Ayer,
un amable maestro y psicopedagogo (dicho esto sin ninguna ironía, pues es una
persona muy educada) compartió conmigo y con otras personas en Twitter un vídeo
de la Fundación
Trilema titulado El buen
profesor. Solo estoy de acuerdo con algo que manifestaba una de las
participantes, la que afirmaba que el buen profesor es aquel que sabe extraer (yo diría más bien "intenta extraer") lo mejor de sus alumnos, el que sabe cómo apasionarle (también aquí diría mejor "el que intenta apasionar"). No soy
capaz de convenir en nada más de cuanto se dice en la grabación. Les explicaré
por qué.
En primer lugar, claro que, como alguien expone, el docente ha de estar siempre evolucionando, pero este aprendizaje continuo ha de estar (en mi opinión) fundamentado en profundizar en su materia para, a partir de aquí, perfeccionar la praxis educativa.
En segundo, la excusa de la sociedad en continua transformación que supuestamente deja obsoleto el conocimiento tal y como siempre lo hemos entendido y que nos debería hacer abrazar la innovación como algo indispensable en la enseñanza me parece ridícula. Si todo cambia tan rápidamente, no tiene sentido que las tendencias de hoy se impongan porque pasado mañana habrán quedado anticuadas, habrán pasado de moda. Son precisamente los saberes permanentes los que debemos cuidar porque nos protegen de los cambios que no son provechosos ni definitivos sino frívolos y pasajeros.
En tercer lugar, no se puede unificar la didáctica. No tiene sentido pretender que un profesor enseñe como lo hace otro.
Cuarto, no es posible evaluar la "eficiencia docente". Podemos evaluar el conocimiento y dominio de la disciplina que un profesor imparte o juzgar su profesionalidad, pero que un alumno aprenda depende más del propio alumno que del docente. Un estudiante aplicado podría salir adelante incluso con un mal profesor. Un alumno que no quiera esforzarse no se ilustrará ni con el mejor de los docentes, aunque esté nominado al Global Teacher Prize.
En quinto lugar, el maestro, es verdad, ha de "guiar" a sus alumnos, pero esto implica indicarles no sólo qué camino deben tomar sino también cuál no (en este -y miren que lo siento, el docente reprime la decisión del alumno cuando este de forma espontánea elige el camino equivocado y le señala el correcto). Por otra parte, no creo que para escuchar a sus alumnos un profesor deba "arrodillarse", como se afirma en el vídeo (es curioso: el docente no puede impartir clase desde una tarima porque, dicen, no es democrático que se sitúe por encima del discente. Parece que por debajo sí lo es). Más bien creo que es el alumno el que debe ponerse de puntillas para intentar alcanzar el conocimiento que el docente pone a su disposición. Arturo Pérez Reverte decía en una entrevista para Jotdown que la cultura "tiene que ser siempre elitista". Enric González, el entrevistador, le mostraba su desacuerdo, ante lo que Reverte razonaba de la siguiente manera: "La cultura siempre ha sido élite. «Popular» está en contradicción con «cultura». Lo que sí que hay que procurar es que lo popular tenga los cauces de acceso a la cultura absolutamente fluidos y limpios. Que nadie se quede atrás ni por economía, ni por sociedad, ni por nacimiento ni por raza ni por nada, pero que acceda quien quiera a la cultura. Es decir: no sacar el Museo del Prado a la estación de Atocha para que la gente lo vea; la gente que lo quiera ver, que vaya al Prado. Que se busque la vida. Que pase los filtros de interés y voluntad que le hacen merecer el Prado. A eso me refiero cuando te hablo de élite". Esta idea me parece esencial en la enseñanza, como en la sociedad. No podemos interpretar el papel de guía como un "facilitador" en el sentido de convertir en sencillo lo que no lo es, en el de regalar, edulcorar o aligerar el conocimiento. El papel de guía que tiene que desempeñar docente ha de estar siempre condicionado (y complementado) por el interés y la voluntad de quien desea acceder a aquel.
