Cuando X se despertó una mañana después de un sueño intranquilo y una noche de correcciones, se encontró sobre su cama convertido en un monstruoso insecto. Estaba tumbado sobre su espalda dura y en forma de caparazón y, al levantar un poco la cabeza, veía un vientre abombado, parduzco, dividido por partes duras en forma de arco, sobre cuya protuberancia apenas podía mantenerse el cobertor, a punto ya de resbalar al suelo. Sus muchas patas, ridículamente pequeñas en comparación con el resto de su tamaño, le vibraban desamparadas ante los ojos.
«¿Qué me ha ocurrido?», pensó.
«¿Qué me ha ocurrido?», pensó.
No era un sueño. Su habitación, una auténtica habitación humana, si bien algo pequeña, permanecía tranquila entre las cuatro paredes harto conocidas. Por encima de la mesa, sobre la que se encontraban extendidos los exámenes ya corregidos -X era profesor de instituto-, estaba colgado aquel cuadro que hacía poco había recortado de una revista y había colocado en un bonito marco dorado. En el mismo podía leerse:
"Eres un apasionado por la enseñanza? ¿Buscas siempre la manera de innovar para mejorar el aprendizaje de tus alumnos? ¿Tus clases son la antítesis del aburrimiento? ¿Eres el profesor más creativo en primaria o secundaria? Entonces, ¡Inscríbete!
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