El Sr Feito Alonso, catedrático de sociología en la Facultad de Ciencias Políticas de la Universidad Complutense y colaborador del Movimiento por la Calidad de la Educación en el Sur y Este de Madrid, responde a mi respuesta a un artículo suyo en el que me aludía en relación con el reportaje publicado en el diario El Mundo con el título "Guerra en la escuela". De su nueva entrada deduzco que: o me expliqué francamente mal, cosa que no descarto, no crean, o él no entendió un carajo de lo que dije.
Primero. Se
sorprende Feito de que le incluyera en el bando de los que "desprecian el
saber y la cultura". Y no me extraña nada que se sorprenda, porque yo
no lo incluí en ningún bando. De hecho, no me gustó ser yo mismo incluido en
uno en el reportaje de El Mundo ya citado. Cuando yo hablaba de quienes “quieren
convertir al profesor en un mono de feria”, me refería a aquellos que son
objeto de crítica en mi libro, precisamente los que cuestionan que el conocimiento
sea algo relevante. Y este primer punto explica el segundo.
Segundo. No
es que me parezca indispensable, como indica el Sr Feito, que este lea mi libro
(lo cierto es que me da igual) para opinar sobre lo que digo. Sencillamente, de haberlo hecho, no habría
pensado que es él el oscuro objeto de mis reflexiones porque habría comprobado quiénes
sí lo son. La referencia a “quienes quieren convertir al profesor en un mono de
feria” se deriva justamente de su acusación (nos acusaba a Ricardo y a mí, para ser exactos) de que nos dedicamos "a insultar a todo aquel que no nos gusta". Lo que Feito considera "insultos" (yo lo llamo "legítima
defensa") tiene como destinatarios a las personas que con nombre y
apellidos aparecen en el libro, entre los que. lo lamento, no se encuentra él. Espero que
ahora se entienda mejor.
Tercero. Siento
decir que tampoco incluía a Rafael Feito en "la izquierda"; es más,
no tengo la menor idea de su ideología, ni me interesa (ni me incumbe, quiero
decir). Que la izquierda ya no defiende la instrucción pública como palanca de
ascenso social es algo constatable solo con atender a las declaraciones de los
partidos que teóricamente la representan o leer sus programas educativos. Y
reitero que muestra de ello es la costumbre de tachar de reaccionario a aquel
que habla de cultura, exigencia o mérito, valores de los que la izquierda
debería hacer bandera. Y claro que Antonio Muñoz Molina es progresista. Y claro
que soy consciente de ello. Y claro que le "entregué mi prólogo" (con
alborozo, añado) "a un izquierdista" (como lo llama Feito). Porque
Antonio es un progresista; no un "progre". He ahí la diferencia. No
un "renegado de la escuela pública" (palabras de Feito, no mías) sino
alguien que, sin ser docente, la defiende mejor que muchos de los que presumen de
paladines de la misma.
Cuarto. "El
problema de todo esto" es, para Feito (y lo sabemos "muy bien",
dice, los profesores) que "el conocimiento que pretende transmitir nuestra
escuela es sencillamente inabarcable". Pues así es: ese es uno de los valores del
conocimiento, que es inabarcable, que no es accesible sin esfuerzo, que cuesta, como todo lo realmente valioso (Feito habla sin embargo de "sobrecarga de
conocimientos"). Ante esto tenemos dos opciones: intentar transmitir conocimiento por muy inabarcable que este sea,
convencer a nuestros alumnos de sus beneficios y educarles en la curiosidad por
saber, o bien seleccionar, descartar, reducir y edulcorar los contenidos para
que no se les indigesten, para que no les estorben. Yo apuesto por la primera. Y esto es compatible con el
análisis del currículo de cada asignatura y la reflexión sobre lo acertado o no de su
organización, secuenciación o temporalización.
Quinto.