Sexto, no tengo nada claro que el profesor deba transmitir amor a sus alumnos. Seré más preciso: no creo que el profesor deba transmitir amor a sus alumnos, a no ser que estemos hablando de amor por el conocimiento. Si algún día un profesor me dice que va a transmitir amor a mis hijos, les aseguro que los cambio de centro de inmediato.
Mi séptima discrepancia tiene que ver con la idea recurrente de que un profesor debe trabajar "por amor al arte". No hay otro oficio u ocupación en el que se exija a quien lo desarrolla que lo haga por puro altruismo. Pero, sobre todo, ¿por qué ha de estar reñido el imprescindible reconocimiento económico que cualquier profesional necesita con el compromiso del maestro con la educación y con sus alumnos? ¿Por qué el profesor es también el único trabajador que ha de hacer de su lugar de trabajo su lugar de vida? ¿Acaso no tiene derecho el docente a tener vida propia? ¿Desconococe la Fundación Trilema que un profesor siempre se lleva los problemas del trabajo a casa, los personales y los labores, que corrige en casa, que prepara en casa sus clases, que piensa, reflexiona y toma decisiones antes de comenzar su jornada laboral? ¿Qué más se va a exigir al profesor? ¿Que viva en el mismo centro y regrese a su casa solo para dormir? ¿Cómo llamaríamos a esto: "libertad vigilada"?
En octavo lugar, no puedo admitir el reduccionismo de considerar "un error" la escuela que solo quiere "educar a nivel de conocimiento", primero, porque este "solo" denota una escasa confianza en la relevancia del conocimiento y, segundo, porque los hábitos que se ejercitan cuando aprende (la perseverancia, la atención, la autosuperación, la resiliencia, la disciplina...) son valores fundamentales en la educación integral de un alumno, de igual manera que nadie podrá acceder a la creatividad o al pensamiento crítico desde la ignorancia.
En noveno lugar, me parece injusto generalizar que los profesores no somos autocríticos y que somos incapaces de decir: esto no funciona. El buen profesor no da nunca la misma clase, cambia constantemente de estrategia, se acomoda al desarrollo y la heterogeneidad del grupo en condiciones muchas veces complicadísimas. Siempre está haciendo autocrítica, siempre comprobando en su experiencia diaria qué funciona y qué no. Precisamente porque es autocrítico es crítico y no puede aceptar sin reflexión, análisis y evidencias las modas pedagógicas que se acumulan, procedentes a menudo de quien no tiene esa experiencia en el aula y jamás ha podido verificar teorías, muchas de las cuales resultan ya de entrada gaseosas y estrafalarias.
En décimo y último lugar, tenemos un serio problema si no somos capaces de ponernos de acuerdo en las cualidades que hacen de un profesor un buen profesor. Para mí, el buen profesor debe ser una persona culta, erudita en su materia, con una buena expresión y un rico vocabulario, que ame su disciplina y el saber en general, que se sienta comprometido con la formación de sus alumnos, a los que NO es necesario que ame. Basta con que los respete como los futuros ciudadanos que serán y que se empeñe en conseguir de ellos la mejor versión posible a través del conocimiento y del contagio del mismo entusiasmo que él siente por su asignatura, a pesar de las circunstancias, del desprestigio de la profesión, del intrusismo, de la devaluación del conocimiento y de la estupidez de quienes se vanaglorian de sus propia ignorancia. Me temo que todo esto algunos lo ven así:
En primer lugar, claro que, como alguien expone, el docente ha de estar siempre evolucionando, pero este aprendizaje continuo ha de estar (en mi opinión) fundamentado en profundizar en su materia para, a partir de aquí, perfeccionar la praxis educativa.
En segundo, la excusa de la sociedad en continua transformación que supuestamente deja obsoleto el conocimiento tal y como siempre lo hemos entendido y que nos debería hacer abrazar la innovación como algo indispensable en la enseñanza me parece ridícula. Si todo cambia tan rápidamente, no tiene sentido que las tendencias de hoy se impongan porque pasado mañana habrán quedado anticuadas, habrán pasado de moda. Son precisamente los saberes permanentes los que debemos cuidar porque nos protegen de los cambios que no son provechosos ni definitivos sino frívolos y pasajeros.
