La
noticia saltó hace pocos días cuando la ministra de Educación Najat
Vallaud-Belkacem explicó en Le Monde la reforma de los programas
educativos que entrará en vigor el próximo curso 2016-2017, algunos de cuyos
puntos han generado controversia en el país vecino. Ha dicho la ministra que su "interés fundamental
es que el aprendizaje sea sólido" y que pretende "verificar que los
alumnos repiten y memorizan para dominar los saberes fundamentales", lo que pasa
por "el entrenamiento cotidiano desde la escuela primaria". Para Vallaud-Belcacem,
en el actual sistema educativo los conocimientos se construyen "sobre
arena".
Antes de proseguir con las reacciones que se están
produciendo en la France, quiero adelantar mi postura absolutamente favorable
al empleo del dictado y el cálculo mental en la enseñanza, infantil, Primaria y
Secundaria. Y también quiero aplaudir las declaraciones de la Sra Vallaud-Belkacem.
Que una ministra de educación aspire a un aprendizaje "sólido" (frente
a los pedagogos que buscan el aprendizaje etéreo), ya de entrada reconforta. Que
hable de "repetir y memorizar" y de una "pedagogía de
entrenamiento cotidiano y repetición para
consolidar los saberes más simples antes de desarrollar los más complejos", resulta casi estremecedor.
Por otra parte, cuando habla de conocimientos que se construyen "sobre
arena" no podemos evitar pensar en el mainstream pedagógico patrio y
volvernos un poco Trueba (solo un poco). Vaya, que una ministra así querría para
"aquí" o si no un traslado a París para mí (a Wert se lo han concedido). Con
este tipo de planteamientos, uno abrazaría la fe pedagógica de inmediato. "Entrenamiento cotidiano y repetición para consolidar los saberes más simples antes de desarrollar
los más complejos". No es extraño que tal discurso haya provocado una conmoción
en el Parlamento. No quiero pensar lo que habría ocurrido aquí. Seguramente un cataclismo.
Siguiendo con la polémica, no puedo sino compartir, frente a la posición de los conservadores, la del Primer Ministro Manuel
Valls, quien se preguntaba en una tribuna en el diario "Libération",
recordando que los últimos informes
de la OCDE tachan la educación francesa como una de las más desiguales de
Europa: "¿cómo aceptar que un niño en una familia modesta tiene
menos posibilidades de triunfar que un niño criado en una clase social más
aventajada?". En la respuesta a esta pregunta, en el rechazo de esta
posibilidad está, tal y como yo la entiendo, la razón de ser de una educación pública excelente.
La derecha francesa,
mientras, tilda la reforma de
"mediocre" y de buscar una "igualdad a la baja" que no
parece corresponderse con lo expresado por la ministra de Educación. Así, Bruno Le Maire, también en "Libération",
acusaba a la izquierda de querer llevar a todo el mundo al 'Baccalauréat'
[Bachillerato], cuando, según él, lo importante no es que lleguen sino "que
consigan empleo". La "tasa de empleo" es lo primordial, para Le Maire.
No puedo rebatir la necesidad de fomentar el empleo ni lo absurdo de que los
alumnos lleguen a Bachillerato por llegar (¡qué nos van a contar a nosotros, el
país de la promoción automática!), la importancia de que los jóvenes accedan al
mercado laboral. Pero entiendo que deben acceder bien formados y que esta
formación no puede estar únicamente orientada a lo técnico-profesional. Es
decir: no es incompatible (o no debería serlo) el dominio de los saberes fundamentales
con la inserción laboral.
Vayamos ahora con las principales
novedades de la "refundación de la escuela" a la que aspira Madame Vallaud-Belkacem. Se basa en: el dictado, los ejercicios de cálculo mental y las lecturas obligatorias, a diario, en la Escuela Elemental, que corresponde a
la Educación Primaria en España (de 6 a 12 años).
Respecto al
cálculo mental, no debería ser necesario defender el aprendizaje de los números
y el cálculo numérico como algo de vital importancia durante la formación y también en
la vida cotidiana. Se suele objetar, en relación con este asunto, que un alumno
no necesita aprender la tabla de multiplicar porque puede usar la calculadora,
despreciando así la importancia de ejercitar la memoria, la concentración o la atención,
conceptos estos también hostiles para el pedagogo posmoderno. Y no se trata
tanto de hasta dónde puede llegar un alumno mediante el cálculo mental, no
hablamos de competitividad o de prepararlos para un concurso televisivo sino
precisamente de los beneficios que proporciona su práctica, del provecho que se
obtiene de toda aquella actividad que estimula y favorece el ejercicio
intelectual.
