Rafael Feito Alonso es catedrático de sociología en la
Facultad de Ciencias Políticas de la Universidad Complutense de Madrid. Ha sido
colaborador del Movimiento por la Calidad de la Educación en el Sur y Este de
Madrid. El domingo 28 de febrero
publicaba un artículo en su blog en el que mencionaba Contra la nueva educación y también el libro de Ricardo Moreno
Castillo La conjura de los ignorantes.
Titulaba el artículo "Dad una oportunidad a la paz escolar", deseo
que no sé bien a quién iba dirigido pero de cuya bondad no dudaré. Feito, que
criticaba el "belicismo" con que El Mundo encabezaba el reportaje del 26 de febrero, del que hemos
hablado aquí, decía no considerarse parte del grupo
de los "pedagogos" (en el mencionado reportaje se establecía una
división entre estos y los "antipedagogos"). Debo recordar aquí lo
que ya expresé hace poco más de dos semanas: que tampoco yo me reconozco
como representante de la antipedagogía (y
vuelvo a remitirme al argumentario del capítulo séptimo de mi libro, titulado
"Análisis de la pedagogía", en concreto al apartado "Acuerdos y
desacuerdos"). Aclarado esto, para evitar que alguien me sitúe
donde no creo estar, es decir, en un extremo, paso a comentar otras
consideraciones de Rafael Feito.
Según el catedrático de Sociología, Arcadi Espada, Ricardo
Moreno y yo coincidimos "en el recurso a la
descalificación gratuita, cuando no al insulto, de cualquiera que ose
discrepar" de nosotros. Es muy curiosa esta afirmación, puesto que
precisamente somos Ricardo y yo (no sé si Arcadi, a quien no conozco) quienes
coleccionamos insultos gratuitos desde el momento en que osamos cuestionar los
dogmas de la Pedagogía Hegemónica. Debo recordar que dos semanas después de la
publicación de mi libro, he sido tachado de: "mamporrero",
"nostálgico", "soberbio", "troglodita" y algunas
lindezas más, a las que habría que añadir las infinitas muestras de cariño que
he recibido antes incluso de haber escrito este libro solo por manifestar
objeciones a las metodolologías trending topic, por parte de personas que rara
vez son colegas de profesión sino gentes de los aledaños del mundo educativo (o
sea, expertos). Tengo que añadir a la
anterior observación que calificar y descalificar son cosas distintas. Por ejemplo,
llamar a alguien ignorante cuando da muestras de ignorancia o charlatán cuando habla mucho y sin sustancia (no puede
ser considerado un insulto sino más bien una definición. "Troglodita"
y "mamperro", sin embargo, encajan bien en el concepto "descalificación".
Hay algo que
me llama mucho la atención. Para Feito, mi "prologuista" es "más
moderado" que Arcadi Espada, "salvo cuando de la educación se trata".
Quierdo detenerme en este punto porque considerar a Antonio Muñoz Molina una
persona moderada "excepto cuando habla de educación" explica muy bien
por qué estamos como estamos y, sobre todo, demuestra algo penoso: que la izquierda hace tiempo que renunció a defender la instrucción pública como palanca de ascenso social. Muñoz Molina es
moderado, de acuerdo. Es progresista, socialdemócrata declarado. Nadie lo pone
en duda. Sin embargo, sus ideas sobre cómo debe ser la enseñanza pública se tildan de conservadoras y reaccionarias. ¿Por qué? Porque defiende el conocimiento. He
aquí el drama de una izquierda que ha traicionado sus propios principios para
pasar a defender posturas tan "progres" (que no progresistas), tan
políticamente correctas, tan melifluas y tan anti-intelectuales, que han superado por la derecha a los más conservadores en materia educativa o, como poco, han
llegado al mismo punto de estulticia.