En tercer lugar, no se puede unificar la didáctica. No tiene sentido pretender que un profesor enseñe como lo hace otro.
Cuarto, no es posible evaluar la "eficiencia docente". Podemos evaluar el conocimiento y dominio de la disciplina que un profesor imparte o juzgar su profesionalidad, pero que un alumno aprenda depende más del propio alumno que del docente. Un estudiante aplicado podría salir adelante incluso con un mal profesor. Un alumno que no quiera esforzarse no se ilustrará ni con el mejor de los docentes, aunque esté nominado al Global Teacher Prize.
En quinto lugar, el maestro, es verdad, ha de "guiar" a sus alumnos, pero esto implica indicarles no sólo qué camino deben tomar sino también cuál no (en este -y miren que lo siento, el docente reprime la decisión del alumno cuando este de forma espontánea elige el camino equivocado y le señala el correcto). Por otra parte, no creo que para escuchar a sus alumnos un profesor deba "arrodillarse", como se afirma en el vídeo (es curioso: el docente no puede impartir clase desde una tarima porque, dicen, no es democrático que se sitúe por encima del discente. Parece que por debajo sí lo es). Más bien creo que es el alumno el que debe ponerse de puntillas para intentar alcanzar el conocimiento que el docente pone a su disposición. Arturo Pérez Reverte decía en una entrevista para Jotdown que la cultura "tiene que ser siempre elitista". Enric González, el entrevistador, le mostraba su desacuerdo, ante lo que Reverte razonaba de la siguiente manera: "La cultura siempre ha sido élite. «Popular» está en contradicción con «cultura». Lo que sí que hay que procurar es que lo popular tenga los cauces de acceso a la cultura absolutamente fluidos y limpios. Que nadie se quede atrás ni por economía, ni por sociedad, ni por nacimiento ni por raza ni por nada, pero que acceda quien quiera a la cultura. Es decir: no sacar el Museo del Prado a la estación de Atocha para que la gente lo vea; la gente que lo quiera ver, que vaya al Prado. Que se busque la vida. Que pase los filtros de interés y voluntad que le hacen merecer el Prado. A eso me refiero cuando te hablo de élite". Esta idea me parece esencial en la enseñanza, como en la sociedad. No podemos interpretar el papel de guía como un "facilitador" en el sentido de convertir en sencillo lo que no lo es, en el de regalar, edulcorar o aligerar el conocimiento. El papel de guía que tiene que desempeñar docente ha de estar siempre condicionado (y complementado) por el interés y la voluntad de quien desea acceder a aquel.
Sexto, no tengo nada claro que el profesor deba transmitir amor a sus alumnos. Seré más preciso: no creo que el profesor deba transmitir amor a sus alumnos, a no ser que estemos hablando de amor por el conocimiento. Si algún día un profesor me dice que va a transmitir amor a mis hijos, les aseguro que los cambio de centro de inmediato.
Mi séptima discrepancia tiene que ver con la idea recurrente de que un profesor debe trabajar "por amor al arte". No hay otro oficio u ocupación en el que se exija a quien lo desarrolla que lo haga por puro altruismo. Pero, sobre todo, ¿por qué ha de estar reñido el imprescindible reconocimiento económico que cualquier profesional necesita con el compromiso del maestro con la educación y con sus alumnos? ¿Por qué el profesor es también el único trabajador que ha de hacer de su lugar de trabajo su lugar de vida? ¿Acaso no tiene derecho el docente a tener vida propia? ¿Desconococe la Fundación Trilema que un profesor siempre se lleva los problemas del trabajo a casa, los personales y los labores, que corrige en casa, que prepara en casa sus clases, que piensa, reflexiona y toma decisiones antes de comenzar su jornada laboral? ¿Qué más se va a exigir al profesor? ¿Que viva en el mismo centro y regrese a su casa solo para dormir? ¿Cómo llamaríamos a esto: "libertad vigilada"?