Feito se vuelve a sorprender (anda de sorpresa en sorpresa el hombre) porque a
su frase "[la autoridad y la disciplina] pueden fácilmente traducirse en una docencia de
carácter unidireccional en la que la palabra queda monopolizada por el profesor
condenando, de este modo, al alumnado al silencio y, muy posiblemente, a la
ausencia de aprendizaje", respondía yo que no se debe desconfiar de
que un docente ejercería honradamente su autoridad (si la tuviera). Y me
sorprende que se sorprenda (otra vez) porque hablar de que el profesor con autoridad
"condenaría al silencio y a la ausencia de aprendizaje" a sus alumnos
no parece síntoma de confianza en el buen hacer de un profesor. Para justificar
su postura recurre el sociólogo a la OCDE (claro) para asegurar que "muchos
profesores solo exigen a sus alumnos que memoricen los contenidos de una
asignatura para poder aprobar los exámenes". Conozco a muchos profesores
pero, aunque ninguno de mis conocidos "solo exigen a sus alumnos que
memoricen los contenidos de una asignatura para poder aprobar los exámenes",
es posible que la OCDE tenga los medios para haber verificado que son
"muchos" los que emplean esta absurda metodología ("muchos"
son... ¿el 80%? ¿el 20? ¿el 100%?). Pero aquí hay algo que debemos resaltar:
nadie (yo, desde luego, no y cuestiono que sean "muchos profesores"
los que sí) defiende que un alumno memorice todo sin comprender nada, lo
aprenda de forma superficial, supere el examen y lo olvide. Lo que reivindico
es el uso racional de la memorización como herramienta (herramienta,
herramienta, herramienta) imprescindible para el aprendizaje.
Sexto. Sobre el "aprender a aprender", me remitiré
a la espléndida explicación que ofreció al respecto en su día don Enrique
Moradiellos, quien expuso con brillantez lo siguiente: "Aprender a aprender es
equivalente a aprender, sin que la repetición del núcleo de identidad amplíe o
agrande esa identidad porque lo definido está ya dado en la definición. Por
tanto, el sentido lógico, semántico, conceptual, científico, tecnológico,
pragmático o meramente común que queramos dar al sintagma aprender a aprender
se agota en aprender (no sería lo mismo con enseñar a
aprender o aprender a enseñar, como
tampoco con enseñar a estudiar o aprender a estudiar, naturalmente). Y no hay
tras ese sintagma más que un juego de palabras inútil, quizá de pretensión
metafórica, que a algunos podría parecer eufónico (no a nuestro juicio) y que
por su estructura interna carece de potencia explicativa para decir algo distinto
a aprender."
Séptimo. Para tener la piel tan fina como la tiene el Sr Feito, que considera el
libro de Ricardo y el mío un compendio de "descalificaciones
gratuitas", tiene pocos reparos en referirse a mí como alguien de
"prejuicios elitistas". Aunque, esperen... bien pensado, podría ser un
elogio si lo tomamos como "preocupación por favorecer la aparición de
élites" y entendemos la palabra élite como la "minoría selecta y destacada en un ámbito
social o actividad", que es como la define la RAE. Así que muchas gracias
por el cumplido.
Octavo.
Dice Feito que hoy sabemos "en qué modo la
gente puede aprender más eficazmente" y que basta para ello con "pensar
en los trabajos de Howard Gardner y de Lawrence Steinberg", que espera "no
sean despachados como meros charlatanes". ¿Qué puedo decir? Mejor no
digamos nada.
Noveno. Se lamenta de
nuevo el Sr Feito de que dedujera de su anterior artículo que considera "inútiles"
a los profesores. Pero es que él mismo afirmaba que lo que falló al implantar
la LOGSE fue el profesorado por su falta de "reciclaje", un término
que no puede interpretarse de otra forma
que como la necesidad de que un docente pase por un proceso que le
permita "volver a ser utilizable". O sea, Sr Feito, no me venga usted
con que saco conclusiones precipitadas porque me limito a leer con atención sus
palabras. Escójalas mejor en otra ocasión y podremos hacer una lectura
distinta. Por ejemplo, ahora dice que "se tendría que haber pensado en un
grupo o cuerpo de profesores de la ESO, el cual podría proceder de nuevas
contrataciones o de profesores en activo", algo que podríamos discutir
pero que no contiene la connotación ofensiva de sugerir reciclaje para el
docente. Y olvidemos de paso lo del "apoltronamiento derivado de la
condición funcionario" porque seguro que también me dice que le he entendido mal.
