lunes, 28 de enero de 2013

¿Calidad en educación?


Todos hemos jugado alguna vez a repetir una palabra muchas veces hasta tener la sensación de que ésta perdía su significado. Con la palabra "calidad", aplicada a la enseñanza, ha pasado algo parecido. Aclaremos pues el significado de un término, en la práctica, tan "polisémico", como es el de "calidad".

Según la RAE, calidad significa "propiedad o conjunto de propiedades inherentes a algo, que permiten juzgar su valor". He aquí el quid de la cuestión, su esencia, lo más importante: cómo juzgar la calidad de nuestro sistema educativo. Algunos aceptan como baremo el "éxito" o "fracaso escolar", argumento fraudulento en tanto en cuanto se valora (el "éxito escolar") en función del número de alumnos que promocionan de curso, con justicia y formación adecuada o mediante obsequio del aprobado para no afear las estadísticas, esto ya da lo mismo. Otros acuden, para la evaluación de la salud de nuestra educación, a Informes Pisa (que no han debido leer con atención) o a las pruebas diagnóstico, para afirmar sin rubor que la calidad de nuestro sistema educativo se verá seriamente dañada por los recortes, como si "calidad" y "nuestro sistema educativo" fueran expresiones compatibles y como si los recortes, fueran los únicos responsables de que estemos como estamos en la educación pública:

Aula de Música de 3º de ESO (antiguo 1º de BUP). Pregunta del profesor: "¿En qué fechas aproximadas se desarrolló la Edad Media?". Respuesta de un alumno voluntarioso: "En el siglo XVIII" (y el resto, dispuesto a aplaudir el acierto). Que un alumno de 3º de Enseñanza Secundaria piense que la Edad Media tuvo lugar en el siglo XVIII no apoya precisamente el argumento de la excelencia educativa de nuestros jóvenes sino más bien el del analfabetismo funcional que todavía persiste y del que ellos, pobres, no tienen apenas culpa, excepto la que se deriva de su poca disposición por ponerle remedio. Pero esta poca disposición no es menor que la que todos hemos tenido cuando íbamos (por obligación, como ellos) al Instituto. Hay otros factores que contribuyen a la cada vez más precaria formación académica de nuestros alumnos: la rebaja progresiva de los contenidos, el desprecio al esfuerzo, la poca consideración hacia el saber... y estos son factores sociales y políticos. Pero claro, ¿qué podemos esperar de un sistema educativo que relega los contenidos de cada disciplina a un papel secundario para terminar casi diluidos en las famosas "competencias", el gran hallazgo de la penúltima de las leyes educativas, la LOE? Lean: "competencia en comunicación lingüística", "competencia matemática", "conocimiento e interacción con el mundo físico"...y llegamos a las más pintorescas: "competencia social y ciudadana", "autonomía e iniciativa personal" y, sin duda, mi preferida: "competencia para aprender a aprender". Ya lo dicen los "expertos" (esos seres omniscientes que nos dicen desde su despacho cómo debemos actuar los profesores): "lo importante no es qué enseñar, sino cómo enseñar". Lo que no terminan de explicarnos es cómo enseñar a "aprender a aprender" o cómo enseñar sin que sea relevante aquello que enseñamos, no sé si me entienden. Es decir: si quiero que mis alumnos comprendan cómo surgió la polifonía, considero indispensable que entiendan qué es un "organum", puesto que esta fue una de las primeras formas polifónicas. ¿Cómo se lo explico si no saben qué es una melodía, si no son capaces de leer las notas en el pentagrama (algo que se aprende de la manera "menos pedagógica": ¡memorizándolas!)? ¿Cómo se lo explico sin dar importancia a los contenidos? ¿Nos limitamos a tocar Popeye el marino con la flauta o intento que aprendan a leer y escuchar música para que valoren y sean conscientes, aunque sea por un momento, de lo asombroso que debió resultar hace siglos presenciar por primera vez la interpretación de una obra a cuatro voces en el entorno de una catedral gótica?

Como dijo tan acertadamente Antonio Muñoz Molina, "democratizar la enseñanza no es sólo garantizar que todo el mundo tenga un puesto escolar y que cualquier alumno, por ignorante que sea, pueda llegar a la universidad, sino asegurarse de que cada persona, independientemente de su origen social y educativo y de los medios económicos de su familia tenga la oportunidad de desarrollar al máximo sus capacidades". Esta es, en mi opinión, la verdadera "calidad de la enseñanza".

Alberto Royo. Noviembre de 1011.

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