En octavo lugar, no puedo admitir el reduccionismo de considerar "un error" la escuela que solo quiere "educar a nivel de conocimiento", primero, porque este "solo" denota una escasa confianza en la relevancia del conocimiento y, segundo, porque los hábitos que se ejercitan cuando aprende (la perseverancia, la atención, la autosuperación, la resiliencia, la disciplina...) son valores fundamentales en la educación integral de un alumno, de igual manera que nadie podrá acceder a la creatividad o al pensamiento crítico desde la ignorancia.
En noveno lugar, me parece injusto generalizar que los profesores no somos autocríticos y que somos incapaces de decir: esto no funciona. El buen profesor no da nunca la misma clase, cambia constantemente de estrategia, se acomoda al desarrollo y la heterogeneidad del grupo en condiciones muchas veces complicadísimas. Siempre está haciendo autocrítica, siempre comprobando en su experiencia diaria qué funciona y qué no. Precisamente porque es autocrítico es crítico y no puede aceptar sin reflexión, análisis y evidencias las modas pedagógicas que se acumulan, procedentes a menudo de quien no tiene esa experiencia en el aula y jamás ha podido verificar teorías, muchas de las cuales resultan ya de entrada gaseosas y estrafalarias.
En décimo y último lugar, tenemos un serio problema si no somos capaces de ponernos de acuerdo en las cualidades que hacen de un profesor un buen profesor. Para mí, el buen profesor debe ser una persona culta, erudita en su materia, con una buena expresión y un rico vocabulario, que ame su disciplina y el saber en general, que se sienta comprometido con la formación de sus alumnos, a los que NO es necesario que ame. Basta con que los respete como los futuros ciudadanos que serán y que se empeñe en conseguir de ellos la mejor versión posible a través del conocimiento y del contagio del mismo entusiasmo que él siente por su asignatura, a pesar de las circunstancias, del desprestigio de la profesión, del intrusismo, de la devaluación del conocimiento y de la estupidez de quienes se vanaglorian de sus propia ignorancia. Me temo que todo esto algunos lo ven así:
[Imagen del profesor situado a su pesar en el bando de la educación tradicional]
No he leído tu libro, pero me hago una idea. Y agradezco tu voz pues ya hacía falta que alguien pusiera el dedo en la llaga sobre estas cuestiones. Pedagogos ignorantes y populistas, comunicadores ególatras con micro, palabras vacías, abismos entre una teoría idealizada y una praxis que no encaja, soluciones de despacho,…me blindo mi plaza, maricón el último.
ResponderEliminarEl vídeo, muy bonito. Entusiasma, pero aporta bien poco.
Tienes razón y no andamos por el buen camino. Pero el mundo cambia y las crisis son el pan de cada día. Unos intentan mejorar lo presente con ideas, buenas o malas. Otros simplemente buscan colocarse.
Veo en tus palabras (necesarias repito) tu menosprecio al avance y un elogio a continuar como fuimos educados. Ya no somos donde fuimos. Otra época, otros valores, unos buenos unos malos. Negar esa evidencia y plantarse con los objetivos de antaño para la nueva realidad es simplemente estar ciego (y ojo! que hasta aquí no hay valoración subjetiva).
Amo el relativismo (hasta cierto punto, pues todo es relativo) y amo el ser crítico. Pido pues que nos permitan ser críticos con los vendedores de humo, pero también con los que no construyen nada y solo lamentan la crisis moral humana y creen que la abstracción del conocimiento profundo salvará al mundo (que Montaigne es más moderno!). Que solamente poniendo a J.S.Bach se volverá mejor la gente?! (por cierto, soy flautista de pico y Bach es mi favorito).
Espero y deseo que después de las tesis modernas (algunas simplistas) y tu antítesis (revulsiva) sepamos encontrar una buena síntesis, inteligente (también emocionalmente) hacia un futuro mejor.