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Feito "un poco contradictorio" pongamos (Ricardo y yo) tanto "énfasis
en la autoridad del profesor" mientras "insultamos", se queja, "a todo aquel que
no nos gusta". Añade: "mala lección pedagógica, si se me permite el
uso de este término para ellos abominable". Primero, combatir
dialécticamente a quienes desprecian el saber y la cultura, pretenden devaluar
el papel del profesor y convertirlo en un mono de feria, de quienes intentan
convencernos de que nuestros alumnos van a la escuela a ser buena gente, a
alcanzar la felicidad y no a adquirir los conocimientos, no es "insultar a
todo aquel que no nos gusta" sino defender un oficio hermoso que no merece
semejante (mal) trato. No hay agresividad sino legítima defensa. Segundo, no
abomino de la expresión "lección pedagógica" sino de que la palabra "pedagógica"
se independice y se imponga sobre la palabra "lección", pues no hay lección sin pedagogía, pedagogía sin lección, ni didáctica sin conocimiento.
Coincido con el Sr Feito en que el “esfuerzo, el mérito, la autoridad, la
disciplina, la exigencia, la memoria y la evaluación” son fundamentales y
me sorprende que pregunte: "¿quién, en su sano juicio, podría negar, la
importancia de estos factores?". Que conste que las dudas sobre el juicio,
sano o deteriorado, de quienes menosprecian todas estas virtudes no es algo que
yo haya querido valorar, pero si el catedrático de sociología hubiera leído el
libro (que suele ser útil para entender lo que su autor opina) habría
comprobado, quiero pensar, que no solo se niega la relevancia de la autoridad,
la disciplina, la exigencia, la memoria o la evaluación sino que se hace lo
posible por exterminarlas, tildando de retrógado a quien las reivindica. De
todas formas, creo que, a pesar de su tímido reconocimiento de la autoridad, la disciplina
y la exigencia, Feito no termina de estar convencido de su valor, pues advierte
que estas "pueden fácilmente traducirse en una docencia de carácter
unidireccional en la que la palabra queda monopolizada por el profesor
condenando, de este modo, al alumnado al silencio y, muy posiblemente, a la
ausencia de aprendizaje". ¿Cómo que "pueden traducirse"? ¿Por qué
se desconfía de que un docente ejercerá honradamente su autoridad (digamos
mejor "ejercería honradamente su autoridad", si la tuviera), va a
impedir a sus alumnos intervenir (ordenada y civilizadamente, claro) en clase
y, "muy posiblemente", "condenándolos" (sí, condenándolos)
a la "ausencia de aprendizaje"? ¿No es posible enseñar con autoridad,
disciplina y exigencia sin que ello presuponga opresión, tortura y escarnio? Hablamos de autoridad, disciplina y exigencia, no de tiranía, violencia
o abuso. Por favor, empleemos las palabras con rigor ("si se empobrece el
lenguaje, se empobrece el pensamiento", dijo Lázaro Carreter, un déspota
del saber, sin duda) y seamos explícitos: si se considera que tener un cierto
orden en clase es una humillación para los alumnos, digáse. Si se cree que los
profesores pedimos autoridad para implantar una dictadura en el aula, dígase.
Si se piensa que exigir en clase es una afrenta y un vulneración de los
derechos infantiles, dígase también. Al menos que sepamos de qué estamos
hablando. Porque el "modelo" del que algunos hablamos no es ese. Y no
puede estar siempre bajo sospecha. Por supuesto que "el profesor", cosa que niega Feito, debe ser obedecido "por el mero hecho de serlo", pero no
por una razón absolutista sino porque es (o era, o debería ser) el depositario del saber, porque es el conocimiento que atesora el que le infunde de autoridad
intelectual y le capacita para enseñar. Pero esto, hoy, es controvertido porque
personas como el Sr Feito siembran la desconfianza en el maestro dando por
hecho que va conducirse de forma "arbitraria" o va a "limitarse a
leer el libro de texto".