En cuanto al
dictado, ¿de veras puede alguien repudiar el empleo de esta gran herramienta
con un mínimo de seriedad y con argumentos consistentes? Tan obsesionados estamos con facilitarlo todo,
con apostar por el aprendizaje divertido (como si todo pudiera aprenderse de
forma placentera, como si el esfuerzo solo pudiera desarrollarse previa
motivación, como si el hecho de aprender algo que uno no sabe no fuera
suficiente incentivo), tan interesados en confundir de manera intencionada la
ejercitación de hábitos indispensables con la manida frase "la letra con
sangre entra", tan innovadores queremos ser... que terminamos desechando
lo que la tradición tiene de positivo.
- Es que el dictado no es un método innovador.
- Pero, ¿funciona?
- Pero es que no es divertido.
- Entonces, ¿qué queremos, que nuestros alumnos
aprendan o que se diviertan?
Practicar dictados,
copiar las faltas de ortografía en un cuaderno para fijarlas en la memoria
(¡¡la memoria!!) y no cometer más los mismos errores es fundamental. Se está
pidiendo al docente que innove, que empatice, que entretenga, que motive... cuando
lo que se le debe exigir es que sepa expresarse, transmitir, dictar, entonar
para que esta entonación se refleje en la puntuación y los alumnos aprendan a
usarla correctamente... Cuando un alumno copia un dictado y lo corrige en clase,
casi sin querer ha leído el texto tres veces; no solo ha trabajado la
ortografía sino que también ha comprendido el significado de las palabras, ha
favorecido la caligrafía (¡¡caligrafía!!). El dictado puede dar pie después a
una redacción que el propio alumno puede continuar para practicar la coherencia
en la escritura. Etcétera.
Queridísimo Carlo, [...] Besa mucho a
Edmea de mi parte y [...] dale las gracias por sus expresiones muy gentiles y
muy bien dichas. Pero me parece que, aunque compone bastante bien y sabe poner
en frases espontáneas y vivas sus sentimientos, comete un número de penosas
faltas de ortografía demasiado grande incluso para
una escolar que está apenas en tercero. Debe de ser poco atenta y siempre con
mucha prisa: pienso que, incluso, al hablar parecerá algunas veces un
torbellino y se comerá la mitad de las palabras, tragándose la erre con
particular gusto. Es necesario estar atentos para obligarla a hacer los deberes
con diligencia y con mucha disciplina. En las escuelas sardas de aldea sucede
que una niña, o un niño, que en casa ha sido acostumbrado a hablar el italiano
(aunque poco y mal), por este mero hecho se encuentra que es superior a sus
condiscípulos, que conocen sólo el sardo y, por consiguiente, aprenden a leer y
a escribir, a hablar, a componer en una lengua completamente nueva. Los
primeros parece que sean más inteligentes y despiertos, aunque a veces no es
así, y por eso en la familia y en la escuela se desatiende el habituarlos al
trabajo metódico y disciplinado, pensando que con su “inteligencia” superarán
todas las dificultades, etc. Ahora bien, la ortografía es precisamente el
puente de asno de esa inteligencia. Si Mea no estudia bien y no se corrige de
esta deficiencia, ¿qué se podrá pensar de ella? Se pensará que se trata de una
de esas niñas que llevan lazos en el pelo, los vestiditos bien planchados,
etc., y luego llevan las braguitas sucias. Díselo con cierto tacto, para no
causarle demasiado disgusto. Su figurita no me gusta en absoluto: no hay ni
pizca de espontaneidad ni de gusto. Sin embargo, estaría muy bien que
aprendiera un poco de dibujo. [...].
[1] ["La educación de Edmea y sus problemas con la
ortografía". Elogio de la diligencia y del trabajo metódico y
disciplinado. Carta nº 135. 31 diciembre 1928. La traducción es de Salustiano
Martín, a quien agradezco la difusión de esta carta.]
¿"Trabajo metódico y disciplinado"? ¿Pero ese Gramsci quién es, un "facha"? ¿Es que no ha oído hablar de motivación, refuerzo positivo, aprendizaje emocional y playlist de la clase? Amigo mío, te consideraba más progresista e innovador, pero después de citar a este tipo y defender los dictados y el cálculo mental (¿para qué queremos eso, si tenemos la calculadora y el corrector ortográfico?) me has decepcionado seriamente.
ResponderEliminarMe lo temía...un abrazo, amigo.
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