Un alumno aprende cuando quiere, no cuando queremos nosotros. De acuerdo. Pero a veces quiere cuando puede. O crees que pensamos como queremos? Tenemos un entorno, una suerte, una genética, unas capacidades. La motivación puede ser desencadenada por una asociación de ideas, una canción, una conversación, una discusión, un paisaje. Los profesores debemos ahondar en esto tan difícil. Intentar (eso sí) crear situaciones donde “despertar” al alumno.
Como bien dices, tratar de unificar la didáctica es una gilipollez, y eso es lo que hacen los pedagogos de despacho, pues rompen toda posibilidad de creatividad y unicidad del maestro. Pero sí deberíamos poder extraer la metodología profunda que hizo que algo funcionara de cada uno, para que los demás aprendiéramos. Trabajo en equipo señores: tenemos mucho que aprender del campo científico. Unos lo consiguen con el humor, la ironía, preguntado al aire,…si funciona, queremos aprender de ellos.
Estimado Joan: Antes que nada, quiero agradecer sus comentarios. Creo que se equivoca cuando dice que menosprecio el avance o que elogio la educación de antes. No menosprecio el avance sino el olvido de aquello que la tradición tiene de aprovechable y que permite el avance. Y no quiero volver a tiempos pasados. Yo comencé a ejercer la enseñanza con la LOGSE implantada, luego no puedo, como docente, comparar las situaciones pero sí analizar, según mi experiencia y mi reflexión, qué creo que no funciona hoy. Mirar hacia adelante es fundamental, siempre que se haga con los ojos bien abiertos y con espíritu crítico, no admitiendo lo nuevo por el hecho de serlo. Lo que defiendo son valores que considero atemporales. No lo hago porque vengan de atrás sino porque entiendo que siguen siendo imprescindibles: la disciplina, la atención, el esfuerzo, el mérito... no han dejado de serlo. Para mí, el objetivo de la enseñanza no depende de épocas o situaciones. Yo no amo el relativismo. Soy reacio a los posicionamientos monolíticos, sin matices, pero hay verdades que no son cuestionables y asuntos ante los que uno no puede perderse en justificaciones. No sé si me incluye entre quienes no les dejamos "ser críticos con los vendedores de humo" y "también con los que no construyen nada y solo lamentan la crisis moral humana y creen que la abstracción del conocimiento profundo salvará al mundo". Yo permito a todo el mundo ser crítico o acrítico, faltaría más, como yo trato de analizar las cosas lo mejor que puedo y sé. En el libro no solo hay una contundente crítica a determinados planteamientos, pues esta deconstrucción lleva implícita una propuesta, aunque es cierto que la intención de este ensayo es más descomponer que componer. Y lo de la "abstracción del conocimiento profundo" que "salvará al mundo" también lo ha dicho usted, no yo.
EliminarYo también espero que se pueda alcanzar una síntesis. No creo que haya metodologías absolutamente malas o absolutamente buenas, pero tenga en cuenta que lo que en libro trato no son las innovaciones racionales sino aquellas que, pese a su popularidad y "éxito" son más extravagantes que sensatas. Desde luego que el profesor ha de hacer lo posible por despertar la motivación del alumno, pero este debe esforzarse por encontrarla. Si es que no discuto esto. Discuto que se excuse al alumno y se haga recaer toda la responsabilidad de la motivación en el maestro. Los pedagogos serios lo tienen mal con la representación oficial, Joan. Sé que los hay. Por eso suelo hablar de "pedagogós" o "pedabobosos", para no generalizar. Estos pedagogos serios deberían ser los primeros interesados en desmontar tanta estupidez. El trabajo en equipo entre docentes me parece necesario, desde luego, compartir experiencias porque esa y no otra es la manera de enriquecer cada uno nuestra didáctica. No se enseña a enseñar pero se pueden compartir los errores y los logros, las maneras.