Décimo. Feito concluye sospechando (lo dice por el encabezamiento de este blog) que "me considero una
suerte de alter ego de Atticus, el protagonista de Matar a un ruiseñor".
No se trata de eso, Sr Feito, sino más bien de una declaración de intenciones. Porque, aunque haya quien se molesta ante el ejercicio de la crítica (y oiga, no me
vuelva a decir que le malinterpreto - "Royo llena su argumentario de
insultos. No hace
falta que nadie le obsequie con improperios. Él solito se las apaña para
recopilarlos y desde ahí lanzarse por la senda de la discordia"), aunque el cuestionamiento del Dogma provoque tanta irritación, la frase de Finch me sirve para no cejar en mi empeño: "el hecho de que hayamos perdido cien veces
antes de empezar no es motivo para que no intentemos vencer". Los que defendemos postulados no
coincidentes con la línea oficial vamos perdiendo, esto es innegable. Pero ello no nos resta
legitimidad ni convencimiento de cara al sano ejercicio de la crítica, con contundencia proporcional a la
gravedad de la situación. Y debo volver a citar mi libro, no para hacer
propaganda sino para reiterar que dedico en él un buen espacio a destacar lo que
entiendo hay de positivo en la pedagogía (porque lo hay) y también los errores en los que creo
que ha incurrido (que son muchos). Lo que digo, faltaría mas, puede gustar o no gustar. Se puede estar o no de acuerdo. Pero
las opiniones divergentes no deberían incomodar.
Ánimo Alberto.
ResponderEliminarUn abrazo
Pues muchas gracias.
EliminarAlberto, abandona ya a este señor y a sus palabras: realmente, no sabe de lo que habla, pues no conoce a los profesores (a los que odia, no sé por qué), ni ha dado clase en un instituto. Habla ideológicamente, y eso es lo peor. Insulta, y se siente insultado si le responden... En fin. Acabo de leer tu libro, y he disfrutado, es decir, a medias me he sentido en mi ambiente, y a medias he sentido la melancolía de comprobar cuánto daño se está haciendo a los jóvenes con teorías destructivas. Sólo una última cosa :me hubiera encantado tener un profesor de música como lo eres tú. Adelante.
ResponderEliminarGracias, María José, eres muy amable. Y te agradezco mucho el comentario. Me alegra mucho de que hayas disfrutado con el libro.
EliminarEste Feito es un figura. Más, diría: un fenómeno. Aunque no acaba uno de tener claro, cuando escribe sobre educación, si es que no lee o no entiende lo que lee, de cualquier forma es un filón. Como diría mi madre, "cuando habla, sube el pan". ¡Qué suerte tienes de tenerlo ahí!...
ResponderEliminarCasi podríamos decir, por homenajear de paso a Sir Ken, que es todo un "Elemento". Soy afortunado, sí... un abrazo, Jorge.
EliminarImagino que Feito no se sentirá ofendido por llamarle "figura" o "fenómeno", menos todavía por compararlo con Ken Robinson...
EliminarSuscribo lo que dice María José. No merece la pena. Ante el ad hominem del caballero no caiga usted en el contra ad hominem (valgan los latinajos). No hace falta. Usted lleva razón.
ResponderEliminarYa sé, ya sé, entro a todas...no sé dosificarme... Gracias a los dos. Bueno, a los cuatro.
EliminarPor cierto, por aquí abajo no he podido encontrar su libro ni el de Don Ricardo.
ResponderEliminar¿Y cómo de "abajo" está usted?
EliminarEn las Andalucías orientales.
EliminarPues debería... escríbame si quiere un correo y pregunto en la editorial por qué no está en libro en ese lugar de las Andalucías orientales...
EliminarEra en Murcia donde no lo encontré, y mira que es excelente librería la de Diego Marín. Pero esta Semana Santa los encuentro seguro, el suyo y el de Moreno Castillo, en Graná.
EliminarEs raro, sí. Si no lo consigue dígamelo para preguntar. En efecto, debería estar:
Eliminarhttp://www.diegomarin.com/libros/contra-la-nueva-educacion-9788416620074-911683.html
Un saludo.