En estos tiempos de escraches, recortes,
manifestaciones, en los que parece sonar constantemente el Estudio revolucionario de Chopin, uno, inevitable
y afortunadamente, se ve obligado a reflexionar sobre todo lo que está
sucediendo.
Chopin compuso su estudio nº
12 op 10 en un momento en que los ciudadanos se unían para luchar por la
libertad, entendida esta como la rebelión ante la imposición. Varsovia se
levantaba contra las tropas rusas, pero sería sometida. Hoy, como entonces, los
poderosos imponen sus normas, deciden a qué jugamos, marcan las cartas, obtienen
beneficio a nuestra costa. Somos muchos los que creemos que hay que darle la
vuelta a la situación, que hemos tocado fondo y que no queda otra que empezar a
resurgir buscando nuevos caminos, nuevas fórmulas, nuevos sistemas, que es
momento de desterrar el “si esto se ha hecho así toda la vida”, cerrar una
etapa agotada y pasar a otra.
No es sencillo. Del
individualismo romántico que luchaba por la libertad hemos pasado a los
movimientos globales y las mareas multicolores que a menudo llevan a la
disolución en la masa. Sufrimos el incesante bombardeo de los medios de
comunicación, la multiplicidad de opiniones personales “autorizadas” a través
de la redes sociales, la caducidad inmediata de la noticia, la manipulación por
sobredosis informativa y parece que todos estamos obligados a posicionarnos en
uno u otro extremo. Malos tiempos para la lírica, decía Brecht. Malos también
para la mesura, la templanza, la sophrosyne
de Platón (“Así pues, es el alma lo primero que hay que cuidar al máximo, si es
que se quiere tener bien a la cabeza, y a todo el cuerpo. El alma se trata, mi
bendito amigo, con ciertos ensalmos. Y estos ensalmos son los buenos discursos. Y de
estos buenos discursos nace en ella la sophrosyne.
Y, una vez ha nacido y permanece, se puede proporcionar salud a la cabeza y a
todo el cuerpo” -Cármides-).
No me gusta que se atosigue a los políticos en la puerta de su casa. No me
gusta y punto. No comparto la forma, aunque comparta el fondo. Entiendo la
desesperación de quien se ha visto desahuciado y de aquellos que están
sufriendo la crisis de manera inmisericorde e injusta, pero no soy partidario
de este tipo de actuaciones. Ahora bien, no acepto que se califique a estas
personas como terroristas o nazis. Si hubiera de elegir, sin dudarlo me pondría del lado de la plataforma. Pero no quiero escoger. No tengo por qué situarme
en ninguno de los dos puntos ni admito que mi equidistancia se confunda con cobardía
o ausencia de compromiso. Mi postura es la que es: me da auténtico asco la
comparación escupida por varios dirigentes del PP, pero no apruebo determinadas
conductas. Si alguien quiere llamarlo tibieza, puede hacerlo. Yo me quedo con
Platón. Y, por supuesto, con Chopin.
A favor, en conta, o equidistando a distancia: lo importante, por valiente, es posicionarse. Mirar hacia otro lado, dar la espalda o encogerse de hombros son posturas que jamás habrían inspirado ni a Chopin, ni, por supuesto, a Platón. El artículo es excelente, el acompañamiento musical sublime.
ResponderEliminarMuchas gracias. Es que estamos hablando de Ashkenazy (con Rubinstein, mi favorito interpretando a Chopin) y Maria Joao Pires: casi nada.
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