Ah, no creo que escuchar a Bach te convierte en "mejor gente". Jamás he dicho esto. Se puede ser un gran entendido en Bach y un sivergüenza. Pero reconozca que el sinvergüenza bachiano tiene más estilo...recuerde al Doctor Lecter escuchando las Variaciones Goldberg mientras da buena cuenta de esos dos pobres policías...
http://www.youtube.com/watch?v=Jgza7PwUr6k
Con el aprendizaje de un instrumento siempre lo pensé: los mejores profesores, por favor, en las primeras etapas de la vida! Más adelante ya aprenderemos a buscarnos la vida. Podemos tener un inútil en la universidad (muchos no, por favor), pero no nos lo podemos permitir en la secundaria (y menos en la primaria).
ResponderEliminarLa actitud de los alumnos de hoy día no se debe (sólo) a la educación que reciben. Sería tan sencillo de arreglar si así fuera! Los chicos y chicas piden límites, firmeza y coherencia con lo dicho (ese es el problema que falla), pero no lo confundamos con la bondad hacia ellos! Amor? Pues amor! Que mal hay en el amor? (de hecho el amor es lo que lo rige todo!), incluso tus palabras, o las mías!
Y el amor al arte? Pues es una suerte si te pasa! Necesitas tu sueldo, por supuesto. Si no, se termina el pensar y el escribir en internet y vas a buscar trabajo…pero una vez tienes eso…te olvidas, te pones a preparar una nueva partitura, una reunión con una madre, a veces te cagas en todo,…te gustaría cobrar el doble…pero aún así no paras…es como un vicio (como cuenta tan bien el famoso libro del Flow…).
Es bien cierto, como dices, que es imposible ser creativo o crítico, o relacionar información si no se sabe nada. Y es lo que pasa…que aparece el comunicador (y político) demagogo.
Y bueno, citar a Arturo Pérez Reverte con su comentario clasista (y clasicista)…en la que diferencia “cultura” de “popular” me dejó roto. Cultura es el Prado y no lo es la tortilla de patatas de mi abuela? No le veo la diferencia. Que hacemos, nos quedamos parados adulando la Gioconda a ver si ríe o no, hasta que reconozcamos nuestra idiotez o empezamos a valorar todo en su justa medida o como reflejo de época?
Y estoy de acuerdo que somos muy injustos con los profesores, hay mucha gente, anónima que se está dejando la piel, para quienes la educación es un arte y creen firmemente en lo que prueban. Pero deberíamos poder evaluarlo de algún modo para saber si vamos en buen camino. Otra opción, claro está, es en la providencia de la entropía, a ver si nos lo arregla, pero estaremos de acuerdo que no es la mejor solución.
Leí tu texto con mucho interés y estoy de acuerdo con muchas de las cosas que seguro que motivaron tu rebeldía con el sistema actual (a mi más de un pedagogo también me odia…;) pero creo que después de todo, hay que empezar a construir no solo criticar.
No leí tu libro, espero hacerlo pronto. Aunque desearía poder leer también, el segundo volumen, con una propuesta atractiva para los chicos de hoy.
Es cierto que para aprender un instrumento, los profesores que inician el aprendizaje son fundamentales.
EliminarEstoy bastante de acuerdo en otras cuestiones que apuntas pero desde luego no en que el comentario de Pérez Reverte sea clasista. No se trata de tortilla de patatas o El Prado, no es eso. Lo que él plantea (y con lo que estoy absolutamente de acuerdo) es que ha de permitirse el acceso a la cultura sin trabas ni excepciones pero no "facilitarse". A la cultura hay que querer acceder.
Sobre la evaluación del profesor, ya me he manifestado a favor en otras ocasiones. Que me examinen de mi materia cuando quieran. Para mí un examen, como un concierto, un texto o una conferencia... es un reto.
Segundo volumen no sé, pero sí es posible que desarrolle más adelante esa otra fase de mis planteamientos, ya no reactiva sino propositiva.
Gracias de nuevo por los comentarios y un saludo.