por los demás, me sirve para salir de ese "grupo salvaje" de los antipedagogos, aunque sea por una cuestión generacional. Pero Feito da lo mejor de sí mismo en esta frase. Lean:  La autoridad es una palabra polisémica. Antes de convertir al profesor en una autoridad pública, es más importante convertirlo en alguien querido. Hay que conquistar el corazón de los alumnos, eso entiendo yo que es la autoridad.  No comentaré nada. Bueno, sí: ni la palabra autoridad es "polisémica" ni yo la entiendo como el Sr Feito.

Menos mal que todavía hay quien pelea por restablecer la racionalidad en el discurso pedagógico. Javier Orrico aclara por qué internet no es fuente de conocimiento y José Sánchez Tortosa da en la diana cuando explica que la transmisión de conocimiento ha quedado subordinada a todo lo pedagógico y psicológico.

No puedo resistirme a transcribir esta reflexión de Enrique Javier Díez: si un marciano viniera de Marte, vería que la escuela, en muchas cosas, sigue anclada en el modelo de la era industrial. En mi facultad hemos cambiado la distribución de la clase y la hemos convertido en un círculo para que todo el mundo pueda actuar. No podemos seguir con ese modelo de bancos puestos en fila en el que el alumno sólo ve la nuca del de delante. La creatividad y la innovación son lo que permiten avanzar al ser humano. Y el esfuerzo es necesario, claro, pero estamos en contra de obligar a los estudiantes a hacer un esfuerzo inútil. En mi época memorizábamos un montón de cosas, las vomitábamos en los exámenes y las olvidábamos.

Y luego dicen que caricaturizamos...

Termino haciendo referencia al según mi punto de vista poco atinado titular del artículo: 

Guerra en la escuela: autoridad y conocimientos frente a creatividad y habilidades.

El titular que me habría gustado leer es este:

Discutamos sobre educación.  No es posible el fomento de la creatividad ni el desarrollo de habilidades sin autoridad y conocimientos.

Por lo demás, no puedo sino alegrarme por tres motivos: 

Primero, se discute sobre educación desde perspectivas diferentes. 

Segundo, El Mundo, en su portada y en el reportaje, hace referencia a dos libros escritos desde la disidencia: el de mi admirado Ricardo Moreno Castillo y el mío. 


Tercero, el editorial del periódico expresa con rotundidad que el modelo educativo debe fundamentarse el esfuerzo y los conocimientos, además de hablar de disciplina, exigencia y autoridad


2 comentarios:

  1. En la ristra de sabios sedicentes echo de menos a don Mariano Fernández Enguita, gran inquisidor en la materia, que nos proporcionó las mejores subidas de tensión a los masoquistas que incluso leímos sus libros incendiarios y sus columnas vitriólicas. Dicho con cariño.

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