Pero lo más extraordinario viene a continuación: "Ya no estamos en una
sociedad", asegura Rafael Feito, "en la que la diferencia cultural
entre el maestro y sus alumnos –y las familias de estos- sea tal que aquel
pueda ser venerado (...) Son muchas las cosas que han cambiado desde que los
dos autores que aquí nos convocan accedieron a la docencia y sus prologuistas
dejaron los pupitres escolares". Actualmente, la diferencia cultural entre
el maestro y el alumno es, en mi opinión, más acusada que nunca. Y en cuanto a
lo que ha cambiado desde que los "prologuistas dejaron los pupitres
escolares" y "los dos autores accedieron a la docencia", en
primer lugar, yo accedí a la docencia en Secundaria con la LOGSE ya implantada.
Y, por mucho cambio que haya habido, no ha habido mutación genética en la
especie humana que justifique el un niño aprenda hoy de manera diferente a como
lo hacía ayer. Lo que ha cambiado es sencillamente que hoy se cuestiona que el
niño deba aprender.
Por fin, el catedrático de Sociología llegaba a la conclusión
habitual en estos tiempos: la LOGSE era buena, pero falló el profesorado, por
su falta de "reciclaje" (otro eufemismo; sería mejor que se nos
llamara directamente "inútiles" y no se nos recomendara el reciclaje
para volver a ser "utilizables") y, no podría ser de otra manera, por
"cierto apoltronamiento derivado de la condición funcionarial". Pero su
conclusión definitiva era que "la motivación, la creatividad, la
originalidad, la integración, el coaching y la empatía" resultan "esenciales
en cualquier proceso educativo" (no importantes, no, esenciales) y que el
"aprender a aprender" (novísimo) es "fundamental" porque
"no sabemos qué empleos van a existir en el futuro, ni cómo van a
evolucionar". Y, pregunto, si no lo sabemos, ¿por qué es más importante el
"aprender a aprender" que el "aprender"?
No me deja muy tranquilo el final de texto, en el que el sociólogo indica
"algo muy importante", que "la supuesta tribu pedagógica"
no está compuesta "solo por pedagogos, sociólogos y psicólogos", ya
que debemos incluir a los "economistas (entre ellos los de la mismísima
OCDE)" y, cómo no, "la neurociencia". Oportunidad a la paz, no
sé, pero a los profesores que queremos enseñar, por lo visto, ni agua.
El señor Feito, como todos los de su condición, se dedica a defender su pan del único modo que sabe: su también compañero de la Complutense, Fernández Enguita, es otro prohombre logsiano de los que día sí, día también se dedican a insultar, atacar y vituperar al profesorado y predicar con un dogmatismo poco acorde con las limitaciones epistemológicas de sus campos de saber. Y como todos los fanáticos, responde también con un ramalazo digno de psicoanálisis: atribuir y acusar a los adversarios lo que ellos hacen (es que la ley del embudo siempre permite darnos a nosotros el lado bueno) y defender contra viento y marea su dogma, nada falsable popperianamente. Si sus teorías no funcionan en la práctica, nunca será por defectos o limitaciones de esta, sino por agentes malvados exógenos. Es la misma lógica del estalinismo y del franquismo. Hinchados de su verdad, se plantean, como diría Brecht: "¿No sería más fácil disolver al pueblo y elegir otro?" .
ResponderEliminar¿Qué puedo añadir? Nada. Un saludo muy cordial, FraVernero.
EliminarExcelente entrada. Tuve el placer de que me dedicases tu libro en Barcelona. Lo he leido y me ha gustado mucho, aunque tenga alguna discrepancia en asuntos ajenos a cuanto comentas respecto a la enseñanza. Digamos que para mí, los ingenieros son tan valiosos como los científicos " puros", por expresarlo de algún modo.En lo fundamental coincido contigo y me encanta ver el ánimo y la claridad con los que respondes a las objeciones que se te hacen. La realidad acaba por abrirse paso. Un abrazo
ResponderEliminarMuy amable. Entiendo que "Jaimito" es un seudónimo. Creo que ya te localizo...Un abrazo.
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