Ya han declarado
por el turbio asunto de las dietas el expresidente Sanz y el actual alcalde de
Pamplona Enrique Maya. Lo que hemos conocido en relación con las dos
comparecencias despeja cualquier duda que pudiera existir sobre la
honorabilidad de ambos.
Miguel Sanz, que aseguró estar "encantado” de haber podido “aclarar desde
la verdad más absoluta” su “participación y compromiso en Caja Navarra", afirmó, muy ofendido por las sospechas infundadas
de la jueza (muy probablemente socialista): “jamás en mi vida me he lucrado de nada, nunca
jamás. Y todo mi trabajo ha sido siempre puesto al servicio de Navarra y al servicios de las entidades
a las que he representado". Sanz manifestó, visiblemente emocionado, que
"no sabía lo que cobraba" en Caja Navarra y que "nunca ha considerado las dietas parte de su sueldo". El expresidente dijo también desconocer
por qué se celebraban varias sesiones seguidas, negó que fuera él quien lo
decidiera y añadió que tampoco sabía “quién había decidido” que esto fuera así.
Al ser preguntado por qué en su caso no se aplicó el artículo de los Estatutos
de la Caja que establece que "una sesión es una sesión dure lo que
dure", respondió igualmente que no lo sabía.
El alcalde de Pamplona, por su parte, ha afirmado esta
mañana que tiene "la conciencia tranquila" y que su actuación ha sido
"correcta", tras lo que ha deseado que su comparecencia en el Juzgado
"ayude a clarificar este asunto".
Sobreponiéndose a la situación de acoso a la que está siendo sometido,
ha proclamado: "Si algo he
recibido como educación es que las cosas se hacen con honradez y bien, y yo
creo que las he hecho bien".
Después
de esto, ¿todavía alguien es capaz de dudar de que estas dos personas han sido
víctimas de una trampa con motivaciones políticas? ¿Quién puede recelar de “gente
de bien” que dice haber sido educada en la honradez, que afirma desconocer el
dinero que estaba cobrando y que ha tenido la integridad y altura moral
necesarias para devolver el dinero motu
proprio? Basta de infamias. Basta de acosar a personas decentes (y
limpias). Basta de sembrar la duda y estigmatizar a ciudadanos que, sea lo que
sea que hayan hecho, lo han hecho por nosotros y sin intención de molestar a
nadie. ¿Es que estamos perdiendo el norte? ¿Es que no hay límites? Se empieza
imputando a una infanta y se termina dudando hasta de quienes democráticamente han sido elegidos para representarnos. España
no va bien.
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